Brasil/ "A pesar de ser la región más pobre, el nordeste tuvo la menor tasa de muertes por covid-19". [Miguel Nicolelis - Entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Abr 10 14:18:40 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

10 de abril 2021

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Brasil

 

Miguel Nicolelis: “A pesar de ser una de las regiones más pobres de Brasil,
el nordeste tuvo la menor tasa de muertes por cada 100.000 habitantes” 

 

Bacteriólogo y neurocientista, excoordinador del equipo científico asesor en
materia de coronavirus para el nordeste de Brasil

 

Amanda Muñoz/Cecilia Pérez 

La Diaria, 10-4-2021 

https://ladiaria.com.uy/

 

Durante 2020, Miguel Nicolelis lideró el equipo de científicos que asesoró a
los nueve gobernadores del nordeste de Brasil sobre las medidas para
enfrentar la pandemia de covid-19. Este investigador en neurociencia y
docente de la Universidad de Duke, en Estados Unidos, se formó en sus
inicios como epidemiólogo en la Universidad de San Pablo. Justamente, desde
San Pablo, una de las ciudades de Brasil más afectadas por la pandemia, ha
hecho llamados a tomar medidas para frenar la expansión del coronavirus.

 

Hace tres meses, propuso públicamente la creación de un comité nacional de
respuesta a la pandemia, una iniciativa que algunos gobernadores presentaron
al gobierno de Jair Bolsonaro. Finalmente, se creó un comité “sin
representación alguna, sin científicos, sin gobernadores, sin alcalde, sin
representantes de la sociedad brasileña”, integrado sólo por el presidente,
el ministro de Salud, el presidente del Senado y el de la Cámara de
Diputados. Para Nicolelis, ese comité fue “una farsa”, en un momento en que
la crisis sanitaria en Brasil es comparable con “un reactor nuclear fuera de
control”.

 

-¿Cuál es la situación actual de la pandemia de covid-19 en Brasil?

 

Es crítica. Es el peor momento de la pandemia, una situación que está fuera
de control de las autoridades brasileñas. Se la puede comparar con un
reactor nuclear fuera de control. Nosotros, los científicos brasileños,
tenemos una sorpresa inconmensurable, porque antes de la pandemia se
esperaba que Brasil pudiera estar mucho mejor en términos de preparación, de
respuesta. Lo que sucede es la peor tragedia de la historia brasileña.

 

-¿En la comunidad científica hay un consenso sobre cómo se debería actuar
frente a esta crisis?

 

Hay un consenso claro. El país necesita inmediatamente un lockdown, un
cierre nacional. Inmediatamente. Por lo menos por 30 días. Se necesita
cerrar el tráfico en las carreteras, el espacio aéreo. Necesitamos aumentar
las dosis de vacunas diarias a dos o tres millones. Hay que aumentar dos o
tres veces las dosis diarias.

 

-¿El problema es la falta de dosis o que se necesita hacerlas llegar a la
población?

 

El pecado original es la inercia del gobierno federal en adquirir las
vacunas en octubre o noviembre del año pasado. Teníamos una propuesta de
Pfizer de vender a Brasil 70 millones de dosis inicialmente, para el primer
semestre de este año, y el gobierno brasileño rechazó la oferta sin discutir
con nadie, por sí mismo. Esta decisión es una de muchas en las que el
gobierno demostró su total incompetencia para manejar la crisis. Hoy [por el
jueves] tenemos la noticia en la prensa brasileña de que tanto el instituto
Butantan como el instituto Fiocruz están sin insumos para producir vacunas.
Por una semana Butantan estará sin insumos; está paralizada la producción en
uno de los dos mayores institutos que elabora vacunas en Brasil.

 

-¿En este aspecto incidió la gestión del excanciller Ernesto Araújo, que
dejó el cargo acusado de dificultar, por diferencias ideológicas, las
negociaciones con países proveedores de vacunas?

 

El ministro fue un desastre completo, el peor de la historia de Brasil. Los
diplomáticos de Itamaraty son claros, hablando como la prensa, en que este
ciudadano tenía una incompetencia total. Contribuyó decisivamente a la
crisis de vacunas, al igual que el ministro de Salud [Eduardo Pazuello,
también apartado del cargo], que era un general del Ejército sin ninguna
experiencia en asuntos de salud. Esto fue una tragedia anunciada.

 

-Hubo alertas de diferentes instituciones científicas que no se escucharon.

 

Sí, desde el inicio de la pandemia. No había ninguna intención del gobierno
federal brasileño de escuchar las recomendaciones de las instituciones
científicas.

 

-En cuanto a las medidas de cierre, usted ha dicho que las que se tomaron en
Brasil no fueron acertadas, y mencionó como ejemplo de buenas medidas las de
Reino Unido, entre otras. ¿Cómo sería un cierre de la actividad acertado en
Brasil?

 

Brasil necesita de un lockdown para ayer, nacional, rígido, con todas las
interrupciones de flujos humanos que se han hecho en Israel, en Gran
Bretaña, en los países europeos. Esto necesita implementarse hoy para tener
una chance de enfrentar un nivel de muertes que puede llegar a 8.000 o 9.000
por día.

 

-Los ejemplos que usted pone son de países desarrollados, y se sabe que
muchas veces esas estrategias de confinamiento golpean más a los sectores
más pobres. En Brasil, que es un territorio desigual socialmente, ¿cómo
piensa que puede impactar una medida de ese tipo? ¿Por cuánto tiempo debería
tomarse? Usted hablaba de un mes.

 

Por eso es que todos los científicos brasileños defendemos una ayuda
financiera del gobierno federal para todos los ciudadanos cuyas rentas se
encuentran por debajo de cierto nivel. Es una posición unánime de la
comunidad científica de Brasil. Es posible realizar un lockdown en países
como Brasil. Es un mito que no se puede. Se puede. Pero se necesita una
decisión política, un liderazgo que pueda entender las demandas del pueblo,
que tome las decisiones necesarias para liderar un esfuerzo nacional. Lo que
está ocurriendo no tiene comparación con ningún evento de nuestra historia.
El problema es que no tenemos un liderazgo nacional dispuesto a hacer lo que
se necesita, y eso puso a Brasil de rodillas. Hace falta cerrar por 30 días
todas las actividades que no sean las esenciales para mantener la
distribución de alimentos, de energía, lo necesario para la supervivencia de
la población. Pero tiene que haber un bloqueo del flujo humano entre
territorios, entre estados, para evitar que el coronavirus se expanda.
Nosotros hemos mapeado las 23 carreteras nacionales más implicadas en la
transmisión del coronavirus por todo el país. Esto es un dato público. Es
necesario mantener a la población en su casa, pero también bloquear los
flujos por esas arterias.

 

-¿Dónde se encuentran esas 23 carreteras? ¿En qué estados están
concentradas?

 

Están distribuidas en todo el país, pero la ciudad que tiene mayor impacto
es San Pablo. Es el mayor centro de conexión de carreteras y allí está el
mayor aeropuerto internacional del país. En las primeras fases de la
pandemia San Pablo fue la ciudad que más diseminó el coronavirus por todo el
país. En las primeras tres o cuatro semanas, en marzo de 2020, San Pablo fue
responsable de 85% de la diseminación de los casos.

 

-¿Cómo incidieron la actitud y la estrategia del gobernador del estado de
San Pablo, João Doria (del Partido de la Social Democracia Brasileña), que
tomó distancia de la postura de Bolsonaro?

 

El gobernador de San Pablo era un aliado de primera línea del presidente de
Brasil. Después, con la pandemia, hubo un distanciamiento. Pero la respuesta
de San Pablo fue mediocre, del estado y de la ciudad de San Pablo, que tiene
en su área metropolitana una población de 23 millones de personas. Recién
ahora, en la segunda ola, al ver los hospitales con una ocupación mayor a
90%, tomó las medidas que los científicos pedíamos desde hace meses. Una
diferencia es que el gobernador de San Pablo tiene un comité científico que
lo asesora, pero es un político con aspiraciones presidenciales que enfrenta
presiones muy grandes del sector productivo, económico y financiero del
estado, y se decantó por estos lobbies económicos para tomar decisiones.
Basta ver los números. Tenemos en San Pablo más casos de muertes que en
muchos países europeos.

 

-¿A qué conclusiones llegó el comité científico del nordeste?

 

Nosotros somos responsables de las recomendaciones a estos nueve
gobernadores por cerca de un año. El nordeste tuvo las menores tasas de
mortalidad en todo el país. De las cinco regiones brasileñas, pese a ser la
más pobre –junto con la región norte, la Amazonia–, el nordeste tuvo la
menor tasa de muertes por cada 100.000 habitantes. Durante la primera parte
de la pandemia, hasta setiembre, tuvimos un papel central en las
recomendaciones a los gobiernos locales, pero después de las elecciones
municipales, cuando la segunda vuelta se materializó, en virtud de las
campañas electorales, que promovieron aglomeraciones por todo el país, los
gobiernos del nordeste disminuyeron su interés en escuchar a los
científicos. En ese momento yo pedí desvincularme.

 

-¿Cuáles fueron esas recomendaciones escuchadas que llevaron a una gestión
exitosa?

 

Básicamente todo lo que describí que Brasil necesita hacer ahora. Se
dispusieron cierres en grandes ciudades del nordeste, como San Luis, Recife,
Fortaleza, ciudades de millones de personas. Creamos brigadas de salud,
pequeños grupos de profesionales de la salud que se dirigían a las ciudades
del interior para hacer test, ofrecer ayuda, posibilidades de aislamiento
social, ayuda alimentaria. Creamos también toda suerte de herramientas,
entre ellas la aplicación de celulares más exitosa de Brasil para mapear los
casos de coronavirus, que se usó por todo el nordeste. Promovimos consultas
de telemedicina en estas aplicaciones, y se dirigía a la persona a unidades
básicas de salud. Esa era una coordinación logística que resultó en más de
200.000 consultas de telemedicina.

 

-Al comienzo de la pandemia, cuando no se sabía demasiado se pensaba que iba
a llegar un momento en el que se alcanzara una inmunidad natural. Brasil
tiene tasas muy altas de diseminación del virus desde hace un año. ¿Se puede
llegar a esa inmunidad o se está comprobando que eso no va a ocurrir?

 

No, yo no creo que ocurra. Porque tenemos claro el ejemplo de Manaos, donde
en setiembre se tenía una tasa de inmunidad del orden de 76%, pero en
diciembre el número de casos comenzó a aumentar. Y tuvimos la crisis de
enero, que fue explosiva, debido a que teníamos una nueva variante del
coronavirus en Manaos, la P1.

 

-Durante la campaña electoral hubo alcaldes que ofrecían a la gente el
llamado “kit covid”, con medicación que no está recomendada para la covid-19
y que presentaban como solución a la pandemia. ¿Esto sigue ocurriendo?

 

Continuó por meses. En particular en la ciudad de Natal, en Rio Grande do
Norte. El alcalde [Álvaro Dias] es un médico, pero hasta hace unas semanas
ha promovido este supuesto tratamiento preventivo que no tiene efecto
alguno. Incluye cloroquina, ivermectina. Esto ha provocado un número enorme
de pacientes intoxicados en la población. Yo creo que después de la
pandemia, cuando se haga la verdadera autopsia de la pandemia brasileña,
vamos a detectar un número espantoso de muertes generadas por medicamentos
que no tienen ninguna acción en los virus: muertes por paros cardíacos,
insuficiencia hepática, lesiones cerebrales... Una tragedia paralela por
irresponsabilidad de alcaldes que insistieron en prescribir y diseminar
estos medicamentos, que además de ineficaces son peligrosos si se usan fuera
de las patologías para las que están indicados.

 

-Usted mencionaba el colapso funerario. ¿Ya hay indicios de saturación?

 

Por supuesto. San Pablo, la mayor ciudad de Brasil, tiene dificultad hoy
para manejar los cuerpos. Tenemos en San Pablo los mejores cementerios de
América Latina. Ayer [el miércoles] alcanzamos el límite posible de
entierros. Hubo 420. Nadie imaginó que llegaríamos a este número. En el
estado de San Pablo tuvimos 1.380 muertes por coronavirus dos días atrás.
Esto es algo que ni la mayor ciudad de Brasil puede manejar. El crematorio
de Vila Alpina, uno de los mayores de América Latina, está colapsado. Tiene
capacidad para 60 o 70 cuerpos por día, y está con el doble o triple de la
demanda diaria. Un cementerio de la región norte de San Pablo, el segundo de
la ciudad por su tamaño, tiene que cerrar sus puertas por una semana porque
no tiene espacio. Eso es algo que yo jamás podría haber imaginado hace dos
años. Pero en diciembre, cuando las proyecciones matemáticas estimativas del
potencial número de muertos en marzo empezaron a ser producidas por otros
científicos, era claro que llegaríamos a este punto. Por eso el 4 de enero
emití una alerta en las redes sociales y en la prensa brasileña diciendo que
si no abrimos los ojos y hacemos un lockdown nacional ya mismo, en enero, no
lograríamos disponer de los cuerpos. Hoy la tesis, desafortunadamente, se
demuestra por todo Brasil.

 

-Usted decía que va a llegar un punto en el que no va a haber féretros donde
depositar los cadáveres. ¿Ya se está en ese momento?

 

El presidente de la asociación brasileña de empresas de féretros se
manifestó hace dos semanas en esos mismos términos. Dijo a O Globo que la
asociación tenía números según los cuales había en stock unas 100.000 urnas
funerarias en Brasil, y que por causa del coronavirus el país necesitaba
unas 400.000. Cuando el periodista le preguntó cómo se hace para cubrir esa
demanda, le respondió que había un problema grave porque no se contaba con
materia prima para construir 300.000 urnas funerarias en Brasil a corto
plazo. No sólo estaban al límite de la capacidad de producción, sino que
tenían materia prima para apenas un par de meses. El colapso funerario
ocurre también en todo el estado de Rio Grande do Sul, en particular en
Porto Alegre. Este es un drama impresionante. Antes de la pandemia Brasil
tenía 100.000 muertes por mes. En marzo tuvo 175.000 muertes, y el número de
nacimientos fue 222.000. Marzo fue el mes con menor número de nacimientos en
relación con la cantidad de muertes en la historia brasileña: los
nacimientos superaron las muertes por apenas 47.000. En promedio, los
nacimientos superaban las muertes por 126.000, pero esa diferencia bajó a
96.000 en 2020 y a 47.000 en marzo. Según proyecciones, en abril, por
primera vez en la historia, los números de muertes serán mayores que los de
nacimientos. Es un efecto estructural de la pandemia que se puede sentir en
diez o 20 años en el futuro.

 

-Usted ha dicho también que las demoras en los enterramientos generan otros
problemas sanitarios y ambientales.

 

Sí, es algo muy peligroso. Los ingenieros ambientales de Brasil están
trabajando en esas estimaciones porque son muy graves: la contaminación del
suelo con residuos orgánicos que contienen virus, bacterias, metales pesados
como el plomo, que son producidos por la descomposición de las urnas, el
material líquido que es producido por la descomposición orgánica del cuerpo,
los lixiviados. Hasta hoy no sabemos cuánto el coronavirus puede sobrevivir
en esos lixiviados, en los que otros virus sobreviven. Si no son dispuestos
correctamente pueden contaminar la napa freática, que en Brasil alimenta los
pozos de agua que utiliza gran parte de la población. Si se contaminan esas
aguas en torno a un cementerio, eso es una tragedia, porque es un modo de
contagio de tifus, tétanos y otras bacterias mortales. Esto ocurrió en otras
pandemias de la humanidad.

 

-Usted es epidemiólogo y en esta entrevista hablamos sólo de covid-19, pero
hay otras preocupaciones sobre el impacto que esta crisis tiene en la
población.

 

Sí, además de que esta crisis puede causar la muerte de un millón de
brasileños para fines de 2021, es preocupante la desigualdad social,
económica, la tasa de desempleo, que hoy es de 14% o 15%, pero la
posibilidad de que ese porcentaje crezca es real. Entonces, la posibilidad
de disturbios sociales generados por la pandemia por la falta de empleo, de
ingresos, es también una cosa muy seria. También lo es la amenaza que el
presidente de Brasil parece evocar todos los días. Es como si estuviese
esperando una crisis social sin precedentes para decretar un estado de
sitio. Tenemos la impresión de que puede intentar sacar ventaja de esta
situación para crear un régimen de excepción en Brasil, y alterar el
calendario político que culmina con las elecciones de 2022. Esta es una
crisis que puede tener múltiples consecuencias sociales y políticas.

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