Chile/ El baile de los que sobran: ¿cuál Constitución? ¿qué Constituyente? [Noam Titelman]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Abr 10 14:15:58 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

10 de abril 2021

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Chile

 

El baile de los que sobran: ¿qué Constitución quiere Chile? 

 

El rechazo a los partidos, la expansión de candidaturas independientes y la
fragmentación del bloque progresista puede dar lugar a una Convención
Constitucional en la que la derecha opuesta a una nueva Constitución tenga
poder de veto. En ese caso, dependerá de la pulsión de la calle la
posibilidad de presionar en favor de acuerdos que permitan satisfacer las
esperanzas del masivo bloque del «apruebo» que se expresó en el plebiscito
en favor de un nuevo pacto social. En medio de la crisis sanitaria, que no
se pudo frenar con la vacunación masiva, las elecciones fueron postergadas
para el 15 y 16 de mayo.

 

Noam Titelman *

Nueva Socierdad, abril 2021

https://nuso.org/

 

El 25 de octubre de 2019 salieron a las calles de Chile millones de
personas. En la que fue posiblemente la marcha más masiva de la historia del
país, se manifestaron diversos grupos de la sociedad. Reclamaban por las
desigualdades, los abusos y las injusticias que percibían en su país y, por
cierto, por lo que percibían como una institucionalidad política que no
escuchaba. 

 

Entre los millones de manifestantes estaba Giovanna Grandon. Conductora de
un transporte escolar y antes educadora de párvulos, Grandón no había
participado previamente de las marchas, pero algo en esta convocatoria la
llamaba. Como explicaría posteriormente, un disfraz de Pikachú había llegado
sorpresivamente junto con otros productos que su hijo había ordenado de
China. Grandón decidió ir disfrazada «para bailar y que sea más entrete la
cosa». Pero mientras bailaba y avanzaba, se tropezó y cayó. El evento fue
grabado y subido a redes sociales. Se volvió viral. Todos los noticiarios
comentaron el incidente. Millones empezaron a hablar de la «tía Pikachú»
como símbolo del despertar nacional.

 

El 14 de noviembre del mismo año, como resultado del estallido social de
octubre y en un intento de dar una salida institucional a la crisis
desencadenada, un acuerdo transversal de la política chilena fijó un
calendario para la creación de una nueva Constitución. El primer hito de
este calendario fue un plebiscito en el que los chilenos votaron por
aplastante mayoría (cerca de 80%) por terminar con la Constitución vigente
en Chile, heredera de la dictadura de Augusto Pinochet, y decidieron que el
órgano a cargo de redactar la nueva constitución fuera una Convención
Constitucional cuyos integrantes serían electos con este fin. Este órgano
además innovó en una serie de características para garantizar su
representatividad popular. 

 

Se definió que esta Convención, cuya fecha de elección se postergó hasta el
15 y 16 de mayo por la crisis sanitaria, sería paritaria en género, con
cuotas para pueblos originarios y, en sintonía con un fuerte sentimiento
anti partidos de la movilización de octubre, con algunas facilidades para
las candidaturas independientes. En particular, se les permitió a los
candidatos no afiliados a partidos agruparse en listas, equivalentes a las
listas de partidos.

 

Entre quienes decidieron dar el paso a candidatearse a esta Convención se
encontraba la popular tía Pikachu, quien lo hizo en una lista de
independientes. No es el único caso de personas sin experiencia política que
han visto en el proceso constituyente un llamado a ser protagonistas en el
debate político. Cristian Bellei es doctor en educación por la Universidad
de Harvard. Ha sido una voz imprescindible en los debates académicos y de
políticas públicas educacionales de la última década y hoy va de candidato
como independiente por cupo del partido Revolución Democrática. Waleska
Morales es una joven emprendedora conocida por ser la fundadora del primer
taller mecánico atendido exclusivamente por mujeres y va de candidata como
independiente por cupo de la Democracia Cristiana, apoyada por una red
nacional de emprendedores. El listado de candidaturas como estas es largo y
diverso. A lo largo del país, personas sin trayectoria política y líderes de
distinto tipo, sociales, culturales, empresariales, entre otros, han visto
en el proceso constituyente un momento para participar en el debate público,
más allá de sus nichos.

 

Tal fue la efervescencia generada por el procesos que llevó a que se
inscribieran nada menos que 1.191 candidatos para apenas 155 bancas en la
Convención: 603 mujeres y 588 hombres. Un llamativo 62% de los candidatos no
está afiliado a un partido político. Por otro lado, apenas 23% tiene
experiencia política previa y solo 27% tiene alguna experiencia pública.

 

Si uno de los objetivos del acuerdo para redactar una nueva Constitución fue
lograr dar cabida a las nuevas voces que se expresaron en el estallido
social, al menos en el plano de las candidaturas, esto parece haberse
logrado. Personas que en general no habrían tenido posibilidad de ser parte
de la discusión sobre los destinos del país ahora parecen tener un lugar.

 

Pero, ¿qué efectos tendrá esta marea de candidaturas no tradicionales?,
¿cómo ha sido recibida por el público y los votantes? Y, no menos
importante, ¿cómo ha sido percibida por los partidos?, ¿cómo afectará al
resultado del proceso constituyente y su rol de regenerar el pacto social
chileno?

 

¿Qué Constituyente?

 

Si un fenómeno ha marcado la política chilena de los últimos años ha sido la
caída de confianza en las instituciones. Y, en ese marco, ninguna
institución ha sido tan golpeada como los partidos políticos. No solo se
trata de que los partidos, según el sondeo «¿Cómo vemos el proceso
constituyente? Miradas a un momento histórico» de la ONG Espacio Público
junto con la empresa IPSOS, apenas alcanzan 6% de confianza, sino de que hay
un fenómeno de largo plazo vinculado a la desidentificación con ellos que se
ha acelerado en la última década. Según datos del Centro de Estudios
Públicos, el porcentaje de personas que se identificaba con algún partido
cayó desde 53% de la población en 2006 a 19% en 2019. Es más, algunos
estudios recientes han señalado que un porcentaje no menor de la población
(12,9%) ha hecho de las posiciones antipartidos «tradicionales» su principal
identidad.

 

En este sentido, no sorprende el empuje que hubo al momento de discutir la
conformación de la Convención Constitucional para que esta contara con
representantes no partidarios. 

 

Mezclado con el sentido refundacional que tiene el proceso constituyente,
pareciera haber un deseo transversal de constituyentes que no sean los
«mismos de siempre». Sin embargo, como muestra una encuesta de noviembre de
2020 de IPSOS-Espacio Público, la manera en que esta pulsión se expresa no
es tan evidente. Si se pregunta de manera genérica, por lejos la opción
preferida es que los integrantes de la Convención sean «personas expertas en
temas constitucionales» (53% del total menciones). Sigue, bastante más
atrás, «profesional destacado», como médicos, periodistas o ingenieros (38%)
y «dirigente social o ciudadano» (36%). Recién en el quinto lugar aparece
«Persona común y corriente que viva como usted» (32%). Es decir, si bien
parece haber un rechazo mayoritario a la representación por parte de la
política tradicional, una parte de la demanda podría traducirse en el
reemplazo de una elite (política), por otra con experticia en determinados
temas, mientras que otra parte parece reflejarse en las nociones de
«representación desde abajo», ya sea con dirigentes sociales, ciudadanos o
personas más parecidas a los representados.

 

Esta distinción entre el tipo de representante que debiese sustituir a los
político en el debate constitucional se corresponde con características de
los encuestados. De este modo, si bien el alto apoyo a los expertos
constitucionales es transversal, las personas de mayor nivel económico son
las que más prefieren a expertos constitucionales y profesionales
destacados, mientras que las personas de menores recursos, junto con los
encuestados más jóvenes, son quienes más prefieren a dirigentes sociales y
ciudadanos. De modo similar, el apoyo a dirigentes sociales y ciudadanos se
concentra en los encuestados identificados con la izquierda, mientras que el
apoyo a expertos constitucionales y profesionales destacados es ligeramente
más alto en encuestados de centro y de derecha. Por último, es interesante
notar que el apoyo a candidaturas de personas similares a los representados
se concentra más en encuestados de centro y quienes no se identifican en el
eje izquierda-derecha.

 

Por otro lado, quizás la distinción más relevante para estas elecciones está
entre aquellos que votaron «apruebo» y aquellas que votaron «rechazo» en el
plebiscito que dio inicio al proceso constituyente. En este sentido,
mientras que «Persona con trayectoria política y/o experiencia en cargos
públicos» obtiene apenas un 12% de menciones entre quienes votaron
«apruebo», el porcentaje de menciones entre quienes votaron «rechazo» es
39%, el segundo más alto para estos encuestados, después de experto
constitucional.

 

De este modo, el ánimo en la población, sobre todo en el mundo del
«apruebo», por una renovación de los representantes podría explicar la
emergencia de candidaturas sin experiencia política. En este sentido, la
variedad de perfiles no es simétrica. 

 

Los dirigentes sociales y ciudadanos se encuentran, en general, dispersos en
la multiplicidad de listas de izquierda y, sobre todo, de independientes. De
este modo, en el campo del «apruebo», que fue apoyado por todos los partidos
desde el centro hasta la izquierda, la dispersión de listas es total. 

 

No solo la centroizquierda y la izquierda van separadas en dos listas (pese
a algunos intentos tempranos de confluir), sino que ha emergido una
multiplicidad de listas de independientes que han entrado en disputa por el
mundo del «apruebo». Por otro lado, los partidos de la derecha, que o
apoyaron el rechazo o tuvieron posiciones ambivalentes sobre la posibilidad
de una nueva Constitución, lograron unificarse, desde los más moderados a
los más extremos, incorporando algunas figuras independientes, sobre todo
algunos profesionales destacados. Así, paradójicamente, pese a la abrumadora
mayoría que representaría el mundo del «apruebo», su gran dispersión podría
significar una subrepresentación en la Convención y una presencia exagerada
del mundo del «rechazo».

 

La aritmética electoral

 

Para ser una elección tan trascendental, hay sorprendentemente pocas
proyecciones públicas de los resultados electorales. Los estudios que se han
hecho parten del supuesto, cuestionable, de que las votaciones seguirán los
patrones exhibidos en las elecciones legislativas y locales anteriores. Así,
la derecha obtendría cerca de 32% de los votos y 43,4% de los escaños. Por
otro lado, la centroizquierda obtendría cerca de 25%, consiguiendo 31,9%
escaños. La izquierda, por su parte, obtendría un poco menos de 18% de los
votos y 19,6% de los escaños. Por último, la multiplicidad de listas
independientes obtendría casi 19% de los votos y tan solo 4,4% de los
escaños de la Convención (el resto de los votos sería obtenido por partidos
pequeños y candidaturas independientes fuera de listas).

 

Es decir, el mundo del «apruebo», con cerca de 70% de los votos, obtendría
cerca de 57% de los escaños debido a la gran dispersión en listas, frente a
la unidad de la derecha y el campo del «rechazo». Dado que la normativa que
regula el proceso constituyente establece que sus resoluciones deberán ser
aprobadas por 2/3, el porcentaje proyectado para la derecha significa que
esta podrá vetar cualquier iniciativa (siempre que vote en bloque). Por otro
lado, la abundancia de listas en el campo del «apruebo», y la animadversión
que se ha hecho patente entre quienes las componen, vuelve improbable que
incluso ese 57% de la Convención realmente pueda funcionar como un bloque
cohesionado. 

 

De ser correctas las proyecciones, se abren solo dos posibles escenarios
para el funcionamiento de la Convención. Un escenario de polarización entre
un bloque consistente del «rechazo» y la derecha y otro bloque inestable de
las múltiples listas del «apruebo» en el centro, la izquierda y los
independientes. Un escenario en que ninguna fuerza es capaz de coordinar por
sí sola propuestas constitucionales. En este caso, a lo más podría aspirarse
a una constitución mínima, aprobándose aquellos aspectos que ambos bloques
decidan no vetar. Una segunda posibilidad es que los sectores más próximos a
la derecha dentro de la coalición de centroizquierda terminen aliándose con
el grueso de la lista de derecha y se imponga una sensibilidad de
centroderecha en la constitución. Para este escenario sería importante la
correlación de fuerzas al interior de estas dos coaliciones. Una mayor
presencia de los sectores moderados y de centro en las dos listas fomentaría
un entendimiento como este. Es decir, un resultado electoral como el
proyectado implicará un texto constitucional mínimo o una hegemonía de los
sectores de centro y centroderecha, lo que podría provocar la decepción a
los nuevos actores políticos del campo del «apruebo».

 

Sin embargo, estas proyecciones deben tomarse con una buena dosis de
escepticismo. Suponer una mantención de los patrones de voto, luego
estallido de octubre y los resultados del plebiscito, es un presupuesto
bastante dudoso. En particular, se hace muy difícil de proyectar el
resultado de las listas independientes, que, por definición, no tienen un
real precedente en los procesos electorales anteriores. Además, está por
verse aún si hay un castigo electoral a los partidos que apoyaron el
«rechazo». 

 

Por último, el creciente sentimiento anti-partido puede reflejarse en que,
incluso dentro de las listas de partidos sean electos los candidatos
independientes que van en cupos partidarios. Es decir, en un escenario como
este, en que predominen independientes, ya sea en listas independientes o en
listas de partidos, habría una profunda fragmentación de la Convención, con
alianzas coyunturales entre individuos, sin necesariamente alineamientos
consistentes. 

 

En este escenario, es probable que la Convención sea particularmente
sensible a las presiones populares que se desarrollen en el momento de la
deliberación. Una movilización social que presione por acuerdos en
determinados temas podría llevar a aprobar más propuestas, en la medida que
estos miembros de la Convención se sientan más obligados a responder a esta
presión que a criterios ideológicos o proyectos de largo plazo. Por otro
lado, una presión social por extremar posiciones y restar legitimidad al
proceso constituyente podría resonar también en la Convención, llevando al
proceso a un término inconcluso, sin capacidad de generar el texto
constitucional. Una convención como esta corre el riesgo de no alcanzar ni
siquiera los acuerdos básicos necesarios para una Constitución mínima,
peligro que se acrecienta por el hecho de que tiene un plazo máximo de
funcionamiento, por disposición legal, de un año. En definitiva, el
escenario es impredecible.

 

¿Y entonces?

 

La población chilena se siente hoy esperanzada con la Convención
Constitucional. De hecho, 52% describe la «esperanza» como la principal
emoción que les genera el proceso, seguida de «alegría», con un 46%. ¿Qué
importa la constitución? ¿Por qué la redacción de un texto como este, con
pocas implicancias directas en la vida de las personas, genera tales
emociones?

 

Tal vez, como explicara Robert Goldwin, una Constitución, para ser
relevante, necesita estar estrechamente en concordancia con la forma de la
sociedad, pero, a la vez, una buena Constitución proporciona orientación y
estructura para mejorar esa sociedad. La tensión entre cuán parecidos son
quienes escribirán esta Constitución a la sociedad y la capacidad que estos
tengan para ir más allá, superando las disputas e intereses particulares,
puede ser el origen de la esperanza que los chilenos tienen en el proceso. 

 

Durante el estallido social, una canción que se volvió himno de la
movilización fue el éxito de Los Prisioneros en 1986, «El baile de los que
sobran». Una canción popularizada en plena dictadura, a pocos años de
haberse aprobado la Constitución de Augusto Pinochet. La canción reflejaba
el ánimo de los que se sentían engañados, abusados, pero, sobre todo,
excluidos del poder, de ese lugar donde se decidían y hacían cosas. El
proceso constituyente no tiene garantizada su éxito. Es perfectamente
posible que fracase en cualquiera de sus fases o, quizás peor, que logre
generar un nuevo texto constitucional pero este no sirva para recomponer un
pacto social quebrado. Sin embargo, una cosa sí se ha logrado: varios de
quienes venían bailando «el baile de los que sobran» han logrado agarrar de
los pelos espacios de poder. Y no lo van a soltar. 

 

* Noam Titelman, conomista graduado de la Pontificia Universidad Católica de
Chile (PUC), magíster en Métodos de la Investigación Social por la London
School of Economics and Political Science (LSE) y candidato a doctor por la
misma universidad. Fue presidente de la Federación de Estudiantes de la PUC
y actualmente participa en la fundación Red de Estudios para la
Profundización Democrática (RED).

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