Bolivia/ Reconfiguraciones del MAS. [Fernando García Yapur]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Feb 17 15:04:47 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

17 de febrero 2021

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Bolivia



Reconfiguraciones del MAS



El 7 de marzo, el Movimiento al Socialismo (MAS) se enfrentará a nuevas
elecciones regionales tras haber regresado al poder, con más de 50% de los
votos, en octubre pasado. Liderado por el ex-presidente Evo Morales, este
partido de base campesina se encuentra inmerso en tensiones y
reacomodamientos internos.



Fernando García Yapur *

Nueva Sociedad, febrero 2021

https://nuso.org/



El próximo 7 de marzo se celebrarán en Bolivia los comicios subnacionales
que elegirán a las principales autoridades ejecutivas y legislativas de las
nueve gobernaciones departamentales y los 337 municipios. Según el régimen
autonómico, el nivel subnacional de gobiernos autónomos constituye la
estructura vertical de organización del Estado y desde hace más de dos
décadas viene adquiriendo una creciente relevancia política e institucional.
Primero, fue la descentralización municipal cuyo antecedente data de la
década de 1990, y luego, de manera incremental, la implementación del nuevo
régimen autonómico establecido por la Constitución Política del Estado (CPE)
aprobada en 2009. En suma, la descentralización y la reorganización
territorial del poder ampliaron y profundizaron la configuración de los
sistemas políticos en el nivel subnacional.



Las elecciones de marzo serán la segunda versión de comicios departamentales
y municipales bajo el nuevo régimen autonómico. Su importancia no radica tan
solo en la progresividad de la edificación institucional de las autonomías,
sino en que son parte de una serie de acciones que, en el fondo, buscan
resolver la crisis política provocada por la caída de Evo Morales en
noviembre de 2019. Una primera acción de canalización institucional de la
crisis fue la organización de las elecciones nacionales que, después de
reiteradas postergaciones, se llevaron adelante en octubre de 2020. La
crisis sanitaria del covid-19 fue la principal causa y justificación de los
continuos aplazamientos en la celebración de las elecciones, una situación
que de facto extendió el mandato del gobierno transitorio de Jeanine Añez
por el lapso de 11 meses, y el de las autoridades subnacionales, por más de
un año, puesto que el cambio de estas, según la normativa electoral, debería
haberse realizado a inicios de 2020.



Asimismo, al igual que los comicios generales, las elecciones subnacionales
se realizarán en el contexto de la crisis sanitaria de la pandemia del
covid-19 que aún azota al país y del deterioro de los indicadores de
estabilidad y crecimiento económico de los que, hasta hace apenas un año,
gozaba Bolivia. En ese sentido, estas elecciones son consideradas como el
segundo momento político-electoral en el que, a través de la participación y
el voto ciudadanos, se buscará encaminar y cerrar la ya larga crisis
política que arrastra el país.



Efectos de la victoria electoral del MAS en 2020



Si durante la celebración de las elecciones presidenciales de octubre de
2020 el contexto político se caracterizaba por una alta polarización
discursiva, la situación que enmarca las elecciones subnacionales es
diferente. Los efectos inmediatos de los resultados nacionales y las
particularidades de la contienda subnacional establecen un nuevo contexto de
pulsiones y expectativas políticas. La victoria de Luis Arce y David
Choquehuanca, con 55,1% de los votos, estableció un margen amplio de
distancia entre el Movimiento al Socialismo (MAS) y las dos principales
fuerzas contendientes: Comunidad Ciudadana (CC), del ex-presidente Carlos
Mesa, que obtuvo 28,8%, y Creemos, de Fernando Camacho, el dirigente cruceño
que encabezó las protestas y movilizaciones sociales contra Morales en 2019,
que logró tan solo 14%. Así, las dos figuras que fueron importantes
protagonistas de oposición frente a un Evo Morales que buscaba conseguir un
cuarto mandato en el poder fueron a la vez derrotadas por el binomio
electoral presentado por el MAS. Este dato resulta relevante, ya que fue la
primera vez que esta organización política lidió sin la candidatura de su
principal líder y jefe nacional y, por ende, sin el apoyo que recibía del
poder estatal cuando Morales fungía como presidente del Estado.



De esta manera, el éxito electoral del MAS reconfirmó su importancia
estratégica en el acontecer político. Un factor que confirma este aserto es
el impacto de los resultados electorales de octubre de 2020. La marcada
diferencia de más de 25 puntos frente a Mesa ha provocado el relajamiento de
la polarización discursiva que ciertamente predominó a lo largo del gobierno
de Jeanine Áñez. La narrativa ampliamente difundida que presentaba la
polarización «dictadura» versus «democracia», en la que el MAS expresaría el
primer polo y el bloque anti-MAS el segundo, se desvaneció tras los
comicios. Lo mismo sucedió con la idea de que el MAS no podía ganar sin el
aparato estatal en su favor.



Después de las elecciones nacionales, se ha producido una revaloración de la
democracia como valor y sistema de gobierno que se expresa en la emergencia
de una serie de pulsiones internas y externas, y el MAS no escapa a ellas.



MAS: disputa por el reequilibrio en la gestión del poder



A lo largo de los últimos 20 años, el rol de Evo Morales en el MAS fue
central para garantizar los éxitos electorales, así como la continuidad de
su gobierno a partir de la victoria de 2005. No era un mito la idea de que
sin él no había posibilidades de conseguir y garantizar la articulación
«nacional-popular». La importancia y el rol de Morales, tanto en el camino
hacia el poder como en la gestión estatal y la negociación del conflicto
social, fueron una realidad efectiva que, luego, se asumió como un mito. En
unos casos, para reafirmar el dominio y la centralidad de la figura del
propio Morales dentro de la articulación política propiciada por el MAS; en
otros, para dar lugar a la ficción opositora de que, sin el presidente, el
MAS sería fácilmente derrotado. Ambas apreciaciones partían de un
presupuesto analítico y sociológico equivocado: la subestimación de la
política que se procesa en y desde abajo.



Como se sabe, la figura de Morales, apoyada en la fuerza movilizada de los
campesinos cocaleros e «interculturales» (anteriormente denominados
colonizadores), fue un referente articulador del conglomerado de
organizaciones sociales que, desde inicios del siglo XXI, desembocaron con
mayor contundencia en el MAS considerado como su «instrumento político».
Estas organizaciones eran y son básicamente de base territorial/campesina, y
a ellas se sumaron, según intereses tácticos, diversos sectores sociales de
raigambre popular. La estructura organizativa que refleja esta articulación
fue y es aún el denominado Pacto de Unidad, en el que convergen las
principales organizaciones campesinas indígenas y populares del país. Sin
esta articulación, resultaba impensable llegar al poder de la manera en que
llegaron en 2005 y, asimismo, lograr gobernar el país durante 14 años de
manera continua.



No es un dato menor que a lo largo de este periodo Morales haya gestionado
con eficacia esta articulación nacional-popular. Hoy mismo, a pesar de las
fracturas que aparecen dentro del MAS, el ex-presidente es aún el actor
central para la cohesión de las organizaciones campesinas y populares,
puesto que en el espectro político del campo popular aún no hay un sustituto
que ocupe o dispute su espacio directivo.



Los resultados electorales de octubre de 2020, como mencionamos, demuestran
que el MAS, o mejor, lo que hay detrás de él, es más que Evo Morales. En
contra del mito establecido y difundido por unos y otros, el movimiento
logró la victoria electoral sin su candidatura y, además, sin su presencia
en el país, ya que en el momento de las elecciones se encontraba asilado en
Argentina. Esto no implicó, sin embargo, que su importancia en el acontecer
político fuera superflua. No hay que perder de vista que fue y es aún el
presidente del MAS y, además, jefe de campaña tanto de la victoria electoral
lograda en octubre de 2020 como de la confección de la estrategia electoral
para la contienda de marzo. Sin embargo, es claro que su poder no es el
mismo que ostentaba en el pasado, cuando no solo era la cabeza del MAS sino
que además ejercía con efectividad la función de primera autoridad del
Estado.



Tras su retorno a Bolivia y, en particular, durante el armado y la
confección de las listas de candidatos del MAS para las elecciones
subnacionales, se hicieron visibles una serie de conflictos que erosionaron
la imagen y autoridad del ex-presidente. Hay distintas y nuevas pulsiones
que fueron saliendo de su control y que, actualmente, se hacen cada vez más
visibles.



No es que exista una desarticulación de las organizaciones sociales y un
desencanto respecto de la figura de Morales, sino que, al parecer, existe
una disputa cada vez más intensa por el replanteo del equilibrio de fuerzas,
que hasta hace poco giraba en torno de su imagen, a través de la cual
controlaba la articulación de los intereses corporativos en el interior del
MAS.



Ante la renuncia de Morales y la implosión de la estructura gubernamental en
noviembre de 2019, fueron emergiendo nuevas figuras y narrativas que
actuaron de manera independiente, o bien, con un mayor margen de autonomía,
en respuesta a los desafíos inmediatos que demandaba la coyuntura critica.
En ese ámbito, aparecieron personalidades que si bien se hallaban dentro de
las filas del MAS, estaban invisibilizadas, como fue el caso de Eva Copa,
senadora que asumió la Presidencia de la Asamblea Legislativa Plurinacional
(ALP) ante la renuncia de sus colegas de partido al momento del estallido de
la crisis política. En un contexto de persecución contra el MAS, Adriana
Salvatierra renunció a la sucesión presidencial y Copa se posicionó como una
figura central, segunda en la línea de sucesión, con un discurso más
moderado que el de Morales desde el exilio. No hay que olvidar que el
Parlamento, en el que el MAS tenía dos tercios de las bancas, siguió
funcionando tras la caída de Morales y la asunción de Áñez.



Con el retorno de Morales y su presencia en el escenario político, se
reactivó el accionar del bloque de poder que tradicionalmente hegemonizó al
MAS a lo largo de los últimos 14 años. La realización de actos masivos de
bienvenida, como su ratificación como responsable de la conducción
partidaria, buscaron asentar el rol directivo de su figura política. Sin
embargo, por primera vez, a poco tiempo de su retorno al país, se
escenificaron resistencias y/o tensiones en torno de la efectividad de su
presencia e incidencia política, en contraste con el tradicional esquema en
el que Morales resultaba siempre el actor predominante y central.



Por ello, la estructura lineal que daba coherencia al accionar del MAS viene
siendo dislocada y quizás, en parte, rebasada. Un primer dato de esta
situación es la existencia de dos figuras nacionales alternas al liderazgo
de Morales: David Choquehuanca, vicepresidente del Estado y, en menor
medida, el propio presidente Luis Arce. Ambos actores, al ocupar los
primeros espacios del poder político, disputan márgenes de autonomía
relativa en la gestión y toma de decisiones, ya que se resisten a ser
seguidores pasivos de la denominada «línea dura» del MAS y de las directivas
de Morales. Esta disputa ciertamente modifica o, mejor, distorsiona la
eficacia del modelo establecido y, posiblemente, deseado por este. Así, en
el interior de la articulación nacional-popular vienen emergiendo un
conjunto de pulsiones que dan lugar a una abierta expansión de intereses y
corrientes favorables a la renovación de liderazgos y formas de gestión que
ponen en tensión a la estructura de restauración del poder político de Evo
Morales.



Tres eventos ampliamente difundidos por la prensa pusieron de manifiesto
esta tensión y disputa. En ellos se escenificaron el descontento y el
desacuerdo respecto a las decisiones directivas de Evo Morales y de las
cúpulas dirigenciales por parte de nuevos actores del MAS-IPSP. Los hechos
se dieron al momento de dirimir la designación de las candidaturas para las
elecciones de marzo. El primero se registró en el departamento de Potosí,
donde Morales, junto con los dirigentes locales, tuvo que resguardarse y,
virtualmente, huir del evento de proclamación de los candidatos ante las
crecientes protestas respecto a las decisiones tomadas. El segundo, bastante
sintomático, fue la decisión de proceder con la designación de los
candidatos del departamento de Santa Cruz en el Trópico del departamento de
Cochabamba, en un espacio supuestamente «neutral» y bajo el resguardo de las
seis federaciones de cocaleros de las cuales, también, Morales es el
presidente ejecutivo, para evitar la confrontación de fuerzas. En esa
oportunidad se produjo el famoso «sillazo», que le llegó a Morales como
parte de la trifulca que provocó la decisión de favorecer a uno de sus
ex-ministros como candidato a la gobernación departamental.



Por último, posiblemente el suceso de mayor consecuencia política para el
MAS y, quizás, para el futuro político de Morales fue la decisión de apartar
a la propia Eva Copa de la candidatura a la Alcaldía en la emblemática
ciudad de El Alto, vecina a La Paz. Esta decisión provocó una amplia y
masiva movilización social en esa ciudad y departamento a favor de la
ex-presidenta del Senado, quien de manera inmediata se habilitó como
candidata por fuera del MAS y, con ello, provocó una importante ruptura
partidaria, que dio lugar a su expulsión. Tras esa crisis, Copa aparece a la
cabeza de las encuestas con una enorme diferencia frente al candidato del
MAS.



Lo acontecido en El Alto no es de menor importancia en términos
político-electorales, ya que se trata de la segunda ciudad más poblada de
Bolivia, después de Santa Cruz. En ese sentido, gran parte de las
candidaturas del MAS en curso se perfilan a engrosar las disputas por el
replanteo estratégico del equilibrio de poder, con efectos en la gestión
gubernamental y la articulación nacional-popular. Hay candidatos y
corrientes que en estas elecciones buscarán a través de su éxito electoral
empujar procesos de renovación, ampliación y democratización interna.
También existen candidatos y corrientes que se dirigen a reforzar el
asentamiento de los tradicionales operadores políticos que en el pasado
sacaron réditos de la estructura de poder y liderazgo de Evo Morales. En ese
sentido, los resultados del 7 de marzo terminarán de delinear el campo de
tensión del MAS y del devenir político del país, para dar lugar al posible
cierre de un ciclo de gestión hegemónica que, en retrospectiva, abarcó más
de una década y media.



* Doctor en ciencias sociales y políticas por la Universidad Iberoamericana
de México (UIA). Docente e investigador universitario. Entre sus libros,
está La política desde abajo: devenir-otro de la política en Bolivia,
CIS/Vicepresidencia del Estado Plurinacional, 2020.

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