Imperialismo/ La industria del mueble chino deja sin árboles a Sierra Leona. [Patricia Simón]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Ago 23 23:16:21 UYT 2021


  _____

Correspondencia de Prensa

23 de agosto 2021

https://correspondenciadeprensa.com/

redacción y suscripciones

germain en montevideo.com.uy <mailto:germain en montevideo.com.uy>

  _____



Imperialismo



La industria del mueble chino deja sin árboles a Sierra Leona



China es la compradora de uno de cada tres árboles talados ilegalmente en el
mundo. La mayoría de los informes estiman que la superficie arbórea de
Sierra Leona es ya menor del 5%.



Patricia Simón, desde Kabala *

lamarea.com, 18-8-2021

https://www.lamarea.com/



Cuando un chico esculpido en ébano rebana con una sierra mecánica un árbol
de Palo Rosa, los anillos del tronco que nos revelan su edad se tiñen de
chorros de savia roja. Esta sangre vegetal es cada vez más joven: apenas
quedan ya ejemplares mayores de 35 años. Por eso, cuando uno de esos
adolescentes fibrosos encuentra uno en pleno monte, se le pasa
momentáneamente el colocón de marihuana y, por unos segundos, deja de beber
de la lata de bebida energética que suelen llevar en la mano. Saben que a
miles de kilómetros de allí, un empresario chino pagará una fortuna por esa
maravilla de la naturaleza para ser laminada por la insaciable industria del
mueble chino.



La mayor dictadura del mundo sabe que ni sus clases media y alta ni las del
resto del mundo quieren solo muebles de aglomerado chapado: la pandemia de
COVID-19 ha desatado un furor por la renovación de la decoración de las
casas, y el aumento de los anuncios en las redes sociales de empresas de
artículos de decoración son la prueba más evidente de ello. Cuando uno de
estos muchachos encuentra un buen ejemplar de Palo Rosa, sabe que ese día
recibirá algo más de los 4 dólares diarios que suelen cobrar de media.



Hace un siglo, sus antecesores talaban ejemplares centenarios para la
construcción de violines, pianos y otros instrumentos clásicos con los que
deleitaba sus oídos la aristocracia de la metrópoli británica. Comenzaban
los locos años 20, las radios llegaban a los hogares y su melodía inundaba
las casas de las élites y los patios de las corralas de la clase obrera.
Ahora, lo que radian estos troncos que permanecen amontonados en los caminos
y carreteras del norte de Sierra Leona es el sonido sordo de la
deforestación: la mayoría de los informes estiman que la superficie arbórea
de Sierra Leona es ya menor del 5%.



En los alrededores de Kabala, una ciudad de unos 30.000 habitantes,
muchachos desarrapados duermen sobre los troncos que ocupan buena parte de
los caminos de tierra de la población. Han llegado hasta aquí desde
distintos lugares del país, pero también desde Guinea Ecuatorial, donde el
Gobierno ha reducido el negocio de la exportación de madera a China tras una
década en la que representó su fuente más importante de ingresos. Ahora,
apenas le queda masa forestal y buena parte de sus jóvenes ve como única
salida la emigración a Sierra Leona, donde la industria de la tala ilegal
sigue funcionando a todo gas.



Al contrario que Europa y Estados Unidos, China se ha negado a firmar
convenios dirigidos a combatirla, y su demanda de madera es constante. Cada
día, del distrito de Koinadugu, el más afectado por este fenómeno en Sierra
Leona, salen unos 40 camiones cargados de troncos camino del puerto de
Freetown, de donde partirán en buques rumbo a Asia.



China es la compradora de uno de cada tres árboles talados ilegalmente en el
mundo, convirtiéndose así en la principal responsable de la deforestación a
gran escala que está teniendo lugar en América Latina, Asia y África. Es en
este último continente donde más ha aumentado el ritmo de la deforestación
en los últimos cinco años, agravando las consecuencias de la crisis
climática. Según la Agencia de Investigación Medioambiental (la IAE por sus
siglas en inglés) los bosques chinos solo cubren un 40% de su demanda
interna y, de hecho, desde 1999 ha invertido decenas de billones de euros en
reforestación para garantizarse madera a largo plazo.



Mientras, en Sierra Leona, que nunca se libra de aparecer en el ranking de
los 15 países más pobres del mundo, hay un convencimiento entre la población
de un sustancial aumento de las temperaturas a causa de la deforestación,
aunque son pocos quienes rechazan este motor económico que ha permitido que
muchas de las chozas de adobe en las que vive la mayoría haya pasado de
tener techos de paja a planchas metálicas.



Aunque la verdadera prosperidad, la que representan los chalets de
arquitectura palaciega que están construyéndose en medio de la más absoluta
miseria, es la que sigue aportando la migración: esas construcciones que
despuntan hasta dibujarse desde la lejanía como torres vigías son la promesa
de retorno de los migrantes a los que mejor les fue en Europa y Estados
Unidos.



Deforestar, cultura agrícola



“Cuando en Guinea no nos dejaron seguir trabajando, me vine para aquí. Tengo
dos camiones y por cada uno de ellos –lleno con unos 160 troncos–, los
chinos me pagan unos 10.000 dólares”, explica Saud, de unos 40 años, cuando
un hombre nos interrumpe y ordena que deje de grabar. Alrededor, toda la
escena se para: los jóvenes dejan de cargar los troncos y asisten en
silencio a la escena. Se trata del representante de la asociación de
madereros de Sierra Leona, una entidad que juega el paradójico papel de
actuar como representación institucional en las aldeas cuando su actividad
es, aunque alentada por el Gobierno, ilegal. Viene acompañado de otros
hombres que insisten con su actitud corporal en el mensaje de que no soy
bienvenida.



En los últimos tiempos, ha aumentado la presión contra el Gobierno por parte
de la UE (Unión Europea), de Estados Unidos y de ONG internacionales para
que deje de hacer la vista gorda y tome medidas contra una situación
crítica: las imágenes por satélite demuestran que a este ritmo, no quedará
un árbol en pocos años, según la AIE. Antes de abandonar el lugar, Saud
insiste en lo bien que paga a los jóvenes por una jornada de trabajo: esos 4
euros son cuatro veces los ingresos diarios que tiene de media la población
sierraleonesa.



Jakob ha dado un importante salto en la escala social: ahora es
intermediario entre quienes talan y los transportistas. A la entrada de su
casa, se acumulan decenas de maderos y, tras valorarlo con varios vecinos,
decide hablar con la periodista. “Estamos hartos de que se nos acuse de ser
los responsables de acabar con la selva. Los agricultores y los ganaderos la
queman continuamente, mientras nosotros solo cortamos determinados árboles.
Pero si tuviéramos una alternativa para sacar adelante a nuestras familias,
estaríamos encantados de no hacerlo”. De hecho, una de las escenas más
cotidianas y sorprendentes en este país es que allá donde viajes encontrarás
grandes extensiones de la selva en cenizas o ardiendo. Todo el tiempo, en
todas partes.



Es un país, literalmente, en llamas. Es el sistema tradicional que emplea la
población para limpiar los montes y sembrar arroz, maíz, yuca… Y también
para facilitar el tránsito para el ganado. Pero, en la práctica, se quema
sistemáticamente por la creencia popular de que es así como se debe mantener
a raya a la selva. Y que, de dejarla, lo devoraría todo. La consecuencia es
una desertización del terreno, el aumento de las inundaciones, peores
cosechas y una contaminación del aire permanente. En las aldeas y
poblaciones medianas es peor porque, cada tarde, cuando cae el sol, sus
habitantes tienen que quemar la basura y una neblina pestilente a baja
altura lo cubre todo.



Abdoul es un senegalés ingeniero de caminos que trabajó durante siete años
en Zaragoza en la empresa Dragados. “Fuimos quienes construimos el AVE”,
explica orgulloso. Después, decidió volver a su país, pero tras un tiempo
intentando poner en marcha varios negocios, se trasladó a Sierra Leona para
convertirse también en intermediario maderero. “Guinea, Senegal, Ghana… ya
no quedan países en los que sea tan fácil la tala como aquí”. Vive en
Freetown, una ciudad fundada por esclavos liberados que se fundó con la
vocación de construir una nación que sirviera de referente para el África
que se empezaba a liberar. Viajar por este país es una lección práctica de
qué es el colonialismo: la única infraestructura visible es un tren de
mercancías que une las minas del interior con el puerto. Toda riqueza aquí
tiene como fin la exportación y solo implica en la parte lucrativa del
negocio a población local para engrasar la máquina de la corrupción. 



Según el último barómetro de Transparencia Internacional, Sierra Leona ocupa
el puesto 117 de 180 en términos de corrupción, el 45% de su población
estima que la misma ha aumentado en el último año, y una de cada dos
personas acepta haber tenido que pagar mordidas a un funcionario público en
ese mismo periodo. “La tala está prohibida, sí, pero aquí todo pasa por
pagar a los policías. En un país tan pobre como este todo funciona por
corrupción”, explica Abdoul.



Para adentrarse en la selva, los jóvenes emplean algo a lo que una vez se le
pudo llamar coche. A ese esqueleto de chapa al que apenas le queda el motor
y el volante, le retiran también los asientos traseros para colocar los
troncos. Por caminos imposibles, y como si jugasen como los niños que muchos
de ellos son, avanzan a toda la velocidad que pueden mientras botan, tocando
el techo con sus cabezas, cada vez que caen en uno de los baches que
conforman el carril. Los percances son habituales. No hay estadísticas de
las muertes de timbers, aunque solo hay que recordar que una de las
principales causas de muerte entre los cooperantes son los accidentes de
tráfico.



“¿Has visto qué fuerte soy?”, dice uno de ellos, un chaval de 15 años que
llegó hasta aquí con un amigo desde el sur del país. La mayoría no supera
los 25 años. No hay cuerpo que resista este trabajo mucho tiempo. Suelen
vivir juntos en chozas alquiladas. En este país, la mayoría de las casas no
tiene más muebles que algún banco hecho con unas tablas y el mortero gigante
en el que muelen las hojas con las que condimentan todas las comidas. Hay
aldeas en las que resulta difícil incluso encontrar un árbol bajo el que
estar a la sombra. Todo para engrasar esa industria de la que nos llegan
continuamente anuncios en Instagram y Facebook, de muebles de diseño
nórdico, industrial, rústico, étnico…made in China, talado por los
descendientes de los esclavos, que una vez fueron liberados, en lugares como
Sierra Leona.

  _____





--
El software de antivirus Avast ha analizado este correo electrónico en busca de virus.
https://www.avast.com/antivirus


------------ próxima parte ------------
Se ha borrado un adjunto en formato HTML...
URL: http://listas.chasque.net/pipermail/boletin-prensa/attachments/20210823/3a10d14e/attachment-0001.htm


Más información sobre la lista de distribución Boletin-prensa