Francia/ La extrema derecha extiende su dominio. [Ugo Palheta]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Dic 4 06:55:36 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

4 de diciembre 2021

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Francia



Zemmour, Le Pen y el antifascismo



Ugo Palheta *

Contretemps, 2-1-22021

https://www.contretemps.eu/

Traducción de Viento Sur

https://vientosur.info/



Cuando Eric Zemmour acaba de lanzar su candidatura a través de un vídeo que
no deja lugar a dudas sobre el tipo de proyecto que tiene en mente, en una
puesta en escena gaullista que disimula mal el contenido neopetenista de su
discurso, merece la pena hacer un primer balance, desde el punto de vista de
la lucha antifascista, de estos tres meses en los que Zemmour ha sido
impulsado por los "grandes" medios de comunicación a la primera línea de la
escena política



Sin ninguna duda, hay que empezar por constatar que los tiempos que corren
han permitido a la extrema derecha ver aumentar su perímetro electoral
potencial, al menos en los sondeos de opinión, pasando de alrededor del 30%
antes del verano (si sumamos las intenciones de voto de Marine Le Pen y de
Nicolas Dupont-Aignan) a un 36-37% según un reciente sondeo (sumando las
intenciones de voto a favor de Zemmour); marcador al que habría que añadir
los votos que podrían ir para Florian Philippot y François Asselineau. Por
tanto, aunque la relación de fuerzas pueda cambiar de aquí a la próxima
primavera, no es imposible, en absoluto, que el conjunto de componentes de
la extrema derecha pueda reunir hasta un 40% de votos en la primera vuelta.



No engañarse sobre la situación política en Francia supone tomar en serio
este ascenso electoral, sobre todo si recordamos que en la primera vuelta de
las elecciones presidenciales de 2017 la extrema derecha -representada por
Le Pen, Dupont-Aignan y Asselineau- se situó en el 27% (un nivel que ya era
históricamente muy alto). Y de ahí podemos sacar conclusiones de para qué
sirvió el famoso bloqueo macronista[1]: estos últimos años, las mismas
políticas neoliberales y autoritarias de Macron han producido los efectos
similares: las organizaciones y las ideas fascistas o fascistoides han
seguido avanzando, electoral e ideológicamente. Al mismo tiempo que los
grupos más violentos han incrementado sus ataques contra activistas de
izquierda, feministas y antirracistas en los últimos meses.



Integrar el extremismo en la mayoría, extremización de la mayoría



Esto se confirma en la hipótesis -la más probable en este momento- de una 2ª
vuelta entre Emmanuel Macron y Marine Le Pen, ya que en los sondeos de
opinión esta última ha vuelto a ampliar la distancia con respecto a sus
competidores (especialmente Zemmour, pero también LR[2]). A finales de junio
y principios de septiembre, Le Pen sólo obtenía el 40% (ya
significativamente por encima de su resultado de 2017, el 34%, y sin
comparación con el de su padre en 2002, el 18%); ahora se sitúa en el 45%,
acercándose a las cotas más altas que alcanzó hace unos meses, después del
terrible asesinato de Samuel Paty, en el marco de una ofensiva reaccionaria
total (en nombre de la lucha contra el separatismo, el islamoizquierdismo,
etc.), con el voto de las leyes de Seguridad y Contra el separatismo.



Es posible que Le Pen se beneficie actualmente tanto de la impregnación
ideológica derivada de esta ofensiva (en la que el poder macronista jugó un
papel crucial) como por la hipermediatización de Zemmour en los últimos tres
meses. Pero también cabe suponer que se beneficia de la desdiabolización de
su perfil político, en contraste con la autora de Suicide français. En
efecto, una encuesta realizada a mediados de noviembre de 2021 muestra
-comparando los resultados con los de una encuesta de 2014 sobre la imagen
de la ideóloga-, que hoy se le ve [a Eric Zemmour [a Eric Zemmour] mucho más
como "de extrema derecha" (+24 puntos), "racista" (+23 puntos), "peligroso"
(+23 puntos), "misógino" (+15 puntos) y "agresivo" (+9 puntos). Por su
parte, Le Pen es juzgada con menos frecuencia como "agresiva" y "racista" en
comparación con una encuesta de 2014 realizada por el mismo instituto.



Otro elemento importante a tener en cuenta es hasta qué punto la irrupción
de Zemmour en los medios de comunicación y en las encuestas ha acelerado el
extremismo de la derecha burguesa clásica. Así, las primarias de la derecha
se han desarrollado casi en su totalidad en el terreno marcado por Zemmour
de una Francia amenazada, sumergida, al borde de la aniquilación por el
exceso de inmigración, la delincuencia endémica, etc. No se trata simple o
principalmente de que uno de los candidatos -Eric Ciotti- haya tratado de
imitar en todos los sentidos las posiciones de Zemmour, incluso haciendo
suya la pseudoteoría conspirativa y racista del gran reemplazo. El conjunto
de candidatos (Éric Ciotti, Valérie Précresse, Michel Barnier, Xavier
Bertrand) ha interpretado lo misma música Zemmour; hasta Michel Barnier, que
podría aparecer inicialmente como el más centrista, lo ha hecho[3].



En este sentido, tiene razón Stathis Kouvélakis cuando afirma que Zemmour ya
había ganado antes [la batalla] gracias a la difusión de sus ideas en una
gran parte de la arena política (aunque es posible que su candidatura sea
finalmente un fracaso). Y no será la derecha macronista la que niegue esta
afirmación, pues en los últimos años no ha dejado de explotar de forma
intensiva las obsesiones, el lenguaje y las propuestas de la extrema
derecha; principalmente a través de figuras como Darmanin, ministro de
Interior, Blanquer, ministo de Educación y Vidal, ministra de Enseñanza
superior.



La vía muerta del todo menos Zemmour



Al menos existen dos razones que nos permiten ver la vía muerta que supone
una estrategia [electoral] de todo menos Zemmour.



La primera es que esa estrategia minimiza el peligro que sigue representando
el FN/RN [Marine Le Pen], y oculta el hecho de que su proyecto político no
es menos opresivo que el de Zemmour[4], y subestima la solidez de su anclaje
electoral. Si Marine Le Pen parece actualmente capaz de superar la prueba de
choque de la aparición de un candidato rival apoyado por un imperio
mediático (el de Bolloré), es porque Zemmour nunca ha picado
significativamente en la franja popular de su electorado (obreros y
empleados), entre los que la intención de voto a Le Pen es muy estable y
ampliamente superior a la del resto.



La segunda razón es que la focalización en el fascista Zemmour tiende a
ocultar no sólo el extremismo de las fuerzas de la derecha burguesa
(macronista y de LR), del que el periodista de Le Figaro [Zemmour] es un
producto puro, sino también los procesos de fascistización que han
desencadenado las políticas islamófobas, antimigratorias y de
ultrasecuritarias que se han llevado a cabo, sobre todo, en los últimos
veinte años. Pensemos en particular, en el último período, en las dos leyes
liberticidas gemelas (seguridad global y separatismo) que pudieron imponerse
con extrema facilidad, lo que no quiere decir sin que fueran contestadas, en
medio de una instrumentalización descarada e implacable de los atentados,
cuyo objetivo era disolver las organizaciones musulmanas (en nombre de la
lucha contra el separatismo) y descalificar a la izquierda (por su supuesta
complicidad, designada bajo una expresión - islamoizquierdismo- directamente
tomada de la extrema derecha).



Estrategia antifascista y lucha contra la islamofobia



Cualquier estrategia antifascista debe enfrentarse tanto a las fuerzas
fascistas (las que ocupan el terreno electoral/institucional y las que
pretenden dominar la calle), como a los procesos de fascistización que, en
forma de transformaciones institucionales e ideológicas, proporcionan un
terreno fértil para la progresión de la extrema derecha (de sus
organizaciones y de sus ideas).



En el contexto francés actual, parece bastante evidente que la islamofobia
desempeña el papel principal en términos de vector de fascistización:



•institucionalización de la discriminación (en nombre de la amenaza que
constituiría el Islam para la República y para Francia) ;



•banalización de los procedimientos arbitrarios dirigidos, en particular, a
los musulmanes (desde los registros administrativos hasta la disolución sin
motivos serios de las organizaciones que luchan contra la islamofobia);



•Deshumanización de las personas del Sur global que pretenden llegar a
Europa (con el argumento de que son musulmanas y, por tanto, potencialmente
peligrosas);



•Auge de una variante conspirativa de la islamofobia que legitima de
antemano las políticas de limpieza étnica (¿para qué están quienes imaginan
seriamente que Francia está ocupada, dominada, colonizada, etc., por las
personas musulmanas?[5]



Todo ello hace que para el antifascismo la lucha contra la islamofobia sea
fundamental en un país como Francia y, desde luego, en toda Europa
occidental, en unas condiciones que se han vuelto especialmente difíciles,
ya que ahora no sólo está estigmatizada por los medios de comunicación, sino
también ampliamente criminalizada. En concreto, la forma en que
recientemente el Consejo de Estado dio luz verde a la disolución del CCIF
(Collectif contre l'islamophobie en France) constituye desde este punto de
vista una advertencia para todos los colectivos o asociaciones que luchan
contra la opresión:



"Por un curioso giro, la disolución del CCIF se aprueba así con el argumento
de que al luchar -legalmente- contra la discriminación y el odio
antimusulmán, se ha hecho culpable de la discriminación y el odio... En
efecto, para el Consejo de Estado, "criticar sin matices" las políticas
públicas o las leyes que uno considera discriminatorias es empujar a las
víctimas de la supuesta discriminación por la pendiente de la radicalización
e invitarlas a evadir las leyes de la República"[6].



No hay victoria contra el fascismo sin una alternativa política



El ascenso del neofascismo se deriva de una prolongada crisis de hegemonía,
es decir, de la escasa capacidad de la clase dirigente francesa para obtener
el consentimiento de la mayoría de la población a sus políticas
(neoliberales), y de la desintegración de la relación entre representantes y
representados (marcada por el debilitamiento de los partidos, el aumento de
la abstención, etc.). Pero también tiene su origen en la crisis de la
alternativa al capitalismo neoliberal, es decir, en otras palabras, en la
crisis de la izquierda (si por tal entendemos las fuerzas que no han
renunciado a desafiar al capitalismo de una u otra manera).



Sin embargo, sumado al declive de la socialdemocracia y de los partidos
comunistas, la crisis de la hegemonía habría podido (o podría) constituir un
terreno propicio para el renacimiento de las fuerzas portadoras de tal
alternativa. De hecho, hemos visto este renacimiento en forma de éxitos
electorales conseguidos por organizaciones como Syriza, Podemos o La France
Insoumise, por figuras como Sanders o especialmente Corbyn, que han venido a
desafiar la hegemonía de las corrientes de la izquierda neoliberal dentro
del Partido Demócrata y del Partido Laborista respectivamente. Pero estos
éxitos fueron efímeros y, por diversas razones, no cristalizaron en forma de
organizaciones capaces de recrear vínculos orgánicos y duraderos con las
clases trabajadoras.



En el caso francés, los movimientos sociales son vigorosos (si los
comparamos con Inglaterra y Alemania, para quedarnos con la Europa
occidental), al igual que las reflexiones críticas, pero la izquierda
política ha fracasado en los últimos veinte años a la hora de impulsar una
política emancipadora capaz de competir por la hegemonía con el dúo
constituido por el extremo centro neoliberal y la extrema derecha
neofascista. Hasta tal punto que la izquierda, si no incluimos al Partido
Socialista (cuya política se situó íntegramente en el terreno de la derecha
entre 2012 y 2017), solo logró el 21,3% de los votos en la primera vuelta de
las elecciones presidenciales (y solo el 27,7% si sumamos el resultado de B.
Hamon, el candidato del PS). Sin embargo, podría estar en un nivel aún más
bajo en 2022.



En todas las encuestas, es entre la clase trabajadora - obreros y empleados,
es decir, alrededor del 50% de la población activa - donde la izquierda está
en su punto más bajo. Uno podría consolarse imaginando que esto suprimiría
ipso facto las ilusiones electorales y liberaría la combatividad, despejando
un camino -si no una vía real- hacia la insurrección. En realidad, no es
esto lo que vemos históricamente: la mayoría de los grandes momentos de
conflicto social de masas, en los que se planteó concretamente la cuestión
de la ruptura revolucionaria, fueron también momentos en los que la
izquierda política consiguió reunir los votos de una gran parte de las
clases trabajadoras y constituyó vastas organizaciones militantes, capaces
de reelaborar el sentido común de los trabajadores desde dentro.



Es esta capacidad contrahegemónica y este vínculo orgánico con las clases
trabajadoras lo que se ha perdido, y no va a ser por medio de una nueva
unión de la izquierda o de unas primarias populares[7], colocando a todas
las organizaciones existentes detrás de un solo candidato e imaginando que
esto permitirá sumar las (pequeñas) puntuaciones de todas ellas, lo que
bastará para salir de este marasmo. Los problemas son mucho más profundos y
tendrán que ser abordados en el difícil período que se avecina. La unidad es
políticamente necesaria -incluso electoralmente-, pero sobre la base de un
proyecto rupturista, y no sobre una base vaga con fuerzas o figuras que han
contribuido al desastre del quinquenio de Hollande y que desean renovar más
o menos las mismas políticas neoliberales.



En efecto, es necesario movilizarse ampliamente contra Zemmour y su
proyecto, especialmente desde el domingo [3 de diciembre, mitin de Zemmour]
en París (como hicieron en Marsella). Pero una movilización de este tipo
debería evitar centrarse demasiado en este personaje siniestro, so pena no
sólo de dejar el campo libre a Le Pen y al FN/RN, sino también de subestimar
la necesaria lucha contra todo lo que ha permitido el ascenso de Zemmour, En
particular, la banalización de la islamofobia (y su radicalización), al más
alto nivel del Estado y en los medios de comunicación, así como el
autoritarismo estatal, ya sea que se manifieste diariamente a través del
destino de las personas migrantes o a través de la red de seguridad de los
barrios de trabajadores e inmigrantes.



Por último, si queremos conseguir victorias duraderas contra el fascismo y
su ascenso, no podemos conformarnos con movilizaciones puntuales o con hacer
retroceder a Zemmour; no podemos eludir la necesidad de reconstruir una
organización de masas capaz de llevar -tanto en las movilizaciones como en
el terreno electoral- una alternativa política al capitalismo racial y
patriarcal..



* Ugo Palheta es sociólogo, profesor de la Universidad de Lille y miembro de
Cresppa-CSU. Es autor de numerosos artículos para Contretemps, de La
Possibilité du fascisme (La Découverte, 2018) y, más recientemente con
Ludivine Bantigny, de Face à la menace fasciste (Textuel, 2021).



Notas



[1] En la segunda vuelta de las elecciones de 2017 Macrón se presentó como
el único capaz de poner freno, bloquear, el desarrollo de la extrema derecha
en Francia. N d T.

[2] Les Republicans (dereche tradicional).

[3] En la primera vuelta de las primarios Ciotti y  Précresse han pasado a
la segunda, en la que se ha impuesto Valérie Précresse, actualmente
presidenta del Consejo Regional parisino.

[4] Los repetidos llamamientos de Marine Le Pen para que Zemmour se una a su
campaña demuestra que no está en absoluto en desacuerdo con él en cuanto al
fondo. Sus partidarios insisten, con razón, en que todo lo que defiende ya
ha sido promovido por el FN/RN en las últimas décadas, pero con su propia
estrategia.

[5] La respuesta se encuentra en los atentados cometidos por militantes
fascistas -desde Breivik hasta Tarrant- en los últimos años en nombre de la
lucha contra la islamización o el "gran reemplazo de Occidente .

[6] Extracto de un texto firmado por numerosas organizaciones: "La
disolución de la CCIF validada por el Consejo de Estado: ¡las asociaciones
en peligro!

[7] De cara a las elecciones del próximo año y dado el descalabro de todas
las fuerzas de izquierda, se puso en marcha una iniciativa ciudadana por
unas primarias populares, en las que la gente podía votar por una lista de
candidatos que iban desde el PS al NPA con el objetivo de que toda la
izquierda desistiera a favor de quien fuera elegido como forma de establecer
una sola candidatura de izquierdas.

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