Historia/Cultura/ Bob Marley, música y ritual. [Nacho Algorta/Nicolás Iglesias Schneider]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Sep 19 15:43:00 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

19 de septiembre 2021

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Historia/Cultura



Bob Marley, música y ritual



Bob Marley fue la primera estrella del rock que vino desde el sur simbólico,
desde el margen. Con su obra, además, logró trasladar al plano internacional
una filosofía y una mística, con un mensaje de revolución y protesta
pacífica contra las injusticias sociales y raciales. ¿Cómo llegó el mítico
Bob Marley a difundir las ideas rastafaris en el resto del mundo? A 40 años
de la muerte del músico jamaiquino, Nicolás Iglesias, especialista en
política y religión, y Nacho Algorta, compositor y arreglador, investigan
sobre el origen del fenómeno y sobre su arraigo en Uruguay.



Nacho Algorta/Nicolás Iglesias Schneider

Revista Lento, 4-9-2021

https://ladiaria.com.uy/lento/



Álvaro Apagón Albino cierra los ojos y agradece. El Congo, mítica banda del
reggae uruguayo, toca los primeros compases de “Te buscaré” y el público ya
es una enorme masa homogénea que salta y canta la melodía de la
introducción. Es inevitable despegarse del suelo: la alegría se cuela en
todos los rincones de forma instantánea. La banda es una máquina de ritmo de
engranajes precisos que lo hace vibrar todo. Y de repente la música, la
emoción, el éxtasis se personifican: Apagón entra al escenario.



—El reggae tiene mucho de teatralizar, tanto la letra como la música. Y eso
viene del africano, el africano canta todo: la tristeza, el dolor, la
alegría. Ellos encarnan la música en su vida —dice Apagón al recordar ahora
estos momentos.



Álvaro Albino venía del mundo del break-dance y supo integrar el dominio de
su cuerpo a los juegos de su voz para lograr una figura escénica
inolvidable. La primera vez que escuchó a Bob Marley fue en una AM. “Could
you be loved” sonaba en la radio Independencia y la cadencia bailable en
seguida lo atrapó. Y cuando pidió que le tradujeran la letra, todo cambió.
De ahí en más el mensaje de las canciones de Marley transformó su vida:



—Él supo unir la música con su filosofía de vida y propagó su manera de ver
el mundo a la manera rastafari. Eso en mí caló muy hondo en relación con las
respuestas internas que yo necesitaba en la búsqueda de mis raíces y
espiritualmente en el amor universal. En un país donde no hay mucha
información de lo que es el panafricanismo y el rastafari, las canciones son
una forma de conectarse con estas raíces. Para mí ser negro significa ser
orgulloso de mi identidad y mirar adelante. El racismo es una realidad: hay
mucha gente que sufrió por reivindicarse en contra del racismo y esta
rebeldía es parte de mostrar lo que estaba escondido. Me interesó ese
mensaje, esas letras para su público negro, ese mensaje de unidad.



Albino encontró en las canciones de Bob Marley un camino hacia el
autoconocimiento. Junto con El Congo, llevó ese proceso de reconocimiento al
plano de la música uruguaya, fusionando el reggae con el candombe. La banda
incluyó los tambores montevideanos en la cadencia jamaiquina, de la misma
manera que la música jamaicana lleva consigo los tambores ceremoniales del
rastafarismo.



“El reggae es un lamento”, recuerda Pedro Alemany, guitarrista de El Congo.
Estaba en la plaza Simón Bolívar de Shangrilá y era casi un niño cuando
escuchó esta definición por primera vez. Eran los inicios de la década de
1990, aprendía guitarra con el cantautor Gustavo el Príncipe Pena y de
regreso a su casa muchas veces se detenía en ese punto del barrio donde
siempre había un grupo de curiosos atentos al equipo de música de Jorge el
Negro, que pasaba casete tras casete de reggae y generaba fascinación con
sus sentencias. “El reggae es un lamento”, repetía.



Pedro Alemany nació en el exilio, en 1982. Su familia se había instalado en
Francia luego de migrar forzadamente por la persecución política de la
dictadura uruguaya. Era un momento de ebullición política y cultural. En la
casa de los Alemany la radio francesa pasaba la música del mítico jamaicano
que había muerto hacía unos meses: “Cuentan mis viejos que yo lloraba con
Marley, eso siempre fue así. No es ahora o de después que empecé a hacer
reggae. Siempre decían eso, que ponían Marley y yo lloraba. Era algo que
llamaba la atención”, cuenta. Tal vez a los pocos meses ya intuía que Bob
Marley también estaba cantando su historia.



La elasticidad del reggae acompañó de forma natural la carrera artística de
Alemany. El niño que sacó sus primeros acordes escuchando “Legalize it”, de
Peter Tosh, se transformó en un músico virtuoso y disciplinado que hizo un
camino que lo llevó al jazz académico del Berklee College of Music de Buenos
Aires, a la producción de hip-hop y de reguetón en estudios de Nueva Jersey
y Miami, a giras europeas como guitarrista de La Abuela Coca y a ser parte
de la banda y la producción del candombe beat, el folk y el rock de Alberto
Wolf y Los Terapeutas. Hablar con Alemany es como abrir una verdadera
enciclopedia de la música que gira en torno al reggae.



“Está la música del mundo en el reggae”, agrega Álvaro Apagón Albino. Esta
acumulación de significados que une a estos dos músicos en el reggae se
repite para millones de personas en todos los continentes. ¿Qué es lo que
hace al reggae tan especial? ¿Cuál es el origen de este fenómeno musical que
parece unir más cosas que las que podemos escuchar en la superficie de su
ritmo?



***



Las raíces del reggae



Buscando las primeras formas musicales que guardan algún tipo de relación
con la posterior aparición del reggae podemos remontarnos hasta principios
del siglo XVIII. Jamaica era una colonia inglesa que exportaba azúcar con
base en mano de obra esclava proveniente de todo el continente africano. La
historiografía y la tradición oral jamaicana relatan la historia de los
maroons (su nombre está conectado con la palabra española “cimarrón”), un
grupo de esclavos que se liberaron de la opresión colonial y se refugiaron
en las montañas de la isla formando naciones independientes. Estas
comunidades lograron perseverar hasta la abolición de la esclavitud, en
1834, y en ellas sobrevivió y se fue transformando parte de la tradición
musical africana. Los toques de los instrumentos tradicionales de llamada de
los maroons, el abeng (cuerno) y el akete (tambor), aún pueden escucharse en
los tambores nyahbinghi de la liturgia rastafari.



La música nyahbinghi es una mezcla del burru, uno de los estilos rítmicos
ashanti, proveniente de la región donde actualmente se encuentra Ghana, y
los ritmos de los ritos kuminas, traídos a la isla por personas provenientes
de la región de la cuenca del río Congo. El ritmo del nyahbinghi se
interpreta con tres tambores: el bombo del nyahbinghi, también llamado
“tambor trueno” o “latido del corazón” (un bombo de doble lonja que se toca
con una gran maza de punta suave), el funde (tambor mediano), que representa
las pulsaciones animadas del corazón, y el akete o peta, que puede llevar un
pulso constante y también improvisar sobre los otros dos (el tambor más
grave también suele improvisar en determinados momentos).



Los tambores nyahbinghi y su ritmo se pueden escuchar claramente en la
canción “Rastaman Chant”, del álbum Burnin’ de The Wailers, grabado en 1973.
La canción es en realidad un canto nyahbinghi, es decir, una recitación de
los salmos o una variación de himnos cristianos, que en este caso fue
arreglado por Bob Marley de forma tradicional. Otras canciones inspiradas en
los cantos nyahbinghi, aunque no así en sus ritmos, son “Get up, Stand Up”,
también del álbum Burnin’, escrita por Marley y Peter Tosh, y la archifamosa
canción “Rivers of Babylon”, musicalizada por The Melodians, banda de
rocksteady jamaicano, y arreglada en 1978 por Boney M, un grupo de música
disco integrado por antillanos asentados en Alemania Oriental.



El calypso y el mento



“El calypso fue, obviamente, lo primero”, contestó Bob Marley cuando le
preguntaron en una entrevista sobre el origen del reggae. Ese género musical
había surgido a principios del siglo XIX en las islas de Trinidad y Tobago
para luego expandirse por el resto de las Antillas. Gros Jean y Congo Barra
fueron cantantes de la primera generación de calypso, conocidos como
chantuelles. Empezaron imitando la música que se escuchaba en los bailes de
máscaras de los amos franceses en las plantaciones de la isla, también
sometida por el sistema esclavista. Los dueños de las plantaciones, al
descubrir que las letras en patois (mezcla de africano y francés) se
burlaban de ellos y reclamaban por mejores condiciones de vida, encarcelaron
a estos primeros cantantes, pero no pudieron evitar que el calypso se
transformara en el estilo musical más difundido y tocado en las Antillas
hasta entrado el siglo XX.



La jamaiquina Louise Bennett-Coverley fue una de las grandes figuras
intelectuales y difusoras de la cultura musical de la isla en el siglo XX.
Miss Lou, como era conocida, definió el mento como la acción de agregarle
letras sobre actualidad a las canciones folclóricas tradicionales de
Jamaica. Esta música estaba acompañada por un movimiento de baile llamado
yanga, que luego se podría observar en el movimiento de rodillas del baile
del reggae.



La fama internacional del calypso llegó cuando el cantante Harry Belafonte,
nacido en Estados Unidos y criado en Jamaica, grabó en 1957 (entonces Marley
tenía 12 años) “Day-O (The Banana Boat Song)”, un mento basado en una
canción de trabajo tradicional del auge de la exportación bananera de la
isla, de finales del siglo XIX. Belafonte fue promocionado como el “rey del
calypso”, lo que agregó más confusión sobre los límites de los géneros.
Cedella Booker, escritora, cantante y madre de Bob Marley, llegó a grabar
esta canción en su disco Smilin' Island of Song, en 1992.



Rhythm and blues, el triunfo del contratiempo



Hacia el final de la década de 1940, el furor de las big bands en Estados
Unidos estaba cayendo y surgía una nueva forma de organizar las bandas de
música en vivo con menos personas en el escenario gracias a la aparición de
la guitarra y el bajo eléctricos. Estas formaciones, con menos vientos y los
instrumentos de cuerda enchufados, permitieron a los bateristas tocar más
fuerte y explorar nuevos ritmos. “Good Rockin' Tonight”, de Roy Brown, es
considerada la primera grabación de este nuevo género que se estaba
gestando. Pero es la versión de “Good Rockin' Tonight” de Wynonie Harris la
que cambia la historia. Harris le agregó a la canción de Brown las palmas en
contratiempo tradicionales de la música góspel y el baterista siguió este
juego con el redoblante. Este arreglo transformó para siempre la música. La
canción fue furor. Escuchar las dos versiones seguidas muestra claramente lo
revolucionario del detalle.



Ese cambio será determinante en la creación del one-drop, que es la forma de
tocar la batería en el reggae, acentuando también el contratiempo con el
redoblante y el bombo. La creación de este estilo está disputada entre
varios de los bateristas jamaicanos, incluido Carlton Barrett, baterista de
Bob Marley and The Wailers.



La infancia y la adolescencia de Marley coincidieron con la llegada a la
isla de esta nueva ola del rhythm and blues en la década de 1950. Jamaica,
que se volvería una nación independiente en el año 1963, estaba empobrecida
tras décadas del sistema colonial impuesto por el Imperio británico. Es en
este escenario que en los barrios de Kingston, su capital, aparece una nueva
y pujante industria comercial: los soundsystems. El fenómeno consistía
básicamente en camionetas con potentes parlantes, tocadiscos y un selector o
DJ que pasaba la música haciendo bailes callejeros en toda la ciudad.



Los soundsystems empezaron pasando la nueva música de moda que llegaba desde
las emisoras estadounidense. El rhythm and blues, con su novedosa potencia,
sonaba en todos los bailes jamaicanos. El rápido crecimiento de los
soundsystems hizo que los DJ devinieran productores discográficos al darse
cuenta de que era mucho mejor para el negocio grabar versiones propias de la
música norteamericana en vez de tener que estar viajando continuamente a
proveerse de discos nuevos. Fue así que Stanley Motta abrió el primer
estudio de grabación y discográfica de Jamaica en 1951.



Para hacer estas versiones en primera instancia contrataron músicos de jazz
de los cruceros que llegaban continuamente cargados de turistas a la isla.
Posteriormente los músicos de los cruceros fueron sustituidos por una nueva
generación de músicos jamaicanos.



El Alpha Institute era una escuela de monjas católicas que brindaba
educación musical como parte de una misión en un barrio de Kingston. Fueron
cuatro alumnos entrenados en esta escuela quienes empezaron a grabar rhythm
and blues para los soundsystems y darían un paso más en el desarrollo de la
música jamaiquina al transformar la música norteamericana en algo nuevo.
Tommy McCook, Johnny Dizzy Moore, Lester Sterling y Don Drummond crearían
The Skatalites.



El ska y los chicos malos



Ya siendo una estrella mundial, Bob Marley menciona a Antoine Fats Domino
como una de sus influencias. La llevada del piano estilo boogie-woogie como
la que aparece en su primer éxito, “The Fat Man”, de 1957, es mostrada por
el ícono del reggae como ejemplo para describir el paso del rhythm and blues
al ska. El pulso continuo del piano en la mano izquierda de Domino es
acompañado por una sucesión de arpegios bluseros al doble de tiempo en la
mano derecha.



Cuando el pianista Theophilus Beckford grabó su versión del boogie-woogie al
estilo jamaiquino, cambió los juegos rápidos de la mano derecha por acordes
simples, enlenteciendo y atresillando el tiempo. Así, le dio al mundo la
primera grabación de lo que luego sería llamado ska con su “Easy Snapping”,
grabado en 1956 y lanzado en 1959.



El ska se presenta como un ritmo bailable novedoso que llega para quedarse y
copa los soundsystems en el comienzo de la década de 1960. Los sesionistas
del Studio One serían los que marcarían el estilo. El ska mantiene el tiempo
caminante y constante del contrabajo con arreglos jazzísticos de vientos,
acompañados por la batería del rhythm and blues y la llevada de la guitarra
y el piano marcando aún más el estilo que había intuido Beckford unos años
antes.



Este primer auge del estilo musical coincide con la independencia de
Jamaica, oficialmente declarada el 6 de agosto de 1962. En el transcurso de
esta década, el ska se transforma en un símbolo de la libertad de la nueva
república, que lentamente se va sumiendo en la pobreza. Paradójicamente, la
situación económica adversa contribuiría a la difusión internacional del
ska: el estilo se vuelve popular entre la clase obrera inglesa con la
migración de jamaiquinos que llegaban a Reino Unido en busca de una mejor
vida.



Es en este contexto que, en 1967, un grupo de jóvenes de Trenchtown, barrio
periférico de Kingston que ya empezaba a ser reconocido como un semillero de
artistas, entra en el Studio One a grabar en una sesión con los famosos
Skatalites. Las caras visibles de The Wailers eran Bunny Wailer, Peter Tosh
y Bob Marley, y llevaban elegantes trajes que en aquella época se
identificaban con un movimiento llamado rude-boys o chicos malos. Su primera
grabación fue el tema “Simmer Down”, que tiene una letra que se dirige
justamente a ese grupo de pandillas urbanas que creaban conflictos en los
bailes de los soundsystems. Bob Marley empezaba su carrera pidiendo la paz.
La canción fue un hit absoluto.



Rocksteady, reggae, revolución



Clement Seymour Sir Coxsone Dodd era un productor musical fuera de serie.
Siendo el dueño y el productor musical oficial de Studio One, salía
continuamente por los soundsystems de la capital jamaiquina a observar a las
personas bailando y las canciones que iban estrenando. No hacía caso a las
críticas hechas de palabras, simplemente atendía el movimiento de los
cuerpos en el baile para volver al estudio y corregir las grabaciones.



Fue en estas salidas nocturnas que se dio cuenta de que había que crear un
ritmo más lento que el ska y con líneas de bajo más pegadizas. Fue así que
surgió el rocksteady. Sus grabaciones con el cantante Alton Ellis,
considerado el padrino del género, son icónicas. La canción de Ellis
“Breaking Up Is So Hard to Do”, de 1974, es un buen ejemplo de lo que quería
Coxsone con el rocksteady. En este estilo musical se empieza a incluir el
órgano como una parte clave del ritmo, con un estilo llamado bubble-organ,
que curiosamente guarda similitudes con los ritmos formantes del antiguo
mento.



La producción musical durante la segunda mitad del siglo XX en Jamaica es
tan influyente y vasta que es difícil seguir una línea temporal en sus
transformaciones. Al mismo tiempo que se gestaba el reggae dentro del
rocksteady, los productores habían tenido la genial idea de incluir pistas
sin la voz en las caras B de los discos simples para que la gente pudiese
cantar con ellos, lo cual obviamente dio paso a improvisaciones y
transformaciones que terminarían en la música dancehall de los 80, con su
máximo exponente en otro alumno de la escuela de música Alpha Institute:
Christian Winston Foster, más conocido como Yellowman. Este género sería la
semilla del rap en Estados Unidos y del reguetón en Centroamérica.



En 1970 The Wailers entraron a grabar su primer disco de estudio completo,
Soul Rebels, con el productor Lee Perry, y dos piezas clave se integraron a
la banda: los hermanos Aston y Carlton Barrett, en bajo y batería,
respectivamente. El tempo se volvió más lento, el bajo ganó cuerpo en el
sonido y el contratiempo de la guitarra, el piano y los teclados se volvió
aún más acentuado y abrupto. El reggae había nacido, esa cadencia que unos
años después sería grabada con una claridad abrumadora en la canción
“Natural Mystic” del álbum Exodus, de 1977.



Fue en 1973 cuando Marley viajó junto con The Wailers a Londres. Tocó la
puerta en Island Records y grabaron su primer disco de proyección
internacional, Catch a Fire.



En los siguientes años hasta la muerte de Marley los éxitos mundiales se
sucedieron y la prédica rastafari fue ganando terreno en la lírica de las
canciones. Robert Nesta Marley se transformaría en una de las voces icónicas
del siglo XX. El reggae adquiriría tantos significados como personas
estuvieron involucradas en su formación. Su cadencia aún se sigue cargando
de historias.



El rastafarismo: mística y revolución



El movimiento rastafari surgió a finales de la década de 1920 y comienzos de
la siguiente en la zona del Caribe: Panamá, Costa Rica y los barrios
marginales de Kingston, Jamaica. En un contexto en que la reivindicación
anticolonialista y antirracista comenzaba a cobrar fuerza desde la búsqueda
de las raíces africanas, el movimiento rastafari y el reggae canalizaron las
luchas que marcaron la vida de Bob Marley.



El rastafari es un movimiento político-religioso de tipo mesiánico, que se
desarrolla como contracultural en Jamaica, cercano a una filosofía de vida,
que traspasa las fronteras clásicas entre lo religioso, lo cultural, lo
político y lo musical y no se reduce a un conjunto de dogmas o creencias
específicas.



Para entender el movimiento rastafari tenemos que comprender dos historias
paralelas: lo que sucedió en África y en América durante el siglo XX. En
Jamaica, el movimiento recibió la influencia del panafricanismo (la
hermandad y unidad de todas las naciones africanas y los africanos en la
diáspora), la lucha contra el racismo, el hinduismo, además de tradiciones
judeocristianas y de raíz africana.



Para el rastafari es clave el etiopianismo, que es un movimiento religioso
que comienza a reivindicar a Etiopía como lugar de todos los africanos
(semejante a Sion para los judíos). Para los rastas, la tierra prometida es
Etiopía, el hogar o la casa a la que hay que regresar. Esta idea comenzó a
ser reivindicada y difundida en la zona de habla inglesa por las iglesias
protestantes afrocentradas, forjando una lectura teológica negra y
anticolonial.



El uso de los dreadlocks o rastas en el pelo es una práctica que, según el
relato de los rastas, viene de los primeros cristianos. Lo que sí es
novedoso del rasta es el uso sacramental del ganja, palabra de origen hindú
para “marihuana”, que habría brotado de la tumba de Salomón, aunque no todos
los rastas utilizan ganja ni llevan dreadlocks. Otras costumbres son dejarse
crecer el cabello y las uñas, evitar el consumo de carne y alcohol,
prácticas de la alimentación y la higiene que provienen del libro de
Levítico, que refleja algunas tradiciones judías.



En 1914, Marcus Garvey fundó la Asociación Universal para la Mejora del
Hombre Negro, uno de los movimientos políticos afros más importantes de la
época. Garvey, un predicador jamaiquino protestante, periodista, empresario
y político, tuvo un papel clave en el movimiento, lo que le valió ser
conocido como “el apóstol negro”. Planteaba en su constante prédica el deseo
de volver a África, desde la popular frase “África para los africanos”.
Garvey es considerado por algunos rastas un nuevo Moisés, e incluso los
seguidores del movimiento rasta le adjudicaron una profecía, pronunciada en
1928: “Mirad a África; un rey negro será coronado”, basada en el salmo 68 de
la Biblia. Por eso en 1930, cuando es coronado Haile Selassie en Etiopía,
los rastas de Jamaica ven el cumplimiento de su predicción que culminaría
con su vuelta a “mamá África”, la tierra prometida.



Selassie, de acuerdo a esta tradición, desciende del linaje del rey Salomón,
por medio de la reina de Saba. El carácter mesiánico del monarca africano
generó mucha controversia. A partir de 1970, Etiopía atravesó grandes
problemas sociales y hambrunas durante su reinado. Al mismo tiempo,
estableció vínculos internacionales y apoyó a líderes anticolonialistas. En
1974, el monarca fue derrocado por las clases medias universitarias y
movimientos armados de izquierda apoyados por la Unión Soviética.



Sobre Etiopía pesa la visión mítica de ser el único lugar que no pudo ser
colonizado por el hombre blanco. El movimiento rasta tomará los colores de
su bandera: verde, amarillo y rojo, junto al león coronado y una cruz, que
conforman su simbología central. El movimiento rasta interpreta que Tafari
Makonnen, coronado rey-emperador como Haile Selassie I, es el “Ras Tafari”,
es decir, la “Cabeza Creadora” o el “Emanuel”, que significa “Dios con
nosotros”.



Para todos los rastas, Haile Selassie es clave, pero los niveles de
sacralización de su figura varían de acuerdo a las diversas tendencias
internas del movimiento. Para Bob Marley, al menos durante la década de
1960, Selassie era el rey de la casa de David, autorizado para gobernar
sobre la Tierra, pero Cristo seguía siendo la encarnación de Dios en la
Tierra.



Etíopes ortodoxos



Robert Nesta Marley tomó el nombre de Berhane Selassie, que significa “la
luz de trinidad”, como su nombre de bautismo etíope. Desde un punto de vista
histórico Haile Selassie fue el último emperador de Etiopía, mantuvo un
régimen absolutista y atravesó la invasión de la Italia de Benito Mussolini,
que lo expulsó del país durante la Segunda Guerra Mundial. De vuelta en
Etiopía, entre otros hechos relevantes, Selassie recibió en los años 60 a un
grupo de líderes rastafaris como agradecimiento por el apoyo que le habían
otorgado durante la guerra mundial y en 1966 viajó a Jamaica para establecer
la Iglesia Ortodoxa.



Etiopía es un país de religión cristiana ortodoxa mayoritariamente. Con
aproximadamente 250 millones de fieles en todo el mundo, los ortodoxos
tienen patriarcas como líderes centralizados de sus iglesias. La tradición
de la Iglesia Ortodoxa Etíope es la más antigua del cristianismo en África y
no debe confundirse con el movimiento rastafari, aunque se conecten en la
tradición, el etiopianismo y la figura del propio Selassie. En esta iglesia
es en la que Bob se bautizará pocos meses antes de morir, el 4 de noviembre
de 1980.



La Iglesia Ortodoxa guarda sus formas litúrgicas desde el siglo IV. Su canon
bíblico está conformado por 88 libros, algunos más que los 66 que comparten
con católicos y protestantes, y aparte tienen como fuente de tradición el
llamado Kebra Nagast (La gloria de los reyes), que explica el
establecimiento del trono de David en Etiopía. Asimismo, esta tradición
religiosa cuenta con su propio idioma litúrgico, el amhárico, y lugares
sagrados, como Lalibela, considerada la Jerusalén de África, construida en
el siglo XII y declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco por sus
maravillosas 11 iglesias subterráneas talladas en piedra y conectadas por
túneles.



El día de San Baltasar



En Uruguay existe la Iglesia Tewahedo desde hace unos nueve años. Denominada
Sociedad para el Desarrollo Rastafari Etíope en Uruguay, está conectada con
la Iglesia Ortodoxa Etíope a través del sínodo para las Américas que está
ubicado en Trinidad y Tobago. Su referente principal, Osvaldo González, es
conocido dentro de los hermanos rastafaris como Mane Congo.



—Nos nucleamos con la visión rastafari desde 2007, y en la Casa de la
Cultura Afrouruguaya desde 2013 nos juntamos a reflexionar y damos talleres
semanales llamados “Ras'Täfäri, Etiopía y etiopianismo” —dice.



Desde el punto de vista religioso, Mane Congo afirma que en la comunidad se
observan todos los ayunos de la iglesia ortodoxa etíope. Tienen grupos de
oración y comparten una lectura diaria. Los domingos también se reúnen con
tambores nyahbinghi y usan las letras de las canciones de la iglesia etíope.
Algo que distingue a esta comunidad de otros grupos cristianos es su
relectura de la Biblia desde una teología de la liberación negra.



Mane Congo llegó a este camino a través de Bob Marley:



—Me atrajo espiritualmente la traducción de sus canciones. De repente me di
cuenta de que estaba cantando partes de la Biblia y el movimiento rastafari
como forma de aplicarla, y fue así que llegué a conocer el mensaje de
iluminación espiritual.



La tradición etíope se vincula con la cultura afrouruguaya y el cristianismo
de diversas maneras. Un relato central es la fecha de la Navidad etíope, que
es el 6 de enero. Para Mane Congo, no es casualidad:



—Es el mismo día de san Baltasar, que hace referencia al rey Bazán, uno de
los tres reyes magos, que vino de Etiopía a ver a Jesús. Esto nos conecta
con la comunidad afrouruguaya directamente.



Paz para un mundo en guerra



En las décadas de 1960 y 1970 hubo una fuerte confrontación política en
Jamaica. Las candidaturas democráticas que se mostraban más favorables a las
reivindicaciones de los desfavorecidos vieron en el reggae una herramienta
política, en tanto música de los ciudadanos pobres. En continuo sincretismo
con la narrativa religiosa estándar, los rastas creen que Babilonia es el
sistema de los blancos, que confunde y quiere controlar a todos, y que Jah
(abreviatura poética de Jehová), a través de su profeta Haile Selassie,
liberará a la gente de ascendencia africana. Así lo canta Bob Marley en
“Exodus”, de 1997: es “el éxodo del movimiento de la gente de Jah”, que va a
abandonar la esclavitud de Babilonia para retornar a la tierra prometida,
llena de emancipación y justicia divina, la nueva Sion, en África.



En esa Jamaica atravesada por la polarización política, la corrupción, la
violencia cotidiana y la desigualdad, las letras de las músicas de Bob
Marley contenían continuas referencias a su marco filosófico, político y
religioso, no son inocentes en relación a sus compromisos y opciones
vinculadas a valores del movimiento rastafari, y por ello se volvió su
principal difusor. El músico, cada vez más chamán y político, enviaba un
mensaje comprometido socialmente, al mismo tiempo que trataba de desarrollar
su carrera musical desde un lugar neutral en términos partidarios. Creía
firmemente que el mensaje rasta predicado a través de su música podía
generar la redención del mundo a nivel espiritual, social y político.



El contexto geopolítico de la Guerra Fría atravesaba las disputas en África
y Latinoamérica. Jamaica no era ajena a esta realidad, y estaba dividida en
dos bandos. Por un lado, estaba el Partido Nacional del Pueblo, del primer
ministro Michael Manley, que asumió en 1972 con la consigna “El poder de la
gente” y el mensaje de que era tiempo de dejar atrás siglos de colonialismo
y esclavismo británicos. Por otro lado estaba el líder opositor conservador
Edward Seaga, del Partido Laborista, que acusaba a Marley de agente
comunista. De hecho, ambos bandos se acusaban mutuamente de trabajar para la
Unión Soviética o Estados Unidos. Hacia mediados de la década empezaron a
sucederse los conflictos armados entre ambas facciones. Entonces, Bob
cantaba “los rastas no trabajan para la CIA” y millones de niños y jóvenes
aprendían a cantar estas letras que, aunque fuesen entonadas como mantras
pacifistas, podían ser interpretadas como armas revolucionarias.



Los Wailers (“los que gimen”) se convirtieron en el grupo de apóstoles que
acompañó, en un contexto de guerra civil, la prédica pacifista y a favor de
los derechos de la gente excluida. La guitarra y la voz de Marley no eran
inocuas, por lo que su capacidad de movilización social era deseada por los
líderes políticos en disputa. Su casa en la calle Hope número 56 era un
lugar no sólo para jugar al fútbol —deporte que amaba—, sino un punto
neutral donde líderes rivales se podían encontrar sin violencia.



La vida de Bob Marley está atravesada por el conflicto racial. En el
documental ReMastered: Who Shot the Sheriff?, de 2018, dice: “Mi padre es
blanco y mi madre es negra, yo no me inclino hacia ninguno de los dos lados,
me inclino hacia el lado de Dios”. A la violencia racial y política Bob
respondió con la canción “War” (1976), realizada con base en el discurso que
Haile Selassie pronunció en 1968 en la ONU. Allí canta que el color de la
piel no tiene importancia, con un mensaje repetitivo y fácil de asimilar que
se convierte en himnos de agitación social.



Survival, el noveno álbum de Bob Marley, apareció en 1979. Tiene varias
canciones de protesta —entre ellas, la gran “So Much Trouble In The World”
(“Tantos problemas en el mundo”)— y el disco está dedicado a la causa
panafricanista, como indica la portada, que contiene las banderas de las
naciones africanas independientes. En este disco de mantras revolucionarios
hay un tema dedicado a la liberación de la antigua colonia británica
Rodesia, actual Zimbabue.



El 5 de diciembre de 1976, Bob Marley había propuesto realizar un concierto
de Navidad como regalo para el pueblo jamaiquino. El primer ministro Manley,
debilitado en ese caos, decidió celebrar elecciones el día siguiente,
buscando capitalizar el mensaje de Marley. Dos días antes del concierto,
Bob, su esposa y otros integrantes recibieron un disparo en su casa. No se
sabe quién apretó el gatillo, pero crecieron las especulaciones sobre si fue
la CIA o los partidarios de Seaga. 48 horas después del tiroteo, a pesar del
pesado ambiente que oprimía a Kingston, Bob decidió cantar durante una hora
y media frente a más de 80.000 personas. Al día siguiente, partió en un
exilio autoimpuesto a Londres. Desde allí su mensaje tendrá una plataforma
internacional que dispersará su palabra por el mundo.



En Jamaica la violencia siguió escalando. En 1977, dos de los principales
líderes de las pandillas urbanas fueron puestos en prisión, donde acordaron
una tregua y fueron en busca de Bob Marley para que bendijera la
reconciliación. En abril de 1978, Marley volvió a Jamaica para el One Love
Peace Concert, y consiguió que el primer ministro Michael Manley y el líder
de la oposición Edward Seaga se diesen la mano en el escenario. En medio del
humo y la multitud, Bob puso su cuerpo para levantar los brazos de los
adversarios y realizar un gesto de bendición, cual gran chamán político y
religioso que buscaba detener el baño de sangre en su país. Fue entonces
invitado para ir a la sede de la ONU, en Nueva York, para recibir la Medalla
de la Paz.



En 1977 le habían diagnosticado un cáncer y evitó el tratamiento y las
intervenciones quirúrgicas por sus creencias rastafaris. En sus canciones es
frecuente encontrar referencias bíblicas o símbolos religiosos, pero al
llegar hacia el final de su vida se volvió más explícitamente evangelizador.



En 1980 —en el contexto de su conversión cristiana etíope— cantaba “por
siempre amaremos a Jah, sólo un tonto se apoya en su propia ignorancia”. Una
de sus últimas frases fue “el dinero no puede comprar la vida” y durante su
funeral en Jamaica, con honores de Estado, se combinaron ritos de la Iglesia
Ortodoxa Etíope con elementos del movimiento rastafari. Su ataúd reflejaba
sus grandes devociones: una guitarra Gibson roja, una Biblia rastafari, una
pelota de fútbol, un anillo y una rama de ganja.

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