México/ ¿Elecciones en la "nueva normalidad? [Edgard Sánchez

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Feb 22 13:38:36 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

22 de febrero 2021

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México

 

¿Elecciones en la “nueva normalidad”?

 

Edgard Sánchez *

Ciudad de México, 20-2-2021

En medio de la convergencia de la crisis sanitaria y de la crisis económica
que en todo el mundo se desarrolla con motivo de la pandemia, entramos en
México a las elecciones intermedias del 2021. Son múltiples las
contradicciones y tensiones en esta experiencia que se pretende realizar
como si todo estuviera igual, normal, o como se dice, con una “nueva
normalidad”.

 

Pero como parte de la crisis multidimensional que vivimos en el caso
mexicano seguimos arrastrando la crisis del propio sistema político y de
partidos. La elección presidencial de 2018 pudo dar la impresión de solución
a la crisis del sistema político electoral que se arrastraba con mayor
fuerza durante el sexenio de Peña por la falta de credibilidad de las
instituciones político electorales y por tanto de los partidos. Pero el
resultado electoral -el reconocimiento de AMLO como Presidente- no fue la
solución a la crisis del sistema político y de partidos. Más bien el
reconocimiento del triunfo de AMLO fue consecuencia de esa crisis.

 

Realizar un tercer fraude a AMLO en la elección presidencial hubiera
significado con el contexto de luchas y resistencias del pasado sexenio la
posibilidad de una explosión popular que barriera con el decadente sistema
político electoral. Ante el riesgo de esa explosión popular (como las que se
verían en octubre del año siguiente en América del Sur) la clase dominante
aceptó la propuesta de AMLO de una transición pactada que no tocara a Peña
Nieto y a cambio de reconocerlo como Presidente. El aparato para imponer el
fraude estaba listo, pero la amenaza de la explosión popular les obligó a
mejor aceptar el pacto de transición implícito. Pero se mantuvo al conjunto
del sistema electoral, empezando por el INE (Instituto Nacional Electoral)
y la crisis de legitimidad de partidos e instituciones políticas.

 

El INE y los partidos quisieron mostrar el resultado del 2018 como prueba de
la vitalidad y compromiso democrático del sistema político electoral. Pero
no es cierto. La crisis y falta de legitimidad de partidos e instituciones
se mantuvo y fue la crisis lo que les obligó al reconocimiento del resultado
presidencial. No es casualidad que desde el inicio del nuevo gobierno, AMLO
contantemente ha estado en conflicto con el INE, sin poder transformarlo y
señalándolo como la estructura que siempre justificó los fraudes y trampas
electorales.

 

Las expectativas fallidas en los procesos legislativos

 

Paradójicamente, el reconocimiento de AMLO como Presidente (y la mayoría de
Morena en el Congreso) le otorgó a los ojos de algunos sectores una imagen
de cierta relegitimación de los procesos electorales, parlamentarios y de
vida de partidos. Diversos movimientos, incluso movimientos sociales en
lucha, se crearon ilusiones con la acción parlamentaria y legislativa de los
diputados y senadores, especialmente con motivo de la conformación de una
nueva mayoría que supuestamente revertiría todos los agravios al pueblo y la
sociedad realizados por los gobiernos neoliberales del PRI y del PAN. Esa
relegitimación relativa también se vio alimentada, en otro terreno, por el
hecho de que se trataba de la primera legislatura paritaria. El importante
avance en términos de la representación de mujeres en el Congreso en las
elecciones del 2018, ha sido resultado de muchos años de luchas del
movimiento amplio de mujeres y del feminismo que poco a poco se fue
traduciendo en reformas legales que obligaban a los partidos (aunque no
estuvieran de acuerdo) a postular mujeres en sus candidaturas.

 

La expectativa y relativa legitimación del trabajo legislativo estimuló el
cabildeo con las y los congresistas, así como la búsqueda de acuerdos y
reformas legales favorables a los movimientos sociales y sus muchas veces
añejas demandas. Varias veces la nueva mayoría recurrió al expediente de
“parlamento abierto” para escuchar las demandas y supuestamente influir
desde el movimiento en las reformas legales a aprobar. El resultado fue
frustrante porque la orientación del nuevo gobierno que derrotó al PRIAN y
en consecuencia su mayoría legislativa no es resultado de esas luchas, ni es
consecuentemente antineoliberal como frecuentemente declara el Presidente.

 

Como hemos señalado en otras ocasiones, el nuevo gobierno pese a su discurso
de supuestamente acabar con el neoliberalismo, mantiene las principales
líneas del neoliberalismo como son los megaproyectos, tipo el llamado Tren
Maya, el PIM (Plan Integral Morelos), el transítsmico, los proyectos
extractivistas, al mismo tiempo que en seguridad pública continúa los
procesos de militarización previos, como lo muestra la creación de la
Guardia Nacional y el papel central de las fuerzas armadas, especialmente el
ejército, en la política gubernamental (recuérdese la defensa total del
General Cienfuegos). La crisis humanitaria, reflejada en miles de
desaparecidos, ejecutados y el feminicidio rampante, se mantiene también. Y
no se trata simplemente de una inercia de violencia previa de los anteriores
gobiernos, sino también de la actitud y el enfoque al respecto del gobierno.
Ejemplo de ello es la negativa del propio Presidente a reconocer la gravedad
de la violencia contra las mujeres, según “sus propios datos”. El movimiento
feminista ha mantenido su lucha contra los datos reales de violencia y
muerte contra las mujeres que niega el Presidente. Esta combinación de
discurso antineoliberal y megaproyectos neoliberales, similar al de
gobiernos latinoamericanos llamados progresistas en el ciclo anterior, es lo
que nos ha llevado a calificar a este gobierno como de progresismo tardío
cuando ya no tiene la ventaja de los precios del petróleo para financiar
programas sociales, sino solamente la austeridad con la cobertura de la
lucha contra la corrupción (ver las resoluciones del CC del PRT en la
revista La Internacional 1 y 2). Y a todo ese desastre, en el 2020 hubo que
agregar la crisis combinada sanitaria y económica con los terribles saldos
no solo de desempleo y parálisis económica, sino de vidas y contagios,
básicamente entre la clase trabajadora y las mujeres sometidas, en el
confinamiento, a la crisis de reproducción social y cuidados.

 

Los primeros en sufrir la frustración sobre las ilusiones y expectativas no
sólo en el nuevo gobierno sino en la nueva mayoría legislativa fueron
organizaciones sociales, relevantemente campesinas, que habían hecho
compromiso de voto por Morena y que no solo no obtuvieron candidaturas en el
proceso de 2018, sino que ya instalado el nuevo gobierno encontraron el
rechazo a sus demandas. Con el argumento neoliberal de que las
organizaciones sociales, colectivas, eran instrumentos de la corrupción y
que los beneficios sociales debían individualizarse han sufrido la negativa
a negociar con ellas y más bien esta ofensiva destructora de las
organizaciones colectivas. La aplicación del neoliberal plan de austeridad,
denominado austeridad republicana, también justificada en la lucha contra la
corrupción, ha significado recortes presupuestales en programas sociales no
solo en salud y educación, sino en cultura, programas contra la violencia a
las mujeres, búsqueda de desaparecidos y otros más descalificados como
corruptos. La cancelación, en esa lógica, de todo tipo de fideicomisos ha
llevado incluso al incumplimiento de reclamos históricos como el pago de la
deuda con los braceros.  Caso relevante ha sido el que la política de
austeridad ha afectado principalmente a los programas sociales y políticas
públicas enfocados a defender la vida, los derechos y las libertades de las
mujeres, pero no sólo por estricta aplicación  de la política económica
neoliberal de austeridad, sino porque la Presidencia abandera una visión
conservadora que se resiste a reconocer la gravedad de la violencia y
desigualdad de las mujeres y niñas, como ha explicado Alicia Mendoza
(ponencia en la Escuela de Cuadros del PRT “Austeridad y conservadurismo de
la 4T contra las mujeres y las niñas”) que demuestra que “en total se redujo
el presupuesto de 26 programas de apoyo a las mujeres, lo cual representó un
recorte de 69% de los recursos respecto al año anterior”

 

El recurso del llamado parlamento abierto ha sido señalado en la III
conferencia nacional de la Nueva Central de Trabajadores (el 23 de enero de
2021) como maniobra en que supuestamente se escucha a diversos movimientos
sociales pero donde los legisladores no toman en cuenta las propuestas.
Igual con recursos como la de las iniciativas populares que no son tomadas
en cuenta como la del derecho humano a la energía. Importantes demandas
sindicales, como la eliminación del outsourcing se encuentra detenida por la
oposición de las cámaras patronales y empresariales. Mientras las demandas
de la clase trabajadora se frenan, aquellas de la burguesía encuentran
siempre apoyo o incluso a sus propios representantes en las cámaras y el
gobierno. Han sido notorios incluso los conflictos entre sectores del
gabinete por temas ambientales, como el uso del glisofato, el fracking, los
intereses de Monsanto y aquellos que tienen que ver con la privatización del
agua como los de Constellation Brands en Mexicali o el agua en Chihuahua y
la decisión del Presidente de correr a todo el equipo de Conagua,
manteniendo solamente a su actual Titular. Abiertamente, Víctor Toledo,
anterior titular de SEMARNAT señaló a los representantes de esos intereses
empresariales desde la cabeza que era el Jefe del Gabinete, Alfono Romo y
las oscilaciones e indefiniciones del Presidente.

 

Debido a la relativa legitimación de la actividad legislativa y partidaria
que significó contradictoriamente el triunfo de AMLO en 2018, no deja de
sorprender que pese al resultado frustrante para los movimientos sociales en
estos casi tres años, ahora haya nuevamente muchos que estén buscando, con
infundadas ilusiones, candidaturas en Morena y los otros partidos del
gobierno.

 

Morena. ¿un nuevo partido de Estado?

 

Ciertamente el gobierno de AMLO necesita mantener y si le fuera posible
acrecentar, la mayoría legislativa en 2021, en preparación también a la
sucesión presidencial del 2024. Operaciones claves si ha de consolidarse un
nuevo régimen político en México que, como dijo Muñoz Ledo en su campaña,
lleve a Morena a gobernar durante 100 años, es decir como el régimen que
impuso el PRI en México por décadas. Lo que publicitariamente llaman la
“Cuarta Transformación” pero que es una pretensión muy lejana si se compara
con las 3 previas y revolucionarias transformaciones históricas en México.
No sólo porque la 4T mantiene lo central de las políticas neoliberales, sino
porque una Cuarta Transformación histórica requeriría no sólo de un
Presidente progresista, sino la más amplia participación y autoorganización
de las masas populares. No es el caso de un gobierno caudillista que no
permite la autoorganización porque considera a las organizaciones sociales,
colectivas, corruptas y a los partidos agencias de colocación. El partido
del gobierno, Morena, desde el triunfo presidencial no ha realizado
movilización alguna en las calles (excepto un intento fallido convocado no
por la dirección partidaria, sino por comités de base para realizar
pretendidamente una concentración de un millón de personas en apoyo a AMLO y
contra FRENA). El recurso al “pueblo sabio” se reduce al método
plebiscitario y consultas, preferentemente encuestas.

 

La consolidación de una mayoría parlamentaria debería pasar por la
consolidación del partido del gobierno Morena en un verdadero partido
político.  Esto es contradictorio con la dinámica caudillista, defecto
típicamente latinoamericano, que impone el Presidente con su progresismo
tardío, sus giros bonapartistas y su visión maniquea y binaria de estar en
una lucha entre liberales y conservadores, como la del siglo XIX. La sana
distancia del Presidente con respecto a su partido a partir de su llegada al
Poder Ejecutivo es más consecuencia de la visión caudillista de utilizar a
Morena para ganar la Presidencia que al compromiso institucional de gobernar
para “todos los mexicanos” y no sólo para su partido. Abandonado a la
dinámica de los intereses y conflictos entre grupos e intereses disímbolos
de lo que antes de la elección del 2018, Luis Hernández Navarro llamó “el
arca de Noé”, Morena entró, una vez ganada la elección del 2018, a una
temprana y rápida crisis que le llevó a la parálisis completa durante dos
años sin poder decidir quién ocupaba la presidencia del partido. La
confluencia en esa “arca de Noé”, constituida en el hundimiento del viejo
régimen, de grupos disímbolos e intereses encontrados, se convirtió en la
arena de reunión de carreristas, oportunistas y fuerzas representativas del
antiguo régimen, tanto del PRI como del PAN, como diversas fuerzas
patronales y de derecha con mayor o menor representación en el propio
gobierno. Para continuar en la defensa de sus intereses y carreras, así como
de posiciones de gobierno, estos sectores estuvieron en la disputa por la
presidencia del partido (que decide quién gana la “consulta” para postular
candidaturas) que finalmente recayó en Mario Delgado (que tiene su origen en
el viejo grupo salinista de Marcelo Ebrard y Camacho Solís) y ahora en la
definición de las candidaturas. En la mescolanza y choques de intereses
diversos las fuerzas dominantes del partido excluyen completamente cualquier
influencia y peso de antiguos militantes o activistas identificados con la
izquierda socialista y cuyos grupos u organizaciones ilusionados con las dos
ediciones sucesiva de progresismo (PRD y Morena) se disolvieron en ese
marco. Todos sus esfuerzos por reorientar o reformar un partido que no tiene
que ver con el programa de la izquierda socialista ni con los intereses de
la clase trabajadora y los movimientos sociales antineoliberales,
antipatriarcales o en general anticapitalistas están condenados al fracaso
(como ya les sucedió antes con el PRD). Ese esfuerzo y drama están a punto
de repetirlo con la ilusión de obtener candidaturas.   

 

En la interesante trilogía de artículos publicados por Pedro Salmerón
titulados “¿El fin de Morena?” se refleja este drama y desilusión de un
convencido lopezobradorista sobre la evolución de ese partido. Con la
descripción e información de terribles decisiones y casos de futuras
candidaturas de Morena para este 2021, Salmerón, muy alarmado, se pregunta
“¿Ya somos el PRD versión recargada?”  Para explicar la rápida evolución de
Morena (lo que al PRD le llevó algunos años), Salmerón pone el énfasis en el
predominio del criterio de eficiencia electoral en su partido. La anécdota,
muchas veces repetida, que ante la pregunta de por qué determinado candidato
“impresentable” o tránsfuga de la “mafia del poder” la que antes denunciaba
AMLO, la respuesta que Morena se da es “porque con él ganamos”.

 

Salmerón cita una conversación que tuvo con el fundador del PRD sobre el
tema: “Hace unas semanas, Cuauhtémoc Cárdenas me contó que ahora que puede
verlo en retrospectiva, la clave del desastre del PRD fue enfocarse en lo
meramente electoral, en la victoria, en la eficacia de los candidatos.
Añadió algo así como: en Morena deben cuidarse de repetir esa ruta”.
(https://www.jornada.com.mx/2020/12/29/opinion/013a1pol)

También citó un artículo de Martí Batres (“Morena a la carta”) que
crudamente describe la situación así:” Eficacia, popularidad,
competitividad, encuestas de reconocimiento como elemento definitorio… y si
falla, lo que sea, como el menú a la carta que el INE-Trife le sirvieron a
Mario Delgado para asaltar la presidencia de Morena: si el congreso del
partido no te sirve, lo echamos abajo. Si la encuesta no te gusta, la
modificamos. Si no confías en el Comité de Encuestas de Morena, le
encargamos la encuesta al INE. Si no estás en el padrón del partido, te
metemos. Si no eres consejero nacional, quitamos el requisito. Si no eres
conocido te dejamos gastar una fortuna en publicidad. Si no te gusta el
resultado de la encuesta, hacemos otra” (
https://www.eluniversal.com.mx/opinion/ marti-batres/morena-la-carta).

 

Aunque al final de sus artículos, Salmerón asienta su confianza en que no
todo está perdido, la descripción de lo ocurrido no permite dudas,
especialmente con lo que son ya las candidaturas que se prefiguran para las
gubernaturas de los Estados.

 

Pero lo que llama la atención del diagnóstico que hace Salmerón y su
explicación sobre la conversión de Morena en un PRD “recargado” es que
olvide de dónde viene este criterio que señala Salmerón de poner por delante
el criterio de candidaturas “ganadoras” que aporten votos. Es curioso que
hoy Salmerón se queje de este pragmático criterio cuando en 2018 para
responder a las críticas de quienes veían cómo se subían al “arca de Noé”
todo tipo de alimañas, pretendió justificar el recurrir a cuadros y
personajes del antiguo régimen con la experiencia de Trotsky al formar el
Ejército Rojo. Ya dijimos entonces que no había punto de comparación pues
Trotsky recurría a algunos oficiales del pasado, pero para ponerlos al
servicio del poder soviético, es decir después del triunfo de la Revolución.
Y organizar la confluencia de fuerzas, sectores e intereses del antiguo
régimen para ganar una elección porque supuestamente garantizan votos,
oculta en realidad el pacto que permite mantener la Presidencia y cohabitar
con intereses disímbolos de las clases dominantes. No es un defecto de la
táctica electoral, sino reflejo del carácter de un partido hecho para ganar
la Presidencia de la República como prioridad absoluta y que ahora se cobra
su perspectiva estrictamente electoralista satisfaciendo los intereses de
los diversos sectores de la clase dominante y el carrerismo de sus voceros.
Por supuesto, por lo que ya hemos señalado del gobierno de progresismo
tardío el programa de la izquierda y cuadros representativos de la misma
están totalmente ausentes de los círculos de poder de Morena y del gobierno.
Tienen derecho a votar (en las elecciones constitucionales, no a ser tomados
en cuenta en las “consultas”), a ser representantes de Morena para cuidar el
voto en las casillas y reproducir arengas contra la derecha en las redes
sociales o si tienen acceso a otros medios hasta de quejarse o criticar como
certeramente hace ahora Salmerón. Pero no deciden.

 

La elección del 2021 se acompaña con otro retroceso democrático, producto de
una reforma legal previa, pero que hoy se aplica: la reelección consecutiva.
Adiós sufragio efectivo, no reelección. El lema de la revolución maderista
de 1910, durante muchos años incluso acompañó la firma de documentos
oficiales. Para esta elección diputados federales, pero también alcaldes y
diputados locales pueden presentarse para ser reelegidos. Incluso, con una
adición legal que les permite continuar como diputados durante la campaña
electoral en que buscan ser reelectos. La vieja aspiración de la derecha de
copiar el modelo estadunidense se hará realidad. Esta medida consolidará una
casta política y parlamentaria que permanecerá durante años. Hasta Edward
Kennedy, con su fama de progresista y demócrata, fue Senador de su estado
durante décadas. Cada elección él, como otros Senadores se presentan para la
reelección y la red de intereses que han generado a su alrededor hace
imposible removerlos del escaño. Frecuentemente hay un nuevo Senador hasta
que el que ha estado años se muere. Este proceso se iniciará en México ahora
en 2021 por el cual estos diputados podrán serlo hasta por 12 años
consecutivos. Peor para activistas que se asumen como de izquierda o
representativos de movimientos sociales en lucha pues si su pretensión es
disputar un lugar de un legislador que quiere repetir, lo más probable será
que la “consulta” diga que el candidato ganador, el que trae más votos,
casualmente es el que pretende reelegirse.

 

Habrá excepciones por intereses en pugna que modifiquen el resultado, como
en Cuauhtémoc, CDMX, donde parece que la candidata de Morena será Dolores
Padierna en vez de Néstor Núñez (hijo del ex gobernador de Tabasco por el
PRD Arturo Núñez). Pero la tendencia será clara a la consolidación de una
casta política burocrática que se mantenga como “profesionales” de la
política, y que consideran incapaces a representantes realmente populares.

 

Hemos tenido que referirnos particularmente a Morena por tratarse del
partido del gobierno y porque la crisis del sistema político electoral, como
dijimos desde el inicio, se mantiene y se profundiza en detrimento de una
vida real de partidos y lucha política. La situación en este terreno
potencia las pretensiones caudillistas del Presidente que hace que subordine
y demerite la vida de los partidos. En vez de una vida de partidos que
reflejen la pluralidad, se fomenta la idea de dos grandes y únicos bloques
en disputa: liberales y conservadores, chairos y fifís, la 4T y la derecha.
Incluso al decir liberales y conservadores no es exactamente el símil del
Partido Liberal y el Partido Conservador del siglo XIX y sus respectivos
proyectos de nación. AMLO lo ve como dos bloques donde incluso diferentes
partidos coexisten, suprimiendo así la verdadera pluralidad.  Por eso
seguramente no le ha preocupado la parálisis y crisis de Morena y se ha
facilitado el registro de otros partidos lopezobradordistas. No son
simplemente partidos “paleros” como los que tuvo mucho tiempo el PRI. Son
partidos que representan intereses diferentes unidos alrededor del apoyo a
AMLO y su 4T, whatever that means, pues pueden representar posiciones
diferentes y encontradas. Por ejemplo, Redes Sociales Progresistas
representa la corriente de Elba Esther Gordillo en el charrismo sindical,
radicalmente opuesto a movimientos sociales como el de la CNTE e incluso
diferente al de la dirección formal del SNTE, al que se le negó tener su
propio partido. El gobierno sostiene la reforma laboral que pretende
democratizar los sindicatos y al mismo tiempo establece alianzas y
corporativiza, no hacia el partido sino directamente al gobierno, a sectores
del charrismo sindical. Es el caso no solamente de Redes Sociales de la
Gordillo, sino el otro partido Fuerza por México, sostenido por Pedro Haces
y la CATEM. (el apoyo otorgado a estos partidos que vienen del charrismo
sindical, contrasta con la animadversión del gobierno a sindicatos en lucha
como el SME y el intento de conformar un partido obrero independiente como
sería la OPT). Para completar la heterogeneidad del bloque de partidos
alrededor del Presidente, está el partido de la extrema derecha en México,
el PES, de base evangélica y rotundo opositor a derechos de las mujeres y de
la diversidad sexual. La caricatura de Bolsonaro en México.

A esa heterogeneidad de nuevos partidos con registro, agréguese los ya
existentes aliados del Presidente como son el PT y el Verde La alianza con
el llamado Partido Verde no es solamente de pena ajena por sus posiciones
derechistas, sino por los acuerdos electorales que entre otros, se
reflejarán en Chiapas, donde Delgado ha acordado otorgarle una candidatura a
Jesús Oropeza Nájera, ex presidente municipal de Ocosingo y señalado por su
complicidad con la contrainsurgencia zapatista.

 

En consecuencia, el objetivo del gobierno de mantener la mayoría en el Poder
Legislativo puede lograrse aun si con la crisis y desprestigio por algunas
candidaturas no la lograra exclusivamente por la vía de Morena, sino por
medio de los otros 5 partidos que pueden servir como recipientes de
precandidatos perdedores en Morena. Canalizar allá a los descontentos con
los resultados de las “encuestas”, aunque mientras tanto estén buscando
actores, actrices y hasta boxeadores y luchadores que les aseguren votos
para mantener el registro de esos partidos. Nuevamente el criterio de
eficiencia en tener votos para ganar, no importa qué sea ganar o con quién
ganar.

 

Pero así colocado el escenario, se conformaría el bloque binario que sueña
AMLO, por un lado los partidos del Presidente encabezados por Morena y por
el otro lado el bloque los partidos de la derecha representados por la
alianza del PAN, PRI y PRD. (atrincherado en Jalisco, MC parece que irá
solo).

 

La dinámica por el lado del bloque del Presidente es de un pronóstico
reservado. En el desprecio a la vida de partido como entidad colectiva, el
Presidente fortalece su posición caudillista, como máximo árbitro del
conjunto de intereses particulares que le rodean. El riesgo en esa
heterogeneidad de fuerzas e intereses hoy alrededor suyo es que el sucesor
presidencial en 2024 no sea precisamente continuador de su proyecto
(cualquier que éste sea) aunque llegue a la Presidencia por Morena o por
esta coalición de partidos hoy en bloque. Parecería que el propio AMLO
intuye ese riesgo cuando en días pasados dijo en Oaxaca “no somos eternos,
sólo el Creador” para más adelante advertir que llegan nuevas
administraciones y cambian lo hecho por la inmediata anterior: “aunque el
nuevo gobierno pertenezca al mismo movimiento, ya es una visión distinta y
más si -toco madera pero aquí es plástico- si hay un retroceso, si regresa
la corrupción, si regresa el régimen de privilegios.”

 

Cuando se fundó el antecesor del PRI, el Partido Nacional Revolucionario,
Plutarco Elías Calles logró unir en un solo partido una fusión de diversas
fuerzas sociales y caudillos militares, así como partidos locales,
regionales (incluso algunos partidos socialistas regionales). Logró así
detener los constantes golpes y asonadas militares para entrar a la
institucionalidad y al mismo tiempo, por cierto, convirtiéndose en Jefe
Máximo aun después de concluido su mandato presidencial. Ya con el PRM
(Partido de la Revolución Mexicana) se formalizó la existencia de sectores
en el partido, el sector obrero, el campesino, el popular y en cierto
momento hasta el ejército. Ya con este funcionamiento el PRI funcionó
durante décadas, sobre la base de una visión maniquea donde decía
representar la continuidad de la Revolución Mexicana y al mismo tiempo a
todas las fuerzas en conflicto durante la Revolución, es decir a intereses
de clase encontrados.

 

La hegemonía de décadas del PRI, la época que Salinas llamaba “de partido
casi único” generó una concepción de que ese partido era la arena exclusiva
para la política, donde se dirimían y conciliaban todos los intereses (es
decir la conciliación de clases) y donde el árbitro final era el Presidente
en turno, “el primer priísta de la nación”. Esta hegemonía del priísmo lo
que en algún momento se le llamó un partido de Estado, generó esta ideología
que José Revueltas llamaba la “ideología de la revolución mexicana” que
impregnaba incluso a la izquierda y le impedía lograr y expresarse con
independencia política. Hasta antes del 68 (y para algunos todavía después)
era común que líderes locales, activistas de izquierda e incluso militantes,
buscaran en algún momento conseguir candidaturas y cargos de elección
popular por medio del PRI. La ilusión siempre era que esa vía era la única
manera “realista” de hacer política y defender causas populares en el marco
de ese partido burgués pero que exaltaba la conciliación de clases. O si se
era muy crítico, se alimentaba la ilusión de que solo “desde dentro” se
podría cambiar o reformar al PRI.

 

El bloque de partidos, no sólo Morena, alrededor de López Obrador puede
convertirse en esa arena donde se pretenda dirimir y conciliar intereses
diversos sobre todo de los sectores burgueses actualmente en pugna y
subordine o suprima la pluralidad política, pero especialmente la expresión
política de las clases trabajadoras y los partidos de izquierda. El reto es,
nuevamente, la necesaria independencia política y de clase de la izquierda.
La dinámica actual del sistema político tiende a debilitar la pluralidad de
partidos, en el esquema de dos bloques y apuntar al otro esquema soñado por
la derecha, además de la reelección consecutiva, que es el bipartidismo tipo
Estados Unidos. Ese bipartidismo que convierte a cada bloque en
representativo de diferentes intereses de las corporaciones y que al
funcionar se somete completamente a los intereses y capacidades del dinero,
lleva a la anulación de la expresión política partidaria de la izquierda y
la clase trabajadora.

 

Para muestra, un botón: las candidaturas para las Gubernaturas.

 

Los resultados de las candidaturas para Gobernadores de 15 estados de la
República confirma el carácter -muy lejano de la izquierda- de Morena en lo
que es el proyecto de encargados del poder ejecutivo prácticamente de la
mitad de los estados que es donde ahora se renovarán gobiernos locales. La
absoluta mayoría de las candidaturas proviene del antiguo régimen, una
consecuencia de cómo el “arca del Noe´” se llenó de tránsfugas huyendo del
barco que se hundía. Quizá solamente Víctor Castro candidatos para BCS viene
de la izquierda socialista, aunque ya habiendo transcurrido por el PRD. Los
conflictos para la determinación de las candidaturas no han dejado de
expresarse pero en general las “encuestas” les dan el respaldo a los más
desprestigiados provenientes del PRI o del PAN. Las maniobras realizadas
reflejan acuerdos en la lógica del PRIMOR, cono el caso de Clara Luz Flores
en Nuevo León o en un momento dado con Mónica Rangel en San Luis Potosí o
priístas como Indira Vizcaíno en Colima. En estas horas deberán determinarse
finalmente las candidaturas, quizá la que lleve más tiempo es la de San Luis
Potosí, donde el tema se le ha complicado a Delgado, incluso con la
presencia del Presidente en visita al gobernador priísta de donde regresó a
la CDMX descubriendo que ya se había contagiado de Covid. Es lo que Julio
Hernández llama el “batidillo potosino”

 

En general, como era el obvio plan los “super delegados” nombrados por AMLO
al inicio de su gobierno son los que están quedando como precandidatos a
Gobernadores. Por esa vía, en realidad, las candidaturas para Gobernadores
están resueltas en Morena. Vienen ahora las candidaturas para diputados
federales, locales y ayuntamientos. El procedimiento para determinar quién
tiene la candidatura será el mismo: la supuesta consulta. El “pueblo”
opinará por medio de supuestas encuestas y la dirección del partido
anunciará el resultado.

 

Activistas de algunos movimientos sociales y miembros de Morena que se
asumen de izquierda, en forma entusiasta se han estado registrando. Lo
anuncian, sobre todo en las redes sociales como si fueran a ser candidaturas
de Morena. En realidad se están registrando en este momento como
precandidatos. Después de ese registro, vendrá la famosa encuesta de
popularidad, quién asegura más votos, y la dirección partidaria anuncia
quién es la persona que tendrá la candidatura oficial de Morena. Por lo que
se ha visto ya en las candidaturas para gobernadores y lo que han sido las
orientaciones centrales de estos dos años de gobierno, en las siguientes
candidaturas que anuncie la dirección de Morena, ahora con Mario Delgado en
la Presidencia del partido, seguramente prevalecerán representativos del
antiguo régimen, del PRI y del PAN, de diversos grupos empresariales en
pugna y del charrismo sindical. Pero además, los aspirantes a una
candidatura tendrán el obstáculo de aquellos legisladores que pretenden
reelegirse, frecuentemente para el mismo cago y el mismo distrito. Desde
fines del año pasado se calculaba que de los 500 diputados federales
actuales alrededor de 443 pretendían relegirse. De ese número corresponden
230 a Morena que pretenden reelegirse teniendo un grupo parlamentario de
252. Es muy probable que las encuestas decidan que el “mejor posicionado”
será el o la legisladora que ya tiene ese distrito.

 

Es decir la ilusión de algunos activistas de movimientos sociales o de
militantes de izquierda de que por la justeza de su lucha e incluso del
apoyo popular por parte del movimiento en que participan, podrán disputar
alguna precandidatura de Morena es poco realista. En realidad, no porque no
tengan razón en sus luchas o incluso respaldo popular,  sino por el carácter
del partido. El error es pretender empujar determinadas demandas o causas
populares con precandidaturas de un partido como Morena. Eventualmente
pueden alcanzar alguna candidatura que no sea segura. Por ejemplo, si el
distrito importante que te interesa ya está ocupado por el legislador de
Morena que pretende reelegirse, podrían ofrecerte la candidatura en un
distrito que hoy es del PAN o del PRI. Con la dificultad de que seguramente
el diputado del PRI o del PAN correspondiente puede pretender reelegirse. De
todos modos, se trata de la elección más grande en la historia del país. Son
miles de cargos de elección popular. No solamente de gobernadores y
diputados federales o locales, también en algunos estados para presidentes
municipales y regidores y síndicos de los ayuntamientos (1063 diputaciones
locales en 30 congresos locales y 1926 ayuntamientos en 30 estados, además
de los 500 diputados federales). Finalmente al sistema le conviene pues ante
la grave confluencia de la crisis sanitaria y económica (cientos d miles de
muertos y un desempleo creciente) tratarán de subordinar las luchas sociales
contra las consecuencias de esas crisis a las luchas por candidaturas de un
partido que no representa los intereses populares o en general a la disputa
electoral que puede mantener absorbida a una parte de la población durante
el primer semestre en que las consecuencias de la crisis sean mayores
socialmente. El peor escenario de subordinación o invisibilización de las
luchas contra los efectos de la pandemia podría darse con esta campaña
electoral. Una campaña electoral que con motivo de la pandemia y el
confinamiento social no se hace y subordina a las luchas a no hacerlas en
las calles, en la movilización popular. Condena a la población a esperar
simplemente al día de las votaciones para ir a las casillas y previamente
escuchar por las redes sociales las promesas de campaña. Hay que recordar la
propuesta de AMLO antes de julio de 2018 en que proponía esperar a las
votaciones antes que seguir con bloqueos, marchas y paros contra las
reformas neoliberales. El sueño de pasividad popular y de un espectáculo
mediático, sin intervención popular en las luchas, se les puede hacer
realidad ahora. Las luchas, la movilización, pese a la pandemia tienen que
mantenerse, aun tomando las necesarias medidas de protección. Porque nadie
nos dará lo que necesitamos si no lo peleamos.

 

Es cierto que una posibilidad, en otras condiciones, sería el canalizar las
demandas populares por medio de la representación partidaria y parlamentaria
resultado de una elección. El problema es que en la actual circunstancia
política de México y el actual sistema político electoral no hay opciones
político partidarias confiables para hacerlo.

 

Félix Salgado, el caso extremo   

 

Además del conflicto en SLP, en otros estados está habiendo también
problemas por la imposición de candidaturas “impresentables” Por lo menos en
dos estados de la República en actos para definir candidaturas locales con
la presencia de Mario Delgado ha habido golpes, empujones y huevazos contra
los dirigentes partidarios. También en la Ciudad de México donde habrá
elección de Alcaldes y diputados locales, se anuncia el mismo curso, con el
acuerdo que la dirección de Morena trabaja con la corriente de Mauricio
Toledo.

 

El caso más relevante y que más ha repercutido nacional y mediáticamente es
sin duda el de Félix Salgado Macedonio como candidato de Morena a Gobernador
de Guerrero. Acusado por varias mujeres, incluso militantes de Morena, de
violación y hostigamiento sexual, su postulación ha generado una importante
polarización y división, incluso en las filas de Morena. De nuevo como parte
de las luchas históricas del movimiento amplio de mujeres y del feminismo,
se ha conseguido legalmente que se vete el que los partidos postulen como
candidatos a quien haya ejercido violencia contra las mujeres, no sólo
violencia política. Morena está confrontado ahora con esta exigencia.

 

Muchas feministas y colectivas han emprendido una fuerte lucha para impedir
que Félix Salgado sea postulado. Postularlo es una fuerte señal a favor de
la impunidad y una burla a la denuncia de las víctimas.

Un grupo de intelectuales ligados a Morena han hecho pública una carta a la
Comisión de Honor de Morena pidiendo su intervención para que se escuche la
denuncia de las mujeres víctimas de violencia de parte de Salgado y
exigiendo se cuide el prestigio de Morena.

 

En realidad, por lo que hemos dicho antes, el problema no es el prestigio y
coherencia de Morena pues en realidad el criterio de ese partido para
postular a Salgado tiene que ver con la idea de candidaturas que “ganen
votos” no importa para quién o para qué. Ese criterio es el que está
estallando en todas partes de Morena cuando algunos pretenden candidaturas
para potenciar demandas de movimientos sociales en lucha o de causas justas
y la dirección del partido, con la justificación de una supuesta consulta,
decide que la candidatura mejor para ganar votos supuestamente es la
candidatura de alguien “impresentable” como Salgado. El extremo de Félix
Salgado es la consecuencia del carácter y orientación de Morena. Tienen
razón feministas, simpatizantes de Morena, que anuncian que si su partido
mantiene a Félix Salgado como candidato renunciarán. Pero el problema no es
sólo esta candidatura sino el carácter y orientación del partido. Porque
seguramente otras inconformes, ligadas más a un feminismo institucional, si
Salgado se mantiene como candidato ellas se mantendrán en Morena pues dirán
que Salgado no es el partido, ni la 4T, ni AMLO.

 

El problema para esta visión es que el Presidente ya se pronunció. Y primero
dijo que el “pueblo” voto por Félix Salgado para candidato y eso es lo
democrático. Después le subió y dijo que las acusaciones contra Salgado son
politiquería y es un ataque de la derecha (en anteriores ocasiones ya ha
acusado a feministas de estar aliadas con la derecha o manipuladas por la
derecha) Y tercero, cuando en la conferencia de prensa le vuelven a
preguntar sobre el caso y le dicen que rompa el pacto de silencio, se enoja
y dice “ya chole” con eso. O sea, quienes esperaban alguna corrección de
Morena o de su dirigente máximo y fundador con la ilusión de que serían
diferentes, lo tienen en toda su expresión. López Obrador dice “ya chole”;
no insistan, Félix Salgado se queda como candidato. Otra cosa es, como dice
el propio Salgado, “guerra sucia” contra su candidatura.

Con toda razón, movimientos feministas en todas partes y especialmente en
las redes sociales están llamando a romper el “pacto de silencio” patriarcal
que justifica y sostiene a alguien como Salgado. Y el reclamo para que roma
el pacto se ha dirigido ya al propio Presidente López Obrador. Y el
Presidente consecuente con su concepción conservadora, moralista y
subestimadora del nivel de violencia existente contra las mujeres en este
país, ha respondido: no rompe el pacto patriarcal.

 

El reto, en todo caso, ahora es para aquellas personas, feministas y no,
integrantes de Morena confrontados sin lugar a dudas con el carácter y
definición de su partido. Incluso quienes están aspirando a una candidatura
de Morena ¿aceptarán ser candidatas de Morena, al igual que Félix Salgado?
Esperarán a tener la foto de AMLO donde apoye su candidatura y les levante
la mano, como igual hará con Salgado?

 

El problema y el reclamo contra Felix Salgado no es por el “prestigio” de
Morena. Tampoco es porque haya que amenazar que como “voto de castigo” se
votará por un partido y candidato opuesto a Salgado y Morena. Porque no hay
alternativa en ese terreno. No se chantajea con votar por la derecha, PRI,
PAN o PRD, con tal de no hacerlo por Salgado y Morena. Esa no es la
disyuntiva. La disyuntiva y alternativa no está en el actual sistema
político electoral y de partidos, sino el continuar la lucha desde el
movimiento social y autónomo en que te diriges al gobierno de la supuesta
4T, o a la Cámara de Diputados y Senadores, como te diriges frente a
cualquier autoridad: defendiendo los reclamos y causas populares ante el
poder y no porque confíes en ellos o hayas votado por ellos o porque creas
que te representan.

 

El reclamo del movimiento, especialmente de mujeres y feministas, contra la
candidatura de Félix Salgado no por defender el prestigio y coherencia de
Morena. Es porque en la actual relación de fuerzas políticas del país y la
descomposición del sistema político y electoral, es muy probable que si
Salgado es postulado por Morena será Gobernador de Guerrero. Si Salgado es
Gobernador (el “toro sin cercas”) se asegura la impunidad y el desprecio al
reclamo contra la violencia a las mujeres, se potencia la violencia contra
las mujeres teniéndolo como símbolo del triunfo del “pacto patriarcal”
ratificado por el propio Presidente.

 

No hay opción en el actual sistema electoral y de partidos.

 

Volvemos a la idea inicial. Junto a la convergencia de crisis sanitaria y
económica, que por sus consecuencias está siendo una crisis multidimensional
en todo el mundo, en México confluye con la vieja crisis del sistema
político electoral y de partidos, su crisis de legitimidad. Se pensó que el
resultado presidencial en 2018 la habría superado pero en realidad se
pospuso y ahora nuevamente se expresa. En una situación más complicada por
la dinámica del nuevo gobierno que conserva un alto nivel de aceptación,
sobre todo en torno a la figura presidencial, pero al mismo tiempo en una
circunstancia en que esta figura se potencia en forma caudillista y el resto
de instituciones políticas se eclipsan y debilitan. Incluso con motivo de la
pandemia y la cuarentena, hubo un momento a mediados del 2020 en que todas
las instituciones del estado se eclipsaron y solamente el Presidente y sus
“mañaneras” funcionaban. Los tiempos y plazos legales para resolver se
pospusieron y el Congreso dejó de sesionar. La tendencia autoritaria y de
estado de excepción que se ha vivido en varios países con motivo de la
pandemia, en México se expresó en esta potenciación del presidencialismo
aunque no se aprobaran estados de sitio o toques de queda. Otra forma de
estado de excepción.

 

Entrados en la campaña electoral del 2021 (incluso en 2020 algunas
elecciones locales se pospusieron por la pandemia) las debilidades del
sistema electoral y de partidos se harán manifiestas. Hay nuevos partidos
registrados, pero en la competencia electoral solo dos bloques. Unos y otros
se presentan a sí mismos como las únicas alternativas. El resultado es que
no hay expresión político partidaria reconocida legalmente que represente ni
a la izquierda ni a los movimientos sociales, sindicales, populares,
feministas o indígenas -que sí existen- en este terreno.

}

El sistema, consciente de la exclusión que ha venido realizando dificultando
el registro de nuevos partidos, especialmente de la clase trabajadora, y
subordinando toda experiencia y ejercicio político al dinero, aceptó en
algún momento crear la figura de candidaturas independientes. Aunque las
candidaturas independientes (¿independientes de qué? de los partidos?)
permitían canalizar el desprestigio de los partidos actuales, no son la
mejor solución. Precisamente al pretender canalizar el desprestigio de los
partidos, las candidaturas independientes van en el camino de otro de los
valores del neoliberalismo en la política. Para el neoliberalismo lo que
debe contar es el individuo y por tanto las candidaturas en lo individual y
no el programa o el partido. Esta individualización de la política permite,
justifica o tolera el espectáculo que hoy se ve escandalosamente en toda su
plenitud: los chapulines, los brincos de candidatos de un partido a otro.
Como hemos dicho antes, a esos partidos no les interesa el compromiso o los
intereses de determinado candidato sino simplemente saber si le asegura
votos o no. Y la imagen que se construye de la candidatura es sobre la base
de sus supuestas virtudes y características personales y no por el programa
que defiende, lo que representa su partido y el compromiso político que
defiende.

 

Las candidaturas independientes tienen esa perspectiva donde debes potenciar
a la persona, cuando lo que se necesita hoy es mostrar que la clase
trabajadora y el pueblo en lucha contra el capitalismo patriarcal, ecocida y
neoliberal tiene otra opción, otro proyecto, otro partido. De todos modos en
las actuales circunstancias desde 2015 que se creó esta figura hemos apoyado
varios intentos de candidaturas independientes que fueran representativas de
movimientos en lucha o de la izquierda anticapitalista. En 2015, desde el
PRT, lo intentamos junto con los camaradas de la OPT para la elección de la
Constituyente de la Ciudad de México. Y para la elección presidencial del
2018 apoyamos la lucha por el registro de la candidatura de la compañera
Marichuy, vocera del Congreso Nacional Indígena. Sin embargo, estos casos
mostraron también la otra vertiente de este proyecto: diseñado para impedir
el registro de candidaturas realmente independientes de los partidos y
haciéndolo depender de requisitos incluso mayores que para un partido pero
igual de caros que implica contar con muchísimo dinero para hacerlo. De
nuevo, un instrumento que deja fuera a candidaturas de la clase trabajadora,
del pueblo y de los movimientos de resistencia contra el neoliberalismo y el
capitalismo patriarcal. Ejemplo del carácter de esas candidaturas son las
del Bronco el Gobernador de Nuevo León y la candidatura de Margarita Zavala
en 2018.

 

En 2015 se registraron 37 candidaturas independientes. En 2018 se
registraron 39. De todos estos solamente Manuel Clouthier, hijo del
candidato panista en 1988, pudo ganar una elección. Para este año todo
indica que solamente dos personas alcanzarán el registro de candidaturas
independientes, una en Tlaxcala y otra en Michoacán. Compañeras y compañeros
de izquierda, incluso de la OPT en BC, intentaron registrar candidaturas
independientes. A las dificultades para registrar candidaturas debió
agregarse ahora los riesgos de la pandemia. Las candidatas del MTS en la
CDMX reclamaron al INE que se eliminara el requisito de conseguir las firmas
de apoyo en las calles por el riesgo de contagios y obviamente se les negó.

 

Esto ha llevado a la conclusión clara desde el movimiento de que no hay
opción propia de la izquierda en el actual escenario político. Ya desde el
año pasado, en el informe presentado por Humberto Montes de Oca a la
Conferencia Nacional de la Nueva Central de Trabajadores (NCT) se dijo
claramente el nuevo gobierno “no nos representa, no es un gobierno de los
trabajadores”. En la III conferencia nacional de la NCT, el 23 de enero,
teniendo enfrente el proceso electoral de este año el diagnóstico es
contundente y coincidimos totalmente:

 

“El régimen de partidos está diseñado de tal forma que descarta la
posibilidad de una auténtica expresión política de las y los trabajadores.
Estos, en su carácter de ciudadanos tienen que hacerse representar por los
partidos insignia del sistema. Les está negada la posesión de una expresión
política propia. De tal modo que sólo podrán elegir entre las formaciones
políticas, en esencia, leales a la reproducción del sistema. Esta condición
que niega al proletariado la posibilidad de constituirse en sujeto social
autónomo, niega su potencialidad histórica y lo remite a su disolución en la
masa electoral.

 

“Para la burguesía, las y los trabajadores tienen derecho a ser
representados por otros, más no a representarse a sí mismos. Esta exclusión
política y el extravío que provoca redundan en una remontable pérdida de
identidad y pertenencia como clase social. Las luchas de resistencia al
capital van en un sentido construyendo identidad y pertenencia en la medida
en que avanza la conciencia y la organización clasista de los trabajadores.
La Nueva Central de Trabajadores debe contribuir al desarrollo de este
proceso” (documento base para la discusión de la III Conferencia de la NCT,
presentado por Humberto Montes de Oca en enero del 2021).

 

El mismo texto presenta un probable pronóstico al respecto “Tal pareciera
que vivimos un proceso de involución de la democracia en México. La
burocratización de la clase política emergente, la exclusión de la sociedad
civil y el movimiento social de los espacios legislativos y de gobierno sin
duda perfilarán una nueva crisis de representatividad legitimidad y consenso
del sistema de partidos. Como complemento del cierre de espacios de
participación democrática podemos también mencionar el engorroso trámite
para registrar nuevas organizaciones políticas y candidaturas
independientes, la simulación de los “parlamentos abiertos” y la
descalificación a priori de las posiciones críticas al gobierno”.

 

La conclusión de que no hay en el escenario político legal actual opción
para la clase trabajadora, la izquierda anticapitalista, los movimientos de
resistencia contra el neoliberalismo y el patriarcado, no nos lleva a ser
intimidados por la campaña gubernamental de que apoyamos o le hacemos el
juego a la derecha. No aceptamos la dicotomía gobierno o derecha. No
aceptamos que tomar posición política signifique definirse por una de esas
dos opciones. Construimos la opción de un polo alternativo de la izquierda
anticapitalista. Una opción que no está representada por el gobierno y sus
partidos.

 

Por supuesto tampoco apoyamos a la derecha ni votamos por sus partidos.
Venimos, por lo menos desde 1968, como izquierda luchando contra el PRI, el
régimen de partido de Estado constituido alrededor del PRI. El PRI
responsable de Tlatelolco, del 10 de junio de 1971, de los desaparecidos
políticos que vienen desde la época de Echeverría. Nuestra lucha contra el
PRI es desde antes de Salinas y sus Chicago Boys (como Zedillo, Colosio,
Camacho Solís). Varios de la generación y del equipo de Echeverría son parte
del nuevo gobierno. No olvidamos. Así que a nosotros no nos pueden preguntar
“¿dónde estabas cuando el PRI..?” porque nosotros no éramos de los que
estaban con el PRI.

 

Los lopezobradoristas se preocupan de que la abstención no permita a Morena
tener la mayoría en el Poder Legislativo. En realidad es un problema falso
que sólo se usa para chantajear con la calumnia de que si no votas por ellos
es que estás votando por la derecha. El universo de curules a distribuir de
todos modos es de 500. Con abstención o sin abstención esas 500 curules
deben repartirse proporcionalmente entre los partidos contendientes. El
desfonde del PRIAN (y más del PRD) es real. Su desprestigio y derrota es
histórica. No pueden recuperar la mayoría legislativa. La ofensiva de la
derecha es sobre todo mediática. Tampoco es en la calle y la movilización
(sus marchas son motorizadas y sus “plantones” son de carpas vacías). Como
sea AMLO mantiene un gran nivel de aprobación. Por supuesto no es lo mismo
que Morena. Pero entre Morena y los partidos aliados desde los charros
sindicales de Gordillo hasta la extrema derecha evangélica del PES, tendrán
la mayoría de los asientos de la Cámara. Aunque haya gran abstención y
desilusión de votantes de Morena. Con poca o mucha votación tienen que
repartirse los 500 lugares.

 

Para nosotros el problema hoy no es el de definir una fórmula de votación,
sino el de avanzar en un polo alternativo e independiente de la izquierda
anticapitalista aunque todavía no sea en torno a una alternativa político
partidaria. Pero el polo alternativo, independiente del gobierno y la
derecha, independiente de todos los partidos del sistema, puede avanzar por
la vía de la coordinación de reales movimientos sociales de oposición
radical al capitalismo y que son independientes del gobierno y sus partidos.
En la actualidad esto se expresa en por lo menos tres grandes referencias al
nivel de los movimientos sociales y que deberían ser la base de conformación
de un polo social alternativo. Por un lado la referencia que al nivel de la
clase trabajadora representa el eje del SME y la NCT, en segundo lugar por
la referencia que representa la lucha de los pueblos indígenas y
originarios, alrededor del CNI (Congreso Nacional Indígena) y el zapatismo y
en tercer lugar por el potente movimiento de mujeres feministas que luchan
contra la violencia a las mujeres, el feminicidio y por otros derechos
incluido el del aborto, pero que en general asumen una perspectiva contra el
patriarcado capitalista.

 

La confluencia y fundamento de estos tres movimiento en lucha, el de la
clase trabajadora representada por la NCT, el de los pueblos indígenas
representados por el CNI y el del movimiento feminista anticapitalista no se
reduce simplemente a un acuerdo de mitin o marcha, a un nuevo membrete, sino
a una confluencia de fondo programática alternativa ante la crisis que se
vive nacional e internacionalmente. La NCT ha avanzado a un proyecto de
programa muy completo, recogido en el texto que se llama precisamente
“Salud, pan y trabajo” porque requerimos un programa no solamente sectorial
sino global, ante la crisis social y política que se vive, pero que incluye
también la salud y la defensa de la vida. La conjunción de las perspectivas
programáticas de trabajadores, indígenas y mujeres, nos representaría como
ese polo alternativo ante la profundización de la crisis multidimensional
que se ha acelerado con la pandemia y ante la previsible crisis de
legitimidad del sistema político electoral. En definitiva, es una
alternativa política y programática frente al poder.

Ciudad de México a 20 de febrero de 2021. 

 

* Edgard Sánchez, miembro del Comité Político del PRT (Partido
Revolucionario de los Trabajadores).

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