Argentina/ Festejar para sobrevivir. [Pedro Perucca]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Nov 18 11:06:43 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

18 de noviembre 2021

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Argentina



Festejar para sobrevivir



Pedro Perucca *

Jacobin, 17-11-2021

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Tal vez el fenómeno más curioso de las recientes elecciones legislativas en
Argentina sea que los principales actores políticos del escenario nacional
hayan salido todos a celebrar los resultados. Las reacciones postelectorales
parecerían mostrar un escenario nacional con muchos triunfadores y sin
derrotados. Más allá de la extrañeza para un país políticamente tan intenso
como el nuestro, hay algunos elementos de verdad en los recortes
intencionados de la realidad que propone cada fuerza.



Sin embargo, esta celebración unánime no deja de resultar un poco violenta
en un país donde la inflación llega al 52% interanual y la vida de las
mayorías populares es decididamente complicada en la cotidianeidad
pospandémica. Pero como estas elecciones probablemente sean lo más cerca que
vayamos a estar jamás de un capitalismo donde ganen todos, no conviene
desaprovechar la oportunidad de analizarlas.



Remontada con gusto a poco



El Frente de Todos (FdT) celebró haber logrado unas cifras que,
objetivamente miradas, son las peores que haya obtenido el peronismo
unificado en una elección nacional. Para pensar solo en elecciones
legislativas: el 32% obtenido supera al que hasta el momento era el peor
resultado de la historia electoral peronista, el 36% de 1997, en esas
elecciones del ocaso del menemismo en que arrasó la Alianza. Incluso en las
legislativas de 2001, meses antes del estallido del “que se vayan todos”, el
peronismo superó el 38%. La única comparación posible sería con el 28% que
obtuvo el Frente para la Victoria en 2009 o el 32% de 2013, pero ya estamos
hablando de un peronismo atomizado. Hoy, el peronismo unido, con el
sindicalismo y buena parte de los movimientos sociales encolumnados, apenas
igualó esa marca de un momento de crisis y división. Pero el heterogéneo
frente oficialista celebra, hace gestos al cielo, muerde la medalla, besa a
la chica y agita el champagne, como en el meme.



En el acto en el búnker de Chacarita, el presidente Alberto Fernández
confirmó la convocatoria a la marcha de hoy, miércoles 17, día de la
militancia, para “celebrar el triunfo como corresponde”. La diputada electa
Victoria Tolosa Paz afirmó en declaraciones radiales: “Ellos ganaron
perdiendo y nosotros perdimos ganando”. Más allá de que probablemente haya
querido decirlo exactamente al revés (el peronismo ganó perdiendo y la
oposición perdió ganando), la frase no es expresión solo de una dialéctica
de bajo vuelo, sino de algo absolutamente real.



Los catastróficos resultados de las PASO, con una derrota oficialista por
más de 10 puntos, una diferencia de 5 en la provincia de Buenos Aires y
triunfos en apenas siete provincias, podían anticipar una catástrofe en la
votación del pasado domingo que hubiera abierto un escenario de crisis casi
terminal para el Gobierno. Pero la combinación de una salida unitaria hacia
la campaña (después del pésimo manejo de la crisis interna de los días
posteriores a las primarias, donde durante 48 horas el Frente de Todos
pareció estar al borde del estallido), la movilización del indiscutiblemente
poderoso aparato pejotista, algunas muy módicas medidas tendientes a la
recomposición salarial (el plan platita, que no tuvo la espectacularidad
denunciada por la oposición) y probablemente un saludable horror popular al
envalentonamiento cambiemita de las últimas semanas lograron conjurar ese
escenario de debacle, lograr una derrota digna en Provincia de Buenos Aires
(algo más de un punto), achicar la brecha nacional a 8 puntos e incluso dar
vuelta los resultados en Chaco y Tierra del Fuego por ajustados márgenes.



Los anhelos frustrados del macrismo



Juntos por el Cambio (JxC), efectivamente, perdió ganando. Perdió, como
suele pasar, porque sus expectativas habían ido mucho más allá de lo que
finalmente sucedió. Fantasearon con cifras que incluso superaran las de las
PASO y abrieran un escenario de “transición” (como dijo el propio Mauricio
Macri), en el que un gobierno exánime los convocara para cogestionar los dos
años que faltan hasta las presidenciales. Incluso se preparaban para un
Alberto aún más delarruizado, que no llegara a cumplir su mandato,
especulando con poner a algún referente propio en la línea sucesoria (la
propuesta de María Eugenia Vidal de disputarle al oficialismo la titularidad
de la Cámara de Diputados). Nada de eso sucedió y entonces el triunfo en 13
provincias y haber logrado quitarle al peronismo por primera vez desde la
vuelta de la democracia el quórum propio en el Senado aparece como un premio
consuelo. Basta ver las fotos de las caras en el bunker cambiemita.



Además, parecieran estar algo desconcertados por la algarabía oficialista y
se ven obligados a salir ridículamente a pedirle al Gobierno que “reconozca
la derrota”. Es que esperaban más, mucho más. En los últimos dos meses
creyeron que podían capitalizar mejor la crisis pandémica, que actuaría como
el pase de magia que borraría por completo de las memorias el horror de su
gestión nacional, dándole una segunda oportunidad de volver al poder en
apenas dos años. Al no confirmarse este escenario fantástico, ahora también
se reabre la interna del frente opositor entre halcones, palomas y
radicales, en pausa durante la campaña. También para ellos vienen unos años
de fuertes disputas hacia las presidenciales de 2023.



En cualquier caso, a pesar de todos los efectos distorsivos de la crisis
epidemiológica, el 42% de JxC es fácilmente equiparable al 41% de 2019
(aunque claro, es problemático comparar legislativas y presidenciales) y
parecería mostrar la existencia de un techo también allí. Lejos de la
hipótesis indignada del progresismo, que se desgañitó en redes criticando a
la ciudadanía desmemoriada que para protestar contra las innegables
dificultades económicas del presente elige votar a los principales
ajustadores y endeudadores de nuestra historia, la realidad parece ser muy
distinta.



En una mirada de pura reacción contra el evidente malhumor social del
presente, un contexto de pobreza y desempleo en niveles 2001, con una
inflación por encima del 50%, el dólar paralelo a 200 pesos, una disparada
en los precios de los alimentos y otros productos esenciales que el
oficialismo parece no poder controlar, paritarias a la baja en casi todos
los gremios, unas jubilaciones y pensiones que logran quedar solo décimas
por debajo de la evolución de los precios gracias a periódicos bonos y la
infinita sucesión de tiros en los pies que casi semanalmente puso a
disposición el gobierno del FdT, no hubiera sido insólita una masiva
deserción del oficialismo y una avalancha de apoyos a JxC. Pero eso tampoco
sucedió. Una cierta memoria de la devastación cambiemita parecer pervivir.
Lo que ya no hay, sin dudas, es entusiasmo alguno hacia el Gobierno. Y este
es otro de los datos clave de la escena política nacional.



Nuevas viejas derechas



Los ultraliberales de Avanza Libertad / La Libertad Avanza sin dudas fueron
el fenómeno más novedoso de estas elecciones, con una irrupción que, entre
CABA y la Provincia de Buenos Aires, logró casi un millón de votos (650 mil
en provincia y 310 mil en Capital) y cinco diputados nacionales. Todavía sin
proyección a todo el territorio, de todos modos constituyen un fenómeno
preocupante. Pero también aquí hay matices. El fenómeno Javier Milei, sin
restarle nada de la grave relevancia que le corresponde, tampoco cumplió con
las expectativas post PASO. Algunos analistas llegaron a plantear cifras
superiores al 20% para estas elecciones, después del sorprendente 14% de las
primarias. Pero solo llegó al 17%, lo que implica casi un crecimiento
vegetativo ante el recorte de la oferta. En Provincia de Buenos Aires, José
Luis Espert capitalizó mejor las cosas y logró quedar como tercera fuerza,
después de haber perdido en las PASO con el Frente de Izquierda (FIT).



Sí, son el mal. Sus recetas destructivas y su discurso violento constituyen
una preocupación saludable. Pero no hay que olvidar que hubo otros fenómenos
de ultraderecha en nuestra democracia. Antonio Domingo Bussi logró ser
gobernador, Luis Patti fue diputado, Aldo Rico, además de diputado, fue
intendente de San Miguel. Son cosas distintas, está claro, y donde estos
eran rémoras de la última dictadura cívico-militar, aquellos representan a
las nuevas derechas que vienen abriéndose lugar en la política mundial. A
unos los apoyaban apolillados sectores nostálgicos de las botas y a otros
los bancan miles de adolescentes enfervorizados. Veremos. En cualquier caso,
habrá que ir construyendo sólidas alianzas antiderechistas.



¿Histórica? elección de la izquierda



El Frente de Izquierda y los Trabajadores-Unidad (FIT-U) celebra lo que en
varios de sus medios se define como una “elección histórica”. Sin dejar de
reconocer la consolidación de un espacio de izquierda electoral a nivel
nacional (la única fuerza además del FdT y JxC que se presentó en casi todas
las provincias) y celebrando que un frente explícitamente socialista obtenga
casi un 6% de los votos globales (algo que sucede en pocos países del
mundo), nos vemos en la obligación de matizar un poco la aparente euforia de
los camaradas. Obtuvieron cuatro diputados nacionales: Myriam Bregman por
CABA, Nicolás del Caño y Romina del Pla por Provincia de Buenos Aires y
Alejandro Vilca por Jujuy, además de algunos legisladores provinciales y
comunales. Y está bien, más allá de que luego muchas de las decisiones
legislativas del FIT-U sean polémicas y de que sea necesario ir más a fondo
con la crítica a una lógica parlamentarista que equipara bancas con triunfos
políticos.



Pero comparando elecciones legislativas, vemos que el total de votos logrado
el domingo es de 1.270.000 (5,4%), algo no muy distante de los 1.156.000 de
2017 (4,7%), en pleno macrismo, y apenas superior al 1.211.000 de 2013
(5,3%). Es decir, un número más o menos constante en ocho años de coyunturas
políticas muy diferentes. En este 2021 además, podía esperarse una
performance superior en un escenario caracterizado por una muy restringida
oferta electoral (por primera vez en muchos años, no hubo opciones de
centroizquierda que disputaran el voto a la izquierda del peronismo), con
una crisis histórica de la alianza de Gobierno y las horribles variables
económicas ya mencionadas. Y tampoco hubo una capitalización por izquierda
de este escenario. De histórica, nada.



Los fenómenos más interesantes del voto FIT-U sin dudas son el de la rusa
Myriam Bregman en CABA, que con un 8% logró romper un techo importantísimo
para la izquierda local, dando muestras de que su carismática figura pudo
trascender el mundillo militante; un importante crecimiento del 20% en el
voto en Provincia de Buenos Aires y la elección del recolector de residuos
Alejandro Vilca en Jujuy, donde hasta último momento el Frente de Izquierda
estuvo disputando el segundo lugar provincial con el FdT, perdiendo por
apenas tres mil votos. En este caso también es importante el hecho de que se
trata de la segunda elección por encima de los dos dígitos de la izquierda
en esa provincia (18,4 y 25,1, respectivamente), lo que podría hablar de una
consolidación de la propuesta roja, en contratendencia de algunos fenómenos
provinciales muy coyunturales de las últimas elecciones. Después de la
histórica elección de 2013 en Mendoza, que catapultó a Del Caño a la
política nacional, el FIT se desplomó allí, retrocediendo un 62% en estas
elecciones respecto de los 125 mil sufragios obtenidos en 2017, mientras que
en Chaco se cayó un 53%, en Córdoba un 39%, etcétera.



Cuesta arriba hacia 2023



Más allá del análisis cuantitativo, estas elecciones también plantean
algunas preguntas más de fondo. En el marco de la gran transición
posneoliberal de resultados inciertos que estamos atravesando a nivel
mundial, en nuestro país sería importante pensar si estos resultados
implican la continuidad del clima de polarización que viene caracterizando a
la política nacional hace más de una década o si se empieza a abrir paso una
más profunda crisis de representación, con cuestionamientos de conjunto al
sistema político.



Para cualquier organización que pretenda hacer política en este país en los
próximos años, las estrategias en uno u otro caso son muy diferentes. Los
resultados de las PASO parecían más alineados con la segunda hipótesis, pero
el reacomodo de este domingo podría indicar que, pese al escenario de crisis
sostenida, el sistema político nacional todavía cuenta con la fortaleza
suficiente como para canalizar los reclamos por las vías institucionales. La
respuesta no es tan clara, entonces, y habrá que esperar la evolución del
paciente.



En cualquier caso, los dos años que restan hasta las presidenciales de 2023
serán durísimos, con un frente gobernante claramente golpeado, que tendrá
severas dificultades parlamentarias por la pérdida de control del Senado
—aunque lograra sostenerse como primera minoría en ambas Cámaras— y al que
las negociaciones en curso con el Fondo Monetario Internacional obligarán a
seguir avanzando en el ajuste en curso (como reconoció saludablemente la
propia Cristina Fernández de Kirchner en el contexto de honestidad brutal de
la crisis post PASO).



En otras coyunturas crisis política, el kirchnerismo pudo apelar a golpes de
timón que recompusieron su apoyo popular y le dieron aire financiero; a modo
de ejemplo, podemos citar la estatización de las AFJP en 2008, que permitió
mostrar liderazgo y sostener el control político hasta alcanzar la relativa
recomposición económica de 2011. Pero hoy la situación es distinta en varios
niveles: no solo el apoyo popular está muy lejos del entusiasmo de aquellos
tiempos —con la apatía, el cansancio y la desilusión haciendo estragos entre
las filas propias—, sino que sería realmente sorprendente una dinámica de
iniciativas fuertemente progresivas por parte del gobierno de Alberto
Fernández en este contexto, en el que la prioridad para las clases
dominantes es el avance de la triple reforma (laboral, previsional y
tributaria).



Es cierto que este año el rebote pospandémico logrará una recuperación del
PBI que puede llegar casi al 10% y que hay variables a favor en cuanto a
récords de cosecha y precios de los granos a nivel internacional, pero falta
mucho para que la recuperación por arriba se traduzca en mejoras por abajo
y, además, las cifras para el año próximo no son tan optimistas. Las
tensiones con los aliados gremiales se agudizarán al compás del avance de
las reformas laborales por sector, lo mismo que el apoyo de los movimientos
sociales, que deberán ver cómo evoluciona la política oficial para ese
universo que atravesó abnegadamente la crisis epidemiológica (para lo que la
designación de Juan Zabaleta como ministro del área no es una buena señal).



No es improbable que, además, una relativa recuperación económica sume
presiones salariales en distintos sectores, cuestión que tensará la cuerda
en un escenario de graves convulsiones cambiarias, inflación, caída del
salario real y un crecimiento muy limitado para 2022. Tras la pírrica
derrota del domingo, el oficialismo ya se pone a parafrasearse a sí mismo
agitando la consigna de “hay 2023” y discutiendo si el FdT tiene que ir a
unas PASO para definir a su candidato presidencial o no. Una especulación un
tanto a contracorriente en el marco de la honda crisis social y económica
que atraviesa al país y las remotas perspectivas de que la apagada épica
albertista pueda llegar a recuperar algún tipo de entusiasmo popular.



* Pedro Perucca, sociólogo, periodista, editor de revista «Sonámbula» e
integrante de «Proyecto Synco», observatorio de ciencia ficción, tecnología
y futuros.

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