Estados Unidos/ El "impuesto global" del 15% de Biden y los 40 años de "juego sucio" con el impuesto a las empresas. [Jack Rasmus]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Nov 5 10:27:54 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

5 de noviembre 2021

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Estados Unidos



El "impuesto global" del 15% de Biden y los 40 años de "juego sucio" con el
impuesto a las empresas



Jack Rasmus *

A l’encontre, 4-11-2021

http://alencontre.org/ameriques/

Traducción de Ruben Navarro – Correspondencia de Prensa



En estos últimos días, los principales medios de comunicación retomaron y
volvieron a presentar el acuerdo negociado hace varias semanas por la
secretaria del Tesoro, Janet Yellen, para que más de 100 [136, de hecho]
países firmaran e implantaran un impuesto mundial de 15% a las empresas [El
5 de abril de 2021, la secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen,
propuso "poner fin a la carrera hacia la baja" en el impuesto a las
sociedades. El principio es simple: si una multinacional paga menos del 21%
de impuestos en el extranjero, su país de origen recuperará la diferencia.
El acuerdo del 15% se refiere a las empresas con un volumen de negocios
global de más de 20.000 millones de euros y una rentabilidad superior al
10%, lo que excluye a una empresa con una rentabilidad inferior, como
Amazon, cuya rentabilidad declarada fue de alrededor del 6%].



Pero, ¿por qué los medios de comunicación vuelven a hablar de esto ahora?
¿Se trata acaso de atenuar el golpe de la supresión de la propuesta de Joe
Biden, durante la era Trump, de aumentar el impuesto a las sociedades
estadounidense del 21%  al 26%? ¿Era de 35% antes de Trump? [1] ¿O hay algo
más para explicar por qué los medios de comunicación publican esta noticia
de hace varias semanas sobre el impuesto mundial?



El respaldo internacional al impuesto mínimo global del 15% de Biden,
anunciado hace algunas semanas, debería supuestamente impedir que las
grandes empresas transnacionales manipulen a los gobiernos buscando y
obteniendo acuerdos fiscales especiales ["acuerdos de conveniencia"] en
algunos países a costa de otros.



Un ejemplo notorio es el de Irlanda, donde las empresas estadounidenses y
otras transnacionales establecen sus sedes y registran sus contribuciones
fiscales globales con la tasa más baja del impuesto a las empresas, que es
la de Irlanda, con un promedio de sólo el 2% al 3% para la mayoría de las
empresas.



Irlanda es también el lugar preferido para lo que se conoce como la
escapatoria fiscal de la "inversión" [traslado de la sede fiscal de una
empresa mediante la adquisición de otra situada en un país con una
legislación fiscal más favorable]. En virtud de esta posibilidad, las
transnacionales estadounidenses venden productos o servicios en grandes
cantidades en otros países, pero contabilizan sus beneficios en Irlanda
simplemente porque tienen allí la sede de su empresa. En muchos casos no
ganan nada en Irlanda, pero pagan el impuesto a las sociedades a un índice
mucho más bajo en Irlanda, en lugar de los niveles impositivos mucho más
altos de los países donde la empresa realmente fabrica y vende bienes y
servicios.



Los mayores beneficiarios de esta escapatoria de la "inversión" son las
empresas farmacéuticas, tecnológicas, financieras y de consultoría
empresarial estadounidenses, entre otras muchas. Bajo el mandato de Bill
Clinton [1993-2001], las empresas estadounidenses podían utilizar este vacío
legal simplemente marcando una casilla en los formularios del impuesto a las
sociedades.



Pero Irlanda no es la única vía de escape para el impuesto nacional sobre
las sociedades. Hay una multitud de posibilidades. Recordemos a Luxemburgo y
alos Países Bajos, en Europa. Y a otros países fuera de Europa.

El vacío fiscal de la "inversión" permite a las empresas estadounidenses, en
particular, comparar un país con otro y elegir aquél con las tasas más bajas
para trasladar así sus sedes y contabilizar sus beneficios globales según
las tasas más bajas.



La inversión fiscal no es la única táctica utilizada por las transnacionales
estadounidenses para trasladar los beneficios y pagar menos impuestos fuera
de Estados Unidos.



Otra de las tácticas favoritas de las transnacionales estadounidenses es la
manipulación de los precios "internos" o "de transferencia". Una empresa
manipula sus precios entre sus filiales mundiales: por ejemplo, cobra a sus
empresas con sede en EE.UU. los bienes y servicios que compra a sus filiales
extranjeras [o los royalties de patentes adicionales] a un precio más
elevado [formalmente a precios independientes de los del mercado].



De esta manera, las operaciones en EE.UU. tienen costos más elevados y por
lo tanto, beneficios más bajos. Esto se debe a los precios más altos que
cobra a sus empresas con sede en Estados Unidos. Al mismo tiempo, su filial
obtiene mayores ingresos por ventas y beneficios. Pero esta última paga un
porcentaje de impuestos más bajo sobre las operaciones en el extranjero. En
resumen, a través de unos precios de transferencia "inteligentes", la
transnacional estadounidense reduce sus beneficios y con ello la carga
impositiva en Estados Unidos, mientras aumenta sus beneficios y los
impuestos a tasas bajas en el extranjero, con lo que los pagos netos de
impuestos internacionales se reducen.



***



El gobierno de Biden defiende las ventajas de un impuesto a las empresas
mínimo global del 15% como forma de obligar a las mayores empresas
estadounidenses a pagar la parte que les corresponde, para que paguen sus
impuestos aquellas que evitan los impuestos deslocalizando sus actividades,
que utilizan las grietas fiscales de la "inversión" o simplemente
practicando técnicas de "precios de transferencia". Algunas de ellas no
pagan nada a pesar de facturar miles de millones de dólares. Pero la
propuesta del 15% de Joe Biden no afecta en absoluto a las empresas que
manipulan los "precios de transferencia" y tampoco evita la práctica de las
"inversiones".



La "carrera a la baja" del impuesto a las sociedades a nivel mundial, que el
impuesto mínimo del 15% de Biden pretende solucionar es similar al juego de
la "carrera a la baja" fiscal que las empresas estadounidenses han venido
jugando entre los 50 estados de EE.UU. durante décadas. Desde hace años, las
empresas estadounidenses trasladan su sede de un estado a otro para reducir
sus impuestos, o amenazan con hacerlo para que los estados y las ciudades
les concedan exenciones fiscales especiales para que se queden allí [esta
práctica de competencia fiscal vinculada al "federalismo fiscal" se da, con
detalles, en Suiza, Canadá, etc.]. Sólo que no las llaman "inversiones"
cuando se llevan a cabo dentro de Estados Unidos. En los últimos años, las
transnacionales estadounidenses también han exportado y adaptado esta
estrategia fiscal al ámbito mundial. El impuesto global de Biden está
pensado para intentar remediarlo en el ámbito internacional, pero sin hacer
nada en Estados Unidos.



El mínimo del 15%pretende evitar que las empresas manipulen los sistemas
fiscales de los países. Al menos eso es lo que nos dicen Biden y el Tesoro
estadounidense. Pero no debemos confiar en lo anaunciado el 8 de octubre [en
el G20 de Venecia y en el "marco inclusivo" de la OCDE, conocido como BEPS:
Base Erosion and Profit Shifting]. La concreción [para enero de 2023] de un
impuesto mínimo global del 15% sobre los beneficios de las empresas
transnacionales no existe todavía. He aquí tres razones por las que tal
impuesto puede no coincidir con lo anunciado.



- En primer lugar, es posible que el impuesto del 15% de Biden nunca vea la
luz. Los más de 100 países -incluidos los Estados Unidos- tendrán que
adoptar una verdadera legislación fiscal tras el reciente acuerdo del 15%.

El tratado del 15% sólo dice que estos países se comprometen a hacer el
esfuerzo. La mitad de ellos tardarán años en aprobar la legislación de
habilitación.



- En segundo lugar, el impuesto mínimo global del 15% recientemente
anunciado es un tratado negociado. Esto significa que, según la Constitución
del Estado, primero debe ser ratificada por el Senado de EE.UU. (incluso
antes de que se presente un proyecto de ley de habilitación en el Congreso).
¿Quién puede realmente creer que el actual Senado estadounidense aprobará
este tratado, siendo que acaba de hacer todo lo posible para impedir la
financiación de cualquier proyecto de ley de reactivación, cancelando los
recortes fiscales de Trump?



[En efecto, mientras que el impuesto global del 15% (segundo pilar) puede
ser introducido directamente por cada Estado en su legislación, la
asignación de los beneficios excedentes (primer pilar) requiere un convenio
multilateral. La OCDE debe elaborarlo en 2022 y luego deben ratificarlo
todos los parlamentos nacionales, incluido el Congreso estadounidense.]



- En tercer lugar, aunque los parlamentos de EE.UU. y de los países (136)
que firmaron el tratado adopten el 15%, ¿qué garantías existen para evitar
que cada país adopte también otras medidas fiscales para evitar ese 15%, con
exenciones, excepciones, créditos fiscales compensatorios, etc.?



40 años de artificios con el impuesto sobre las compañías



Los "artificios", o sea el hecho de cambiar el régimen fiscal de las
empresas gracias a una serie de vacíos legales, y luego cambiar los vacíos
legales por tasas más bajas, son practicados desde hace años, sobre todo en
los Estados Unidos.



Estos maquillajes, que llevan cuatro décadas [el punto de inflexión de los
años 80 destacado por Gabriel Zucman, véase la nota 1 y el texto que sigue],
se producen cuando la opinión pública se entera de que se han creado enormes
lagunas jurídicas y exige que éstas se supriman, el Congreso aprueba una
legislación parcial para cerrar algunas de estas escapatorias y exenciones,
pero luego baja el porcentaje del impuesto a las empresas.



Basta con observar el sistema fiscal estadounidense desde 1980: cada vez que
el impuesto a las empresas era demasiado bajo y que la opinión pública
manifestaba su indignación, el Congreso subía parcialmente el tipo nominal
del impuesto a las empresas, pero en la misma legislación aumentaba el
número de escapatorias, exenciones, etc. Esta tendencia es evidente con los
recortes de impuestos de Reagan en 1981, seguidos por los recortes de
impuestos de 1986, luego los recortes de Clinton en 1997, una serie de
recortes de impuestos de Bush Jr. en 2001-2004, y luego de Obama en
2012-2013.



Sin embargo, Trump acabó con las pretensiones del "shell game"
("prestidigitación") en 2017, recortar masivamente los índices del impuesto
a las empresas sin molestarse en eliminar los vacíos legales. También puso
fin a cualquier indicio de impuesto mínimo alternativo para las empresas.
Las empresas estadounidenses recibieron una ayuda triple. Con Trump,
desaparecieron las prestidigitaciones del "shell game". ¡En lugar de "ahora
lo ven, ahora no lo ven", "aquí está, aquí no está", tuvimos un "ahora lo
ven, y ahora lo ven aún mejor"!



Este "juego" que consiste en cambiar los porcentajes por lagunas fiscales
que permiten la evasión fiscal hace que, a lo largo del tiempo, las empresas
paguen cada vez menos impuestos netos en total. En los años sesenta, el
impuesto a las empresas de Estados Unidos representaba más del 20% de los
ingresos fiscales del país; hoy apenas alcanza el 5%.



Con la propuesta de Biden de un impuesto mínimo de sociedades del 15%, el
engaño continúa. Las transnacionales estadounidenses podrán deshacerse
fácilmente de ella y seguirán manipulando sus "precios internos" (precios de
transferencia) entre sus operaciones en Estados Unidos y sus filiales en el
extranjero; esto continuará mientras siga existiendo el vacío legal de las
"inversiones". El porcentaje del 15% parece positivo en teoría, pero, por
diversas razones mencionadas anteriormente, es casi seguro que no entrará en
vigor hasta dentro de muchos años, si es que llega a aplicarse. Si el
tratado no se aprueba en el Senado, si Estados Unidos no lo aplica, es obvio
que otros países no lo harán tampoco.



La empresa como canal capitalista  (¿o « canal del capitalismo” / canal de
los capitalistas”?)



Lo que los principales medios de comunicación no mencionan cuando
promocionan el impuesto mínimo global (o cualquier otro recorte crónico del
impuesto a las empresas durante décadas) es el papel que desempeña el
impuesto en la desigualdad de ingresos y riqueza, cada vez más acelerada, en
los Estados Unidos actualmente.



La empresa es el medio que permite distribuir cantidades masivas de ingresos
y riqueza a los accionistas capitalistas. En la última década, las empresas
estadounidenses distribuyeron más de 12 billones de dólares a sus
accionistas bajo la forma de recompra de acciones [2] y de pago de
dividendos. Durante los años de Obama, estas distribuciones combinadas
pasaron de 700.000 millones de dólares al año a casi un billón de dólares al
año. Bajo el mandato de Trump, de 2017 a 2019, la cantidad promedio fue de
1,2 billones de dólares al año. Este año, en 2021, bajo el mandato de Biden,
se calcula que llegará a 1,5 billones de dólares. La distribución masiva de
la renta enriquece a los capitalistas individuales, que luego la reinvierten
principalmente en acciones, bonos y otros valores financieros -es decir,
formas de riqueza-, lo que da lugar a la desigualdad de la riqueza, además
de la desigualdad de ingresos. Los activos patrimoniales (es decir,
acciones, bonos, etc.) generan entonces aún más ingresos, ya que las
recompras y los dividendos aumentando aún más.



Si la empresa es el canal institucional a través del cual circulan cada vez
más ingresos y riqueza hacia la clase capitalista, el "truco" del impuesto a
las empresas es el dinero que circula por ese canal.



A medida que los inversores capitalistas acumulan más ingresos y riqueza a
través del aumento de las distribuciones hechas por las compañías gracias al
"juego del cubilete" de los impuestos, los inversores capitalistas
individuales ricos también pueden conservar una parte cada vez mayor de lo
que la empresa distribuye. Los porcentajes de los impuestos individuales y
las lagunas legales se amplían también para que los capitalistas
individuales puedan quedarse con más de lo que sus empresas les distribuyen
a través recompra de acciones y bajo forma de dividendos.

Los incrementos del impuesto sobre las empresas como marketing político



Esta prestidigitación no terminará con el impuesto global del 15%. Y tampoco
acabará con las recientes propuestas de un impuesto individual a los
multimillonarios o un impuesto a las empresas con miles de millones de
dólares de beneficios, que los demócratas proponen ahora para financiar el
plan "Reconstruir mejor" ["Build Back Better"] de Biden. El impuesto global
es de la misma especie, pero de un carácter diferente. Todos están diseñados
para crear una fachada que les permita decir a los políticos que están
haciendo algo con el sistema fiscal, un sistema que sigue enriqueciendo a
los ricos y sus empresas.



Las recientes propuestas de Biden de elevar un poco el impuesto sobre las
empresas en Estados Unidos, del 21% de Trump al 28% (y luego al 26%)
contribuyeron seguramente a revertir la tendencia. Lo mismo ocurre con la
propuesta de Biden de aumentar el impuesto sobre la renta de las personas
más ricas al 39%. Antes de Trump, el tipo del impuesto de sociedades era del
35%, luego lo redujo al 21%. Biden había propuesto originalmente aumentarlo
en parte al 28%. Luego lo bajó al 26%. Ahora lo abandonó por completo en su
último "programa marco" para su proyecto de ley "Reconstruir mejor".



Pero las propuestas de aumento real de las tasas impositivas sobre las
emrpesas y los capitalistas individuales fueron abandonadas la semana pasada
por Biden y los demócratas, los que capitularon ante los grupos de presión
[lobbyistas] y sus propios representantes en el Senado (Joe Manchin,
demócrata de Virginia Occidental, y Krysten Sinema, demócrata de Arizona) y
en la Cámara de Representantes (Henry Cuellar de Texas).



Ahora, en lugar de un aumento real de los impuestos sobre los beneficios de
las empresas estadounidenses, tenemos la cortina de humo de la tributación
de los multimillonarios y el impuesto mundial a las empresas del 15%, cuya
eficacia es sólo teórica. Seguramente, las propuestas para hacer que los
ricos y sus empresas paguen sean abandonadas paulatinamente y sustituidas
por aumentos de impuestos aparentemente buenos, pero que los políticos saben
que nunca producirán ingresos reales.



Es necesario revisar radicalmente el sistema fiscal estadounidense. Según
mis cálculos, este sistema ha proporcionado a las empresas estadounidenses y
a sus accionistas, así como a los ricos especuladores financieros, nada
menos que 15 billones de dólares en recortes fiscales totales desde 2001. Ya
no hay lugar para "reformas". La transferencia de ingresos y de riquezas a
través del actual sistema fiscal ha alcanzado proporciones tales que no
basta con hacerle retoques. Necesitamos algo más fundamental. Pero esa es
otra historia. (Publicado en el sitio itio de Jack Rasmus, 30-10-2021
https://jackrasmus.com/2021/)



* Jack Rasmus es el autor de The Scourge of Neoliberalism: US Economic
Policy from Reagan to Trump, Clarity Press, enero de 2020. Enseña economía
en el Saint Mary's College de California. Tiene un blog en jackrasmus.com y
presenta el programa de radio semanal Alternative Visions en la Progressive
Radio Network.



Notas de A l’encontre:



1] A nivel mundial, el promedio del impuesto a las empresas bajó del 45% en
los años ochenta al 20% actualmente, según explica en Le Monde el 8 de
febrero de 2021 el profesor de economía de Berkeley Gabriel Zucman, quien
subraya que esto reduce la capacidad de los Estados para financiar el gasto
público y que hace recaer una mayor carga impositiva sobre los individuos,
aumentando la desigualdad. Gabriel Zucman, Emmanuel Saez y Cécile Deniard,
publicaron "Le Triomphe de l'injustice. Richesse, évasion fiscale et
démocratie" (Ed. du Seuil, 2020). Este libro muestra que, por primera vez en
más de un siglo, los multimillonarios estadounidenses pagan menos impuestos
en proporción a sus ingresos que cada uno de los demás grupos sociales
definidos según la clasificación social de Estados Unidos.

2] Cuando una empresa recompra sus acciones, las mismas habitualmente
destruidas, anuladas. De esta manera, el capital y la cantidad de acciones
se reducen. Los accionistas resultan así favorecidos mecánicamente por esta
estrategia de recompra de acciones.

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