Cuba/ Estado delicado. El desgaste del sistema de salud cubano. [Amaury Valdivia]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Sep 17 11:36:03 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

17 de septiembre 2021

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Cuba



El desgaste del sistema de salud cubano

Estado delicado



Salvo excepciones en las principales ciudades, cuesta cada vez más hallar
los méritos que hicieron de Cuba una potencia en la atención sanitaria de
toda su población. La crisis de la salud toca un flanco sensible en la
política de la isla.



Amaury Valdivia, desde Camagüey

Brecha, 17-9-2021

https://brecha.com.uy/



Cuando a finales de junio la uruguaya Cecilia Nazzari tuiteó un elogio sobre
la comida del hospital cubano en el que era atendida su hija, de 6 años,
difícilmente imaginaba la virulencia que alcanzarían los ataques en su
contra. Al punto de que la red social terminó borrando aquella publicación y
otras en las que describía sus experiencias en el Centro Internacional de
Restauración Neurológica de La Habana (CIREN). «Me empezaron a hostigar
mucho. En mi país se legisla el acoso cibernético, el bullying, la amenaza y
la violencia, y preferí denunciarlo y no meterme en la polémica, no leer los
mensajes de amenaza», recordó. Su historia fue una portada recurrente en los
medios opositores al gobierno de la isla, hasta que regresó a Uruguay, a
comienzos de agosto. Más que en su declarada militancia progresista, las
críticas se centraban en la condición de privilegio desde la que opinaba
sobre la realidad nacional.



«A mi niña la llevamos [al CIREN] a mucho rogar y suplicar para hacerle una
prueba de telemetría para ver dónde está localizada su epilepsia el 21 de
marzo del 2020 en medio de una pandemia y en un carro alquilado. […]
Llegamos a las nueve de la mañana, conectaron a mi niña en el equipo para
hacerle la prueba y a las cuatro de la tarde me la desconectaron, porque no
podía permanecer más tiempo en el hospital. […] Estamos esperando respuesta
hace un año y tres meses, y mi niña convulsiona todos los días. Y eso no les
importa. Claro, si sus hijos se atienden allí y los niños extranjeros [con]
buenos médicos, buena alimentación [y] equipos de primera tecnología»,
denunció en Facebook Ángel Lleo, padre de Samara, una pequeña de 5 años
residente en la provincia de Cienfuegos (200 quilómetros al sureste de La
Habana). Brecha escribió al CIREN para conocer su versión de estos hechos,
pero hasta el cierre de esta edición no recibió una respuesta.



Los cubanos no tienen prohibido el acceso al moderno centro neurológico,
como aseguró entonces la prensa opositora. En febrero de 2017 el diario
Granma, órgano oficial del Partido Comunista, reveló que el año anterior
habían sido atendidos allí 5.560 cubanos y 804 extranjeros, «siendo Angola,
México, Perú y Argentina los principales emisores». Pero, al visitar la
página de la institución, resulta llamativo que, mientras que a los segundos
se les explican al detalle los trámites necesarios para acceder a sus
servicios, para los residentes en la isla la información es nula.



El CIREN forma parte de la Comercializadora de Servicios Médicos Cubanos SA
(CSMC), empresa constituida para gestionar la red de centros asistenciales
que velan por la salud de los extranjeros mientras se encuentran en el país.
Además, tiene a su cargo la exportación de servicios sanitarios (las
conocidas misiones médicas) y la organización de eventos académicos. Antes
de la reforma monetaria de comienzos de este año (véase «Lo que nos toca»,
Brecha, 5-XI-20) el CIREN también administraba decenas de farmacias en pesos
convertibles (la antigua moneda equivalente al dólar), a las que los cubanos
acudían en busca de medicinas que ya escaseaban en las droguerías en moneda
nacional. Entre los establecimientos listados en la cartera de la CSMC en La
Habana sobresalen, junto con el CIREN, las clínicas Cira García e
Internacional de Siboney, y el Centro Internacional de Salud La Pradera, el
sanatorio al que acudió Diego Armando Maradona para luchar contra su
adicción a las drogas. En teoría, si su condición médica lo requiere,
cualquier cubano puede ser remitido a esas instalaciones; en la práctica,
tal privilegio suele reservarse a la elite burocrática y los nuevos ricos.



No es un fenómeno reciente. A mediados de 2009 los militantes del Partido
Comunista y la Juventud Comunista fueron convocados a ver un extenso video
que explicaba los motivos de la destitución deshonrosa del vicepresidente
Carlos Lage, el canciller Felipe Pérez Roque y un amplio grupo de otros
dirigentes que hasta entonces se barajaban como herederos de la llamada
generación histórica. Durante meses la Policía política había acumulado
contra ellos abundantes pruebas de corrupción. Sin embargo, la copa solo se
desbordó luego de que, en una fiesta, Lage y Pérez Roque se hicieron algunas
bromas. «Al parecer, en el Consejo de Estado, el único que va quedando sin
ser paciente del CIMEQ [Centro de Investigaciones Médico Quirúrgicas] eres
tú», se oía decir a Pérez Roque en una grabación, mientras Lage estallaba en
carcajadas. El CIMEQ es un prestigioso hospital ubicado en la periferia de
La Habana, en el que no resulta nada fácil conseguir cita.



«Hasta el alcohol para las curas debíamos resolver nosotros”



A distancia cualitativa del CIMEQ y los centros de la CSMC se encuentran las
instalaciones destinadas al ciudadano promedio. Salvo por un puñado de
hospitales de referencia en la capital y algunas cabeceras de provincia, en
la mayoría cuesta encontrar los méritos que alguna vez hicieron de Cuba una
potencia médica en toda la extensión de la palabra. «Tenemos una salud muy
irregular: en cualquier consulta uno puede encontrarse un especialista de
primer nivel más interesado en los regalos que le llevarán los pacientes que
en hacer su trabajo o un médico ejemplo de profesionalidad, pero sin todos
los medios y las pruebas necesarios para llegar a un diagnóstico
fundamentado. Tampoco es una excepción que se deban postergar los
tratamientos por falta de recursos», reconoce un funcionario del Ministerio
de Salud Pública (Minsap).



Dada la significación otorgada al tema por las autoridades, plantear
públicamente esos conceptos resulta conflictivo. Pero, a despecho del
secretismo oficial, la oposición y la autotitulada prensa independiente
llevan años haciendo su agosto con los casos de mala praxis y las escaseces
que aquejan al sector. Un par de años atrás revistas digitales como
Cibercuba y ADN Cuba, radicadas en España y Estados Unidos, respectivamente,
acostumbraban a pagar generosamente por videos de hospitales deteriorados,
enfermos mal atendidos y otras denuncias similares. Es una práctica que con
el tiempo ganó popularidad y en el contexto de la pandemia terminó por
generalizarse sin siquiera mediar dinero. La manipulación interesada de esos
hechos no obvia, sin embargo, que en muchos haya un fuerte trasfondo de
verdad.



Desde antes de la covid-19 ingresar en un hospital cubano demandaba
pertrecharse previamente de antibióticos, jeringuillas, branulas para sueros
y un largo etcétera de otros artículos que, con seguridad, faltarían en
sala. A esa lista se debe sumar un balde y un ventilador de mesa, con los
que afrontar la falta de agua caliente y climatización, y la elaboración
casera de las comidas para el paciente y su acompañante, toda vez que en la
mayoría de los centros hospitalarios las comidas no suelen tener ni la
calidad ni el contenido nutricional deseables.



«Hasta las vendas y el alcohol para las curas debíamos resolverlos nosotros.
La suerte fue mi suegra, que estaba por venir de Miami y nos trajo un
paquete grande de medicinas. Si no, ¿cómo hubiéramos resuelto?», contó a
Brecha un habitante de la provincia de Ciego de Ávila (450 quilómetros al
este de La Habana). A finales de 2019, luego de más de un año en la lista de
espera, su padre fue operado de una hiperplasia prostática. En su provincia
de residencia su turno en el quirófano habría demorado todavía varios meses,
pero el hombre consiguió trasladarlo a otra ciudad y, una vez allí,
adelantarlo en la lista. Visto lo ocurrido en el último año y medio, se
felicita por aquella decisión: «Si no lo hubiéramos hecho, mi papá todavía
no habría entrado al salón, pues, con la pandemia, suspendieron todas las
operaciones que no fueran de urgencia y, para colmo, el cirujano que lo
atendía terminó yéndose del país».



Si bien el Minsap ha sido cauteloso respecto del impacto de la covid-19 en
la atención de otras patologías, la percepción ciudadana apunta a que las
consecuencias son significativas en cuanto a la mortalidad y el deterioro de
la calidad de vida. En paralelo, la emigración de médicos y otros
especialistas se ha mantenido, a pesar de la limitación de los vuelos
internacionales y la desaparición de programas que los ayudaban en ese
objetivo.



Un vecino de Camagüey experimentó la primera de esas dificultades en carne
propia, luego de que su médico le prescribiera la colocación de un
marcapasos cardíaco. Lograron implantárselo casi tres meses después, pues al
inicio no se contaba con el dispositivo; luego, el hospital en que debía
operarse fue destinado a la atención de enfermos de coronavirus. Los
servicios de oncología y cardiología, que atienden los dos grupos de
enfermedades que más muertes ocasionan en la isla, sobresalen entre los más
afectados por el cierre pandémico. En un recorrido reciente por las
provincias del interior, el ministro de Salud Pública, José Ángel Portal
Miranda, reconoció implícitamente la gravedad de esa situación y anticipó:
«Habrá que hacer un gran esfuerzo para ponernos al día a medida que vayamos
restableciendo la normalidad. […] Es una cuestión que tenemos que atender
con urgencia».



Bienvenidos los que deserten



Por las mismas fechas en que la covid-19 comenzaba a propagarse por
Sudamérica, Marlon y Elizabeth acababan de recibir la baja del Minsap y solo
aguardaban por la visa de él para viajar a España. Sus planes eran ser
contratados como asistentes sanitarios de una clínica y, con suerte, al cabo
de algunos años, revalidar sus títulos de medicina. «Mi esposa tiene la
ciudadanía española y hubiera podido irse en ese mismo momento, pero decidió
esperar por mí», escribe Marlon desde Santa Cruz de Tenerife, adonde
llegaron casi un año después de lo previsto, debido a la suspensión de los
trámites migratorios. El retraso les hizo perder los empleos prometidos y
tener que conformarse con trabajos de ocasión. Las nuevas circunstancias los
han hecho plantearse la conveniencia de volver a emprender viaje; esta vez,
rumbo a Estados Unidos.



En junio, los senadores cubanoestadounidenses Marco Rubio y Bob Menéndez
presentaron un proyecto de ley bipartidista orientado a restablecer el
llamado Parole, el programa de beneficios para profesionales de la salud que
abandonan las misiones cubanas en el exterior. Al amparo de aquella fórmula
jurídica, promulgada en 2006, durante el segundo mandato de George W. Bush,
unos 9 mil especialistas de la isla viajaron al territorio estadounidense y
se beneficiaron allí de numerosas ayudas federales. Desde que Barack Obama
reformó la política migratoria hacia Cuba, el exilio anticastrista de Miami
viene embarcado en una campaña para restablecer lo que consideran «un arma
de combate contra el régimen y sus esquemas de trata de personas».



Desde la capital canaria, Marlon sigue atento a esos cabildeos y me asegura
que «es ahora o nunca», sobre todo para los cubanos que, como él, tienen un
título de salud. «A los estadounidenses lo que les importa es quitarle
médicos a Cuba. Esta es la oportunidad de que nos reciban con los brazos
abiertos», dice a Brecha. La eventual reactivación del Parole no solo
afectaría a las misiones médicas, con la consiguiente caída de los ingresos
de La Habana, sino que implicaría un aumento del número de profesionales
interesados en salir de la isla, lo que tensionaría aún más su sistema
asistencial.



El gobierno no parece tener una respuesta definitiva para afrontar el
problema. Y entre la oposición abundan más las convocatorias a huelgas y las
transmisiones directas en Facebook que las propuestas de solución. En un
ambiente tan caldeado, al narrar la historia de su pequeña en Cuba, Nazzari
se ponía inconscientemente en el centro de esa confrontación que la
rebasaba. Y que el presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, las felicitara en
Twitter y luego las visitara no hacía más que alentar a quienes han hecho de
la restauración capitalista su proyecto de vida. Mientras, por las mismas
fechas, en los hospitales de toda la isla se batallaba por aprovechar al
máximo el oxígeno disponible para enfrentar la tercera ola de la pandemia.

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