Uruguay/ Hacia el 8 de marzo: otras alertas [Nohelia Millán García]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Feb 27 11:35:53 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

27 de febrero 2021

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Uruguay

 

Hacia el 8 de marzo: otras alertas 

 

Nohelia Millán García *

La Diaria, 27-2-2021

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A comienzos de este mes, la Comisión Económica para América Latina y el
Caribe (Cepal) presentó el informe “La autonomía económica de las mujeres en
la recuperación sostenible y con igualdad”. Allí se describe con claridad
los efectos en la vida de las mujeres que está dejando la situación global
de pandemia. Quienes trabajamos desde hace muchos años en el campo de la
igualdad de género, no nos encontramos ante fenómenos nuevos; los problemas
son los mismos pero se han profundizado, lo que nos habla de un enorme
retroceso para los pequeños avances que se habían logrado en las últimas
décadas.

 

El primer punto lo constituyen la desigualdad socioeconómica y la pobreza.
El acceso limitado a las necesidades básicas, vivienda, salud, educación,
transporte, ingresos propios, fue el lugar de partida en marzo de 2020, y la
epidemia sólo dejó a las mujeres pobres más pobres. Las mujeres son más en
los hogares con más carencias y son ellas las que tienen personas a cargo,
sobre todo personas menores de edad. En estos hogares los ingresos de esas
mujeres no son ingresos que posibiliten el desarrollo, son ingresos para
sobrevivir. Muchas veces están solas o con compañeros que no son padres de
los niños a cargo, por lo que la responsabilidad del cuidado y el sostén
recae sobre sus hombros. La posibilidad de empleo se concentra en el ámbito
informal, por lo que el acceso al crédito o al financiamiento de proyectos
propios es casi imposible. No está de más subrayar que en situación de
pandemia los trabajos informales de los que vivían muchos hogares pobres se
han reducido o han desaparecido; ejemplo de esto son las tareas de cuidados
y las de trabajo doméstico remunerado, dos tipos de empleo mayoritariamente
realizados por mujeres.

 

El aumento del desempleo en el período marzo-diciembre de 2020 en Uruguay
fue un punto porcentual más para las mujeres que para los hombres. En marzo
las cifras de desempleo eran de 9,80% para los varones y de 10,50% para las
mujeres; en diciembre el desempleo era de 8,70% para los varones mientras
que en las mujeres la cifra era de 12,60%. En diciembre pudimos ver el
resultado de una reactivación económica después del primer confinamiento y
hubo una recuperación porcentual en el empleo para los varones; sin embargo,
lejos de recuperarse el empleo de las mujeres, aumentó la brecha entre
ambos.1 Esto nos puede estar hablando de que muchas mujeres no regresaron a
su lugar de trabajo, no mantuvieron su empleo y muchas más lo perdieron.

 

Otro punto que releva el informe cuando habla de la desigualdad
socioeconómica y la pobreza refiere a la brecha digital. Hace muchos años
que hablamos de la necesidad del acceso digital como acción determinante en
el camino hacia la justicia social. El Plan Ceibal fue una propuesta que se
comportó como agente catalizador de un cambio estructural en el acceso y en
la alfabetización digital universal en nuestro país. Pero ¿qué es lo que
pasa con las mujeres adultas pobres? El trabajo en confinamiento nos colocó
de cara a una realidad que no habíamos percibido en su dimensión. Si bien
podemos presumir de que muchas de las mujeres acceden a teléfonos u otros
dispositivos inteligentes, (1) la conectividad es cara (hoy 10% más cara que
al comienzo de la pandemia) y las posibilidades que da el dispositivo son
subutilizadas. El acceso a algunas redes sin capacidad de crítica trae
peligros que van desde la desinformación activa y estresante hasta el riesgo
de acoso y otras formas de violencia basada en género.

 

Pero este no es el único problema ni el más grande. Cuando empezaron a
aparecer en plena emergencia los formularios para acceder a las canastas del
Ministerio de Desarrollo Social (Mides) o se agudizó la necesidad de hacer
trámites cotidianos en línea (algunos sólo se podían realizar por esa vía),
se materializó más que nunca la brecha digital. Muchas mujeres buscaban
apoyo para completar los formularios, las letras eran pequeñas en los
celulares, las preguntas no siempre eran claras o no se adaptaban a lo que
ellas podían o sabían responder. Y con los captcha muchas veces se buscaban
confirmaciones en fotos que en un teléfono se ven muy chicas y necesitan
destreza para marcar lo correcto. En fin, una vez más el país inclusivo e
integrado se nos escapó por la ventana.

 

En la educación la brecha digital se vivió sobre todo en el acceso a
dispositivos y a conectividad; los niños, niñas y adolescentes no siempre
tenían dispositivos con la memoria RAM suficiente para sostener horas de
clase en Zoom, y el gasto de datos es enorme. Muchas veces el acceso a clase
dependía de la presencia de personas adultas con conectividad. De esta
experiencia creo que el cuerpo docente tiene mucho y mejor para decir.

 

En el confinamiento se multiplicaron las horas de trabajo no remunerado, el
sistema de salud y el educativo se apoyaron en la espalda y en las
oportunidades de las mujeres.

 

Otro eje de desigualdad de género capital es la división sexual del trabajo
(no voy a diagnosticar sobre lo que las feministas desde diferentes
disciplinas hemos hablado y escrito hasta el cansancio). Sólo subrayaré lo
que dice el informe de la Cepal al respecto: las mujeres somos las que hemos
estado en la primera línea de enfrentamiento a la pandemia. En el
confinamiento se multiplicaron las horas de trabajo no remunerado, el
sistema de salud y el educativo se apoyaron en la espalda y en las
oportunidades de las mujeres. También, como decía al comienzo, las mujeres
se encontraban empleadas en las ocupaciones que se retrajeron primero,
sectores asociados a los servicios o al cuidado. Sectores que no era posible
sostener con el trabajo a distancia. Al mismo tiempo, eran las que daban las
batallas más complejas, por ser la salud y la educación sectores sumamente
feminizados.

 

También en confinamiento se produce un aumento del riesgo en la convivencia
con varones agresores; las mujeres tienen una menor capacidad de generar
redes de apoyo, de comunicación para buscar ayuda en las situaciones de
violencia doméstica, lo que las ha dejado más vulnerables. En noviembre de
2020, el Instituto Nacional de las Mujeres anunciaba que las consultas al
0800 4141 habían aumentado 25% en el período enero-setiembre comparado con
el mismo período de 2019.

 

Y para terminar el panorama, las mujeres son pocas en los ámbitos de toma de
decisiones. Al día de hoy, según un informe de la Oficina Nacional de
Servicio Civil (ONSC), casi 80% de los cargos políticos y de confianza de
los organismos estatales están ocupados por varones. La relación es la de
siempre, la conocida: a mayor responsabilidad y salario, menos mujeres. Si
bien en el Parlamento los datos no son más alentadores (en la Cámara de
Representantes no llegan a 30% y en el Senado no llegan a 20%), lo que
revelan los datos de la ONSC es que los elementos evaluatorios para
seleccionar candidatos y/o candidatas a determinados cargos siguen estando
cargados de patrones sexistas.

 

Con este panorama, ¿cuál será el camino a seguir por Uruguay para amortiguar
el enorme impacto que esta crisis global tendrá sobre las vidas y las
oportunidades de desarrollo de las mujeres? La CEPAL hace propuestas
concretas.

 

1.Orientar los recursos de inversión que potencien el empleo de calidad de
las mujeres. Aquí me voy a detener un minuto en poder pensar la categoría
empleo. Muchas mujeres, sobre todo quienes tienen hijos e hijas a cargo,
buscan empleos dependientes. No hay que olvidar que para acceder a las
prestaciones (sobre todo al Fondo Nacional de Salud) del sistema de
protección social de nuestro país lo más seguro es un empleo dependiente y
regularizado.

 

2.Las políticas de reactivación económica deberían incluir una perspectiva
de género en la identificación de sectores a potenciar y en las políticas
fiscales de estímulos.

 

3.Necesitamos políticas fiscales que contemplen dentro de sus objetivos el
cierre de brechas de género. Para esto sería interesante estimular con
decisiones fiscales las experiencias de gestión con enfoque de género, como
lo es el Modelo de Calidad con Equidad de Género que Inmujeres implementa
desde 2008.

 

4.Precisamos sistemas integrales de cuidados que incluyan a todas las
poblaciones que hay que priorizar en el derecho al cuidado, buscando dar
respuestas no sólo desde el sistema público, generando sinergias en la red
de protección social, el sistema de salud y el de educación, entre otros;
también desde la corresponsabilidad social y de género en el sector privado.
El Sistema de Cuidados en Uruguay ha sido una experiencia imperfecta, pero
que ha liderado el proceso de reconocimiento, redistribución y reducción de
la carga de trabajo de cuidados que recae sobre las mujeres, una de las
prácticas inspiradoras para otros países de la región.

 

En fin, este 8 de marzo las mujeres tenemos motivos para estar preocupadas:
seguimos teniendo el mundo en los hombros y este pesa mucho más. 

 

* Nohelia Millán García es militante feminista.

 

Nota 

 

1) Cifras del Instituto Nacional de Estadística. 

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