Economía/ Los especuladores agrícolas conquistan los campos [Michael R. Krätke]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Feb 8 16:24:47 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

8 de febrero 2021

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Economía



Los especuladores agrícolas conquistan los campos



Michael R. Krätke *

Der Freitag

https://www.freitag.de/

Traducción de Jaume Raventós – Sin Permiso

https://www.sinpermiso.info/



La desigualdad en la distribución de la propiedad de la tierra suele pasar
desapercibida. Sin embargo, todas las crisis tienen que ver con ella.



Desde Thomas Piketty sabemos más sobre la desigualdad de los ingresos y la
riqueza en el capitalismo contemporáneo. La desigualdad crece, no se reduce,
porque la riqueza se distribuye de forma mucho más desigual en cualquier
parte y crece más rápido que los ingresos. Sin embargo, la base de datos
sobre la riqueza y la renta mundiales en la que trabajan Piketty y muchos
otros, solo registra aspectos parciales de la desigualdad real en nuestro
mundo. La desigualdad económica siempre implica desequilibrios de poder. El
capital, según el hoy tan vigente razonamiento del viejo Marx, no es una
cosa sino una relación de dominación. Lo mismo vale con la propiedad de la
tierra.



Más de la mitad de la población mundial vive hoy en ciudades y la tendencia
va en aumento. En los países ricos del norte, solo entre el dos y el cuatro
por ciento de la población activa se dedica a la agricultura. Pero la
tierra, especialmente la fértil y cultivable, aún sigue siendo el recurso
central del que depende la alimentación de la creciente población mundial. Y
esta tierra está hoy mucho más desigualmente distribuida que hace cuarenta
años. La desigualdad en la propiedad de la tierra ha sido estudiada durante
varios años por un grupo de organizaciones que se unieron para formar la
Coalición Internacional de la Tierra (International Land Coalition). Esta
coalición, que ya cuenta con 250 organizaciones de todo el mundo, ha
publicado recientemente el informe "Uneven Ground" sobre la desigualdad
global en la distribución de la tierra.



Medida de forma convencional –contando los propietarios registrados en
relación con la superficie de propiedad privada o pública de la tierra– la
desigualdad en la distribución de la tierra ha disminuido. Una mirada más
atenta revela un panorama muy diferente. Cada vez más, sobre todo en
Norteamérica y Europa, los agricultores son nominalmente propietarios de la
tierra que trabajan y se consideran agricultores independientes. En
realidad, sin embargo, están vinculados por contratos a largo plazo con
multinacionales agroalimentarias y la industria de la alimentación, y solo
existen como eslabones de la producción agrícola y las cadenas de
suministro. Están dominados por unos pocos gigantes de la agroindustria.
Quienes controlan decenas de miles de pequeñas y medianas explotaciones
agrícolas pueden ahorrarse robar o comprar tierras. Sin embargo, sigue
siendo así.



Robo de tierras encubierto



La desigualdad en la distribución de la tierra ha vuelto a aumentar
considerablemente desde la década de 1980 y sigue aumentando. El diez por
ciento más rico de la población rural posee más del 60 por ciento de la
tierra, medido en relación con el precio de la misma. El 1% de las empresas
agrícolas poseen o controlan actualmente más del 70% de las tierras
cultivables, campos, plantaciones y granjas de todo el mundo. A este uno por
ciento pertenecen solo multinacionales agrícolas que operan a nivel mundial,
como el grupo ABCD: ADM, Bunge, Cargill y Dreyfuss, que en conjunto dominan
el mercado mundial de trigo, maíz y soja.



Todavía hoy, 2.500 millones de personas viven como pequeños agricultores,
principalmente en América Latina, Asia y África. En el norte rico,
especialmente en Europa y América del Norte, las explotaciones agrícolas
crecen y el número de agricultores disminuye. El tamaño medio de las
explotaciones agrícolas está creciendo rápidamente; un número cada vez mayor
de agricultores estadounidenses y europeos están vinculados mediante
contratos de suministro a largo plazo a multinacionales agroalimentarias,
cadenas comerciales e indirectamente a fondos de inversión.



En todo el mundo se está procediendo a la expropiación de pequeños
agricultores y propietarios colectivos de tierras como los pueblos
indígenas. En muchos países en desarrollo, sus títulos de propiedad no
existen o les son discutidos, pueden ser fácilmente invalidados. La compra
de tierras desempeña un papel fundamental, así como el robo de tierras
abierto o encubierto es igualmente importante. Al igual que en la región
amazónica, esto se hace a menudo a expensas de las zonas naturales que
pertenecen al Estado o que están protegidas por él. En el capitalismo, la
tierra es una mercancía y tiene un precio con el que se especula con dicha
mercancía-tierra. Las multinacionales agrícolas y alimentarias, así como las
cadenas comerciales que operan a nivel internacional, especulan con ella.
Actualmente, los grupos financieros internacionales son los agentes más
importantes que, no solo se disputan el suelo urbano edificable o los bienes
inmuebles, sino que se disputan con la misma intensidad las tierras de
cultivo (der Freitag 44/2020). Estos inversores financieros operan a corto
plazo, las compras de tierras y las inversiones en contratos con las
explotaciones deben ser rentables lo más rápido y lo máximo posible. Empujan
hacia la concentración de la tierra, forzando la transformación acelerada de
las economías campesinas tradicionales en monocultivos y plantaciones
mecanizadas a gran escala, sin ninguna contemplación en las consecuencias a
largo plazo. Debido a la progresiva concentración de la tierra, cada vez son
más los campesinos que se ven obligados a someterse a los insuficientes
ciclos de recuperación de la tierra por parte de las financieras.



La concentración de la tierra, el dominio de las grandes multinacionales
agrícolas y la creciente influencia de los inversores financieros tienen
consecuencias claramente visibles. Por ejemplo, para la selva tropical, que
está siendo víctima del hambre de tierras de los nuevos grandes
terratenientes. Donde hasta hace poco todavía había selva tropical, ahora se
produce aceite de palma en enormes plantaciones en Sumatra. En el Amazonas,
los pequeños agricultores están siendo expulsados, al igual que los pueblos
indígenas de sus zonas protegidas, para dejar paso a gigantescas
explotaciones ganaderas controladas por unas pocas corporaciones agrícolas.



Los pequeños agricultores son más cuidadosos



Existen claros vínculos entre la creciente desigualdad en la distribución de
la tierra, la pérdida de biodiversidad, la creciente escasez de agua, el
agotamiento o envenenamiento de los suelos por sobreexplotación y
sobrefertilización, la crisis climática y las crisis sanitarias globales,
como el aumento de enfermedades zoonóticas como el Covid-19 (der Freitag
43/2020). Allí donde se extiende la economía de plantación actual con sus
monocultivos, crece la pobreza. También crece el número de personas sin
tierra, que ahora son más que nunca en todo el mundo. Debido a que la
población rural de los países pobres del sur global se ve privada del acceso
a la tierra y, por tanto, de la base de su sustento, los flujos migratorios
aumentan. Los que se quedan sin tierra tienen que emigrar para conseguir
tierra, agua y bosques en otro lugar. La concentración de la tierra fuerza
las migraciones masivas, que hasta hoy tienen lugar principalmente en el sur
global.



Puesto que la lucha por la distribución de la tierra desempeña un papel
fundamental en la alimentación mundial, el consumo de agua, la amenaza de
catástrofe climática y la extinción de especies, los autores del estudio
proponen una iniciativa de gran calado: la lucha por la propiedad de la
tierra debe llevarse a cabo por todos los medios para reforzar los derechos
de los pequeños agricultores y de los usuarios colectivos de la tierra,
quienes siempre han tratado la tierra y todos sus recursos con más cuidado y
preocupación que los nuevos latifundistas globales.



* Michael R. Krätke es miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso,
profesor de economía política en la Universidad de Lancaster y colaborador
asiduo de Der Freitag. Meses atrás publicó el libro "Friedrich Engels oder:
Wie ein Cotton-Lord den Marxismus erfand” en la editorial Karl Dietz de
Berlin y traducido recientemente al castellano por Àngel Ferrero en Edicions
Bellaterra con el título “Friedrich Engels. El burgués que inventó el
marxismo”

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