Sin fronteras/ "Feminismos para la revolución": historias previas a la marea verde. [María Daniela Yaccar]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Oct 12 00:18:05 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

12 de octubre 2021

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Sin fronteras



Libro compilado por la socióloga Laura Fernández Cordero




"Feminismos para la revolución": historias previas a la marea verde



El trabajo reúne 14 voces que hablaron desde el feminismo antes de que el
movimiento tuviese un nombre, y que abarcan, en forma cronológica, desde
1800 hasta 1945. Desde Aleksandra Kollontay hasta Jenny D’Héricout, las
mujeres expresan aquí problemáticas diversas en tiempos agitados, pero con
resonancias actuales.



María Daniela Yaccar

Página/12, 11-102-021

https://www.pagina12.com.ar/



“¿Cómo, cómo compaginar mi trabajo con las obligaciones familiares?”: esta
pregunta que podría hacerse una mujer cualquiera en la actualidad se la hizo
Aleksandra Kollontay una noche silenciosa en la que cuidaba a su hijo
enfermo. Ya sabía lo que no quería ni podía: "vegetar en el ambiente de una
familia acomodada”. Fuera de las “preocupaciones hogareñas”, sin
“conflictos” con su marido ni “control" familiar quería "vivir como una
estudiante" y completar sus conocimientos. Así fue como puso fin a su
matrimonio con el ingeniero Vladimir Kollontay, dejó al hijo en común al
cuidado de su familia, se abocó a la Revolución. Su texto "Memorias" es uno
de los más potentes de los que aparecen en la antología Feminismos para la
revolución, compilada por la socióloga y doctora en Ciencias Sociales Laura
Fernández Cordero.



Editado por Siglo XXI, reúne 14 voces que hablaron desde el feminismo
incluso antes de que el movimiento tuviese un nombre, y que abarcan, en
forma cronológica, desde 1800 hasta 1945. Se expresaron en tiempos muy
agitados. Manifiestan posturas políticas disímiles, aunque todas pasaron por
la izquierda. El libro precisamente establece un diálogo entre ambos
espacios. También exhibe las tensiones. “Esta antología busca contrapesar el
efecto de novedad de la marea feminista, no porque carezca de una faceta
inédita, específicamente la masividad y cierta aceptación cada vez más
generalizada, sino porque la búsqueda es comprenderla desde esos pasados que
le dan fuerza”, explica la compiladora en la introducción. Quiere, además,
correr a las voces que seleccionó del lugar de “heroínas”, invitando a un
“ejercicio de memoria crítica”. Los pasados feministas retumban más por sus
zonas de duda o contradicción que por las certezas, algo que les lectores
podrán agradecer en tiempos de corrección política.



No son sólo figuras célebres las que eligió Fernández Cordero. En efecto, su
tarea curatorial parte de la figura de Claire Démar, igual que Jenny
D’Héricout traducida por primera vez al español. Ambas reclamaban por las
promesas incumplidas de la Revolución Francesa y por el derecho al sufragio
y el placer. Las que fueron pilares de la socialdemocracia y sus derivas,
como Clara Zetkin, Kollontay y Luxemburgo, aparecen “mostradas bajo otra
luz”. Es imperdible la conversación de Zetkin con Lenin acerca de la
cuestión de la mujer, lo mismo que la carta que Luxemburgo escribe a su
amante Leo Jogiches. “No puedo escribirte acerca de ninguna cosa, de ningún
pensamiento o hecho sin recibir como respuesta las peroratas más tediosas y
más insípidas”, escribe, el 13 de enero de 1900. “Es tu mala costumbre de
hacer de mentor, que te has asignado a tú mismo y en la que pretendes
aleccionarme y asumir el papel de educador. Tus actuales consejos y críticas
con relación a mis ‘actividades’ aquí van mucho más allá de los límites de
los consejos y acotaciones de buen amigo, para convertirse en una
sistemática prédica”, lo reta.



Son muy disímiles también los textos de Feminismos… en cuanto a sus
propósitos: algunos tienen el carácter de manifiesto político (con ejes en
temas como el voto, un punto en discusión); otros exponen, como los citados
de Luxemburgo y Kollontay, facetas muy íntimas de las autoras. Lo que
conecta a ambos tonos son las resonancias actuales. Aparecen discusiones que
incluso en estos tiempos no han sido saldadas. A lo mejor no habría que
hacer una separación tan tajante entre ambos registros: en definitiva, lo
que queda claro en esta antología es que lo personal es político, lema
repetido dentro de esta marea.



Emma Goldman, definida como la “militante total” --cada una de las figuras
es presentada por alguna característica, y con un breve perfil que recoge la
sensibilidad de la época--, se enamoró de dos personas al mismo tiempo. De
tanta entrega a la causa anarquista, coqueteó con la prostitución para
financiar el atentado al empresario Henry Clay Frick. “Me preguntaba si
podía ser amor. ¿Se podía amar a dos personas al mismo tiempo?”, se
cuestionaba en su texto "Viviendo mi vida". Los hombres en cuestión eran
amigos entre sí y vivían con ella. Sasha (Alexander Berkman), a quien los
biógrafos suelen llamar el hombre de su vida, amaba la Causa más que a nada
en el mundo. Y no llenaba todos los “rincones” del ser de Emma. Fedia, de
quien admiraba su amor por la belleza y su sensibilidad, llegaba a aquellos
lugares que Sasha no podía alcanzar. “¡Sí, tiene que ser posible amar a más
de una persona a la vez! (…) Durante aquellas semanas, Fedia y yo nos
convertimos en amantes. Me había dado cuenta de que mis sentimientos por
Fedia no tenían relación con mi amor por Sasha. Cada uno despertaba en mí
diferentes emociones, me transportaban a mundos diferentes”. También en este
texto narra su experiencia fallida con el trabajo sexual y se pregunta qué
es esa revolución comunista que deja afuera el baile, el disfrute, el goce.



No son todas voces femeninas, también están los aliados socialistas y
anarquistas como el "pornócrata" Charles Fourier --quien diseñaba un "nuevo
mundo amoroso"-- o el "universal" Joseph Déjacque. Aparecen Flora Tristán,
que habló de obreros y obreras antes de que se publicara el Manifiesto
Comunista, y la Bella Otero, que desafiaba la dicotomía de los sexos. Están
las anarquistas, como Ana Piacenza y las mujeres del periódico La voz de la
mujer, que no concebían revolución social sin emancipación de las mujeres y
el amor libre. También las librepensadoras, señoras burguesas que desafiaron
los mandatos de la Iglesia.



La cuestión sexual está tan en primer plano como la cuestión de la mujer.
"Las discusiones sobre libertad sexual se dieron en los espacios más
progresistas y de izquierda", explica la socióloga. Estas 14 voces lo
cuestionan todo. A sus propios compañeros, las burocracias partidarias, la
moderación de sus editores --la mayoría de las autoras fundó periódicos,
publicó folletos y libros y animó revistas--, a sus familias. Pero sin dejar
de cuestionarse a sí mismas, así escriban sobre la hipocresía del matrimonio
y el deseo de mirar a otros hombres, el rol de la Iglesia o la participación
de la mujer en el movimiento obrero. Incluso, el amor hacia otras mujeres.
Desataban reacciones furiosas a su alrededor, algo que también queda
plasmado en estas páginas.



Lo interesante es que ayer y hoy el ímpetu es parecido: "El feminismo no
participa como un partido compacto ni como un movimiento de contornos
definidos, sino como forma de enunciación similar. Una posición enunciativa
de la revuelta, revulsiva incluso contra sí misma".

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