Palestina-Israel/ Contra el horror, las y los palestinos siguen alzándose. [Amjad Iraquí]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Mayo 16 22:27:47 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

16 de mayo 2021

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Sublevación palestina en Israel



Contra el horror, las y los palestinos siguen alzándose



Amjad Iraquí *

A l´encontre, 14-5-2021

http://alencontre.org/

Traducción de Faustino Eguberri – Viento Sur

https://vientosur.info/



El caos que se desarrolla sobre el terreno en Palestina-Israel es real,
brutal y aterrador. Aviones de combate, cohetes, policías y turbas
perpetrando linchamientos han invadido los cielos y las calles en los
últimos cuatro días. El ejército israelí y militantes de Hamas continúan
intercambiando fuego sin sentido, matando decenas e hiriendo a innumerables
más, principalmente en la sitiada Franja de Gaza. En todo Israel multitud de
grupos armados, muchos de ellos matones judíos acompañados por la policía,
están vagando por ciudades y barrios destruyendo automóviles, invadiendo
casas y tiendas, y buscando derramamiento de sangre en lo que muchos están
calificando correctamente como pogromos.



Este descenso a la violencia incontrolada del Estado y de las turbas está
ahogando trágicamente uno de los momentos más increíbles de la historia
palestina reciente. Durante semanas, las comunidades palestinas, con
Jerusalén en su epicentro, han estado organizando manifestaciones masivas
que se han extendido como un reguero de pólvora a ambos lados de la Línea
Verde. Desencadenadas por los acontecimientos en la Puerta de Damasco y su
barrio adyacente de Sheikh Jarrah, han surgido protestas desde el campamento
de refugiados de Jabaliya en Gaza hasta la ciudad de Nazaret en Israel y el
centro de Ramalá en Cisjordania. Y hasta ahora, muestran pocas señales de
disminuir.



A pesar de que los acontecimientos actuales toman un giro horrible, estas
movilizaciones en las últimas semanas no se pueden pasar por alto. Si bien
las y los palestinos de todo tipo son profundamente conscientes de su
identidad común, muchos han temido durante mucho tiempo que la fragmentación
violenta de su pueblo por Israel, instigada por líderes nacionales que
hicieron imponer esas divisiones, hubiera debilitado su unidad
irreparablemente. El hecho de que las y los palestinos hayan salido a las
calles al unísono es un recordatorio desafiante de que, a pesar del
inconmensurable número de víctimas, la política colonial de Israel aún no ha
tenido éxito en imponerse. Esta perseverancia es más que una simple fuente
de consuelo para la gente palestina; la ha galvanizado para que aprovechara
este momento a fin de forjar un cambio radical y decisivo.



Esta no es la primera vez que se producen manifestaciones de este tipo: Solo
en la última década, el Plan Prawer de 2013 para desplazar a las y los
ciudadanos beduinos en Naqab/Negev, la guerra de 2014 contra Gaza y la Gran
Marcha del Retorno de 2018 generaron acciones conjuntas similares. Sin
embargo, cualquier persona palestina que haya asistido a las protestas
actuales o seguido las noticias desde el extranjero no puede evitar sentir
que esta ola es diferente a las demás. Algo se siente diferente. Nadie está
muy seguro de lo que es o cuánto tiempo durará, y después de la locura de
anoche [del 12 al 13 de mayo], tal vez ya no importe. Pero es angustioso de
observar y resulta electrizante su contemplación.



No solo un eslogan



La centralidad de Jerusalén en este renacimiento nacional es una pieza vital
de la historia. Han pasado años desde que la histórica capital estuvo en la
mente de tantas y tantos palestinos —y de hecho, en la mente de millones de
personas en todo el mundo— como ha estado en las últimas semanas. La última
vez que esto ocurrió fue en julio de 2017, cuando, tras un ataque de
militantes palestinos contra la Policía Fronteriza cerca de la mezquita de
Al-Aqsa, las autoridades israelíes instalaron detectores de metales
alrededor del complejo y se negaron a permitir que las y los fieles
musulmanes entraran sin controlarles.



Rechazando esta imposición por parte de la potencia ocupante, las y los
palestinos lideraron el boicot masivo de los detectores y protestaron por
cualquier intento de alterar el statu quo del Haram al-Sharif [Nuestro
Santuario]. Su desobediencia civil obligó a los actores regionales a
intervenir, y finalmente obligó a Israel a retirar las instalaciones. Aunque
de alcance limitado, fue una victoria inspiradora que ofreció una visión del
potencial de la organización palestina en la ciudad, que muchos temían
habría sido diezmada por la represión israelí durante y después de la
Segunda Intifada [2000 a 2004-2005].



Esta vez, la movilización en Jerusalén es mucho más significativa. A
diferencia de 2017, los manifestantes palestinos no se contentaron
simplemente con levantar las restricciones arbitrarias de la policía a las
festividades de Ramadán en la Puerta de Damasco[01]. En lo que resultó ser
un momento fatal, las autoridades israelíes y los grupos de colonos
intensificaron su presión para expulsar a las familias palestinas de sus
hogares en Sheikh Jarrah, cuyos desalojos iban a ser decididos por la Corte
Suprema este mes, al mismo tiempo que la policía intensificaba su violencia
represiva en la Ciudad Vieja. El destino de Sheikh Jarrah, junto con otras
áreas amenazadas como Silwan [barrio de Jerusalén Este], ha quedado
íntimamente ligado al corazón de la Jerusalén palestina, no como una
consigna desgastada, sino como un movimiento que emprende acciones masas
para defenderlas.



Al hacerlo, las y los palestinos abrieron un camino tremendo para
contrarrestar los intentos de Israel de separar los barrios de Jerusalén
entre sí y aislarlos de sus hermanos de fuera de la ciudad. Impulsados por
el despertar de la capital, las y los palestinos de otras ciudades
organizaron sus propias protestas en apoyo de Sheikh Jarrah y Al-Aqsa, sin
dejarse intimidar por las amenazas y actos de represión israelíes. El sábado
pasado [8 de mayo], miles de ciudadanas y ciudadanos palestinos de Israel
desafiaron los obstáculos policiales y viajaron en autobús y a pie al lugar
sagrado, mientras rezaban por Sheikh Jarrah. Hasta que los pogromos de esta
semana impregnaron el país, todos los ojos estaban fijos en Jerusalén con
una energía ferviente que no había sido sentida por la gente palestina en
muchos años.



Una característica extraordinaria de las manifestaciones es que están siendo
organizadas principalmente no por partidos o personalidades políticas, sino
por una juventud activista palestina, comités de barrio y colectivos de
base. En efecto, algunos de estos y estas activistas rechazan explícitamente
la participación de las élites políticas en sus protestas, considerando sus
ideas e instituciones, desde la Autoridad Palestina hasta la Lista Conjunta,
como domesticadas y obsoletas. Se están afirmando en las calles y
especialmente en las redes sociales, alentando a otros sectores juveniles
que nunca habían participado en protestas políticas a participar por primera
vez. En muchos sentidos, esta generación desafía a su liderazgo tradicional
tanto como está luchando contra el Estado israelí.



Resiliencia en medio del caos



No es de extrañar que Hamas haya decidido entrar en escena disparando miles
de cohetes contra el sur y centro de Israel en nombre de la defensa de
Jerusalén. Para algunas personas palestinas, esta es una intervención
militar justificada para reforzar el movimiento sobre el terreno; para
otras, es un intento flagrante de secuestrar las protestas en beneficio de
Hamas, como lo hizo con la Gran Marcha del Retorno de Gaza. Aún así, con el
presidente Mahmoud Abbas posponiendo indefinidamente las elecciones
palestinas de este verano, el liderazgo político de ambos lados de los
territorios ocupados han demostrado que tiene poco que ofrecer, excepto
viejas estrategias y un gobierno más autoritario.



La cooptación no es la única amenaza a la que se enfrenta el floreciente
movimiento. En las llamadas "ciudades mixtas" como Lod, Jaffa y Haifa,
pueblos históricamente palestinos que se convirtieron por la fuerza en
localidades de mayoría judía por medio de la expulsión y el aburguesamiento,
las turbas judías de derechas, muchas custodiadas y ayudadas por la policía,
están linchando a las y los palestinos y aterrorizando sus barrios. Bandas
judías armadas provenientes de colonias en Cisjordania, donde los ataques
violentos contra las y los palestinos son moneda corriente, están
convergiendo en estas ciudades para unirse a la refriega. Alguna gente
palestina también está atacando a personas judías israelíes e incendiando
sus vehículos y propiedades, incluidos ataques incendiarios contra
sinagogas. Sin embargo, solo uno de estos grupos [los no “árabes-israelíes”]
tiene pocas razones para temer a las autoridades y, en todo caso, incluso
puede confiar en la policía para su protección.



Estos desgarradores acontecimientos probablemente empeorarán en los próximos
días a medida que Israel y Hamas intensifiquen su guerra asimétrica, con la
gente palestina de Gaza sometida a bloqueo pagando el precio más alto. El
gobierno israelí está considerando ahora desplegar al ejército para ayudar a
la policía a establecer el "orden" en el país, una medida que impondrá más
tiranía a la ciudadanía palestina del Estado. Mientras tanto, mucha gente
palestina que apoya las protestas tiene miedo a salir a las calles por el
riesgo a ser herida, arrestada o cosas peores. Otras personas se han
resignado a creer que, después de décadas de levantamientos, inacción
internacional e impunidad israelí, hay pocas esperanzas de que este episodio
produzca algún cambio significativo.



Y, sin embargo, incluso si la violencia parece escapar a todo control, no
debe borrar las corrientes de orgullo, solidaridad y alegría que han
dinamizado la ola de resistencia palestina de este mes. En una imagen
simbólica el domingo 9 de mayo, un palestino en Lod subió a una farola para
reemplazar una bandera israelí por una palestina, una escena desafiante casi
73 años después de que las fuerzas sionistas limpiaran étnicamente la ciudad
durante la Nakba. Cuando la policía impidió la entrada de autobuses a
Jerusalén para la noche santa de Laylat al-Qadr, las y los conductores que
pasaban se ofrecieron para llevar a las y los palestinos que estaban
dispuestos a caminar millas para llegar a Al-Aqsa. En el barrio de Haifa de
Wadi Nisnas esta semana, las y los residentes palestinos se agruparon para
rechazar a las turbas judías, sabiendo que era probable que la policía, más
que intentar detenerlas, las ayudara.



En las redes sociales, un video viral mostró a grupos palestinos riendo y
aplaudiendo mientras un coche de policía israelí pasaba sin darse cuenta de
que una bandera palestina había sido enganchada a su puerta trasera. Otro
video popular mostró a un niño palestino, expulsado de Al-Aqsa por una
multitud de policías, lanzando hábilmente su zapato directamente a la cabeza
de un oficial con casco. Otro mostró a un hombre palestino sonriendo cuando
su hija, no consciente de que su padre estaba siendo arrestado por la
policía en su propia casa, le preguntó impacientemente por su muñeca.
Incluso en medio del caos, estos momentos de belleza y resiliencia no deben
olvidarse.



Un motín nacional



No hay duda de que éste es un momento peligroso para toda la gente que vive
en Palestina-Israel. La inestabilidad en las calles es aterradora, y los
peligros que trae casi no tienen precedentes. Esta locura debería haber sido
evitable, pero los poderes constituidos la hicieron casi inevitable. La
comunidad internacional, incluidos los Estados árabes, han abandonado
efectivamente la causa palestina; la derecha israelí ha consolidado su
gobierno de apartheid entre el río y el mar; y las direcciones palestinas se
han negado a dar voz a su pueblo sobre su futuro político.



Es precisamente este ambiente aislante y aplastante el que el naciente
movimiento palestino está tratando de romper. Buena parte de la juventud
activista que ha arriesgado sus cuerpos en las últimas semanas ha pasado su
vida tratando de obtener sus libertades. Más segura y mejor equipada que sus
generaciones anteriores, ha probado las redes sociales, la defensa pública,
los programas de "convivencia", la práctica legal, incluso las amistades con
compañeras y compañeros de trabajo judíos, solo para encontrar que permanece
atrapada en las mismas cadenas que sus padres y abuelos antes que ella. Ante
la privación de opciones, la desobediencia pública es ahora una de las pocas
estrategias que las y los palestinos tienen para contener la implacable
opresión de Israel, en particular en la lucha contra las expulsiones de
Sheikh Jarrah y las de Jaffa y otras...



Este acto masivo de movilización no se puede clasificar simplemente bajo una
falsa disyuntiva entre resistencia "violenta" o "no violenta". Es, para
decirlo sin rodeos, un motín nacional. Aunque es una palabra profundamente
estigmatizada, y una palabra usada más para demonizar y justificar la
brutalidad contra quienes se manifiestan, los motines son una característica
familiar de la resistencia popular contra la injusticia; las protestas de
Black Lives tras el asesinato de George Floyd el año pasado fueron testigos
de ejemplos prominentes de éstos. Y para muchas personas palestinas en la
calle, cualquiera que sea la violencia que emane de estas protestas, por
aborrecible y condenable que pueda ser, sigue siendo incomparable a la
brutalidad diaria, directa y estructural ejercida por el Estado que les
gobierna.



En efecto, junto con las guerras sísmicas de 1948 y 1967, el éxito del
sionismo como proyecto colonial se deriva en gran parte de su enfoque
rampante del despojo. Roba territorios pieza por pieza, desaloja a las
familias casa por casa y silencia la oposición de persona a persona. El
silencio es clave para socavar la resistencia colectiva, al tiempo que da a
la gente crítica la ilusión de que tiene tiempo para cambiar el rumbo. Y
como mostraron los acontecimientos en Jerusalén este mes, cuanto más
descaradamente siga Israel sus políticas, más intensa será la resistencia.



Las y los palestinos que han salido a las calles en las últimas semanas lo
saben muy bien, y es por eso por lo que no están interesados en dejar que
Israel vuelva a la normalidad. Normalidad significa permitir que el
colonialismo poblamiento y el apartheid continúen funcionando sin problemas,
sin ser molestados por una vigilancia local o internacional. Esa condición
violenta e inhumana forma la experiencia común de millones de personas
palestinas, ya vivan bajo bloqueo, gobierno militar, discriminación racista
o exilio. Todas y todos entienden que se enfrentan a una sola fuerza que
está tratando de suprimirles, pacificarles y borrarles, simplemente por su
identidad “original”.



Incluso al borde de una aterradora fase de guerra, mucha gente palestina no
puede darse el lujo de esperar a la próxima crisis para librarse de esa
fuerza opresiva. Hay un motín en curso ahora, e incluso si no libera a la
gente palestina de sus cadenas, al menos, puede aflojar el control de Israel
sobre su conciencia (Artículo publicado en la web de la revista israelí +972
el 13/05/2021).



* Amjad Iraqi es editor y escritor de la revista +972. También es analista
político en el think tank Al-Shabaka, y anteriormente fue coordinador en el
centro legal Adalah. Es un ciudadano palestino de Israel, con sede en Haifa.

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