Brasil/ Polarización despolitizadora. Dos caminos frente Lula. [Antonio Martins]
Ernesto Herrera
germain5 en chasque.net
Sab Mar 13 01:16:56 UYT 2021
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Correspondencia de Prensa
13 de marzo 2021
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Brasil
Lula, Fachin y las polarizaciones despolitizantes
La primera sensación es de alivio y victoria. Pero además de intentar
preservar el Lava Jato, la decisión de ayer puede generar una dinámica
política similar a la que eligió a Bolsonaro. El ex presidente tendrá ¿cómo
evitarla?
Antonio Martins
Outras Palavras, 9-3-2021
https://outraspalavras.net/
Traducción de Brecha
https://brecha.com.uy/
Edson Fachin, quizás el más lavajatista de los ministros del Supremo
Tribunal Federal, anuló esta semana de un plumazo siete años de decisiones
tomadas por el juez Sérgio Moro y sus colegas… pero dejó intacto el lío que
ellas causaron en la vida brasileña. El acto tiene el refinamiento barroco
de las tramas urdidas por la elite cuando algo amenaza con escapar a su
control. En su faceta más aparente, es la clásica maniobra que los
brasileños llamamos «entregar los anillos para no perder los dedos». Las
últimas filtraciones habían hecho insostenible la situación del Lava Jato al
revelar la coordinación entre el juez y una de las partes de la causa, lo
que provocaría un escándalo incluso en un campeonato de fútbol de tercera
división. Al anular las decisiones, pero no la instrucción de los casos,
Fachin intenta salvar la operación de una vergüenza mayor, inminente, y de
consecuencias mucho más amplias. ¿Qué pasará con los procesos que
destruyeron Odebrecht y las grandes contratistas brasileñas (en favor de las
empresas internacionales y, sobre todo, de las estadounidenses) si Sérgio
Moro es recusado? Además, por el momento, el propio Lula da Silva no está
absuelto, sino que está siendo sometido a la autoridad de nuevos jueces, en
Brasilia.
La maniobra de Fachin puede no tener éxito y este elemento ciertamente ha
entrado en el cálculo político del magistrado y de quien lo aconsejó. La
acción judicial que apunta a investigar la parcialidad de Moro se podría
retomar en las próximas semanas, aunque quizás con menos fuerza. Incluso si
Lula regresa a juicio, las causas se tramitarán con dificultades, porque las
«pruebas» conseguidas por el juzgado de Curitiba serán puestas en cuestión.
Las posibilidades de una condena en segunda instancia antes de las
elecciones de 2022 son muy remotas. Es altamente probable que Lula pueda
postularse para presidente.
Y aquí viene la segunda faceta, la más importante, de las consecuencias del
acto de ayer. ¿Qué provocará a nivel político? La primera sensación es,
ciertamente, de alivio y victoria: una injusticia, aunque sea parcialmente,
se repara y, en la profunda depresión en la que se ha hundido Brasil, todas
las posibilidades de rescate son bienvenidas.
Pero el mayor riesgo es el de una polarización despolitizadora, similar a la
que se produjo en vísperas de las elecciones de 2018. En ese momento, el
enfrentamiento petismo versus antipetismo sirvió a la derecha. La opinión
pública se oponía masivamente al golpe de 2016. La popularidad de Michel
Temer había caído por debajo del 5 por ciento. Pero lo que la población
juzgó, en las urnas, no fueron sus políticas, sino lo que los medios
llamaron insistentemente «el mayor caso de corrupción en la historia de
Brasil». Se eligió un presidente que respalda –y ha profundizado de forma
grotesca– las políticas rechazadas por la abrumadora mayoría. Su victoria
tuvo un segundo ingrediente. Los largos años de convivencia de la izquierda
con las peores prácticas de la política institucional brasileña habían
abierto el camino para que un aventurero se hiciera cargo de la narrativa
antisistema. Es tan poderosa, a nivel mundial, que Bolsonaro confía en ella
(la madre de todas sus fake news) para devastar el país y mantener aun así
más del 30 por ciento de aprobación.
La repentina decisión de Fachin ha sido un puñetazo en la mesa política.
Lula vuelve al centro, como le gusta. Habló este miércoles, en el Sindicato
de Trabajadores Meta-lúrgicos, del abecé de San Pablo. A partir de ahora,
tendrá dos caminos. El más fácil es cabalgar la polarización despolitizadora
y, en paralelo, los acuerdos con la «vieja política». El otro requiere
movilizar el país y, en cierto sentido, darse la vuelta a sí mismo:
inspirarse en el recuerdo de las grandes huelgas que lideró hace 40 años,
cuando los trabajadores eran los verdaderos antisistema y se atrevieron a
desafiar a la dictadura y cambiar la faz del país.
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