Colombia/ Adonai Rincón: "Hay que contar la historia a través de nosotras, las mujeres" [Laura Casamitjana García]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Ene 2 00:57:15 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

2 de enero 2021

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Colombia



Adonai Rincón: “Hay que contar la historia a través de nosotras, las
mujeres”



Representar a las víctimas en territorio hostil: del falso positivo a la
Mesa de Víctimas de Rioblanco.



Laura Casamitjana García (Proyecto Berracas)

La Marea, 31-12-2020

https://www.lamarea.com/



En culturas ancestrales, las conchas de cauri se consideraban mágicas y eran
empleadas para el presagio de augurios. También se utilizaban como moneda de
cambio —y, en consecuencia, como muestra de poder—. Las alhajas de cauri
nunca han perdido su componente mágico y aún hoy se asocian con la
espiritualidad. El imponente collar de caracoles marinos que porta Adonai
Rincón realza el aura mística que desprende. Su presencia solemne y sosegada
muestra a una mujer cercana a la sabiduría de una sacerdotisa, alejada de
universo de la mortalidad. “Bienvenidas a mi hogar, Rioblanco”, dice con una
cálida sonrisa. “Es complicado venir hasta aquí, lo sé”, añade. Hay que
hacer una auténtica odisea para llegar a Ítaca: Rioblanco nunca ha sido un
lugar fácil. La trayectoria histórica de sus habitantes, mucho menos.



“Mis hijos y yo somos víctimas del conflicto”, relata la mujer. “Mi familia
como tal lo es. Tengo dos hermanos que fueron asesinados por el Frente 21 de
las FARC. A mi hermana la mataron en El Líbano, donde operan los
bolcheviques del ELN, y a mi hermano lo asesinaron en Chaparral, también los
del Frente 21. Nosotros somos víctimas. Víctimas de desplazamiento, víctimas
de despojos”. Adonai es la menor de veinte hermanos y hermanas, varios de
ellos afectados por diferentes hechos victimizantes ocasionados por
prácticamente todos los grupos armados dentro del conflicto armado
colombiano. Ella hace parte de las víctimas de su familia: “He sido
desplazada tres veces. Dos veces por la guerrilla y una por los
paramilitares. El primer desplazamiento fue por los paramilitares, me
acusaron de ser la novia de un guerrillero y que tenía un hijo de ese
guerrillero. ¡Pero nunca jamás! Este pueblo es así, lo acusan a uno de
cualquier cosa… y me tocó correr por eso”.



Oriunda de Chaparral, donde Adonai explica que el conflicto “tiene los
mismos actores y componentes”, se declara “rioblancuna orgullosa”. Tanto,
que se ha convertido en líder de la Mesa de Víctimas de Rioblanco.



“Mandaba la guerrilla y el paramilitarismo”



“Aquí se gestaron las FARC”, afirma la lideresa. No le falta razón: la
trayectoria del conflicto colombiano no se entendería sin el recorrido de
los distintos actores armados por el sur del Tolima.



Rioblanco fue el lugar en el que los limpios —liberales— y los comunes
—comunistas— unieron sus fuerzas contra el ejército: a mediados del siglo XX
se refugiaron en la finca El Davis, hasta que los partidarios de cada
corriente ideológica encontraron mayor enemistad entre ellos que la que
tenían en común contra el Estado. El día que rompieron la alianza se dio el
primer paso para la creación de lo que serían las incipientes autodefensas y
guerrillas campesinas, Rioblanco sería desde entonces un lugar con una gran
carga simbólica. Pero las FARC tenían otro gran motivo para ser tan
insistentes en la zona. Como explica el portal Hacemos Memoria, el municipio
es un corredor estratégico para la guerrilla: conecta el océano Pacífico con
los Llanos Orientales, una ruta cardinal para mover tropas y traficar tanto
insumos como armas.



Tras medio siglo de violencia, Adonai llegó a Rioblanco en 1994 como una
joven agente de tránsito que se encargaría de regular el tráfico en una zona
roja donde, tal como afirma, “mandaba la guerrilla y el paramilitarismo”.
Rememora cómo en aquel momento no imaginó que su trabajo también consistiría
en devolver su nombre a las personas asesinadas en el municipio.



“Pueblo pequeño, infierno grande”



La agente de tránsito lidió una y mil veces con los distintos grupos armados
que actuaban en Rioblanco. Una tarea complicada para una muchacha recién
llegada, pero la tenaz novata no se amedrentó. Al caer el sol a Adonai le
tocaba convertirse en el amparo de los ejecutados: “Yo recogía a los
muertos. Suena feo, pero era la realidad. Recogía a los muertos… y cada uno
de ellos tiene una historia. Yo fui muy acuciosa, recogía un cadáver e
indagaba porque… pueblo pequeño, infierno grande”.



Levantar cuerpos —en su mayoría por muertes violentas— y el impacto
emocional que ello conlleva se acentuaba aún más en la joven cuando se
encontraba que los cadáveres eran de mujeres a las que les habían robado la
vida y la voz: “Cada muerto tiene una historia. Y sobre todo cuando yo
recogía mujeres. Por eso que somos del mismo género pues a mí me dolía más.
Recoger a una mujer para mí era traumático, yo terminaba llorando
recogiéndola. Una vez que mataron a una prostituta, una señora me dijo que
la mujer tenía ocho hijos, y yo solo podía pensar qué van a hacer esos ocho
hijos…”.



La lideresa lo tiene claro: “Hay que contar la historia para que no se
repita”, asegura. Para la antigua agente de tráfico, hay que alzar la voz y
contar todo aquello que nunca se tuvo en consideración. “No están siendo
contados los abusos sexuales. Aquí a muchas mujeres les tocó acostarse con
un tipo para sobrevivir. Hubo un guerrillero que disfrutaba matando a las
mujeres: primero las hacía tener relaciones sexuales con él —de las maneras
que él quisiera— y siempre terminaba asesinándolas. Eso no lo saben los que
están detrás del escritorio. La ley y muchas personas hablan del conflicto
armado a partir de lo que han leído. Nosotros hablamos de lo que hemos
vivido”, atestigua.



Para reivindicar los hechos victimizantes la voz de la mujer tiene, para
Adonai, un papel trascendental: “Hay que contar la historia a través de
nosotras, las mujeres, que las hemos sentido más. Los hombres obvio, también
han sentido, pero por su machismo esconden muchas cosas”, porque para la
líder no cabe duda de que las historias de las mujeres han sido
invisibilizadas, como “el tema del abuso sexual y el desplazamiento, que a
las mujeres nos duele más. Nos duele dos veces más”.



“Yo fui un falso positivo”



Un caballo de Troya enviado por el Estado marcó un punto de inflexión en la
vida de Adonai. La fuerza pública, el Ejército, aquellos que supuestamente
deben velar por la ciudadanía, se convertirían en un peligro interno: “Yo
fui un falso positivo y fui capturada durante cuatro meses.” El canto de las
sirenas emitido por la administración, prometiendo gratificaciones a los
soldados que presentaran más bajas guerrilleras, derivaron en un fenómeno
trágico.



Las fuerzas estatales empezaron a ejecutar o retener extrajudicialmente a
civiles y hacerlos pasar por miembros de grupos armados, con tal de obtener
sus objetivos. La lideresa fue acusada de guerrillera bajo un pretexto tan
carente de sentido que ella misma desmontó: “cuando se crearon aquí en
Rioblanco las prebendas, les daban dinero a los militares por capturas. Aquí
hubo muchos falsos positivos, yo fui un falso positivo y fui capturada
durante cuatro meses. Estuve encerrada en Bogotá, en los calabozos de Puente
Aranda durante dos meses y medio, y un mes en la cárcel distrital. Pero
Gloria a Dios yo salí de eso, pude demostrar que no era cierto. Además, todo
era a raíz de un informante anónimo, que hizo el escrito —y no está ni
firmado—, pero así me capturaron. Después de que salí en libertad pude
demostrar que ese informante anónimo nunca existió. Le dieron preclusión al
proceso y regresé a mi trabajo”.



Alguien —apoyado por la espiral de violencia sistemática— lanzó un dardo
envenenado sobre Adonai: la hirió, pero no la devastó. Tuvo la capacidad de
resarcirse, planteárselo como una hostilidad de la que salió victoriosa y
reafirmada. Vendó sus heridas, decidió no callar nunca más e inició el
proceso que la llevó a ser la lideresa que es hoy en día: “Allí la
sobrevivencia es tan terrible que uno sale más fuerte. La cárcel me enseñó a
no quedarme callada. Desde ahí como que salí con que las cosas que viví, las
tengo que contar. Salí más fuerte, ese daño me hizo más fuerte. No quiere
decir que esté en contra del Estado, porque he trabajado con él, pero cuando
las cosas están mal hechas, hay que decirlas y no participar de ellas. Ni se
participa ni se queda callado, porque si me quedo callada estoy participando
con el silencio”.



“Ser líder social es como un delito para el Estado”



El talante sabio de Adonai le da una visión de futuro que se podría
considerar más un augurio que una conjetura: “la paz es posible, sí. Claro
que es posible. Ahorita con el acuerdo con las FARC se vio la posibilidad.
La desigualdad social y la ignorancia han sido los que han generado un
conflicto que no se ha acabado, sino que ha cambiado de nombre. Los señores
de las FARC hacen su dejación de armas, pero como a ellos no les cumplen,
entonces algunos están retornando a ellas. Cuando hicieron la dejación los
paramilitares tampoco les cumplieron. El conflicto sigue, pero ya con otro
nombre. Hasta que el Estado no cumpla siempre va a haber conflicto, porque
siempre va a haber alguien que no esté de acuerdo”.



“Ser líder social es como un delito para el Estado. A quienes lideramos
socialmente nos ven como si fuéramos de extrema izquierda: ‘ese no quiere
trabajar’. Y si uno pide los derechos de los demás, peor”. La lideresa no se
rinde y sigue con su tarea. Adonai es gran conocedora de la historia del
conflicto en el sur del Tolima. Forma parte de ella. Una de sus labores —y
pilar de su trabajo social— es preservar la memoria, por eso le gusta
mantener un vínculo estrecho con la juventud de Rioblanco y narrar todo lo
que pasó, “para que las siguientes generaciones conozcan los hechos y no
repitan los mismos errores”, explica. Ve en sus hijos el futuro de Colombia,
un futuro de paz y reconciliación. Porque son las víctimas, las mujeres
víctimas colombianas, las primeras que apuestan por un futuro posible y en
paz en sus territorios. (Este artículo forma parte de una serie de
reportajes que recoge el testimonio de las mujeres supervivientes del
conflicto armado en Colombia. Capítulo V.)

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