Colombia/ La voz de muchos. Resistencia comunitaria a los grupos armados en la región del Cauca [Daniela Arias Baquero]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Mayo 29 13:24:41 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

29 de mayo 2020

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Colombia



Resistencia comunitaria a los grupos armados en la región del Cauca



La voz de muchos



En la región colombiana del Cauca los grupos armados irregulares aprovechan
la pandemia para imponer el confinamiento a la fuerza. Las comunidades
originarias intentan sobrevivir y enfrentar el fuego cruzado del conflicto
interno con autonomía y autogestión.



Daniela Arias Baquero, desde Bogotá

Brecha, 29-5-2020

https://brecha.com.uy/



“Cuando te toca salir de tu casa porque tu vida y tu familia corren peligro,
sabes lo difícil que es esta situación. Además, no poder como madre
acompañar a mis hijos en la pandemia me mortifica”, expresa Patricia a
Brecha con voz quebradiza. Su situación en el confinamiento es “traumática,
al ver tanto sufrimiento que se pasa en medio de la violencia”. Forma parte
de una de las comunidades afrodescendientes más grandes del Valle del Cauca,
en el oeste de Colombia. Actualmente, varios grupos armados controlan las
medidas de aislamiento contra el covid-19 en vastas zonas de esa región
(véase recuadro), reparten panfletos que amenazan de homicidio, agresión y
desplazamiento forzado a quienes las incumplan, imponen restricciones a la
movilidad de las personas y los bienes, y atacan a las comunidades.



El confinamiento armado



Patricia es lideresa hace seis años. “Todo empezó cuando fui testigo de la
desaparición de una compañera de mi comunidad. Fui la persona que se dedicó
a buscarla hasta que me di cuenta de que las Farc la habían asesinado por
defender unas tierras que iban a ser explotadas para la extracción minera.
Entonces me amenazaron y tuve que dejar a mi familia para proteger sus
vidas”, cuenta. Huyó entonces a Buenaventura, ciudad portuaria del Valle del
Cauca.



Alejada de su familia y su comunidad del interior de ese departamento
colombiano, Patricia vive ahora en un corregimiento de la costa pacífica
caucana. Le pesa su ausencia en la vida de sus hijos: “A veces hablo con
ellos por Whatsapp. Mantengo contacto cuando puedo, porque donde estoy no
hay permiso de circular ni de salir de la comunidad. Tampoco dejan entrar
personas. Entonces, si quiero hablar con ellos, tengo que desplazarme por
donde haya Internet, porque la cobertura es mínima”.



“La violencia hace que sea mucho más difícil el confinamiento. Si
estuviéramos en condiciones normales, podríamos vivir la cuarentena con más
libertad. Pero nos abstenemos de privilegios como pescar, ir a nuestros
cultivos y caminar, porque vivimos oprimidos y atentos a lo que los grupos
armados manden. Son ellos los únicos que tienen libertad”, dice Patricia en
voz baja. Cuenta que en las comunidades controladas por grupos irregulares
los pobladores tampoco se pueden movilizar para comprar comida: “Sólo sale
una lancha a comprar los víveres a la ciudad un día a la semana. La persona
que necesite algo tiene que mandarlo traer ese día. Si las personas sacan su
lancha, les quitan el motor y las multan”.



El contexto nacional



Según la Defensoría del Pueblo de Colombia, entre el 23 de marzo y el 20 de
abril de este año se han registrado en ese país 72 violaciones al derecho
internacional humanitario. De estas, 41 serían expresiones de violencia
desencadenadas por la emergencia ambiental y sanitaria. El 57 por ciento de
los hechos violentos ha ocurrido en zonas rurales, pese a que la propagación
del virus ha tenido mayor incidencia en los contextos urbanos.



El Valle del Cauca, Nariño, Antioquia y el norte de Santander son las
regiones donde se registran más homicidios de líderes y lideresas sociales.
A pesar de que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha instado al
gobierno colombiano a investigar, esclarecer, enjuiciar y sancionar los
delitos cometidos en contra de los líderes sociales, las investigaciones se
demoran y en algunos casos no llegan a develar quiénes son los autores
intelectuales de las amenazas.



La resistencia ubuntu



Patricia asegura que las comunidades no confían en la Defensoría del Pueblo
y no se sabe a ciencia cierta quiénes son los responsables de las amenazas
en la región: “Acá no se demanda porque todo está infiltrado. Una no sabe si
la persona a la que acude para denunciar es la misma que la manda amenazar.
Además, las investigaciones no avanzan. Aquí reina la ley del silencio, por
eso sólo se confía en los líderes”. Ella se sigue resistiendo a ser
silenciada: “Hoy me atrevo a decir que este es un problema de todos. Cuando
una empieza a sentir el dolor ajeno, hace algo para que las cosas mejoren”.
Su historia de resistencia, cuenta, es la de sus ancestros a través del
ubuntu, una actitud mental que trae a su memoria todos los días y que en las
lenguas del sur de África significa “yo soy porque nosotros somos”.



Ante la falta de apoyo estatal, las comunidades afrocolombianas del Cauca
protegen sus vidas por medio de su organización autónoma a través de
convites: grupos de lideresas y líderes sociales guiados por la matriarca
mayor de la comunidad. Así transfieren su liderazgo y sus saberes
ancestrales a los más jóvenes. Frente a la pandemia, la organización popular
combina saberes tradicionales y de la ciencia moderna: “Aquí continuamente
damos charlas sobre las medicinas ancestrales que sirven para remedio. La
matriarca ha incitado a la comunidad a prevenir el covid con hierbas
tradicionales y sahumerios. También hacemos reuniones todos los viernes con
los niños y los jóvenes para informarles que hay que lavarse las manos y
desinfectar los víveres de la ciudad”.



“Yo creo que la paz sí es posible en el Cauca”, enfatiza Patricia. “Aunque
nuestro Pacífico tiene muchas verdades enterradas o que se han tragado los
ríos, necesitamos que alguien se atreva a decirlas. Por eso volvería a ser
lideresa social y viviría otra vez todo. Es gratificante ser una voz para
muchos y construir para mis hijos un Cauca diferente”, añade.

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Toda una vida de despojo



Históricamente marginado y sometido al abandono por el Estado, el Cauca ha
sufrido por décadas la violencia y el dominio de la tierra de grupos armados
irregulares. En la actualidad, se disputan su control la guerrilla Ejército
de Liberación Nacional, los disidentes de las ahora disueltas Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia y las bandas de narcotraficantes.



La región se ha convertido en las últimas décadas en un corredor del tráfico
de drogas por su posición estratégica. Allí están el principal puerto
marítimo del Pacífico colombiano, la principal fuente hídrica del país –con
las nacientes de los ríos Magdalena y Cauca– y una gran riqueza
minero-energética, por la que confluyen, además, intereses económicos
transnacionales. Esto ha dejado a sus poblaciones entre el fuego cruzado y
ha convertido la zona en un campo minado para los líderes y las lideresas
sociales.



El Cauca está atravesado por tensiones sociales originadas en la década del
50, durante la época conocida como La Violencia. Los enfrentamientos armados
entre conservadores y liberales, primero, y entre guerrillas, militares y
paramilitares, después, provocaron el desplazamiento forzado de comunidades
indígenas y afrodescendientes de ese territorio. Estas comunidades, cansadas
del abuso y la concentración de la propiedad rural, en los años sesenta
empezaron un proceso de movilización social influenciado por la labor del
Instituto Colombiano de Reforma Agraria. Parte de esa movilización fue el
desarrollo de experiencias locales de organización lideradas por los
colectivos que habían sufrido el despojo de sus tierras, que en 1971
desembocó en la creación del Consejo Regional Indígena del Cauca.



Según la investigación del Centro Nacional de Memoria Histórica Nuestra vida
ha sido nuestra lucha: resistencia y memoria en el Cauca indígena (Vvaa,
Bogotá, 2012), el objetivo de estas experiencias organizativas gira desde
entonces en torno a tres demandas históricas: unidad, tierra y cultura, a
las que en los últimos años se ha sumado la reivindicación de autonomía.

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