Coronavirus/ La competencia de patentes ralentizan la vacuna [Dean Baker]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Mar 13 15:19:03 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

13 de marzo 2020

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Coronavirus

 

Las patentes ralentizan la vacuna del coronavirus 

 

Hay gente en todo el mundo trabajando lo más rápido posible para desarrollar
una vacuna. La mala noticia es que todos están compitiendo entre sí, no
colaborando

 

Dean Baker * 

Truthout, 2-3-2020 

https://truthout.org/

Traducción de Álvaro San José – Contexto y Acción

https://ctxt.es/es/

 

Para asombro de millones de personas, el presidente Trump sigue superándose
a sí mismo cuando se trata de corrupción y estupidez. Su último logro en
este sentido fue su reciente intento por evitar que los funcionarios de su
gobierno hicieran declaraciones públicas sobre la epidemia del coronavirus,
por miedo a perjudicar al mercado bursátil.

 

La fijación de Trump con el mercado es ridícula y debería resultar evidente
con solo reflexionar un segundo: si finalmente el virus se convierte en una
grave epidemia en Estados Unidos y en una gran parte del resto del mundo,
poco importará lo que diga el gobierno de Trump al respecto. No habrá forma
de ocultar los efectos del virus.

 

Por el contrario, si el coronavirus finalmente resulta que no es para tanto,
cualquier contracción del mercado que se produzca como consecuencia de las
preocupaciones por la propagación del mismo será solo temporal. El mercado
se recuperará después de tres o cuatro semanas como si el coronavirus nunca
hubiera existido. Entonces, ¿Trump quiere callar a las personas que trabajan
en su gobierno para evitar una contracción temporal de la bolsa? 

 

Ahora que los acontecimientos le han obligado a él y a su gobierno a hablar
del coronavirus, ha decidido culpar de la caída del mercado a las fake news
que exageran los falsos miedos. También ha culpado a los candidatos
presidenciales demócratas por los comentarios que hicieron durante el último
debate.

 

Aun así, resulta difícil de creer que Estados Unidos tenga un presidente que
podría poner en riesgo la salud pública solo para evitar una contracción del
mercado, que, a su vez, él teme que perjudicaría su índice de aprobación.
Bienvenidos al partido republicano moderno.

 

Tenemos suerte de que los Centros para el Control y Prevención de
Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) estén atendidos por multitud de
profesionales entregados que harán todo lo posible por proteger al público
si la enfermedad se propaga. La gran pregunta es si Trump les va a permitir
que hagan su trabajo y les va a proporcionar los recursos necesarios. (El
CDC es una de las agencias que se encuentran en el punto de mira de los
recortes presupuestarios de Trump para 2021).

 

Más allá de la avalancha de sinsentidos que emerge del Gobierno de Trump en
relación con este asunto, hay otras preguntas fundamentales que habría que
formular. Hay muchas empresas compitiendo por desarrollar una vacuna contra
la enfermedad. Si lo consiguen, eso podría, en principio, cortar su
propagación de raíz, una vez que se pueda producir la vacuna en masa y se
envíe por todo el mundo.

 

Esto es cierto solo en principio, pues incluso si contamos con una vacuna,
no tenemos ninguna garantía de que sea asequible. Como atestiguó el
secretario del departamento de Salud y Servicios Humanos, Alex Azar, no
podemos confirmar que una vacuna recién inventada sea asequible a todos los
bolsillos, puesto que la empresa que la desarrolle tendrá el monopolio de la
patente y podrá cobrar básicamente lo que quiera.

 

Esto debería indignarnos por dos motivos. El primero es evidente: lo más
probable es que cualquier vacuna que se desarrolle sea relativamente barata
de producir y distribuir. Si fuera cara, solo lo sería porque el gobierno
detendría a cualquiera que fabrique la vacuna y no fuera el titular de la
patente. El monopolio que otorga el gobierno es lo que hace que la vacuna
sea cara, nada intrínseco al proceso de fabricación, ni al funcionamiento
normal del mercado.

 

El otro motivo por el que esta historia de la vacuna debería enfadarnos es
por el proceso de investigación en sí. Hay gente en todo el mundo que está
trabajando lo más rápido que puede para desarrollar una vacuna contra esta
peligrosa enfermedad.

 

Eso está muy bien, salvo por el hecho de que todas esas personas están
compitiendo entre sí, no colaborando. Todo el mundo quiere ser el primero en
desarrollar una vacuna patentable que le haga millonario si resulta eficaz.
Imagina lo rápido que avanzaría la investigación si todos estos
investigadores estuvieran trabajando juntos y si compartieran sus resultados
los unos con los otros y los publicaran en internet para que todos los
investigadores del mundo pudieran aprender de ellos.

 

Esta alternativa sería posible si tuviéramos un mecanismo diferente para
financiar la investigación. Aunque en realidad sí que contamos con una
alternativa: la financiación pública directa. Esta idea no debería resultar
tan extraña. El gobierno de Estados Unidos ya entrega más de 40.000 millones
de dólares al año a los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por sus siglas
en inglés) para la investigación biomédica. La financiación de los CDC y
otras agencias podría hacer que el total ascendiera a cerca de 50.000
millones y, en ese sentido, hacer que el gobierno pague por la investigación
no debería resultar una idea tan extravagante.

 

Lógicamente, haría falta una financiación mucho mayor si quisiéramos
sustituir el dinero que gasta la industria privada en investigación con lo
que obtiene de las patentes. Lo más probable también es que tuviéramos que
cambiar el proceso y que existiera un menor control del NIH, si se aumenta
la financiación. En cualquier caso, la financiación directa es una
alternativa claramente viable. Hago un resumen de una posible alternativa en
el capítulo 5 de mi libro Rigged (Manipulado). 

 

Una de las ventajas adicionales de sustituir la financiación de la
investigación biomédica que se lleva a cabo con el dinero que se obtiene del
monopolio de patentes sería que eliminaría casi por completo el interés de
las empresas farmacéuticas por publicitar sus medicamentos diciendo que son
más seguros o más eficaces de lo que realmente son, como ha sucedido con la
crisis de los opiáceos.

 

En resumen, el coronavirus debería ser una lección más sobre por qué hay
mejores alternativas para financiar la investigación biomédica. 

 

* Dean Baker es codirector del Centro de Investigación Económica y Política
de Estados Unidos.

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