Estados Unidos/ Disturbios en la Colina [Mike Davis]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Ene 9 19:00:27 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

9 de enero 2021

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Estados Unidos



Disturbios en la Colina



Mike Davis

Sidecar, 7-1-2021

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Traducción de Viento Sur

https://vientosur.info/



Los sacrilegios de ayer en nuestro templo de la democracia –¡oh, pobre
mancillada ciudad sobre la colina!, etc.– fue una insurrección tan solo en
versión de humor negro. Lo que era esencialmente una numerosa banda de
moteros, se disfrazaron de artistas circenses y de extras de guerreros
bárbaros –incluido el tipo con la cara pintada en pose de bisonte cornudo en
abrigo de piel– y tomaron por asalto el principal club de campo, ocuparon el
trono de [el vicepresidente Mike] Pence, hicieron que senadores y senadoras
huyeran por los sumideros, se hurgaron las narices con desinterés y
revolvieron expedientes, y sobre todo se hicieron infinitas fotos para
enviarlas a los seres queridos en casa. Por lo demás, no tenían ni idea. (La
estética era Buñuel y Dalí en estado puro: “Nuestra única regla era muy
simple: no se aceptaría ninguna idea o imagen que pudiera prestarse a una
explicación racional de cualquier tipo.”)



Pero ocurrió algo inesperadamente profundo: un deus ex machina que apartó el
maleficio de Trump de las carreras de los halcones conservadores y jóvenes
leones de la derecha, cuyas ambiciones hasta ayer se habían visto trabadas
por el culto presidencial. Había llegado la hora largamente esperada para la
fuga de la jaula. La palabra surreal ha circulado mucho por ahí, pero
caracteriza con precisión la orgía bipartidista de la noche pasada, cuando
la mitad de los impugnadores senatoriales de la elección siguió el
llamamiento de Biden a un “retorno a la decencia” y vomitó enormes
cantidades de perniciosa devoción.



Seamos claros: el Partido Republicano acaba de sufrir un cisma irreparable.
Según las normas del Führerprinzip de la Casa Blanca, Mike Pence, Tom
Cotton, Chuck Grassley, Mike Lee, Ben Sasse, Jim Lankford e incluso Kelly
Loeffler son ahora traidores que se han pasado de la raya. Irónicamente,
esto les permite convertirse en candidatos presidenciales viables en un
partido que sigue siendo de extrema derecha, pero que ya se halla en el
postrumpismo. Desde la pasada elección y entre bastidores, la gran empresa y
muchos megadonantes Republicanos han estado cortando lazos con la Casa
Blanca, siendo el caso más sensacional el de esa institución
uber-Republicana, la Asociación Nacional de Fabricantes (NAM), que ayer
llamó a Pence a aplicar la 25ª enmienda para deponer a Trump. Por supuesto,
estuvieron muy contentos en los primeros tres años del régimen, con las
colosales rebajas de impuestos, la abolición completa de la legislación
medioambiental y laboral y un mercado de valores en éxtasis permanente. Sin
embargo, el último año ha demostrado inevitablemente que la Casa Blanca era
incapaz de gestionar importantes crisis nacionales o asegurar una mínima
estabilidad económica y política.



El objetivo es realinear el poder dentro del partido, con más grupos de
interés capitalistas tradicionales como la NAM y la Business Roundtable, así
como con la familia Koch, que desde hace tiempo se siente incómoda con
Trump. No nos hagamos ilusiones de que de pronto se han levantado de la
tumba los Republicanos moderados; el nuevo proyecto mantendrá la alianza
fundamental entre envangélicos cristianos y conservadores económicos, y
defenderá presumiblemente la mayor parte de la legislación de la era Trump.
En el plano institucional, los Republicanos del Senado, con una nutrida
lista de jóvenes talentos, gobernarán el campo post-Trump y, en una
despiadada competición darwiniana –sobre todo, la batalla por sustituir a
McConnel – dará lugar a una sucesión generacional, probablemente antes de
que la oligarquía octogenaria de los Demócratas haya hecho mutis por el
foro. (La principal batalla interna en el lado post-Trump en los próximos
años se centrará probablemente en la política exterior y la nueva guerra
fría con China.)



Este es un lado del cisma. El otro es más dramático: los Verdaderos
Trumpistas han pasado a ser de hecho un tercer partido, bien parapetado en
la Cámara de Representantes. Mientras Trump se embalsama en amargas
fantasías de revancha, la reconciliación entre los dos bandos resultará
probablemente imposible, aunque puedan surgir tránsfugas individuales.
Mar-a-Lago se convertirá en el campamento base del culto funerario de Trump,
que seguirá movilizando al núcleo duro de sus seguidores para aterrorizar
las primarias Republicanas y asegurar la supervivencia de un contingente
retrógrada en la Cámara y en los parlamentos de los Estados de mayoría
Republicana. (Los Republicanos del Senado, que reciben enormes donaciones de
empresas, son mucho menos vulnerables a tales retos.)



Mañana, expertos progresistas tal vez nos aseguren que los Republicanos han
cometido suicidio, que la era Trump ha pasado y que los Demócratas están a
punto de recuperar la hegemonía. Hubo afirmaciones similares, por supuesto,
con motivo de las despiadadas primarias Republicanas en 2015. Parecían muy
convincentes en ese momento. Sin embargo, una guerra civil abierta entre
Republicanos solo podrá ofrecer ventajas temporales a los Demócratas, cuyas
propias divisiones se han visto laceradas por la negativa de Biden a
compartir poder con los y las progresistas. Además, liberados de las fatuas
electrónicas de Trump, algunos de los senadores Republicanos más jóvenes
pueden llegar a ser competidores mucho más feroces por el voto de los
habitantes blancos y educados de las zonas residenciales suburbanas de lo
que piensan los Demócratas centristas. En cualquier caso, lo único que
podemos prever fiablemente –la continuación de una extrema turbulencia
socioeconómica– hace que las bolas de cristal políticas no sirvan de nada.

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