Brasil/ El mayor peligro es no arriesgar nada. [Valerio Arcary]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Feb 14 13:33:44 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

14 de febrero 2021

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Brasil



El mayor peligro es no arriesgar nada



Debemos correr el riesgo de intentar movilizarnos contra Bolsonaro. No tomar
riesgos no es una opción.



Valerio Arcary *

aterra é redonda, 11-2-2021

Traducción de Carlos Abel Suarez – Sin Permiso

https://www.sinpermiso.info/



“Reír es arriesgarse a parecer tonto. / Llorar es arriesgarse a sentirse
sentimental. / Extender la mano es correr el riesgo de involucrarse. /
Exponer sus sentimientos es arriesgarse a mostrar su verdadero yo. /
Defender (…) ideas frente a la multitud es arriesgarse a perder gente. /
Amar es correr el riesgo de no ser correspondido. / Vivir es arriesgarse a
morir. / Confiar es arriesgarse a decepcionarse. / Probar es arriesgarse a
fracasar. / El mayor peligro es no arriesgar nada”. (Séneca)



Febrero comenzó con tres hechos políticos. Dos eran predecibles. La victoria
del Centrão en la elección de las presidencias de la Cámara de Diputados y
el Senado, confirmando su rol como una de las cuatro alas que componen el
gobierno de Bolsonaro, junto al ala militar, la liberal-financiera y la
neofascista, fue cuidadosamente preparada durante meses.



Este resultado no es comprensible divorciado del final controlado de la
operación Lava-Jato. Siete años después de su inicio, el grupo de trabajo
liderado por Sergio Moro era un cadáver insepulto, pero incómodo para el
Centrão. Ya había cumplido su papel de criminalizar al PT e impedir la
candidatura de Lula en 2018. La revelación de los siniestros diálogos por
Lewandowski fue fatal para la desmoralización pública del fraude judicial.



El desenlace parece paradójico porque sucedió al mismo tiempo que el
gobierno pierde influencia en la sociedad (escándalo apocalíptico en Manaos,
duro enfrentamiento con el gobierno de São Paulo, fisura en la clase
dominante, desplazamiento de sectores medios a la oposición, manifestaciones
lideradas por la izquierda) eleva su grado de blindaje institucional en el
Congreso. Pero la lucha política institucional tiene un grado elevado de
autonomía, así es.



El tercer hecho fue sorprendente. El abrupto lanzamiento de Fernando Haddad
como precandidato del PT a la presidencia en las elecciones de 2022 por el
propio Lula, una semana antes de las celebraciones del aniversario del PT,
no puede dejar de interpretarse como una posible señal de renuncia, en
anticipación, a una candidatura en 2022, en vísperas del juicio de Habeas
Corpus por la sospecha de Sergio Moro. Si Lula insistiera en mantener la
posibilidad de su candidatura, dejaría un desafío explícito a la persecución
política. El dilema es si Lula debería correr ese riesgo ante el juzgamiento
del STF (Supremo Tribunal Federal). La iniciativa precipitó un debate sobre
candidaturas y alianzas, encendiendo la discusión entre PT y PSol, y
llevando a Ciro Gomes a declarar que prefiere un Frente con el PSDB.



Pero aquellos que ya tienen prisa por sacar conclusiones anticipadas para el
escenario electoral de 2022 están equivocados. Todavía son impredecibles. No
es posible hacer predicciones sobre quiénes serán los favoritos. No es
posible porque no sabemos cuál de las tendencias actuales prevalecerá.



Pero es necesario analizar cuáles son las posiciones que cada bloque
político pretende alcanzar para poder competir en mejores condiciones.
Ninguna fuerza política seria decide luchar contra todo y contra todos, al
mismo tiempo, con la misma intensidad. En este contexto, la reciente
elección de presidencias en el Congreso fue instructiva.



El bloque liderado por Bolsonaro pretende disputar la segunda vuelta con la
izquierda, repitiendo el escenario de 2018, explorando el rechazo al PT,
confiado en que no le faltará el voto de la base social de la derecha, como
no le faltó. Congreso. El bloque liderado por Doria y Maia ambiciona retirar
a la izquierda de la segunda vuelta, y prefiere medir fuerzas con Bolsonaro
al frente de la oposición, confiando en que el voto de izquierda no faltará,
como no le faltó en el Congreso.



La misión de la izquierda es derrotar a la extrema derecha y sacar a
Bolsonaro del segundo turno. Pero a la izquierda no le fue bien en las
elecciones de febrero para las presidencias del Congreso. Porque disociaba
la táctica de la estrategia. No hay lucha política sin una estrategia clara
y la voluntad de asumir riesgos tácticos. La estrategia debe ser la lucha
para derrotar a Bolsonaro y allanar el camino para un gobierno de izquierda.



La izquierda es una pequeña minoría en el Congreso, pero tiene una audiencia
incomparablemente mayor en la sociedad. No hay nada de errado defender a
Fora Bolsonaro dentro del Congreso, en estas condiciones. Se necesitaba una
señal, tras la catástrofe de Manaos, el retraso en la vacunación y la
suspensión de las ayudas de emergencia.



No hemos entendido la evolución de la situación brasileña desde 2016 sin una
explicación histórica del surgimiento de una corriente neofascista con
influencia de masas. Existe un esquema teórico-histórico peligrosamente
influyente, pero unilateral de la izquierda brasileña. El neofascismo no es
solo una reacción desesperada de una fracción de la burguesía ante un
peligro revolucionario inminente. No hubo ni una sombra de una amenaza de
ruptura revolucionaria en 2015/16. El neofascismo bolsonarista fue también,
por tanto, expresión de la radicalización de los sectores medios ante la
crisis económico-social, y del miedo a una victoria electoral de la
izquierda en 2018. Pero eso cambiará.



El miedo que prevalecerá en 2022 es si Bolsonaro seguirá en el poder o no.
Tres hipótesis estratégicas se perfilan se perfilan en el horizonte: (a) La
conquista del poder de Bolsonaro fue más que una victoria electoral para los
neofascistas, pero eso no quiere decir que sean favoritos en la disputa por
la reelección. Se abre un período de lucha desde ahora hasta el 2022 y el
resultado es, por ahora, indefinido, porque hay reservas sociales y
políticas en la resistencia, y el proyecto bonapartista de subversión del
régimen es imposible sin una derrota histórica de la clase trabajadora de la
juventud y de los oprimidos; (b) la victoria de una candidatura de oposición
liberal correspondería a la estabilización del régimen, pero incluso ello
sólo es posible con una resistencia defensiva popular lo suficientemente
fuerte como para desplazar a la mayoría de la clase media a la oposición; c)
una secuencia de movilizaciones que despierte gran o bastante entusiasmo
para unir un bloque social y político capaz de confrontar con la extrema
derecha y que abra el camino para un gobierno de izquierda.



El PT no podía dejar de correr el riesgo de quedarse fuera de la mesa del
Congreso. El PSol no pudo evitar correr el riesgo de ser marginado en las
Comisiones. Los dos partidos se separaron. Los riesgos deben, evidentemente,
calculados. Deben medirse a la luz de un examen sobrio y lúcido de la
relación social y política de fuerzas. Las posibles consecuencias deben ser
consideradas antes de tomar las decisiones. Los escenarios necesitan ser
diseñados como hipótesis de trabajo.



El mismo criterio es útil ante la sentencia de Habeas Corpus que pueda
favorecer a Lula. Parece posible que, en el segundo turno del STF, algún
tipo de sospecha sobre Moro pueda ser aprobada, aunque aún es incierto, si
bien es improbable que Lula pueda recuperar sus derechos políticos.



“Reír es arriesgarse a parecer tonto. / Llorar es arriesgarse a sentirse
sentimental. / Extender la mano es correr el riesgo de involucrarse. /
Exponer sus sentimientos es arriesgarse a mostrar su verdadero yo. /
Defender (…) ideas frente a la multitud es arriesgarse a perder gente. /
Amar es correr el riesgo de no ser correspondido. / Vivir es arriesgarse a
morir. / Confiar es arriesgarse a decepcionarse. / Probar es arriesgarse a
fracasar. / El mayor peligro es no arriesgar nada”. (Séneca)



Febrero comenzó con tres hechos políticos. Dos eran predecibles. La victoria
del Centrão en la elección de las presidencias de la Cámara de Diputados y
el Senado, confirmando su rol como una de las cuatro alas que componen el
gobierno de Bolsonaro, junto al ala militar, la liberal-financiera y la
neofascista, fue cuidadosamente preparada durante meses.



Este resultado no es comprensible divorciado del final controlado de la
operación Lava-Jato. Siete años después de su inicio, el grupo de trabajo
liderado por Sergio Moro era un cadáver insepulto, pero incómodo para el
Centrão. Ya había cumplido su papel de criminalizar al PT e impedir la
candidatura de Lula en 2018. La revelación de los siniestros diálogos por
Lewandowski fue fatal para la desmoralización pública del fraude judicial.



El desenlace parece paradójico porque sucedió al mismo tiempo que el
gobierno pierde influencia en la sociedad (escándalo apocalíptico en Manaos,
duro enfrentamiento con el gobierno de São Paulo, fisura en la clase
dominante, desplazamiento de sectores medios a la oposición, manifestaciones
lideradas por la izquierda) eleva su grado de blindaje institucional en el
Congreso. Pero la lucha política institucional tiene un grado elevado de
autonomía, así es.



El tercer hecho fue sorprendente. El abrupto lanzamiento de Fernando Haddad
como precandidato del PT a la presidencia en las elecciones de 2022 por el
propio Lula, una semana antes de las celebraciones del aniversario del PT,
no puede dejar de interpretarse como una posible señal de renuncia, en
anticipación, a una candidatura en 2022, en vísperas del juicio de Habeas
Corpus por la sospecha de Sergio Moro. Si Lula insistiera en mantener la
posibilidad de su candidatura, dejaría un desafío explícito a la persecución
política. El dilema es si Lula debería correr ese riesgo ante el juzgamiento
del STF (Supremo Tribunal Federal). La iniciativa precipitó un debate sobre
candidaturas y alianzas, encendiendo la discusión entre PT y PSol, y
llevando a Ciro Gomes a declarar que prefiere un Frente con el PSDB.



Pero aquellos que ya tienen prisa por sacar conclusiones anticipadas para el
escenario electoral de 2022 están equivocados. Todavía son impredecibles. No
es posible hacer predicciones sobre quiénes serán los favoritos. No es
posible porque no sabemos cuál de las tendencias actuales prevalecerá.



Pero es necesario analizar cuáles son las posiciones que cada bloque
político pretende alcanzar para poder competir en mejores condiciones.
Ninguna fuerza política seria decide luchar contra todo y contra todos, al
mismo tiempo, con la misma intensidad. En este contexto, la reciente
elección de presidencias en el Congreso fue instructiva.



El bloque liderado por Bolsonaro pretende disputar la segunda vuelta con la
izquierda, repitiendo el escenario de 2018, explorando el rechazo al PT,
confiado en que no le faltará el voto de la base social de la derecha, como
no le faltó. Congreso. El bloque liderado por Doria y Maia ambiciona retirar
a la izquierda de la segunda vuelta, y prefiere medir fuerzas con Bolsonaro
al frente de la oposición, confiando en que el voto de izquierda no faltará,
como no le faltó en el Congreso.



La misión de la izquierda es derrotar a la extrema derecha y sacar a
Bolsonaro del segundo turno. Pero a la izquierda no le fue bien en las
elecciones de febrero para las presidencias del Congreso. Porque disociaba
la táctica de la estrategia. No hay lucha política sin una estrategia clara
y la voluntad de asumir riesgos tácticos. La estrategia debe ser la lucha
para derrotar a Bolsonaro y allanar el camino para un gobierno de izquierda.



La izquierda es una pequeña minoría en el Congreso, pero tiene una audiencia
incomparablemente mayor en la sociedad. No hay nada de errado defender a
Fora Bolsonaro dentro del Congreso, en estas condiciones. Se necesitaba una
señal, tras la catástrofe de Manaos, el retraso en la vacunación y la
suspensión de las ayudas de emergencia.



No hemos entendido la evolución de la situación brasileña desde 2016 sin una
explicación histórica del surgimiento de una corriente neofascista con
influencia de masas. Existe un esquema teórico-histórico peligrosamente
influyente, pero unilateral de la izquierda brasileña. El neofascismo no es
solo una reacción desesperada de una fracción de la burguesía ante un
peligro revolucionario inminente. No hubo ni una sombra de una amenaza de
ruptura revolucionaria en 2015/16. El neofascismo bolsonarista fue también,
por tanto, expresión de la radicalización de los sectores medios ante la
crisis económico-social, y del miedo a una victoria electoral de la
izquierda en 2018. Pero eso cambiará.



El miedo que prevalecerá en 2022 es si Bolsonaro seguirá en el poder o no.
Tres hipótesis estratégicas se perfilan se perfilan en el horizonte: (a) La
conquista del poder de Bolsonaro fue más que una victoria electoral para los
neofascistas, pero eso no quiere decir que sean favoritos en la disputa por
la reelección. Se abre un período de lucha desde ahora hasta el 2022 y el
resultado es, por ahora, indefinido, porque hay reservas sociales y
políticas en la resistencia, y el proyecto bonapartista de subversión del
régimen es imposible sin una derrota histórica de la clase trabajadora de la
juventud y de los oprimidos; (b) la victoria de una candidatura de oposición
liberal correspondería a la estabilización del régimen, pero incluso ello
sólo es posible con una resistencia defensiva popular lo suficientemente
fuerte como para desplazar a la mayoría de la clase media a la oposición; c)
una secuencia de movilizaciones que despierte gran o bastante entusiasmo
para unir un bloque social y político capaz de confrontar con la extrema
derecha y que abra el camino para un gobierno de izquierda.



El PT no podía dejar de correr el riesgo de quedarse fuera de la mesa del
Congreso. El PSol no pudo evitar correr el riesgo de ser marginado en las
Comisiones. Los dos partidos se separaron. Los riesgos deben, evidentemente,
calculados. Deben medirse a la luz de un examen sobrio y lúcido de la
relación social y política de fuerzas. Las posibles consecuencias deben ser
consideradas antes de tomar las decisiones. Los escenarios necesitan ser
diseñados como hipótesis de trabajo.



El mismo criterio es útil ante la sentencia de Habeas Corpus que pueda
favorecer a Lula. Parece posible que, en el segundo turno del STF, algún
tipo de sospecha sobre Moro pueda ser aprobada, aunque aún es incierto, si
bien es improbable que Lula pueda recuperar sus derechos políticos.



Debemos correr el riesgo de intentar movilizaciones contra Bolsonaro
apoyados en la división de las clases medias. Dejar de correr riesgos no es
una opción. La peor derrota es aquella sin luchar.



* Valerio Arcary :es miembro de la Dirección Nacional de Resistencia,
tendencia interna del PSOL (Partido Socialismo y Libertad).

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