Cultura/ Almudena Grandes, mi piel de por vida. [Alicia Torres]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Dic 11 13:57:51 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

11 de diciembre 2021

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Cultura



Almudena Grandes (1960-2021)

Mi piel de por vida



Dueña de una notable capacidad comunicativa y autora de un proyecto
literario de largo alcance, dijo siempre que, aunque intentaba no traicionar
sus principios estéticos, su éxito dependía de las necesidades de sus
lectoras y lectores. Considerada una de las escritoras más relevantes de la
literatura española actual, paradójica y excesiva, reúne en sus mejores
libros la curiosidad de la historiadora y la imaginación de la novelista.



Alicia Torres

Brecha, 10-12-2021

https://brecha.com.uy/



Almudena Grandes irrumpió con violencia en el mundo literario español cuando
su ópera prima, Las edades de Lulú (1989), ganó la undécima edición del
premio de narrativa erótica La Sonrisa Vertical, que marcó una época y
encendió a una generación. Cercana en sus inicios a la estética Almodóvar, o
lo que por ese entonces era la movida fuerte madrileña, su novela fue
llevada al cine por Bigas Luna y ambos pudieron festejar la nominación a los
premios Goya por el guion que escribieron juntos. De ahí en más, varias
adaptaciones de sus novelas fueron exhibidas en la pantalla grande. Según
sus declaraciones, el éxito colosal de Las edades de Lulú, que propone la
liberación sexual de la mujer española, fuertemente reprimida durante el
franquismo, le regaló la vida que quería vivir y jamás podría saldar esa
deuda.



Falleció el 27 de noviembre, tenía 61 años. La noticia tomó por sorpresa a
medio mundo, sobre todo porque hacía poco tiempo había compartido en Twitter
que le habían diagnosticado un cáncer, pero lo pelearía con brío: «Entre
todos los personajes que existen, mis favoritos son los supervivientes, y no
voy a defraudarme a mí misma […] prometo solemnemente que volveré a sentarme
en una caseta para firmar ejemplares».



En julio de 1993 la entrevisté para Brecha. Fue uno de mis primeros
reportajes. Llegó a Montevideo para presentar Las edades de Lulú. Viajaba
con Eduardo Mendicutti, que traía su novela Tatuaje (1973), el libro
largamente censurado que habló de los homosexuales antes de que estos
tuvieran, en España, espacios claros de libertad. Sorprendiendo los
coletazos del destape español, la novela de Almudena causó un escándalo
atronador y fue calificada de inmoral. A ella esa batahola parecía
divertirla y en la entrevista se mostró orgullosa. De complexión holgada y
personalidad avasallante, acompasaba el vértigo de su oralidad con gestos
persuasivos. El origen árabe de su nombre –que significa ‘ciudadela’ o
‘fortaleza’– y el manto de Nuestra Señora de la Almudena, patrona de Madrid,
ciudad natal de la escritora, parecían rondar a esa mujer intensa
acostumbrada a protagonizar polémicas tumultuosas.



Las edades de Lulú fue considerada una novela generacional y leída por un
sector de la crítica como el compendio inmoral de la educación sentimental
de una época. Para la autora, que decía estar comprometida con el feminismo,
era una historia de amor entre un hombre y una mujer narrada desde la
perspectiva del sexo. «Mis protagonistas siempre arrastran una infancia de
niños malqueridos que van por la vida siendo gente a la que esa falta de
amor la lleva a tener una visión distorsionada del mundo», señaló. A los 15
años, Lulú –que poco o nada tiene que ver con la Lolita de Nabokov– elige no
crecer y se vincula con un profesor que le dobla la edad y le permite seguir
siendo una niña. El lazo es de dominio/sumisión, aunque escapa a los
esquemas tradicionales de sadomasoquismo y resulta más bien un incesto
simulado. Escritura de sexo explícito, más que sensual o erótica, mezcla de
perversión e inocencia, desde el primer beso Lulú abandona por completo el
control de sí misma: «Me lamió toda la cara, la barbilla, la garganta y el
cuello, y entonces decidí no pensar más, por primera vez, no pensar, él
pensaría por mí». Recién al cumplir 30 años permite que el mundo exterior se
cuele en su vida y prueba variantes sexuales sancionadas en su tiempo como
tabú y sacrilegio. Parece tarde para emanciparse.



Su segundo libro, Te llamaré viernes (1991), no tuvo gran repercusión. Narra
otra historia de infancia y deseo, pero echa por tierra la idea de que la
autora iba a afirmarse en el género erótico. El protagonista, arquetipo de
los seres grises que habitan las ciudades modernas, es otro niño mal amado
que cuando crece trata de cultivar la impasibilidad frente a la vida como
forma de supervivencia e intento de felicidad.



Al igual que en Las edades de Lulú, en Malena es un nombre de tango (1994)
la protagonista es una niña que va descubriendo su sexualidad a medida que
la historia avanza. Influida por las figuras femeninas de su familia –que
representan dos actitudes ante la sociedad patriarcal, una de sumisión y
otra de ruptura– mantiene un vínculo de dependencia con su hermana melliza.
El sexo y el amor son los lugares desde donde Lulú y Malena intentan
buscarse a sí mismas. En 1996, Malena… fue llevada al cine por Gerardo
Herrero. En el mismo año se publica la recopilación de relatos Modelos de
mujer: una galería de personajes femeninos insustanciales o extraños que,
enfrentados a experiencias traumáticas –pero enaltecedoras en el imaginario
de la autora–, se convierten en símbolo de lo femenino. En este grupo
desparejo de textos –a veces se cae en el estereotipo, a veces en el
sentimentalismo–, los dos últimos son excelentes, en ellos se encuentra lo
mejor de Almudena: la relación entre el pasado y el presente, la necesidad
de preservar la memoria, la ternura maltratada, la introspección, la ironía
y el sarcasmo. Uno de estos relatos, «El vocabulario de los balcones»,
inspirado en un poema de Luis García Montero –pareja de Almudena–, sirvió de
base para el filme Aunque tú no lo sepas, dirigido en 2000 por Juan Vicente
Córdoba.



La diferencia de enfoque que exhibe Atlas de geografía humana (1998) decide
todo lo que de nuevo hay en esta novela. Ya no se trata de una iniciación
individual, sino de un grupo de mujeres decididas a reconstruir sus vidas y
encontrar su identidad. Rondan los 40 años, viven relaciones conflictivas
con los hombres y tienen buenos vínculos con los hijos, cuando los hay.
Unidas por la publicación de un atlas, la tarea remite al franquismo, al
final de la dictadura y a la transición democrática. También irrumpen temas
como el paso del tiempo, el amor y el desamor, el sexo, la soledad y el
fracaso. La autora se apropia de elementos de la novela rosa y el melodrama,
pero los supera con una enorme capacidad expresiva que no deja afuera el
humor y contribuye a adelgazar la barrera entre invención y realidad. La
película fue llevada al cine en 2007 con dirección de Azucena Rodríguez. En
2012 el dramaturgo Luis García-Araus la adaptó para el teatro y se estrenó
en el María Guerrero de Madrid.



Los aires difíciles (2002) fue celebrada por la crítica. El mayor acierto de
esta novela está en el distanciamiento narrativo que dota de sutileza a las
referencias de carácter político y hace menos explícitas las escenas de
sexo. Es una historia de conflictos individuales y a la vez de solidaridad.
No es una novela social, pero a través de técnicas realistas e introspección
psicológica muestra la vida cotidiana de los personajes y denuncia el peso
infinitamente dispar que la riqueza o la miseria tienen sobre los
individuos. La película se estrenó en 2006 con dirección de Gerardo Herrero.



La guerra interminable



Pasado un tiempo, la obra de Almudena Grandes dio un giro capital que en
cierto modo se venía anunciando. Derivó hacia la historia reciente de España
para recuperar, desde la ficción, las huellas del pasado que la dictadura
ocultó e indagar en las claves de la sociedad española de fines del siglo XX
y primeras décadas del XXI.



Algunos de sus libros merecieron reparos, otros fueron exitosos y otros
ganaron premios. Pero su carrera encontró un sentido que trascendía lo
literario cuando publicó El corazón helado (2007). El título, de raíz
machadiana, deriva de aquellos versos inolvidables: «Una de las dos Españas/
ha de helarte el corazón». Es la antesala perfecta para uno de los proyectos
literarios de más largo alcance en la narrativa contemporánea española. La
autora lo tituló Episodios de una guerra interminable, en recuerdo y
homenaje de los Episodios nacionales de su admirado Benito Pérez Galdós.
Seis novelas independientes componen la saga: Inés y la alegría (2010), El
lector de Julio Verne (2012), Las tres bodas de Manolita (2014), Los
pacientes del doctor García (2017), La madre de Frankenstein (2020) y
Mariano en el Bidasoa, que no había finalizado cuando la encontró la muerte.
Todas alternan la ficción y la no ficción y narran momentos significativos
de la resistencia en un período comprendido entre 1939 y 1964. Hay
personajes que aparecen en varios episodios con distinto grado de
protagonismo e interactúan con figuras reales y escenarios históricos. En
epílogos redactados con voz propia, la autora proyecta los hechos y sus
consecuencias hasta 1977-1978. En setiembre de 2013 Almudena regresó a
Montevideo para presentar El lector de Julio Verne y ofrecer un adelanto de
Las tres bodas de Manolita. El público uruguayo, que la leía con entusiasmo,
la recibió con mucho afecto.



Para narrar episodios silenciados por los medios oficiales e ignorados por
la historiografía, reunió una suma enorme de documentación sobre la lucha
clandestina de la resistencia en la posguerra, sobre todo a través del
testimonio de los protagonistas, una comunidad dispar que contrapone y
recorta lo que recuerda y lo que olvida. En los homenajes en ocasión de su
muerte, esta colección de libros se celebró como una contribución
fundamental para los trabajos de indagación y preservación de la memoria
española.



«Republicana, de izquierdas y anticlerical», así se presentó en la primera
columna que escribió en El País de Madrid, en enero de 2008, cuando
sustituyó en la contraportada a Manuel Vázquez Montalbán. Parte de los
textos que continuó escribiendo en ese medio de prensa fueron recopilados en
La herida perpetua (2019).



La tragedia y la culpa



Devorada por su pasión narrativa, Almudena Grandes suele escribir novelas
voluminosas. El corazón helado llega casi a las mil páginas y participa de
una práctica de la mirada que un grupo de escritoras y escritores españoles
despliegan sobre su país. Me detengo en esta novela porque es un compendio
notable de los intereses de la autora: su apuesta radical por el realismo
literario, la simbiosis de la novela popular y la culta, los alcances de su
conexión emocional con los lectores, la pasión por la historia, sus puntos
de vista sobre la literatura comprometida, el lugar de la mujer en la guerra
y en la paz.



Asociada a las distintas visiones de los grupos antagónicos, la guerra es
recuperada en El corazón helado como una herida problemática de la memoria.
Lúcida y sombría, la perspectiva de los protagonistas, Raquel Fernández y
Álvaro Carrión, es la versión de los nietos, una generación que se atreve a
hacer preguntas, la primera que creció en libertad. La novela es un friso de
la España del siglo XX y de cómo el pasado actúa hoy en la conciencia de los
ciudadanos.



También de linaje galdosiano, el desarrollo progresivo de la historia de dos
familias –folletinesco en el mejor sentido– responde a la técnica realista
de las grandes novelas del siglo XIX. Como Antonio Muñoz Molina en Beatus
Ille (1986) y Javier Cercas en Soldados de Salamina (2000), Almudena Grandes
organiza las distintas tramas alrededor de un secreto cuyo proceso de
anagnórisis acelera el pulso del lector. Contra la desmemoria colectiva
propone un rescate sentimental. Muy otro fue el espíritu de El vano ayer
(2006), de Isaac Rosa, que, al interpelar el agujero negro de la guerra
civil y la transición, hace un llamado de atención sobre las trampas de la
memoria sentimental y otras formas próximas a la nostalgia. El título de
esta novela excepcional también deriva de versos machadianos: «El vano ayer
engendrará un mañana/ vacío y ¡por ventura! pasajero».



En El corazón helado, Álvaro comienza a descubrir la verdadera historia de
su familia a partir del entierro de su padre, en 2005. De lejos, Raquel
presencia la ceremonia y los deudos la confunden con una amante del muerto.
La fórmula del romance entre integrantes de grupos enfrentados no es
novedad. Cuando estos dos cuarentones vuelven a cruzarse inician una
frustrante y apasionada historia de amor encadenada por un suceso
desagraciado. Pero los principales antagonistas de esta ficción que maneja
con pericia los planos temporales son siempre Julio Carrión, padre de
Álvaro, e Ignacio Fernández, abuelo de Raquel. Ellos son quienes encarnan a
las dos Españas.



Puede decirse que El corazón helado, una novela atravesada por los tópicos
del traidor y la traición, es excesiva, épica y arriesgada (las numerosas
historias personales se ramifican sin cesar y recorren la España de
principios del siglo XX, la Segunda República, la guerra civil, la
dictadura, la transición, el presente en el que la autora escribe su
novela); sesgada (siempre está claro quiénes son los buenos y quiénes son
los malos, y en la exaltación emotiva de figuras heroicas los comunistas
llevan la mejor parte); sentimental (son desgarradoras las introspecciones y
el pasado trágico que atormenta la memoria de casi todos). Pero la escritora
no se propuso contar lo que pasó, sino explorar cómo reconstruir, desde las
emociones de los personajes, los desgarrones de la tragedia y de la culpa.
Porque la obscenidad de aquella represión feroz y los episodios más
inverosímiles del horror son los que ocurrieron en el mundo real, como los
sucesos de los pozos de Arucas, en Gran Canaria, donde enterraban a la gente
viva, cubriendo con cal solo a los que arrojaban al final y quedaban encima
de la pila, y que por los aullidos escuchados durante días en las cercanías
fueron bautizados «pozos del grito de las brujas».



El relato atrapante de la historia coral de los Fernández y de los
personajes que se agitan a su alrededor da cuenta de sus desgracias durante
el conflicto armado en los tenebrosos campos de refugiados y en la
resistencia francesa durante la Segunda Guerra. La tragedia de su peripecia
estruja el corazón. Por sus momentos inolvidables –y aun por el efectismo de
otros– El corazón helado es una novela que no puede abandonarse hasta el
final.



Con respecto a la pasión que despierta esta literatura en sus seguidores,
Almudena señaló en una entrevista: «Mis lectores son mi libertad, mientras
ellos estén ahí, seguiré escribiendo los libros que creo que tengo que
escribir, en lugar de los libros que otros creen que tengo que escribir. Sin
embargo, cuando escribo, escribo para emocionarme a mí; para convencer a la
lectora que soy –la más crítica de todas–; para emocionarles a ellos; para
devolverles, de alguna manera, todo lo que ellos me han dado a mí, porque
son mi piel de por vida».

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