Argentina/ La fractura es real. Una reflexión sobre la crisis política. [Rolando Astarita]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Sep 17 11:33:32 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

17 de septiembre 2021

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Argentina



Una reflexión sobre la crisis política



Rolando Astarita

Marxismo & Economía, septiembre 2021

https://rolandoastarita.blog/



A pocas horas de la derrota electoral del oficialismo se ha desatado una
profunda crisis política. La vicepresidente presiona al Gobierno mediante la
renuncia de los ministros y altos funcionarios alineados con ella. Y Alberto
Fernández busca apoyo en gobernadores, intendentes, la CGT y los movimientos
sociales oficialistas. Al momento de escribir estas líneas la crisis sigue
abierta, y es imposible prever su evolución. Pero sí es necesario bucear en
las raíces últimas del conflicto.



En este respecto, desde la izquierda se ha adelantado un análisis que,
sintéticamente, dice: a) el trasfondo de la crisis política es la derrota
electoral; b) todas las partes en conflicto defienden, en esencia, la misma
política económica, caracterizada por la subordinación al FMI; c) por lo
tanto, aquí está en juego una discusión por cuotas de poder. No habría otro
contenido. En particular, se subraya que el sector pro – K no representa
ninguna propuesta progresista o nacionalista.



Se trata de la misma caracterización que sostenía la mayoría de la izquierda
en la elección de 2019: “todos [Juntos por el Cambio, Frente de Todos] son
agentes del FMI” (para una crítica, véase aquí:
https://rolandoastarita.blog/2019/07/26/todos-candidatos-del-fmi/). Pasados
dos años se sigue con lo mismo: “son todos iguales”. Por lo tanto la crisis
se debe solo a una lucha por el poder.



Simplista y reductiva



Pues bien, considero que la anterior caracterización de la situación de la
clase dominante es simplista y reductiva. En la nota de 2019 decía: “… las
fuerzas burguesas, o pequeñoburguesas, expresan intereses distintos, y
tienen orientaciones distintas. No se pueden pasar por alto estas
diferencias”. Por ejemplo, en la coalición oficialista están desde maoístas
y PC, hasta burócratas y funcionarios de la tradicional derecha peronista.
Es imposible que semejante sopa heterogénea tenga coincidencias de fondo en
políticas y programa económico. Entre otras, existen diferencias en torno a
cuánta intervención estatal (controles de precios, estatizaciones) en la
economía; sobre si proteccionismo o apertura de la economía; sobre la
relación entre exportaciones y mercado interno; sobre si financiar el
déficit fiscal con más emisión monetaria o tomando más deuda; y sobre la
cuantía de subsidios y planes. Los alineados con el pensamiento K pugnan por
imponer una orientación más estatista y nacionalista, y los que se agrupan
en torno a Alberto Fernández resisten esa presión. Y para el capital estas
posiciones no dan igual. De ahí la euforia con las acciones y bonos
argentinos cuando llegan noticias del retroceso del kirchnerismo; y la
reacción opuesta cuando ven que avanza. Esto no se puede explicar diciendo
“son todos iguales” y al capital (o al FMI) le da lo mismo quién gane.



Por lo tanto, es infantil negar que existen diferencias. Y estas se
profundizaron a partir del resultado electoral. Por eso, algunos dirigentes
dicen que la pérdida de votos del Frente de Todos se debe a que el gobierno
no fue lo suficientemente “nacional y popular” (el argumento es
contrafáctico; pero algunos también muestran el crecimiento de la
izquierda). Y otros sostienen que la pérdida se debió a que la economía está
muy mal, y es necesario avanzar hacia “los equilibrios macroeconómicos” (y
muestran el crecimiento electoral de la “derecha pro-mercado ortodoxa”). Y
entre estas posturas polares encontramos una variedad de posiciones. Es
cierto entonces que todos dicen querer arreglar con el FMI, pero eso no
agota las cuestiones en disputa. Con el agregado de que, por fuera de las
negociaciones con el Fondo subyace la presión del capital que, de conjunto,
exige lo mismo que el FMI –la “flexibilización” laboral en primer lugar-
para volver a invertir.



La fractura es real



Por lo tanto, la fractura es real porque las diferencias son reales.
Repetimos, no existe una clase dominante homogénea. En su seno hay tensiones
y diferencias que se corresponden a posiciones de clase distintas, y tienen
sus correspondientes expresiones políticas. Incluidas, cómo no, las
expresiones “radicales” del estatismo y nacionalismo pequeñoburgués –aunque
a veces se auto consideren “marxistas”. Las brutales peleas por el poder,
como ocurre hoy en Argentina, enraízan en intereses, orientaciones y
programas de clases y fracciones de clases distintas y hasta opuestas.



Por último, ¿significa lo anterior que los marxistas debemos considerar más
progresista a la fracción nacional-estatista? No, en absoluto. El programa
nacional-estatista burgués, o pequeñoburgués, no tiene nada de progresivo
para la clase obrera. El progresismo nacionalista burgués no tiene manera de
responder a la huelga de inversiones, al movimiento globalizado de los
capitales y a la presión que ponen sobre las políticas de los gobiernos. Por
eso también en la actual coyuntura –entre otros elementos, quietud y
desorientación de la clase obrera ocupada- no existe posibilidad alguna de
que haya una salida progresiva, para los explotados y oprimidos, de la
crisis en curso. Reconocer que existen diferencias en la clase dominante no
es sinónimo de apoyar a alguna corriente burguesa contra la otra.

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