Brasil/ La "tercera" vía no despega. ¿Por qué? [Valerio Arcary]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Oct 17 01:55:02 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

17 de octubre 2021

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Brasil




La "tercera" vía no despega. ¿Por qué?



Valerio Arcary *

Esquerda Online, 16-10-2021

https://esquerdaonline.com.br

Traducción de Correspondencia de Prensa



La fractura política de la burguesía brasileña es la más importante desde el
fin de la dictadura en los años 80. Esto es algo inmenso. Las elecciones de
2022 serán diferentes, por la mayor gravedad, de todo lo que ha ocurrido en
los últimos treinta y cinco años, y su resultado es, a estas alturas,
imprevisible. Quienes se dejan embriagar por las encuestas que indican una
probable victoria de Lula cometen el más grave de los errores
impresionistas: el facilismo. Subestimar a Bolsonaro será fatal.



Pero es cierto que se ha abierto una brecha en la clase dirigente. La grave
división burguesa es un factor enorme. Ella sólo ocurrió porque el gobierno
de Bolsonaro provocó un cataclismo. El costo del negacionismo fue terrible.
La banalización de la barbarie por parte de un gobierno genocida, que
funcionó acelerando el contagio de la pandemia, dio lugar a una tragedia
humanitaria. Bolsonaro ha ido demasiado lejos, incluso para los estándares
salvajes de sobreexplotación que prevalecen en Brasil.



El elemento más intrigante de la coyuntura de este último trimestre de 2021
es, pues, el embrollo de la incertidumbre y la vaguedad de la "tercera" vía
contra Bolsonaro y contra Lula. Al fin y al cabo, esta es la apuesta
prioritaria del núcleo central de la fracción más poderosa de la burguesía.
Estamos ante una "crisis de dirección" de la clase dominante, la más
importante de la periferia del capitalismo, que sigue dividida.



La polarización entre Bolsonaro y Lula no interesa a los grandes
capitalistas. Aunque las dos corrientes que se disputan la influencia entre
el agronegocio y el capital comercial, industrial y financiero están muy
unificadas en torno al proyecto estratégico de choque económico-social, las
diferencias políticas son ineludibles.



El capitalismo brasileño puede adaptarse a un gobierno de Bolsonaro o a un
gobierno de Lula, como ha demostrado la experiencia histórica. Pero una
adaptación con grados muy diferentes de contrariedad y conflicto,
desconfianza y tensión. Contra Bolsonaro, algunos manifiestos. Contra Dilma
Rousseff, un golpe institucional "con el Supremo, con todo". La facción más
rica y fuerte quiere una candidatura propia que defienda la agenda liberal
de ajustes y la preservación del régimen democrático-electoral.



La analogía de la lucha política con el ajedrez es divertida, pero engañosa.
Es cierto que el ajedrez es un juego mucho más complejo que las damas. Al
fin y al cabo hay piezas variadas con diferentes movimientos y
posibilidades, pero sigue siendo sólo una lucha entre dos fuerzas. En la
lucha política y social, aunque en las naciones urbanizadas prevalece la
contienda de intereses entre las dos clases más poderosas, el capital y el
trabajo asalariado, los conflictos son demasiado complicados para que la
división se agote en dos campos.



Por tres razones fundamentales: (a) ni la burguesía ni la clase trabajadora
son tan homogéneas como para poder expresarse de forma unificada sólo a
través de un partido; (b) las capas medias, aunque, políticamente,
fragmentadas son, suficientemente, importantes como para cumplir un papel
desequilibrante en la definición de la relación social de fuerzas; (c)
existen, transversalmente, a las clases, grupos sociales: militares,
policías, intelectuales, artistas, religiosos y otros que tienen un peso
propio.



Lo paradójico de la situación es que la división de la burguesía, entre
apoyar una tercera vía o a Bolsonaro, parece insoluble. Ningún sector
importante está dispuesto a apoyar a Lula, al menos en la primera vuelta. La
respuesta más sencilla es que el campo responsable de la decisión, en primer
lugar, el PSDB, el MDB y el DEM, partidos que obtuvieron buenos resultados
en las elecciones municipales de 2020, aún no tienen un liderazgo
competitivo para las elecciones presidenciales de 2022 y están,
dramáticamente, divididos. Pero es un argumento "circular": están divididos
porque no tienen una candidatura viable, y no tienen un candidato porque
están divididos.



La cuestión más sugerente del análisis es tratar de explicar este impasse,
que revela una profunda decadencia. Esto nos lleva a tres consideraciones:
(a) por qué no se ha abierto un proceso de renovación y ha surgido un
liderazgo incontestable, cinco años después del impeachment de 2016, y tras
casi tres años de gobierno de extrema derecha; b) por qué no han logrado
consolidar un partido o un frente nacional de partidos que ofrezca apoyo al
proyecto de la tercera vía; c) por qué ni siquiera han formulado un discurso
político, como expresión de un programa, que tenga alguna audiencia masiva.



La primera cuestión descansa en un fenómeno sociopolítico complejo: la
elección de Bolsonaro como expresión carismática de un giro de la mayoría de
la clase media hacia la extrema derecha, al calor de las acusaciones
anticorrupción de la operación LavaJato, capaz de atraer también votos en
sectores populares. Los tres principales partidos que, entre 1994 y 2016,
hicieron la representación política de la clase dirigente fueron desplazados
por el arrastre radicalizado que provocaron al incendiar el país con el
golpe institucional disfrazado de impeachment de Dilma Rousseff.



El hechizo se ha vuelto contra los hechiceros. Los cuadros que fueron
seleccionados para representar a los grandes oligopolios capitalistas,
durante los mandatos del PT, fueron quemados políticamente, triturados,
decapitados por las investigaciones: Aécio Neves del PSDB en Minas y Sergio
Cabral de Río en el PMDB, entre muchos otros. La improvisación de un nombre
con credibilidad, y que pueda despertar confianza y expectativa en sectores
del oficialismo que se han distanciado de Bolsonaro no es sencilla.



El mejor situado sería João Doria, pero no tiene audiencia nacional, y
disputa un PSDB fracturado en las previas contra Eduardo Leite. Sergio Moro
construyó una imagen de "justiciero" en porciones de las clases medias que
abandonaron el país hace un año, no tiene la fuerza para disputarle a
Bolsonaro su lugar en la extrema derecha, y Podemos es un partido de
alquiler. Mandetta, del DEM, viene de Mato Grosso do Sul, un estado
periférico del Medio Oeste, y obtuvo sus cinco minutos de prestigio sólo
porque fue despedido por Bolsonaro. Rodrigo Pacheco tiene la ventaja de
venir de Minas Gerais, el segundo colegio electoral, pero además de ser
desconocido, es presentado por el PSD de Gilberto Kassab, que no tiene
inserción nacional. Simone Tebet obtuvo cierta visibilidad con la CPI
(Comisión Parlamentaria de Investigación), pero es muy poco probable que el
MDB sostenga una candidatura. Ninguno de estos precandidatos despierta
simpatías entre las amplias masas populares.



Resta, por tanto, Ciro Gomes (PDT), que sigue en mejor posición, pero que
aún no cuenta con el apoyo necesario en la clase dirigente. No es por otra
razón que se reposiciona aprovechando el rencor antipetista, para intentar
superar una preferencia de menos del 10%.



La segunda cuestión es que no se ha superado el declive del PSDB, como eje
de un Frente de oposición de centro derecha liberal a Bolsonaro. Y no ha
surgido ningún partido que pueda sustituirlo. Y todo indica que las
dificultades de la fracción más fuerte de la burguesía para estructurar su
representación nacional, ante el desafío de construir una candidatura que
deberá enfrentar a Bolsonaro y el papel centrífugo del Centrão (partidos de
alquiler: ndt), no serán superadas antes de las elecciones de 2022.



La tercera es la ausencia de un discurso convincente. La bandera de la
defensa de las instituciones parlamentarias y jurídicas del régimen no
parece tener aliento, salvo en sectores minoritarios de la clase media. La
defensa de un choque de capitalismo con las privatizaciones tendrá que ser
disputada con Bolsonaro, así como la campaña de lucha contra la corrupción.
Sobre el desempleo, la caída del salario medio, la lucha por la vivienda, la
crisis de la educación pública, las reivindicaciones de los movimientos de
mujeres, negros, LGBTIA+, la defensa de la Amazonía o la causa indígena,
tienen poco que decir.



Es poco probable, por tanto, que la tercera vía pueda imponerse frente a la
polarización entre Bolsonaro y Lula. En otras palabras, la elección debería
anticipar para la primera vuelta el tipo de polarización que es
característico de la segunda vuelta.



Pero la izquierda no será más fuerte electoralmente defendiendo ideas de
centro-liberales. Tendrá, políticamente, menos respeto y confianza. La
izquierda, si la unificación es posible desde la primera vuelta, no debe
renunciar a un programa de reformas estructurales y medidas
anticapitalistas. Tampoco debe hacer alianzas con partidos podridos o
liderazgos corruptos que nos desmoralicen.



Frente a la fractura burguesa hay una oportunidad histórica.



La mano no debe temblar.



* Historiador, militante de la corriente Resistencia/PSO, columnista de
Esquerda Online.

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