Capitalismo/ Las grandes farmacéuticas se aprestan a lucrarse con el coronavirus [Sharon Lerner]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Mar 18 12:11:32 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

18 de marzo 2020

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Capitalismo



Las grandes farmacéuticas se aprestan a lucrarse con el coronavirus



Sharon Lerner *

The Intercept, 13-3-2020

https://theintercept.com/

Traducción de Sinfo Fernández – Rebelión

https://rebelion.org/



A medida que el nuevo coronavirus propaga enfermedades, muertes y
catástrofes por todo el mundo, prácticamente ningún sector económico ha
podido evitar los daños. Sin embargo, en medio del caos de la pandemia
mundial, hay una industria que no solo está sobreviviendo sino que se está
beneficiando enormemente.



“Las compañías farmacéuticas ven en el Covid-19 una oportunidad única en la
vida para hacer un gran negocio”, dijo Gerald Posner, autor de “Pharma:
Greed, Lies, and the Poisoning of America”. Por supuesto que el mundo
necesita productos farmacéuticos. En particular, para el nuevo brote del
coronavirus necesitamos tratamientos y vacunas y, en EE. UU., tests. Docenas
de compañías rivalizan ahora para hacerlos.



“Todos se han apuntado a esa carrera”, dijo Posner, quien describió como
enormes los beneficios potenciales en caso de ganar la carrera. La crisis
global “será un éxito de taquilla para esa industria en términos de ventas y
ganancias”, dijo, y agregó que “cuanto peor sea la pandemia, mayores serán
sus futuras ganancias”.



La capacidad de ganar dinero con los productos farmacéuticos es ya
excepcionalmente grande en EE. UU. al carecer de los controles básicos de
precios que tienen otros países, lo que brinda a las compañías farmacéuticas
más libertad para fijar los precios de sus productos que en cualquier otro
lugar del mundo. En la actual crisis, los fabricantes de productos
farmacéuticos pueden tener aún mayor margen de beneficios de lo habitual
debido al discurso que los grupos de presión de la industria metieron en un
paquete de gasto para el coronavirus de 8.300 millones de dólares, aprobado
la semana pasada, para maximizar sus ganancias a causa de la pandemia.



Algunos legisladores trataron inicialmente de asegurarse que el gobierno
federal limitaría la cantidad de compañías farmacéuticas que podrían recoger
los frutos de las vacunas y los tratamientos para el nuevo coronavirus que
se desarrollaran con el uso de fondos públicos. En febrero, la representante
Jan Schakowsky, demócrata por Illinois., y otros miembros de la Cámara
escribieron a Trump pidiéndole que “asegurara de que cualquier vacuna o
tratamiento desarrollado con dólares de los contribuyentes estadounidenses
sería accesible, disponible y asequible”, un objetivo que alegaron no podría
cumplirse “si las corporaciones farmacéuticas tienen autoridad para
establecer precios y determinar la distribución, poniendo los intereses con
fines de lucro por encima de las prioridades de salud”.



Cuando la financiación del coronavirus estaba negociándose, Schakowsky lo
intentó de nuevo escribiendo al Secretario de Salud y Servicios Humanos,
Alex Azar, el 2 de marzo postulando que sería “inaceptable que los derechos
para producir y comercializar esa vacuna se entregaran posteriormente a un
fabricante farmacéutico a través de una licencia exclusiva sin condiciones
respecto al precio o acceso, lo que permitiría que esa compañía cobrara lo
que quisiera y vendiera fundamentalmente la vacuna al público que pagó para
que pudiera desarrollarse”.



Pero muchos republicanos se opusieron a agregar una redacción al proyecto de
ley que restringiera la capacidad de ganancias de la industria, argumentando
que eso sofocaría la investigación y la innovación. Y aunque Azar, que
trabajó como principal grupo de presión y jefe de operaciones de Estados
Unidos para el gigante farmacéutico Eli Lilly antes de unirse a la
administración Trump, aseguró a Schakowsky que compartía sus preocupaciones,
el proyecto de ley continuó consagrando la capacidad de las compañías
farmacéuticas para establecer precios potencialmente exorbitantes para las
vacunas y medicamentos que se desarrollan con los dólares de los
contribuyentes.



El paquete final de la ayuda no solo omitió el lenguaje que habría limitado
los derechos de propiedad intelectual de los fabricantes de medicamentos,
sino que prohibía específicamente al gobierno federal emprender cualquier
acción en caso de sentir  preocupación de que los tratamientos o vacunas
desarrolladas con fondos públicos tuvieran un precio demasiado alto.



“Esos grupos de presión merecen una medalla de sus clientes farmacéuticos al
haber liquidado esa disposición de propiedad intelectual”, dijo Posner,
quien agregó que el lenguaje que prohíbe que el gobierno responda al aumento
de precios fue aún peor. “Permitirles tener este poder durante una pandemia
es indignante”.



La verdad es que sacar provecho de la inversión pública es también un
negocio habitual para la industria farmacéutica. Desde la década de 1930,
los National Institutes of Health  (NIH) han invertido unos 900.000 millones
de dólares en investigaciones que las compañías farmacéuticas utilizaron
para patentar medicamentos de marca, según los cálculos de Posner. Cada
medicamento aprobado por la Food and Drug Administration entre 2010 y 2016
involucró ciencia financiada con dólares de los impuestos a través del NIH,
según el grupo de defensa Patients for Affordable Drugs. Los contribuyentes
gastaron más de 100.000 millones de dólares en esa investigación.



Entre los medicamentos que se desarrollaron con algunos fondos públicos y se
convirtieron en grandes ingresos para las empresas privadas se encuentran el
medicamento contra el VIH AZT y el tratamiento contra el cáncer Kymriah, que
Novartis vende ahora por  475.000 dólares.



En su libro “Pharma”, Posner señala otro ejemplo de compañías privadas que
obtienen ganancias exorbitantes de medicamentos producidos con fondos
públicos. El medicamento antiviral sofosbuvir, que se utiliza para tratar la
hepatitis C, surgió de una investigación clave financiada por los NIH. Ese
medicamento es ahora propiedad de Gilead Sciences, que cobra 1.000 dólares
por píldora, mucho más de lo que muchas personas con hepatitis C pueden
pagar; Gilead ganó 44.000 millones de dólares del medicamento durante sus
primeros tres años en el mercado.



“¿No sería genial que algunas de las ganancias de esos medicamentos
volvieran a la investigación pública en los NIH?”, se preguntaba Posner.



En cambio, esas ganancias han financiado enormes bonificaciones para los
ejecutivos de las compañías farmacéuticas y una comercialización agresiva de
medicamentos para los consumidores. También se han utilizado para impulsar
aún más la rentabilidad del sector farmacéutico. Según los cálculos de
Axios, las compañías farmacéuticas obtienen el 63% de las ganancias totales
de la atención médica en EE. UU. Eso se debe en parte al éxito de sus
esfuerzos de cabildeo. En 2019, la industria farmacéutica gastó 295 millones
de dólares en cabildeo, mucho más que cualquier otro sector en los EE. UU.
Eso es casi el doble que el siguiente sector que más gasta -el sector de la
electrónica, la fabricación y el equipo- y mucho más del doble de lo que las
empresas de gas y petróleo invierten en ese objetivo. La industria gasta
asimismo profusamente en contribuciones a las campañas de los congresistas
demócratas y republicanos. A lo largo de la primarias demócratas, Joe Biden
ha liderado el grupo de receptores de contribuciones de las industrias
farmacéuticas y de la atención médica.



El gasto de las Big Pharma ha posicionado bien a la industria en la actual
pandemia. Si bien los mercados bursátiles se han desplomado en reacción a la
crisis de la administración Trump, más de 20 empresas que trabajan en una
vacuna y otros productos relacionados con el nuevo virus SARS-CoV-2 se han
librado en gran medida. Los precios de las acciones de la empresa de
biotecnología Moderna, que comenzó a reclutar participantes para un ensayo
clínico de su nuevo proyecto para una vacuna contra el coronavirus hace dos
semanas, se dispararon durante ese tiempo.



El jueves, un día de carnicería general en los mercados bursátiles, las
acciones de Eli Lilly disfrutaron de un buen impulso después de que la
compañía anunciara que se unía también al esfuerzo para conseguir una
terapia para el nuevo coronavirus. Y Gilead Sciences, que también está
trabajando en un posible tratamiento, está asimismo prosperando. El precio
de las acciones de Gilead ya había subido desde que apareció la noticia de
que su medicamento antiviral remdesivir, creado para tratar el Ébola, se
estaba administrando a pacientes con Covid-19. Hoy, después de que el Wall
Street Journal informara de que la droga tuvo un efecto positivo en una
pequeña cantidad de los pasajeros infectados en un crucero, el precio subió
aún más.



Varias compañías, incluidas Johnson & Johnson, DiaSorin Molecular y QIAGEN
han dejado  claro que están recibiendo fondos del Departamento de Salud y
Servicios Humanos (HHS, por sus siglas en inglés) para los esfuerzos
relacionados con la pandemia, pero no está claro si Eli Lilly y Gilead
Sciences están utilizando dinero del gobierno para sus trabajos sobre el
virus. Hasta la fecha el HHS no ha emitido una lista de beneficiarios de sus
subvenciones. Y según Reuters, la administración Trump ha dicho a los altos
funcionarios de la sanidad que traten sus discusiones sobre el coronavirus
como tema clasificado  excluyendo a quien no tenga acreditación de
seguridad.



Los excabilderos principales de Eli Lilly y Gilead están ahora trabajando en
el Grupo de Trabajo del Coronavirus de la Casa Blanca. Azar fue director de
operaciones de EE.UU. para Eli Lilly y presionó a favor la empresa, mientras
que Joe Grogan, que ahora es  director del Consejo de Política Nacional, fue
el principal cabildero de Gilead Sciences.



* Sharon Lerner cubre los temas de salud y medio ambiente para The
Intercept. Sus trabajos han aparecido también en el New York Times, The
Nation y el Washington Post, entre otras publicaciones. Ha recibido premios
de la Society for Environmental Journalists, la American Public Health
Association, el Park Center for Independent Media, The Women y Politics
Institute y el Newswoman’s Club of New York. Su serie, The Teflon Toxin, fue
finalista en uno de los premios de National Magazine.

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