Grecia/ La lucha contra la derecha atraviesa una coyuntura difícil. [Antonis Ntavanellos]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Mayo 16 22:24:33 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

16 de mayo 2021

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Grecia



La lucha contra la derecha atraviesa una coyuntura difícil



Antonis Ntavanellos, Atenas, 12-5-2021

A l’encontre, 13-5-2021

http://alencontre.org/

Traducción de Ruben Navarro – Correspondencia de Prensa



El 1° de mayo de este año de 2021 fue una ocasión para poner de relieve los
desafíos y las amenazas a las que se enfrenta la clase trabajadora griega.
El 1° de mayo coincidió con la Pascua griega ortodoxa. Eso, junto con los
obstáculos del confinamiento y el miedo provocado por la pandemia de Covid
que aún asola el país, hace más difícil la participación masiva. 



La Confederación General de Trabajadores de Griegos (GSEE), la principal
confederación sindical del sector privado, está dominada por una alianza de
social liberales (el sector más derechista de los restos socialdemócratas
del PASOK) y sindicalistas del partido de derecha (Nueva Democracia). La
Confederación se pliega a las políticas del gobierno y a los memorandos de
austeridad, lo que ha provocado un desmoronamiento total de su credibilidad
así como de la cantidad de afiliados. Como lo señala el Partido Comunista en
sus documentos previos al congreso, la afiliación sindical en el sector
privado se ha reducido hasta alcanzar mínimos históricos. Este año, la GSEE
convocó a una “huelga” virtual por el Día de los Trabajadores, el 4 de mayo
(durante las vacaciones de Semana Santa), sin animarse siquiera a realizar
un acto público.



Comparada con esta evolución de la GSEE, la situación aparece más favorable
en la principal organización sindical de los trabajadores del sector público
(ADEDY). El porcentaje de sindicalización de los trabajadores del sector
público es más alto que el del sector privado. En el sector público (que
incluye los sectores de la salud y de la educación) la afiliación sindical
sigue siendo bastante elevada, lo que ha obligado a ADEDY a adoptar una
posición más combativa e independiente frente a las políticas
gubernamentales.



La ADEDY, así como algunos sindicatos locales del sector privado que han
tomado distancias con respecto a la GSEE (entre ellos el poderoso Centro de
Trabajadores de Atenas-EKA, que incluye a los sindicatos de la Gran Atenas),
decidieron celebrar el Día de los Trabajadores declarando una huelga
efectiva el 6 de mayo y convocando a concentraciones en Atenas, Tesalónica y
algunas ciudades importantes de Grecia.



La mayoría de los participantes era, en realidad, gente de izquierda:
miembros del Partido Comunista, de las fuerzas de la izquierda radical y
anticapitalista y (por primera vez desde hace mucho tiempo) una parte de
Syriza.

Más allá de la pandemia y de las dificultades objetivas que existen para una
movilización masiva, la cantidad de manifestantes fue mayor que lo esperado.
Fue una demostración de fuerza con capacidad para mantener y organizar una
resistencia más amplia. Esa participación es el resultado de una creciente
conciencia sobre los peligros a los que se enfrenta nuestra clase en el
próximo período.



El gobierno de Kyriakos Mitsotakis -líder de la corriente ultra neoliberal
que controla actualmente Nueva Democracia, el partido tradicional de la
derecha- prepara una gran contrarreforma de las relaciones laborales, que
amenaza con barrer las conquistas logradas por las grandes luchas obreras
durante la “Metapolitefsi”, es decir, los años militantes posteriores a la
caída de la dictadura militar en 1974.



El proyecto de ley redactado por Kostis Hadjidakis (ministro de Trabajo y
Asuntos Sociales, miembro de Nueva Democracia) suprime la jornada laboral de
8 horas y permite que los empresarios rechacen el pago de horas extras.
Institucionaliza los “contratos individuales” entre el trabajador y el
empresario, anulando esencialmente el efecto de los convenios colectivos.
Dificulta la declaración de huelga en todos los lugares de trabajo y sobre
todo, en el sector público (hospitales, escuelas, transportes, etc.), donde
introduce la cláusula de “responsabilidad social”, la que implica la
garantía de servicios mínimos (obligación de trabajar) para hasta el 40% de
los empleados según el sector, como la salud, por ejemplo. También permite
los despidos masivos y exonera a los empresarios de cualquier obligación y
responsabilidad.



Se trata de una amenaza grave sobre las relaciones laborales, es decir, en
la situación concreta a la que se enfrentará la clase obrera en su vida
diaria y en sus luchas inmediatas.



Muchos aspectos de esos cambios reaccionarios, de una u otra manera, ya son
aplicados en la práctica. Tal es el resultado de los tres memorandos -los
brutales acuerdos firmados por los capitalistas griegos, la UE y el FMI-
durante la última crisis. Y lamentablemente, en ello se incluyen las
decisiones del gobierno de Syriza. Cuando Alexis Tsipras entregó el gobierno
a Mitsotakis en 2019, el salario medio real de un trabajador había sido
recortado en un 30% en comparación con 2009; el trabajo precario era
endémico (en 2016 y 2017, bajo el gobierno de Syriza, los empleos
“temporales” pasaron a ser mayoritarios, por primera vez, en los nuevos
puestos de trabajo creados durante ese período), mientras que el desempleo
volvía a aumentar. En la actualidad, el desempleo oficial se sitúa en torno
al 19%. Los sindicatos, por su parte, estiman que el desempleo real supera
el 25% de la población activa y es aún mayor entre los jóvenes.



Mitsotakis se basa en la situación anterior a su llegada al poder. Aprovecha
la pandemia como una oportunidad. Utiliza las responsabilidades de Tsipras
para desacreditar cualquier noción de resistencia de la izquierda y de la
clase obrera, para imponer un viraje reaccionario generalizado, una
reformulación desfavorable de las relaciones de fuerzas entre el capital y
el trabajo en Grecia. Pero no sólo debe afrontar las movilizaciones que la
izquierda logra construir (como ha quedado demostrado en el pasado), la
clase dominante también se enfrenta a otros problemas y amenazas
importantes.



Contradicciones y amenazas



Parece que soplan vientos de optimismo en el mundo del capital. Los medios
de comunicación reiteran el eslogan “Es el momento”. Ese optimismo -no tan
fundado como parece- se basa en la suposición de que la economía está a
punto de “despegar” y en la anticipación de la llegada de los fondos
europeos de ayuda financiera. La prensa nos muestra a los principales
actores de la clase dirigente inmersos en una orgía de "proyectos de
inversión" para aprovechar las oportunidades.



Pero la realidad es mucho más compleja. Los fondos europeos de 2021 van a
llegar a 4.000 millones de euros. Esa suma, destinada exclusivamente a
apoyar a las empresas grandes y dinámicas (energía, telecomunicaciones,
digitales, grandes obras, etc.), es sin lugar a dudas significativa. Pero
hay que confrontarlas con otras cifras. Por ejemplo, en el turismo -que,
junto con el transporte marítimo, es la “locomotora” de la economía griega-
el escenario más optimista prevé que los ingresos de este año representen
alrededor del 40% de los de 2019. Pero a condición de que la pandemia pueda
ser controlada antes del comienzo del verano, lo que los epidemiólogos
consideran poco probable...



En cuanto a las posibilidades de un “despegue” del crecimiento económico,
recordemos que, según las previsiones anteriores, ese fenómeno ya debería
estar en marcha y que por ahora no es más que un deseo. Además, el conjunto
de los indicadores no son tan optimistas.



La recesión de 2020 fue mucho más profunda de lo previsto (más del 10%) y el
Banco de Grecia reduce sus estimaciones de crecimiento para 2021 al 3,1%,
contrariamente al 4,6% previsto en el presupuesto anual del Gobierno.



En los debates públicos sobre economía, los “analistas reconocidos” ocultan,
en general, la cuestión de la deuda. Hoy, tras diez años de austeridad
extrema debida a la exigencia de reembolso, la deuda pública alcanza los
341.000 millones de euros o sea, ¡el 205% del PIB! A esto hay que añadir la
deuda privada, que no es nada despreciable: más de 242.000 millones de
euros, pero son sobre todo las empresas (y en menor medida los hogares) las
que deben impuestos atrasados y cotizaciones a la seguridad social por valor
de 145.000 millones de euros. Grecia sigue siendo un país sobreendeudado.



Evagelos Venizelos -uno de los representantes más sofisticados políticamente
de la clase dirigente, que fuera dirigente del Pasok cuando codirigió el
gobierno con el ex líder de extrema derecha de Nueva Democracia, Antonis
Samaras, durante el segundo memorándum- resumió así las tareas que hay por
delante: "Tenemos que prepararnos para nuevas desigualdades en la UE, para
una nueva negociación del marco fiscal y sobre todo, para la
reestructuración post-pandémica de la economía griega, con empresas en
quiebra y empleos perdidos. Ese realismo cínico está más cerca de la
realidad que el optimismo proclamado por Mitsotakis y los principales medios
de comunicación.



Las perspectivas financieras y las enormes desigualdades sociales que
saldrán a luz tras el confinamiento van a ser factores cruciales para la
evolución futura, pero no serán los únicos. El enfrentamiento geopolítico
con Turquía viene siendo un elemento central en los últimos años. En este
contexto, el gobierno de Mitsotakis (que, en teoría, aboga por una
estrategia de "Estado pequeño") puso en marcha un ambicioso y costoso
programa de armamento (compra de armas estadounidenses y francesas), un
fortalecimiento importante del militarismo en muchos ámbitos de la vida
social y política y un énfasis aún mayor en la "alianza estratégica" del
país con Estados Unidos.



El aumento del potencial militar del Estado griego y la diplomacia agresiva
para convertir la crisis de las relaciones entre EE.UU. y Turquía en una
“ventaja griega” estaban vinculados a la famosa estrategia de los
hidrocarburos. Existía la esperanza de que la posible extracción de gas
natural de las profundidades del Mediterráneo oriental junto con una
importante inversión multinacional para la creación del gasoducto “East Med”
convirtieran a Grecia en un "centro energético" entre el este y la Unión
Europea, un “El Dorado” moderno para el capitalismo griego.



Pero esa estrategia extractivista va siendo abandonada y cuestionada. Las
grandes transnacionales se están “retirando” de los derechos de
investigación-extracción-venta que antes reclamaban y obtenían (como la
francesa Total y la italiana Eni en los “campos” marítimos y terrestres de
Grecia Occidental). Los gobiernos de Israel, Egipto y Grecia, por su parte,
dejan “filtrar” casi oficialmente a la prensa que están buscando otras
alternativas menos costosas y más realistas al proyecto faraónico inicial
del “East Med”.



Este ajuste forzado al realismo financiero, impuesto por los “mercados”
internacionales, se combina con los dilemas diplomáticos provocados por el
impulso de Turquía hacia el "diálogo" bajo los auspicios internacionales. El
gobierno se enfrenta a decisiones estratégicas. ¿Es el momento de aceptar la
oportunidad de obtener beneficios a través de las negociaciones que
eventualmente llevarán a la Corte Internacional de Justicia de La Haya, o
hay que seguir una política de rechazo firme de los reclamos turcos, en
busca de una clara victoria contra Turquía en el Mediterráneo oriental, con
el apoyo de EE.UU. y de la UE?



Este dilema establece líneas divisorias. Los “sabios prudentes” de todo el
espectro político apoyan el recurso a la Corte Internacional de La Haya,
pues consideran que un compromiso favorable con Turquía sería una solución
positiva para el capitalismo griego. Pero no es un camino fácil
políticamente, ya que varias décadas de retórica nacionalista han alentado
expectativas maximalistas en la opinión pública. Dos antiguos dirigentes de
Nueva Democracia, Antonis Samaras y Kostas Karamanlis, que guardaban
“silencio” cuando se trataba de opinar sobre Mitsotakis, hicieron ya severas
declaraciones advirtiendo que no están dispuestos a tolerar "compromisos en
cuestiones relacionadas con los intereses de la nación". La historia
política griega demuestra que la cuestión explosiva del antagonismo
greco-turco puede provocar potentes terremotos políticos capaces de conducir
a la crisis a gobiernos aparentemente sólidos.



La evolución de las formaciones políticas



En este contexto se juegan los posibles acontecimientos políticos y las
dinámicas de los partidos, al menos tal y como lo presentan las encuestas de
opinión.



El partido Nueva Democracia mantiene la iniciativa política y el control de
la situación. Pero su potencial se ha debilitado si lo comparamos con el de
hace un año. La gestión de la pandemia y en particular la negativa rotunda a
apoyar al servicio de salud pública en términos de personal y equipamiento,
ha provocado desavenencias y una pérdida de apoyo popular. Si las elecciones
tuvieran lugar hoy, Nueva Democracia saldría ganando, pero probablemente no
tendría suficientes escaños para formar un gobierno por sí sola. Eso podría
abrir un periodo de crisis política, una "italianización" de la vida
política en busca de amplias alianzas gubernamentales o incluso de gobiernos
tecnócratas (el jefe social-liberal del Banco de Grecia, Giannis Stournaras,
no disimula su afán de convertirse en un Mario Draghi griego, si fuera
necesario).



El primer ministro Mitsotakis optó por evitar las elecciones -por el
momento- y mantiene una actitud “precipitada” sobre la economía y la
imposición de contrarreformas neoliberales para aprovechar el reparto de los
fondos europeos, aprovechar las debilidades políticas de Syriza y remodelar
la corriente política dominante (que busca atraer a las fuerzas del “centro”
liberal y a una parte de los socialdemócratas “degenerados”). Es una
política que pretende renovar la hegemonía de su partido y la de su fracción
dentro del mismo.



Todo queda supeditado a su capacidad para imponer las dos grandes
contrarreformas que prometió: la reforma del derecho laboral y la
privatización de la seguridad social. Dicha capacidad está sujeta a una
condición: que la pérdida de vidas humanas debida a la pandemia se mantenga
a niveles "políticamente asumibles". En ese sentido, los próximos meses
serán cruciales para configurar el equilibrio de poder social y político en
Grecia.

El gobierno está debilitado, pero hay que señalar que Syriza no es capaz de
reforzar su audiencia ni su base. En todos los sondeos de opinión, la
diferencia de intención de voto entre Nueva Democracia y Syriza sigue siendo
de dos dígitos. Por un lado, eso constituye un arma política en el arsenal
de Mitsotakis. Pero también sirve de obstáculo para que el grupo dirigente
que gira en torno a Alexis Tsipras concluya la mutación de Syriza en una
“Alianza Progresista” insípida para volver al gobierno y que coloca en
primera fila a los socialdemócratas que ya se incorporaron al partido de
Alexis Tsipras. La sensación predominante de que una segunda derrota
política sucesiva ante un rival político tan odiado como Mitsotakis es
posible pesa mucho en los debates internos del partido, inmerso en un largo
período pre congreso (la cuestión de la fecha del 3er congreso sigue
abierta...).



De estos debates, surgen dos cuestiones centrales. En primer lugar, la
cuestión de restablecer cierta “confianza” en la política del partido. La
experiencia traumática de 2015 no ha desaparecido de la memoria de los
miembros del partido. Syriza sigue siendo incapaz de presentar una
autocrítica y una explicación algo convincente de su fracaso la “primera
vez” -es decir, tras el victorioso referéndum del 5 de julio de 2015-, de
dar una explicación convincente de que no volverá a haber “una segunda vez”,
lo que es un obstáculo para los esfuerzos de Tsipras para construir una
corriente política más o menos concreta y eficaz que se oponga a Mitsotakis.

Además de la definición de la política del partido como efectivamente
arraigada en una “causa” estratégica, en una “narrativa” de izquierda que se
presenta como un proyecto alternativo de cambio en la sociedad griega. La
dirección del partido da, en los hechos, una respuesta políticamente
incoherente, tanto en el discurso como en la práctica. Un día denuncia el
neoliberalismo y al día siguiente vota en el parlamento una privatización
emblemática, y contribuye a entregar escandalosamente una gran parte de la
costa sur de la región del Ática (Elliniko) a una poderosa familia de
banqueros y armadores, la familia Latsis [que se luce en Ginebra y en la
Escuela Politécnica de Lausana -Suiza- con su fundación]. Un día exige el
refuerzo de la sanidad pública y al día siguiente vota a favor de la compra
de aviones de guerra franceses Rafale. Al final, esa táctica no produce el
famoso resultado de “incluir a todos”, como ocurrió con los partidos
socialdemócratas en el pasado. Al contrario, Syriza sigue acumulando
pérdidas, tanto por la izquierda como por la derecha. El chantaje electoral
-el sentimiento urgente de la necesidad de unir fuerzas contra Mitsotakis-
sigue siendo posible para mantener un apoyo significativo en términos de
votos para Syriza. Pero está más que claro que las políticas de Alexis
Tsipras no son una defensa fiable para la población trabajadora contra los
ataques de la derecha.



Dentro del Partido Comunista ha habido algunos avances considerables. El
Comité Central está revisando ciertas orientaciones ideológicas,
principalmente en relación con la historia del movimiento, adaptando ciertas
posiciones que rompen con la tradición estalinista. Al mismo tiempo, en
ciertos sectores y áreas, las fuerzas del PC aparecen más “abiertas”, al
menos provisoriamente, a la perspectiva de la unidad de acción. Pero los
documentos del comité central de cara al 21º congreso del partido no dan
ninguna cabida al optimismo: en ellos se advierte que las “conquistas
positivas en beneficio de la clase obrera” son imposibles hoy en día, que se
podrán reclamar siempre y cuando aparezca una "situación revolucionaria",
cuando se pueda plantear la cuestión del “poder obrero”. En consecuencia,
las tareas del partido son “mostrar resistencia” y “mantener su fuerza”,
incluso si eso significa desestimar las demandas de un sector de la clase
obrera tildándolas de "presiones pequeño-burguesas" para mejorar su
situación aquí y ahora. Este marco "estratégico" indica que el Partido
Comunista limita sus ambiciones a reproducir el apoyo electoral en torno al
5 a 7% y está decidido a mantener a sus miembros por fuera de las
“aventuras” que intenten luchar contra la agresión capitalista aquí y ahora.



A la izquierda de Syriza y del PC, siguen existiendo fuerzas notables.
Durante la pandemia, en las luchas en los hospitales, en las escuelas y
universidades, las fuerzas de la izquierda radical y anticapitalista
desempeñaron un papel eficaz entre los jóvenes. Pero siguen dispersas y
afectadas por la derrota de 2015. Su crecimiento político y programático se
fortalece cuando están “en movimiento”, es decir, en la organización de la
resistencia social contra las políticas gubernamentales. Esa es la condición
para que este “espacio” político pueda recuperar el derecho a intervenir
efectivamente en la política nacional (y en las elecciones).



Los meses que vienen no serán para nada tranquilos en Grecia. La reforma
laboral, la privatización de la seguridad social o la represión en las
universidades van a encontrar resistencia. Se juega, entre otras cosas, el
futuro de Mitsotakis y el curso de los futuros acontecimientos. Las fuerzas
de la izquierda, que aparecieron fortalecidas el 1° de mayo de este año,
habían sido capaces de organizar la resistencia en el pasado. Esta vez, las
condiciones son más difíciles. Los cambios desfavorables en la vida de los
trabajadores y en los lugares de trabajo hacen más difíciles las
perspectivas de levantamientos espontáneos. Este retroceso debe ser
compensado por esfuerzos serios y sistemáticos de las fuerzas organizadas de
la izquierda. Esfuerzos en los que todo será juzgado, en los que todos
seremos juzgados.

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