Debates/ Lo "mejor" de Karl Kautsky no es suficientemente bueno [Charlie Post]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Ene 12 12:17:38 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

12 de enero 2021

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Debates



Lo “mejor” de Karl Kautsky no es suficientemente bueno



Charlie Post *

Jacobin, 10-1-2021

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El resurgimiento del socialismo en los últimos años, tanto en Estados Unidos
como en el mundo entero, tiene dos fuentes. Por un lado, está el
resurgimiento de las luchas de masas, comenzando con la Primavera Árabe, los
levantamientos de Wisconsin, Occupy, pasando por los diversos “movimientos
de las plazas” en Europa. Estos movimientos, donde decenas de miles de
trabajadores luchan contra empleadores y el Estado, han desafiado la
aparente omnipotencia de nuestros dominadores, construyendo solidaridad
entre la clase obrera y mostrando que hay una alternativa al neoliberalismo
y al capitalismo.



Por otro lado, se vieron avances electorales de autoproclamados socialistas
y radicales como Alexandria Ocasio-Cortez y Rashida Tlaib en los Estados
Unidos. El creciente perfil electoral de quienes critican al neoliberalismo
proporciona una voz institucional a las luchas desarrolladas por fuera de la
arena electoral, y estas voces pueden estimular nuevas y más amplias luchas.
Junto con el gobierno de Donald Trump, el resurgimiento de la lucha de masas
y el aumento de perfiles socialistas en la arena electoral han dado
combustible a esta nueva radicalización.



No es de sorprenderse que la nueva izquierda socialista sea atraída por
estrategias que buscan combinar la lucha de masas y la política electoral.
Estas estrategias afirman que consiguen evadir las dificultades tanto de los
intentos socialdemócratas de regular el capitalismo –los cuales han llevado
cada vez más por la vía de la austeridad y de ataques a la clase obrera–
como de perspectivas “irrealistas” que propondrían un quiebre rupturista con
el capitalismo y su estado a través de una revolución obrera. “Our Road to
Power”, artículo de Vivek Chibber que se inspira en el trabajo de André
Gorz, Leo Panitch y Sam Gindin, ofrece una perspectiva donde las luchas
“contra” y “dentro” del estado capitalista serían unidas.



Chibber cree, correctamente, que las luchas tanto obreras como sociales
construirán sindicatos y otras organizaciones de clase, sentando las bases
para nuevos partidos socialistas. Estos partidos podrían promover
organizaciones obreras independientes mientras se presentan a elecciones con
el objetivo de “ganar poder” dentro del Estado existente. Las luchas
exitosas “dentro” del Estado capitalista, combinadas con el poder de las
organizaciones obreras para luchar “contra” el Estado, iniciarían una serie
de quiebres con la lógica del capital y una transición al socialismo.



James Muldoon en “Reclaiming the Best of Karl Kautsky” identifica los
orígenes de la estrategia de la lucha “contra” y “dentro” del estado en la
obra del teórico más importante del socialismo previo a 1914. Muldoon
destaca el programa de Kautsky dentro del Partido Socialdemócrata
Independiente de Alemania (USPD) en la revolución alemana de 1918-1919,
sosteniendo que este proporciona una alternativa “realista” y “democrática”
tanto a los intentos socialdemócratas de regular el capitalismo, como a la
vía revolucionaria al poder que destruye el estado capitalista existente.



En realidad, la política de Kautsky estaba basada en una comprensión poco
realista del capitalismo, de la lucha de clases y del Estado. No solo fue un
fracaso la estrategia de Kautsky de una ruptura con el capitalismo en
1918-1919, sino que su estrategia llevó a un desbaratamiento de importantes
luchas reformistas antes de la Primera Guerra Mundial. No es de mero interés
histórico el debate entre aquellas estrategias que otorgan igual peso a
“ganar puestos” en el Estado existente y a la lucha de masas, sino que es de
vital importancia hoy, mientras estamos empezando a reconstruir el
movimiento socialista estadounidense. Estas cuestiones impactan en nuestro
entendimiento de la transición al socialismo y en las estrategias que
perseguimos en los movimientos que estamos construyendo.



La alternativa de Kautsky



Las “Pautas para un programa de acción socialista” de Kautsky intentaron
trazar un rumbo intermedio entre el reformismo de la corriente dominante de
los socialdemócratas en el SPD y las políticas revolucionarias del Partido
Comunista Alemán (KPD), dirigido por Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht.
Kautsky, uno de los primeros críticos de la aceptación “revisionista” de un
capitalismo regulado de Eduard Bernstein, rechazó el intento del SPD de
limitar la revolución alemana a la creación de una república basada en una
asamblea nacional elegida por voto universal. Una democratización completa
de los gobiernos regionales y locales, una milicia popular que reemplace al
Ejército activo y el desarrollo de un control democrático de una economía
socializada eran medidas necesarias si la revolución iba a dirigirse al
socialismo.



Kautsky también rechazó el llamado del KPD por una república basada en
consejos democráticamente electos que emergieran entre los soldados de rango
inferior y en los lugares de trabajo a lo largo de toda Alemania. Tal
república de consejos, argumentó Kautsky, excluiría del poder político a la
clase obrera no empleada en fábricas (la clase obrera desempleada, las
mujeres que trabajan en las casas, oficinas y empleados de tiendas
comerciales). En consecuencia, un Estado de consejos llevaría
inevitablemente a una dictadura, como la que supuestamente existió en la
Rusia posrevolucionaria, la cual ahogaría las aspiraciones democráticas de
la clase obrera.



Como había sostenido sistemáticamente al menos desde 1910, la clase obrera
podía recorrer un camino verdaderamente democrático hacia el socialismo solo
a través de una combinación de una lenta, pero constante, “acumulación de
fuerzas” en los sindicatos y en el partido, y de la “conquista” del Estado
existente por medio de elecciones legislativas.



La defensa que hace Muldoon de “lo mejor” de Kautsky está basada en varias
afirmaciones problemáticas. El argumento de Kautsky, de que una república
basada en consejos obreros excluiría a importantes sectores obreros, era
demagógico y erróneo. Los consejos organizaron a la clase obrera
desempleada, a los cargos administrativos y de comercios. El gobierno
provisional del SPD-USPD que llegó al poder después de que el Kaiser
abdicara en noviembre de 1918 eliminó sistemáticamente a las mujeres –más de
la mitad de las cuales estaban empleadas durante la guerra- del trabajo
remunerado.



Es verdad que, especialmente durante la guerra civil rusa y las ofensivas
reaccionarias nacionales y de las potencia capitalistas “democráticas”, los
bolcheviques no defendieron de forma coherente la democracia de los
consejos-Soviets. Este “déficit democrático” puede haber debilitado la
defensa de la democracia soviética frente a la consolidación de la dictadura
burocrática de Stalin al final de la década de 1920.



Sin embargo, las raíces de la nueva clase dominante burocrática estaban en
el aislamiento político de la revolución rusa (especialmente después del
fracaso de la revolución alemana) y en la devastación económica de la guerra
civil. No hay nada intrínsecamente autoritario en la democracia radical de
los consejos obreros.



Básicamente, la estrategia de Kautsky de “combinar” la organización
independiente de la clase obrera y de ganar “el poder” a través de
elecciones se centraba en ideas poco realistas sobre la conciencia y la
organización de la clase obrera. La noción de que la clase obrera podría
acumular gradualmente sus fuerzas a través de la construcción de sindicatos
y organizaciones populares cada vez más grandes, y aumentando su base
electoral hasta transformarse en el partido mayoritario, ignoró la
naturaleza episódica de la lucha y consciencia de la clase obrera.



Mientras el partido socialdemócrata y representantes sindicales creían que
el poder vendría a través de una “acumulación lenta y sostenida de fuerzas”,
la realidad es que la lucha de la clase obrera bajo el capitalismo toma la
forma de incrementos de poder masivos y discontinuos. Es durante estas
conmociones periódicas que la clase obrera puede ganar beneficios y
construir organizaciones democráticas que cimienten la solidaridad y superen
las divisiones y la fragmentación de la clase.



Para tener éxito, tales movimientos siempre implican aumentos en los niveles
de confrontación con el orden económico y político establecido, y tienden a
radicalizar a muchos de sus participantes.



Por el contrario, las campañas electorales, en las cuales el objetivo
primordial es ganar las elecciones, priorizan sacar el “50% más uno” de los
votos sobre una base política común la más baja posible. Las políticas
legislativas implican “construir coaliciones” que llevan a concesiones
continuas. Ninguna requiere que la masa de votantes sean participantes
activos en el establecimiento democrático de un programa o estrategia, y en
general desalientan la confrontación y el radicalismo político.



La lucha por el derecho al voto prusiano



Las contradicciones entre la lógica de luchas de masas–inclusive por
reformas- y el electoralismo fue evidente en la disputa respecto a la
reforma del voto en Prusia previo a la Primera Guerra Mundial. Prusia, el
estado alemán más grande, tenía un sistema de votación de “tres clases” que
daba un mayor peso al voto de los capitalistas y profesionales que a la
clase obrera de fábricas, administración y de comercios. El SPD había
abogado ampliamente por la abolición del sistema de voto prusiano para
reemplazarlo por un sufragio universal e igualitario.



En 1909-1910, enfrentado con otro gobierno prusiano que se negaba a abolir
el voto de “tres clases”, y animado por huelgas sobre salarios, horas y
condiciones laborales en las industrias de la minería y de la construcción,
el SPD prusiano adoptó la estrategia de Rosa Luxemburgo de la huelga de
masas para obtener la reforma electoral. A fines de invierno y principios de
la primavera de 1910, se produjeron docenas de manifestaciones de masas,
además de huelgas “demostrativas” de uno o dos días para lograr el voto
universal, las cuales fueron recibidas con una brutal represión policial.



La dirección del SDP, bajo la influencia de Luxemburgo, comenzó a hacer
crecer la idea de una huelga política general indefinida para lograr la
reforma electoral. La corriente principal de la dirección del partido –los
parlamentarios y los líderes sindicales- rechazó la agitación de la huelga
de masas de principios de 1910 como una “locura de masas”. Ellos estaban
enfocados en obtener avances en las próximas elecciones prusianas y del
imperio, que cimentarían una alianza legislativa con el capitalista Partido
Progresista para lograr el sufragio universal. Para la dirección del SPD,
las manifestaciones disruptivas y las huelgas solo podían dañar las
posibilidades del partido en las elecciones y hundir sus esperanzas de una
reforma legislativa.



Kautsky, visto durante largo tiempo como un incondicional de la izquierda
del SPD, buscó un término medio entre el partido y la burocracia sindical y
la clase obrera de base en el SPD. Mientras “en principio” apoyaba la idea
de huelgas políticas, Kautsky sostuvo que incluso abordar la cuestión en la
prensa partidaria era “prematuro”. El ensayo de Luxemburgo ¿Y después qué?,
que aconsejaba la preparación para esas huelgas, fue rechazado tanto por el
diario del SPD, Vorwarts, como por la revista teórica, Die Neue Zeit,
editada por Kautsky.



Según Kautsky, la huelga política de masas era una “guerra de maniobras”
prematura que se adelantaría a la “acumulación de fuerzas” gradual del
partido y de los sindicatos en una “guerra de desgaste”. En vez de
comprometerse en tales “aventuras”, Kautsky argumentó que el SPD necesitaba
enfocarse en aumentar su base electoral en la próxima elección.



La historia mostró que Luxemburgo y sus camaradas estaban en lo correcto en
relación al asunto del sufragio. La dirección del SPD, con el apoyo activo
de Kautsky –el vocero del emergente “centro marxista ortodoxo”- desbarató el
movimiento militante por la reforma del sufragio en Prusia. El sistema de
votación de las “tres clases” se mantuvo hasta 1919, cuando huelgas y
mítines masivos, y la amenaza de la revolución obrera, finalmente
permitieron obtener el sufragio universal en Alemania.



El socialismo en EE.UU. se enfrenta a similares dilemas, en donde hay un
aumento en las luchas de masas. El levantamiento de Wisconsin del 2011
planteó una elección entre extender la ocupación y construir acciones de
huelgas de masas, o apoyar a los demócratas en la batalla para derrotar la
legislación en contra de los sindicatos de Walker. Desafortunadamente,
quienes priorizaron a los demócratas prevalecieron, llevando al
desbaratamiento y a la derrota del movimiento. Los levantamientos de
docentes tienen y seguirán teniendo que enfrentar la elección: construir
huelgas disruptivas y acciones de masas, o apoyarse en “amigos de los
trabajadores”. Solo cuando haya claridad respecto a de dónde proviene
nuestro poder –la capacidad de la clase obrera de interrumpir el “business
as usual”- podemos obtener conquistas, construir radicalismo, y consolidar
nuevas organizaciones.



Las contradicciones de la política de Kautsky se manifestaron plenamente
durante la Primera Guerra Mundial. La noción de ultraimperialismo de
Kautsky, de que el capitalismo había trascendido permanentemente el
conflicto militar en pos de una competencia económica “pacifica”, desorientó
a la dirección y a las filas del SPD cuando la guerra empezó en agosto de
1914. Kautsky guardó silencio respecto a su oposición a la posición
pro-guerra del SPD hasta fines de 1915, con el fin de preservar la “unidad
del partido”, la cual era central en su visión de una vía
“democrático-electoral” al socialismo.



En 1916, Kautsky apoyó a aquellos que en la delegación legislativa del SPD
se abstuvieron en lugar de votar en contra del presupuesto para la guerra.
Cuando la dirección del SPD expulsó a todos los que rechazaron financiar la
guerra, Kautsky se situó en el ala derecha del recientemente formado USPD.



Luxemburgo, Liebknecht, y Zetkin en la izquierda del USPD llamaron a
manifestarse en contra de la guerra, con huelgas en industrias bélicas y una
activa resistencia en el ejército en preparación a un alzamiento
revolucionario. En vez de eso, Kautsky y sus aliados abogaron por presionar
al SPD y a otros partidos que estaban a favor de la guerra para negociar una
“paz democrática” que pusiera fin a la guerra sin que varias potencias
capitalistas anexaran nuevas colonias o esferas de influencia. Nuevamente,
fueron las huelgas de masas y un motín naval, y no la actividad legislativa
del USPD, lo que sacó al Káiser de su trono y puso fin a la Primera Guerra
Mundial en noviembre de 1918.



Muldoon reconoce que el programa de Kautsky para la revolución alemana nunca
se llevó a cabo. Kautsky lideró la “Comisión de socialización”, la cual se
suponía que tenía que llevar a cabo las exigencias populares para poner la
economía bajo un control democrático. Sin embargo, el SPD –el partido
dirigente de facto en la coalición de gobierno entre el SPD y el USPD que
tomó el poder después de la abdicación del Káiser– priorizó la restauración
de la actividad económica –una renovación de la acumulación capitalista-
sobre la socialización. El SPD y los representantes sindicales se unieron
con los voceros de los capitalistas industriales para asegurarse de que se
mantendría en su lugar el control capitalista sobre la producción.



Al mismo tiempo, el SPD buscó restaurar las condiciones del dominio político
capitalista por todos los medios necesarios. Utilizando el inoportuno
levantamiento de enero de 1919 como pretexto, el SPD desató un régimen de
terror contra el movimiento de consejos obreros en toda Alemania. La
dirección del SPD ayudó a organizar los freikorps, bandas armadas de extrema
derecha formadas por exveteranos que con el tiempo se convertirían en las
fuerzas de choque de los nazis en la década de 1920, para reemplazar al
ejército que había colapsado. Los freikorps no solo asesinaron a Luxemburgo
y a Liebknecht, sino que fusilaron a cientos de personas y encarcelaron a
miles de militantes y obreros  revolucionarios en Alemania.



Kautsky intentó “culpar a ambos lados” por la represión y se empeñó en
insistir en su camino “democrático” al socialismo. Al final aceptó a la
asamblea nacional y a la República de Weimar como políticamente legítimas, a
pesar de que la socialización de la industria se mantuvo como una quimera.
Los consejos de fábrica radicales que sobrevivieron la represión de los
consejos obreros en 1919 continuaron luchando contra la dominación
capitalista en la economía y en el Estado.



Sin embargo,  estaban subordinados a los sindicatos en 1924 y sobreviven hoy
como órganos de cooperación sindical-empresarial. Kautsky y sus camaradas en
el USPD, que volverían al SPD a principios de la década de 1920, cargan con
la responsabilidad de la derrota de la revolución alemana, que creó las
condiciones para el ascenso de del fascismo.



¿Fue Kautsky un “realista”?



¿Fue el fracaso de la perspectiva de Kautsky simplemente producto de la
ambivalencia del SPD? ¿O había contradicciones más profundas y estructurales
en su estrategia? En el seno de la estrategia de Kautsky, de combinar
organización y actividad de las masas con ganar poder dentro del estado
capitalista a través de las elecciones, está la promesa de una vía no
insurreccional hacía el socialismo.



Las luchas “dentro” y “contra” el estado prometen un quiebre con el
capitalismo que no incluya las dificultades de una insurrección: represión
por parte del Estado, o una dictadura posrevolucionaria. Desafortunadamente,
la promesa de Kautsky está basada en una comprensión irrealista del estado
capitalista.



Kautsky y quienes hoy defienden una estrategia socialista similar, y que
reconocen entre sus influencias los escritos eurocomunistas de izquierda de
Nicos Poulantzas, no tienen en cuenta cómo el control del capital sobre las
inversiones forma una primera línea de defensa contra el intento de usar los
cargos electos para derrocar al capitalismo. Uno tras otro gobierno
socialdemócrata en los últimos cincuenta años –desde el programa de Meidner
propuesto por la socialdemocracia sueca en la década de 1970, pasando por el
gobierno socialista de Mitterrand en Francia entre 1981 y 1983, hasta Syriza
en Grecia el 2016– han sido forzados a abandonar las reformas y a abrazar la
austeridad frente a las huelgas de inversión capitalistas.



¿Qué pasaría, sin embargo, si un partido socialista verdaderamente radical
del tipo previsto por Kautsky llegase al poder en el Estado actualmente
existente? Es posible que tal partido esté preparado para combinar una
nacionalización/socialización de empresas capitalistas con movilizaciones de
la clase obrera para reiniciar la economía bajo el control de comités
obreros. Sin embargo, tal gobierno socialista radical aún enfrentaría una
importante resistencia capitalista desde dos frentes del Estado capitalista.



En primer lugar, debería enfrentar la resistencia pasiva y activa a la
implementación de cualquier medida anticapitalista por parte de la
burocracia estatal y de la administración pública. En segundo lugar,
enfrentaría la represión de las organizaciones obreras y un posible golpe de
estado por parte del ejercito/aparatos represivos. El destino del régimen de
Allende en Chile, que había prometido un camino parlamentario al socialismo
apoyado por órganos de poder popular, debe ser un recordatorio permanente
del peligro real de la represión del Estado capitalista sobre los gobiernos
elegidos democráticamente.



Quien defiende la estrategia de Kautsky podría responder que los órganos de
poder popular en los lugares de trabajo y en los barrios de la clase obrera
podrían “frenar” tal resistencia. Sin embargo, para bloquear la resistencia
de la burocracia y del ejército, los órganos de poder popular de la clase
obrera deben haber llegado a ser un Estado substituto. Los consejos
obreros/comunitarios tendrían que remover (y posiblemente arrestar) a los
funcionarios administrativos permanentes e implementar medidas realmente
anticapitalistas de un gobierno de izquierda radical. Estos órganos de poder
popular también tendrían que desarmar, encarcelar y reemplazar al ejército
con milicias obreras. Si bien tales medidas podrían neutralizar la oposición
entre los funcionarios públicos, la autoridad política sobre la burocracia y
las fuerzas armadas debería pasar a las manos de los órganos de la clase
obrera y del poder popular.



En otras palabras, cualquier gobierno socialista comprometido con la
abolición del capitalismo tendrá que destruir el estado capitalista
existente y reemplazarlo por un estado obrero basado en las más altas formas
de autoorganización de la clase trabajadora: los consejos de trabajadores.
Si un gobierno socialista tan radical no aplicara estas tácticas, que
requerirían una confrontación armada con el estado capitalista existente, se
reduciría a administrar el capitalismo y la austeridad como lo han hecho los
socialdemócratas durante generaciones. La negativa de Allende, la dirección
del Partido Socialista y el Partido Comunista a enfrentar esta realidad dejó
a los trabajadores chilenos sin preparación para el golpe del 11 de
septiembre de 1973.



La lucha hoy



Las contradicciones estratégicas de la vía al socialismo de Kautsky son
bastante relevantes hoy. Los defensores contemporáneos de una estrategia que
combina luchas “dentro” y “contra” el estado capitalista resuelven estas
contradicciones afirmando que los gobiernos de izquierda que capitulan
frente a la austeridad “no tenían opción”. Van lo más lejos posible para
defender a gobiernos “de izquierda” desacreditados como “el mal menor” o “la
única alternativa” a la extrema derecha, cuyo ascenso prepararon los
regímenes socialdemócratas.



El intento de “combinar” luchas de masas y campañas electorales, cuyo primer
objetivo es el de “tomar el poder dentro del Estado”, también presenta
dilemas reales para las luchas por reformas bajo el capitalismo. Hemos visto
cómo Kautsky finalmente terminó colaborando con la dirección del SPD en
desbaratar las luchas de masas por el sufragio universal en Prusia en 1910,
en vistas del interés de construir el apoyo electoral del partido. Hoy, el
mismo dilema –priorizar, preparar y construir luchas de la clase obrera de
masas, disruptivas y hasta ilegales dentro y más allá de los lugares de
trabajo, o ganar elecciones– continuará persiguiendo los intentos de
construir una estrategia tanto “adentro” como “afuera” del Partido Demócrata
y de otras instituciones del Estado capitalista.



La pregunta por las prioridades estratégicas –construir luchas de la clase
obrera democráticamente autoorganizadas o ganar posiciones dentro de un
Estado capitalista fundamentalmente antidemocrático– permanece como una
cuestión central para la nueva izquierda socialista en EE.UU y en el resto
del mundo.



*  Charlie Post, activista socialista, es profesor en la City University de
Nueva York.

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