Afganistán/ Talibanes, de la pureza a la opresión. [Sergio Kiernan]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Ago 17 10:31:49 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

16 de agosto 2021

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Afganistán



La historia de la milicia puritana que lleva 27 años de combate



Talibanes, de la pureza a la opresión



Fueron la carta de Pakistán para controlar Afganistán y terminaron llevando
el país de vuelta a la edad media. La historia de sangre, terrorismo y
opresión de la facción que acaba de retomar el poder.



Sergio Kiernan

Página/12, 16-8-2021

https://www.pagina12.com.ar/



Hace algo más de un siglo, George Bernard Shaw definió a la Historia como
aquello que todo inglés debería aprender y todo irlandés debería olvidar.
Estaba hablando de un conflicto imperial largo, en apariencia insoluble, en
el que abundaban enviados que seguro que tenían "la" solución y generales
llenos de medallas que la entendían como matar a los rebeldes y cooptar a
los demás. El conflicto irlandés se resolvía haciendo que los isleños fueran
"democráticos", en lo posible anglicanos y súbditos leales. Así les fue, a
estos estrategas, como les fue y les sigue yendo a los que pensaron así a
los afganos, un pueblo que parece haber construido su identidad nacional con
un arma en la mano y que se acaba de cargar a otro imperio.



Esta retirada norteamericana es la tercera humillación internacional que los
afganos le regalan a una superpotencia. El último extranjero en dominar,
aunque sea por un tiempo, al país fue Alejandro Magno, hace alguno que otro
milenio. Probaron todos, los persas y los mugales, los zares y los turcos, y
a todos los fue igual. Los ingleses invadieron en tiempos del Raj, cuando
eran los Estados Unidos de la era victoriana, para frenar un peligro ruso
enteramente imaginario. Fueron masacrados y volvieron a invadir de
orgullosos, por los pocos días que necesitaban para recoger cadáveres, izar
la bandera y quemar Kabul. La siguiente vez que alguien vio un uniforme
británico fue en este siglo joven, cuando la Royal Army iba de comparsa de
los americanos.



La actual guerra civil afgana empezó en 1978, cuando el primer presidente
más o menos legítimo del país trató se sacarse de encima al poderoso partido
comunista. El presidente le había dado un golpe al rey, que entre 1933 y
1973 había piloteado un milagro, cuarenta años en paz. A cinco años del
golpe, los comunistas locales le devolvieron la cortesía con un golpe de lo
más sangriento: en la toma del palacio, lo mataron a él, a su familia, a sus
custodios, a sus ministros y a todo el que encontraron por los pasillos. El
nuevo gobierno cayó en una inmediata entropía, con facciones matándose entre
si y ejecuciones masivas de presos políticos. Cuando el caos llegó al
extremo de que se supo que se había fusilado a 27.000 detenidos en una sola
prisión, los soviéticos invadieron, el 24 de diciembre de 1979.



Las fuerzas especiales, en una acción que todavía se enseña en las escuelas
militares rusas, tomaron el palacio, mataron a 200 tropas y al presidente.
Con un nuevo líder más de confianza en el poder, los soviéticos comenzaron a
reorganizar el ejército afgano, desplegaron sus tropas y empezaron una
guerra de contrainsurgencia contra prácticamente todo el país. Las facciones
eran regionales, políticas o simplemente leales a tal o cual señor de la
guerra, y eran colectivamente conocidas como los muyahidín. Estados Unidos
empezó a mandar armas, Pakistán a proveer refugio y entrenamiento y las
potencias árabes del petrodólar financiaron la guerra.



Los soviéticos mostraron más cordura que sus rivales de Washington, porque
en lugar de veinte años se quedaron diez. Se retiraron con un desfile de
blindados en el Puente de la Amistad, el mismo en el que en este mismo
momento hay un río de refugiados huyendo. El régimen que dejaron se las
arregló para sobrevivir tres años y, de hecho, logró construir un ejército
muy eficiente. El colapso siguió el de la URSS en 1991 y a la deserción de
un general con ambiciones propias en 1992. Después de una sangrienta guerra
civil, las facciones aceptaron una mediación paquistaní y crearon el Estado
Islámico de Afganistán, un prodigio de inestabilidad.



Irán, los sauditas, los paquistaníes, y por interpósita persona cuanta
potencia se pueda pensar, tenía su facción favorita y buscaba "quedarse" con
Afganistán. La política se hacía a balazos, los fondos públicos desaparecían
en tiempo real y la mayoría de la población ni se daba por enterada de un
gobierno que apenas valía en la lejana y bombardeada capital. De este caos y
específicamente de la región sur, la más pobre y anarquizada, surgió en 1994
un grupito de puritanos que se hacían llamar los talibanes. Siguieron dos
años de duros combates, que incluyeron la demolición a cañonazos de buena
parte de Kabul, hasta que los talibanes entraron en la capital y proclamaron
el Emirato de Afganistán. Habían ganado con fondos sauditas y armas
paquistaníes, dejando que los demás creyeran que iban a ser sus marionetas,



Pero hay algo más que apoyo extranjero detrás del triunfo de los islamistas
duros. Afganistán tiene un sistema político que respeta la vieja frase de
los kenianos, "ahora nos toca comer a nosotros". Cada uno que llega al poder
se queda con todo y la idea de que los fondos nacionales no son del líder y
sus aliados, sino de la nación toda, es una novedad medio abstracta. Los
talibanes ofrecieron más que honestidad, pureza, con todo lo que esta
palabra peligrosa implica cuando se habla de religión. Ascéticos con el
dinero, los nuevos poderosos prohibieron todo lo que su versión del Islam
rechazaba: la televisión, el cine, la música, la fotografía, los libros que
no fueran técnicos o comentarios del Corán. También prohibieron afeitarse,
usar ropa occidental y ser algo más que una esposa encerrada en el harén.
Como tantísimos grupos puritanos, los talibanes no podían concebir que una
mujer estuviera fuera del control de su padre o su marido, que hablara o que
decidiera algo.



Y como tantos grupos puritanos, los talibanes no hacían política sino que
creaban el reino divino en la tierra. Quien se opusiera, quien no mostrara
entusiasmo por construir esta utopía era un traidor, un pecador, un
herético. Los talibanes montaron un verdadero archipiélago de centros de
tortura, fusilaron a miles y se sirvieron de toda mujer que les interesara,
que la recompensa de un yijadista es tener su harén...



Pero no todo el país estaba bajo su control, con lo que la guerra
continuaba, con ayuda exterior. Decenas de miles de voluntarios paquistaníes
combatieron junto a los talibanes, además de una verdadera Internacional
musulmana bajo las banderas de Isis y Al Qaeda, aliados firmes.



Estas alianzas resultaron peligrosas. Al Qaeda organizó desde suelo afganoel
ataque a las Torres Gemelas del once de septiembre de 2001 y en apenas más
de un mes Estados Unidos estaba bombardeando a los talibanes en apoyo de las
facciones que seguían resistiendo. El 27 de octubre de ese año desembarcaban
las primeras tropas norteamericanas, que se llevaron puesta a lo que en el
fondo era una fuerza miliciana con armas livianas provistas por Pakistán.
Los que pudieron, corrieron a las montañas y esperaron veinte años,
reconstruyendo sus arsenales y haciendo política mientras Washington gastaba
una fortuna fabulosa, perdía miles de soldados, mataba cientos de miles de
afganos y pensaba estar construyendo una democracia.



Esta ilusión se acaba de caer en cosa de semanas, a partir de que quedó en
claro que los norteamericanos se retiraban realmente. Ahora falta ver si los
talibanes aprendieron algo de su propia historia o todo lo que prometieron
en las conversaciones de paz era lo que los diplomáticos querían escuchar y
después vemos. La cuenta se puede hacer a futuro sumando fusilados y mujeres
devueltas a la edad media.

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