China/ Wuhan intenta olvidar un años después el horror. [Javier García]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Ene 25 01:04:25 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

25 de enero 2021

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China



Wuhan intenta olvidar un año después las heridas que dejó el horror



A las diez de la mañana del 23 de enero de 2020, esta ciudad de 11 millones
de habitantes despertó totalmente clausurada.



Javier García (Efe), desde Wuhan

Público, 23-1-2021

https://www.publico.es/



Wuhan, la gran urbe china que de la noche a la mañana se vio por sorpresa
aislada y confinada, tras ser la primera en sufrir el virus que aún se
cierne sobre el mundo, trata hoy todavía de recuperar su vida con mucha
precaución, entre heridas que tardarán tiempo en superarse.



A las diez de la mañana del 23 de enero de 2020, esta ciudad de 11 millones
de habitantes despertó totalmente clausurada, con sus accesos cerrados, las
calles desiertas y la gente metida en sus casas, en medio del pavor por una
enfermedad de la que se sabía bien poco.



En los primeros momentos del inédito aislamiento, algunos todavía pudieron
salir a comprar comida en las pocas tiendas que permanecieron abiertas, pero
al poco éstas también cerraron y nadie se movió de sus cuatro paredes en
semanas.



Llegaron los días más terribles: los enfermos se multiplicaban y los
hospitales, sin medios ni personal suficiente para luchar contra un virus
casi desconocido entonces, no daban abasto para atender a todos los
ciudadanos que mostraban síntomas.



Muchos eran devueltos a casa sin un diagnóstico claro y algunos murieron
allí sin saber siquiera de qué, o sufrieron solos y en silencio la
enfermedad, sin apenas información sobre su alcance o sus eventuales
secuelas.



El pánico a lo desconocido y el hambre



El miedo a lo desconocido y la falta de comida fueron la mayor preocupación
de los wuhaneses esas primeras semanas, según los testimonios recogidos por
Efe estos días entre decenas de habitantes de la ciudad.



En los primeros compases, con las tiendas de alimentación cerradas y todo el
mundo confinado, las autoridades todavía no habían podido organizar la
enorme operación logística de repartir alimentos en cada domicilio de la
ciudad por lo que mucha gente recuerda el hambre.



Además, eran los primeros en enfrentarse a un virus nuevo que se cebó con
ellos, sin apenas experiencias previas más que la del Síndrome Respiratorio
Agudo y Grave (SARS), otra enfermedad causada también por un coronavirus que
había afectado a China en 2003.



"La gente no tenía información, no sabía qué era exactamente el virus ni
cómo se podía contraer y eso generó mucha ansiedad", explica a Efe la
psicóloga Li Geng, que trabajó sin descanso voluntariamente durante el
confinamiento con los wuhaneses.



"Era como enfrentarse a algo invisible e impredecible, no sabíamos si de
repente nos íbamos a contagiar todos o si algún día podríamos salir de
casa", afirma Yu Xingwen, una joven estudiante de medicina que pasó el
confinamiento con su familia en el piso 23 de una de las miles de torres de
viviendas que pueblan Wuhan.



Entre los que contraían la covid, el problema era otro, explica la psicóloga
Li: "tenían miedo a la muerte o a las secuelas que podía dejar la
enfermedad, desconocidas entonces, algunas todavía ahora".



Cuando uno está ingresado en un hospital, al menos cuenta con la compañía
del personal sanitario y la confianza de saberse en manos de profesionales,
pero cuando se está solo en casa o -en el mejor de los casos- con
familiares, cualquier síntoma extraño se convierte en una alerta
inquietante.



Mi padre murió solo en su casa



"Mi padre murió solo en su casa, no culpo a nadie, no había camas en los
hospitales y cada día venía un médico a verle, se desvivieron para atenderle
pero era mayor y no pudo ser", relata a Efe Wei Douyong (nombre ficticio),
de 45 años, una de las pocas personas que se atrevieron a detallar el
sufrimiento de aquellos terribles días.



La madre de Wei había fallecido dos años atrás y su padre, de 78 años, vivía
solo en un apartamento de Wuhan, aunque el hijo buscaba una solución
habitacional alternativa desde hace meses.



Esos momentos terribles duraron poco más una semana, el tiempo que tardó
China en construir el hospital de campaña de Huoshenshan, uno de los dos que
levantó en tiempo récord en la ciudad con módulos prefabricados para paliar
la falta de camas hospitalarias.



El 2 de febrero, cuando se terminó en diez días la construcción de
Huoshenshan, el Ejército chino ya transportaba material y personal médico a
Wuhan para su apertura al día siguiente.



Luego llegaron cientos de médicos y sanitarios de varias provincias chinas,
además de equipos de protección, mascarillas y material necesario para el
personal médico, que los primeros días trabajaron sin descanso para comer o
incluso para ir al servicio, ante la falta de trajes protectores de
recambio.



La psicóloga nos cuenta que cuando el confinamiento acabó, el 8 de abril,
algunos doctores y enfermeras tenían pavor de recordar los momentos
terribles que habían vivido.



"Es habitual en una situación traumática. Preferir no recordar y mirar para
adelante en lugar de hacia atrás", explica. Solo hace falta charlar un rato
con cualquiera en las calles de Wuhan para palpar algo parecido: la mayoría
de la gente no quiere hablar y la que accede pasa enseguida por encima de
los recuerdos para destacar lo "bien que está ahora la ciudad" que la gran
mayoría considera "la más segura del mundo".



Y se dio una categoría más de sufrimiento psicológico, dice Li: la de
quienes pasaron la enfermedad y se curaron pero temen ser rechazados, que la
gente no les acepte o les cuelgue para siempre el estigma de la covid.



"Tratamos muchos casos de esos durante la cuarentena, pero también después e
incluso alguno ahora, es una preocupación persistente", comenta la
psicoterapeuta.



Un nadador que alivió el confinamiento en el yangtsé



Desde el 8 de abril, Wuhan ha ido renaciendo poco a poco y ahora vuelve a
ser una ciudad casi normal, con una animada vida cultural y nocturna, aunque
nadie se quite la mascarilla y la precaución se palpe en cada momento y cada
conversación.



Quedan muchas heridas todavía por cicatrizar y la capital de Hubei aún está
lejos de ser la misma que antes. Con todo, muchos wuhaneses salieron hoy,
pese al cielo encapotado, a curiosear por las calles comerciales o pasear
por sus hermosas playas fluviales junto al río Yangtsé, donde se veían
también pescadores con caña.



Zou Liang, un diseñador wuhanés, de 40 años, que trabaja en el departamento
de urbanismo municipal, se atrevía incluso esta mañana -cuando los
termómetros marcaban 5 grados- a zambullirse en las frías aguas del Yangtsé
y nadar en paralelo a la orilla durante más de media hora.



"Estuve nadando aquí todos los días durante el confinamiento, burlaba las
barreras y los controles para venir, me gusta mucho nadar", afirma sonriente
a Efe nada más salir del agua.



Zou se muestra "feliz de que aquello haya pasado" y no tiene miedo de que el
virus "pueda volver a Wuhan", pese a los rebrotes actuales en el norte del
país, los peores desde marzo de 2020. "China está muy preparada y los está
combatiendo muy bien", dice, antes de despedirse y zambullirse de nuevo en
las aguas del colosal río de Asia.

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