Uruguay/ Una auténtica didáctica del optimismo [Ivonne Trías]
Ernesto Herrera
germain5 en chasque.net
Vie Mayo 22 13:53:02 UYT 2020
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Correspondencia de Prensa
22 de mayo 2020
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Uruguay
Didáctica del optimismo
Con qué imagen, de las miles de imágenes disponibles, representar la
explosión de creatividad, emoción y fuerza conjugadas en torno a la jornada
del 20 de mayo.
Ivonne Trías
Brecha, 22-5-2020
https://brecha.com.uy/
El obstáculo que la cuarentena puso a la realización de la 25ª Marcha del
Silencio (1) se transformó en un multiplicador inédito de iniciativas que
hicieron de ese día un homenaje extraordinario a los detenidos desaparecidos
y un potente mensaje de repudio a la impunidad.
No fue fácil para Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos
decidir que este año, debido a los riesgos sanitarios del covid-19, no se
haría la Marcha del Silencio. No fue fácil porque había ganas de marchar, de
expresarse. Porque al ya tradicional respaldo masivo a la convocatoria se
sumaba este año la tristeza por la muerte de Felipe Michelini, uno de los
impulsores de la marcha que cada 20 de mayo conmemora el cuádruple asesinato
impune de su padre –el senador Zelmar Michelini–, el diputado Héctor
Gutiérrez Ruiz, Rosario Barredo y William Whitelaw. Y se sumaba, desde otro
ángulo, la insistencia de algunos miembros del gobierno en discursos
legitimadores de la dictadura, de sus criminales y de sus métodos.
No habría Marcha, pero todas las iniciativas de conmemoración serían
bienvenidas.
Entonces hubo un estallido de iniciativas grandes y chiquitas, en todos los
soportes imaginables. Carteles, pasacalles, margaritas de papel, tapabocas,
canciones, videos, fotos. Fotos y recuerdos; fotos y abrazos. La gente se
apropió del homenaje y el homenaje se diseminó por todo el país.
Familias y vecinos que dibujaron y pintaron sus carteles en las
cooperativas, jóvenes que estamparon la palabra “Presente” en cientos de
tapabocas, gente que colgó de todo lo que existe: carteles y pasacalles, y
banderas y pañuelos. Y el proceso de confección de cada homenaje se pudo
compartir paso a paso.
¿Qué hubo de especial? Que cada iniciativa se realizó en grupo. Familia,
vecinos, amigos, parejas, sindicatos, cooperativas. Juntos. Que volvió el
cuerpo a cuerpo y con él, la alegría más básica y confortante del mundo.
Es el contacto con el grupo desde la diversidad, desde las emociones, y
desde allí a lo masivo. Menos disciplinado, con menos rituales consolidados.
En estos cuerpo a cuerpo participan, además de las ideas de la convocatoria,
todos los sentidos: la mirada, el olfato, el tacto, el oído, las hormonas…
Todo lo que nos devuelve, sin mediaciones, la noción de autonomía sobre lo
que queremos. Todo lo que nos da fuerza, energía y placer. Es el cuerpo
social. Tan destituyente o insurrecto como imprevisible. Como un estadio
lleno, una marcha de mujeres, un concierto de Patti Smith. Es el “punto de
caramelo” en el que se conectan emociones y pensamientos, por eso el cuerpo
social es tan poderoso y tan poco burocrático. Pero a pesar de su fortaleza,
el cuerpo social no sobrevive en las redes. Ninguna tecnología sustituye la
corporeidad, la presencia.
Aprendizajes
Ya van más de sesenta días de cuarentena y no sabemos cuál será el futuro
inmediato ni cuáles serán las huellas sociales y subjetivas que nos dejará
esta crisis. Parece claro que hay que tomar distancia del embobamiento de
los datos, sean tranquilizadores o atemorizantes, que nos anclan a las
pantallas y sus caóticas cifras.
Sin embargo, hoy como hace 25 siglos, siguen siendo necesarias las
explicaciones que pongan un límite al pánico de los humanos ante las
catástrofes y atiendan sus preocupaciones básicas. Esas explicaciones
vendrán, según el caso, del intelectual o del pastor religioso, del
filósofo, el científico o el pai de santo.
Unos insisten en mantener la alarma y proclamar que la única salvación será
una vacuna a inventar y a inocular en forma masiva y obligatoria. Cero
cuestionamiento a las causas de esta pandemia y, por tanto, a la emergencia
de las siguientes.
Otros apuntan con cierto optimismo a que la actual emergencia marca un punto
de quiebre del sistema extractivista-productivista que encauzará la relación
del humano en los ecosistemas.
Qué le importa al que duerme en la calle si Giorgio Agamben se equivocó en
su primera interpretación de la pandemia o Bill Gates apadrina negociados
planetarios con el verso del virus. Pero el que duerme en la calle forma
parte de un universo que De Sousa Santos llama “el sur de la cuarentena”,
cuyas preocupaciones sí importan: mujeres, trabajadores precarizados,
personas sin techo, inmigrantes indocumentados, presos, discapacitados… Ese
universo requiere que los intelectuales se ubiquen y disputen las
explicaciones mágicas o pseudo científicas, que piensen con la gente.
La pandemia indica algo. ¿Qué? Los datos cobran sentido cuando caen y
explotan cerca. Los datos sobre el imparable contagio del ébola, el cólera o
el dengue están a la vista, como los datos de los millones de seres que la
contaminación o el hambre matan por año. Pero están en una nube. Lo sabemos,
pero no lo asumimos como amenaza real. Es lejos (aunque sea cerca), ataca a
otra gente, a los africanos o a los haitianos o a los asiáticos. Son otros.
En este punto, tan incómodo, se abre ahora una ventana, y por la ventana
aparece alguna tímida alternativa.
¿Saldrá algo bueno de todo esto?
Si hasta ahora manteníamos los indicadores del desastre ecológico inminente
en una nube, esta vez asoma algo distinto. La destrucción de la
biodiversidad, el envenenamiento del agua, el aire, el agotamiento de los
recursos naturales, amenazan ya al conjunto de lo vivo, y esta pandemia nos
puso ese peligro ante los ojos. La amenaza cae de la nube y se hace visible
para todos en un mismo momento histórico. Se hace sentido común. Como dice
Benasayag, por primera vez la humanidad entera produce una imagen de la
amenaza. Emerge una experiencia compartida de la fragilidad de los sistemas
ecológicos.
Es posible que aprendamos de la experiencia, que formemos parte de la
resistencia a restaurar la normalidad que propició este desastre.
Es posible que mantengamos el optimismo sin olvidar los riesgos de un
confinamiento al que nos sometimos sin chistar. El Estado, ausente o
arrinconado por el mercado en los últimos 40 años, reaparece ahora para
asumir su responsabilidad ante la suerte de sus ciudadanos. Y de paso asume
la potestad de medir, pesar, tomar la fiebre, inocular y hasta recomendar a
sus súbditos el disfrute del aislamiento por su propio bien.
En este marco, el único optimismo posible sigue anidando en nuestro ser
social. Porque cuando esta pandemia pase, vendrá la presión para
sacrificarse por la máquina productiva, por dejar de lado los reclamos
egoístas de salario y empleo en aras de reanimar la economía. Aumentará la
presión para desmantelar y privatizar los sistemas de salud, las empresas
públicas. Y en ese momento las tecnologías de control ciudadano, toleradas
por miedo al contagio, estarán ahí, disponibles para otros fines. Qué fiesta
se hubieran hecho los inventores de las categorías A, B y C de la dictadura
con una aplicación como el Código de Salud de Alipay, en China, que
clasifica a las personas con tres colores, según sus desplazamientos con
relación al virus.
La jornada del 20 de mayo nos devolvió la alegría de compartir un
significado común con libertad. Del hacer en común. De la experiencia
corpórea de la comunidad. En medio de la oscuridad, podremos encontrar allí
una auténtica pedagogía del optimismo.
Nota
1) Ver:
https://correspondenciadeprensa.com/2020/05/20/uruguay-mayo-es-memoria-la-em
pecinada-lucha-social-por-la-vida-dossier/ (Redacción Correspondencia de
Prensa)
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