Ecuador/ Yaku Pérez y otra izquierda posible [Maristella Svampa]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Feb 9 16:39:11 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

de febrero 2021

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Ecuador



Yaku Pérez y otra izquierda posible



Maristella Svampa

elDiarioar, 8-2-2021

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En un escenario latinoamericano cada vez más polarizado y más lánguido (a
excepción de Chile) en términos de propuestas políticas innovadoras, las
elecciones en Ecuador abren  una interesante caja de sorpresas. Cuando
ciertas encuestas daban por ganador en primera vuelta a Andrés Arauz, el
candidato del expresidente Rafael Correa, o daban por sentado que en caso de
ballotage la segunda fuerza sería la derecha oligárquica representada por
Guillermo Lasso, vuelve a irrumpir con fuerza el poderoso movimiento
indígena ecuatoriano, con la figura de Yaku Pérez, un reconocido dirigente
indígena y ambientalista, exprefecto de la provincia del Azuay y defensor de
los derechos de la Naturaleza.



Mientras Arauz se afirma en el primer puesto con un 32,22% de los votos,
estamos ante el virtual empate técnico entre Pérez  (19,80%) y Lasso
(19,60%), con lo cual habrá  que esperar unos días, con el recuento
definitivo, para ver quien pasará finalmente a la segunda vuelta. Es notable
también la elección que hizo otro joven candidato, el empresario
socialdemocráta Xavier Hervás, de Izquierda Democrática, con el 16,01% de
los votos.



Estos resultados provisorios permiten un primer análisis. En primer lugar,
en una región marcada políticamente por una polarización tóxica entre el
viejo progresismo y la derecha más reaccionaria, aparecen nuevas opciones,
que buscan ofrecer una alternativa democrática a la población. Lo notorio
es, además, que luego de la desastrosa gestión del presidente Lenin Moreno
–un candidato puesto a dedo por Rafael Correa, que luego se distanció del
mismo y se alineó económicamente con los sectores más conservadores-, la
sociedad ecuatoriana, pese a las profundas e históricas divisiones
regionales, vuelve a apostar mayoritariamente por candidatos que promueven
diferentes visiones de las izquierdas. Así, lo que algunos consideran como
una peligrosa “fragmentación” o fruto del puro “anticorreísmo”, en realidad
debe ser leído como un incipiente proceso de despolarización política, que
pone de relieve la existencia de esas  izquierdas, invisibilizadas,
entrampadas y/o fagocitadas por la virulencia de las políticas maniqueas de
los últimos años.



En segundo lugar, ciertamente no es lo mismo que pase a segunda vuelta Pérez
que Lasso. Si Lasso pasara a segunda vuelta, la polarización tóxica volvería
a estar en el primer plano y el peor escenario sería que éste venciera. Si
en cambio pasara al ballotage Yaku Pérez, se abriría a un escenario político
novedoso e inesperado. Estaríamos frente a la disputa entre las dos
izquierdas que tensaron el ciclo progresista latinoamericano, entre 2000 y
2015. Esto es, por un lado, el progresismo realmente existente, que estuvo
diez años en el poder (2007-2017) con Alianza País, bajo el férreo liderazgo
de Rafael Correa, que persiste en la victimización y da cuenta de una nula
voluntad de autocrítica; por otro lado, la izquierda indigenista y
ambientalista, que hoy aparece renovada, potenciada por el levantamiento de
octubre de 2019, en alianza con nuevos sectores juveniles urbanos (y también
con sectores feministas).



No es casual que esto ocurra en Ecuador, país que junto con Bolivia, al
inicio del ciclo progresista, pergeñaron las constituciones políticas más
innovadoras, con gran participación popular, cuyo corolario fue la
ampliación de las fronteras de derechos. Categorías tales como “Estado
Plurinacional”, “Autonomías Indígenas”, “Buen Vivir”, “Bienes Comunes” y
“Derechos de la Naturaleza”, pasaron a formar parte de la gramática política
latinoamericana, impulsadas por diferentes movimientos sociales y
organizaciones indígenas y alentadas por los gobiernos emergentes. Sin
embargo, ya desde el inicio, era evidente la existencia de un campo de
tensión en el cual coexistían matrices políticas y narrativas
descolonizadoras diferentes. Con el correr de la década, los progresismos
irían consolidándose, de la mano de una política extractivista y de la
personalización del poder, desplazando otras narrativas de corte
descolonizador, indianistas y ecologistas, que promueven el Estado
Plurinacional, la defensa de los Derechos de la Naturaleza y la salida del
extractivismo.



Así, pese a que en 2008 la Constitución de Montecristi sancionó los Derechos
de la Naturaleza y apuntaba a trazar la ruta de la transición hacia el
posextractivismo, al calor del boom de los commodities, todo esto pasó
rápidamente a un segundo plano. Por un lado, el correísmo profundizó la
expansión de la frontera petrolera (cancelando el proyecto Yasuní, que en
2007 se había propuesto dejar parte del petróleo bajo tierra) e imponiendo a
“sangre y fuego” la megaminería, una de las actividades extractivas más
resistidas en Ecuador. Asimismo, se valió de artilugios legales para
invalidar la demanda de Iniciativa Popular, que propuso a través de la
recopilación de firmas el movimiento ciudadano “Yasunidos”, luego de que el
gobierno decidió unilateralmente terminar con la moratoria en el Parque
Yasuní e iniciar la explotación petrolera. Por otro lado, la respuesta a la
conflictividad socio-ambiental fue la criminalización y judicialización de
la protesta, por la vía de juicios penales a los voceros de organizaciones
indígenas, así como al retiro de personería jurídica y la expulsión de ONGs
(Fundación Pachamama, 2013; amenaza de la disolución de Acción Ecológica,
una de las principales ONGs ambientalistas con fuerte conexión con
movimientos sociales e indígenas (en 2009 y en 2016), cancelación de visa y
expulsión de consultores extranjeros ligados a dirigentes ambientalistas (en
2014 y 2015). Pocos recuerdan hoy que a fines de 2016, Correa declaró el
Estado de excepción cuando indígenas shuar tomaron un campamento minero en
la región de la Amazonía. El ingreso de la empresa china se realizó sin
consulta previa y con militarización de los territorios.



En pleno boom de los commodities, el correísmo consolidó un liderazgo
popular y una base electoral a nivel nacional, impulsado por el crecimiento
económico y la reducción de la pobreza, tal como sucedió en otros países
latinoamericanos. Al mismo tiempo, se fue perfilando no sólo como un
gobierno extractivista sino también anti-índigena y de dimensiones
autoritarias, con inocultables rasgos y prácticas patriarcales. Recordemos
que desarmó el plan de prevención planificación familiar y de prevención del
embarazo adolescente con criterios de salud pública, pasándolo al control de
personas cercanas al Opus Dei. Y que incluso prohibió que se discutiera el
tema del aborto por violación en la Asamblea Nacional sancionando a cuatro
de sus compañeras que se atrevieron a plantearlo.



El daño realizado y la deriva ideológica que esto significó para el otrora
movimiento indígena Pachacutik fue tal que, en 2017, en ocasión de la
segunda vuelta que enfrentaría a Lenin Moreno y Guillermo Lasso, varios de
sus dirigentes llamaron a votar por Lasso. Lo lamentable fue que el
anticorreísmo terminó siendo tan definitorio, que este rechazo forzó
posicionamientos extremos e indefendibles. Tengamos en cuenta que las
heridas políticas fueron y son tan grandes que para una parte importante del
movimiento indígena, Correa  no es considerado un político progresista, ni
de izquierda ni mucho menos socialista.



Más allá del carácter heterogéneo del movimiento indígena, hoy la situación
parece ser otra. Todo parece indicar no sólo la existencia de nuevos
liderazgos sino también de alianzas con sectores urbanos ecologistas e
incluso feministas. Un detalle no menor fue el llamado en las redes sociales
de sectores feministas a no votar por el candidato de Correa, frente a las
recientes declaraciones de éste en relación al aborto. Si bien sus
posiciones arcaizantes cuentan con una larga historia, las recientes
declaraciones de Correa asociando el aborto legal con una “actividad sexual
frenética” dejan a cualquier persona que se considere mínimamente
progresista o de izquierda sin palabras…



En tercer lugar, otro dato a tener en cuenta es que es que el 7 de febrero,
junto con las elecciones presidenciales se llevó a cabo en Cuenca, la
tercera ciudad del país, una Consulta Popular vinculante, preguntando a la
población si está de acuerdo en prohibir la minería a grande y mediana
escala, para proteger a cinco ríos. Las organizaciones indígenas y
ambientalistas hicieron una fuerte campaña nacional e internacional, que
colocó a los páramos y los ríos en centro del discurso, en defensa del Agua.
El NO rotundo a la megamineria superó el 80% de los votos, fortaleciendo así
una lucha histórica en Ecuador contra una de las actividades extractivas más
resistidas en América Latina. Una votación que además abre el camino a la
consolidación de los dispositivos institucionales existentes que apuestan a
la participación popular desde abajo, para detener y colocar límites a un
extractivisimo depredador. Un extractivismo que no solo no puede ser “motor
de desarrollo”, que no sólo pone en peligro los territorios generando zonas
de sacrificio, que no solo empeora el contexto de crisis climática, sino que
además busca avanzar sin consenso de las poblaciones, violentando procesos
ciudadanos. Sin ir tan lejos, veamos lo que ocurre en la provincia de
Chubut, acá en nuestro país, donde la ciudadanía viene diciendo claramente
que la minería no cuenta con licencia social. Así, las razones del rechazo
al extractivismo no son solo ambientales sino también tocan el corazón mismo
de la democracia, reafirmando con ello la extendida premisa “A más
Extractivismo, Menos Democracia”. En fin, volviendo a la lucha antiminera en
Cuenca, esta lleva más de dos décadas y expresa una creciente alianza
popular campo-ciudad. Uno de los líderes principales de este proceso es el
propio Yaku Pérez, pues desde su prefectura intentó tres veces realizar una
consulta popular, que fue bloqueada por la Corte Constitucional.



La diferencia de votos entre Pérez y Lasso es muy pequeña. Que Yaku Pérez
pasara a segunda vuelta sería una excelente noticia, pero no hay dudas de
que enfrentaría numerosos desafíos. No sólo deberá lidiar con la creciente
demonización procedente del campo del progresismo hegemónico, que hará todo
lo posible por mostrar que él no representa a la izquierda. También deberá
probar con propuestas y hechos hasta qué punto representa a una izquierda
ecológica e indianista que piensa en clave de justicia social, y hasta qué
punto puede trenzar alianzas –urbanas y rurales, feminismos y otras
izquierdas sociales- si es que quiere convertirse en una nueva alternativa
de gobierno de izquierda.

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