Sin fronteras/ Cien años de Paulo Freire. La vida de un educador revolucionario. [Peter McLaren]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Sep 19 16:33:01 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

19 de septiembre 2021

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Sin fronteras



Cien años de Paulo Freire



Hoy se cumple el centenario del nacimiento del filósofo brasileño Paulo
Freire. Conocido sobre todo por su magistral Pedagogía del oprimido, la obra
de Freire sigue siendo un referente para los profesores que trabajan en la
comunidades pobres en todo el mundo, y para casi cualquier persona que
busque un sentido de justicia en un mundo tan injusto.



Peter McLaren *

Jacobin, 19-9-2021

https://jacobinlat.com/



Hoy se cumple el centenario del nacimiento del filósofo brasileño Paulo
Freire. Conocido sobre todo por su magistral Pedagogía del oprimido, la obra
de Freire sigue siendo un referente para los profesores que trabajan en la
comunidades pobres en todo el mundo, y para casi cualquier persona que
busque un sentido de justicia en un mundo tan injusto.



Todos los educadores con espíritu crítico han utilizado en algún momento a
Freire en su enseñanza: ya sea para comprender el mundo de los oprimidos, o
como la inspiración que les llevó a ver la docencia como una forma de
revertir las asimetrías de poder y privilegio de la sociedad. Los programas
de alfabetización de Freire se utilizan ahora en países de todo el mundo, y
Pedagogía del oprimido es actualmente la tercera obra más citada en las
ciencias sociales, y la primera en el campo de la educación.



La celebridad de Freire le ha convertido tanto en profeta como villano uno
en su país natal, Brasil. Actualmente, es denunciado por grupos de extrema
derecha como Movimento Brasil Livre y Revoltados Online, y el presidente
Jair Bolsonaro afirma que  Freire está detrás de una conspiración de
adoctrinamiento marxista en el sistema escolar brasileño.



De hecho, los intentos de Bolsonaro de extinguir la memoria de Freire
recuerdan los ataques de los republicanos estadounidenses contra la llamada
teoría crítica de la raza y los educadores marxistas. Bolsonaro y el
movimiento derechista Escola sem Partido han animado a los estudiantes de
las escuelas a filmar a los profesores durante las clases, especialmente si
sospechan que defienden ideas de izquierda o, peor aún, que patrocinan
opiniones políticas o sociales de inspiración freireana. Un diputado federal
del partido de Bolsonaro ha presentado incluso un proyecto de ley para
despojar a Freire de su título ceremonial de “patrón de la educación
brasileña”.



Incluso los conservadores de Estados Unidos se han subido al carro de los
ataques a Freire. El reciente número de The Economist “The Threat from the
Illiberal Left” incluye un artículo dedicado a la cultura woke que describe
de forma poco sincera la pedagogía de Freire como escrita en el espíritu de
la Revolución Cultural de Mao.  No importa que el artículo saque su
evidencia de una sola nota a pie de página de Pedagogía del oprimido, o, más
importante, que el trabajo de Freire se basó en la solidaridad con las masas
y se opone al tipo de violencia que caracterizó buena parte de la Revolución
Cultural.



Entonces, ¿por qué Bolsonaro y The Economist deberían atacar a Freire? ¿Qué
hay en sus ideas que les parece tan amenazante?



La vida de un educador revolucionario



Paulo Freire creció en el noreste de Brasil, en el estado de Recife, durante
la Gran Depresión mundial de la década de 1930. Aprendió a leer haciendo
letras con las ramas del árbol de mango a cuya sombra se sentaba de joven.
La experiencia del hambre y la pobreza a una edad temprana hizo que Freire
quedara cuatro cursos por detrás de sus compañeros de clase, y la muerte del
padre de Freire en 1933 no hizo más que empeorar las cosas.



A pesar de ello, Freire pudo terminar sus estudios, graduarse en la
universidad, obtener un doctorado en la Universidad de Recife en 1959 y ser
admitido en el colegio de abogados (aunque nunca ejerció la abogacía).
Comenzó su vida profesional a los 26 años, trabajando como profesor de
portugués en la Escuela Secundaria Oswaldo Cruz. En 1946, fue nombrado
Director del Departamento de Educación y Cultura de los Servicios Sociales,
una institución patronal creada para proporcionar a los trabajadores y sus
familias en el estado de Pernambuco servicios de salud, vivienda, educación
y ocio. En 1961, se convirtió en el Director del Departamento de Extensión
Cultural de la Universidad de Recife y se involucró en un histórico proyecto
educativo destinado a hacer frente al analfabetismo masivo en 1962.



El proyecto de alfabetización de Freire en 1962 en Recife le valió el
reconocimiento internacional, sobre todo por el uso de las tradiciones
populares y por la importancia que dio a la construcción colectiva del
conocimiento. Fue allí donde Freire comenzó a crear lo que denominó
“círculos culturales”, término que prefería a “clases de alfabetización”, ya
que “alfabetización” y “analfabetismo” suponían que la lectura y la
escritura ya formaban parte del mundo social de los trabajadores.



En uno de estos círculos culturales, 300 cosechadores de caña de azúcar
aprendieron a leer y escribir en unos asombrosos 45 días. Comprensiblemente
animado por el éxito de Freire, el gobierno brasileño dirigido por el
presidente João Goulart elaboró planes para establecer 2000 círculos
culturales freireanos que, idealmente, llegarían a cinco millones de
estudiantes adultos y les enseñarían a leer en un período de dos años. Iba a
ser un gran logro en un país donde sólo la mitad de la población adulta
sabía leer y escribir.



Pero no fue así. En cambio, en 1964, un golpe militar derrocó al gobierno
democráticamente elegido de Goulart. Freire fue acusado de predicar el
comunismo y fue interrogado y detenido. Fue encarcelado por el gobierno
militar durante setenta días y se autoexilió por temor a que su prominente
posición en la campaña nacional de alfabetización pudiera conducir a su
asesinato. De hecho, los militares brasileños consideraban a Freire “un
subversivo internacional” y “un traidor a Cristo y al pueblo brasileño”,
acusado de intentar convertir Brasil en un “país bolchevique”.



Los 16 años de exilio de Freire fueron a la vez tumultuosos y productivos:
tras una breve estancia en Bolivia, pasó cinco años en Chile, donde se
involucró en el Movimiento de Reforma Agraria Democrática Cristiana y
trabajó como consultor de la UNESCO en el Instituto de Investigación y
Capacitación para la Reforma Agraria. En 1969 fue nombrado visitante en el
Centro de Estudios sobre Desarrollo y Cambio Social de la Universidad de
Harvard, para trasladarse al año siguiente a Ginebra (Suiza). Allí actuó
como consultor de la Oficina de Educación del Consejo Mundial de Iglesias,
donde desarrolló programas de alfabetización para Tanzania y Guinea-Bissau
centrados en la reafirmación de sus países. También participó en el
desarrollo de programas de alfabetización en antiguas colonias portuguesas
post-revolucionarias como Guinea-Bissau y Mozambique, y ayudó a los
gobiernos de Perú y Nicaragua con sus propias campañas de alfabetización.



Finalmente, Freire regresó a Brasil en 1980 para enseñar en la Pontificia
Universidad Catolica de São Paulo y en la Universidad de Campinas. De 1980 a
1986, fue el supervisor del proyecto de alfabetización de adultos del
Partido de los Trabajadores (PT) en Sao Paulo. Freire trabajó brevemente
como Secretario de Educación de Sao Paulo, de 1989 a 1992, continuando su
programa radical de reforma de la alfabetización para la población de esa
ciudad.



Campañas mundiales de alfabetización



Durante su exilio, Freire escribió lo que pronto se convertiría en un
clásico: Pedagogía del Oprimido, Acción Cultural por la Libertad y Pedagogía
en Proceso: Cartas a Guinea-Bissau. La obra de Freire sería retomada
posteriormente por educadores, filósofos y activistas políticos en
Norteamérica y Europa, pero se acuñó fundamentalmente en el Sur Global: en
las comunidades de base, los barrios urbanos, los shanty towns y las favelas
donde influyó -y fue influido por- innumerables movimientos sociales, desde
los esfuerzos contra el apartheid en Sudáfrica hasta el Movimiento de los
Trabajadores Sin Tierra (MST) en Brasil.



Freire siempre alentó a los educadores a reinventar su obra en lugar de
simplemente “trasplantarla” a través de diversas fronteras nacionales, ya
que consideraba que sus enseñanzas surgían de un contexto claramente
brasileño. Llegó a esa conclusión muy pronto, ya que él mismo había recibido
lecciones de educadores afines cuya experiencia en otros países con campañas
de alfabetización masiva necesitaba adaptar a Brasil.



Freire conoció al arquitecto de la Campaña de Alfabetización de Cuba, Raúl
Ferrer, en 1965, en la Conferencia Mundial contra el Analfabetismo celebrada
en Teherán. Ferrer y Freire se volvieron a encontrar en 1979 para discutir
el papel de la alfabetización en la Revolución Sandinista de Nicaragua.



Freire consideraba la campaña de alfabetización cubana, responsable de
alfabetizar a más de 900.000 personas en menos de un año, como uno de los
grandes logros educativos del siglo XX. Dijo cosas similares sobre la
campaña de alfabetización de los sandinistas en Nicaragua.



Freire reconoció abiertamente al líder independentista cubano José Martí
como uno de los pensadores revolucionarios más importantes del siglo XX, y
fue un firme admirador de Fidel Castro y Ernesto Che Guevara. El presidente
Hugo Chávez, a su vez, era un gran admirador de Freire y me expresó su deseo
de incorporar la obra de Freire a la revolución bolivariana, misión en la
que pude desempeñar un breve y modesto papel.



La semana siguiente a la inesperada muerte de Freire, estaba previsto que
asistiera a una ceremonia en Cuba en la que Fidel Castro iba a entregarle un
importante premio por su contribución a la educación. Según sus amigos, éste
iba a ser el premio más importante de la vida de Freire.



Un marxista decidido



Para Freire, desafiar al capitalismo era una necesidad urgente y apremiante.
No solía describir con exactitud cómo sería su visión de una alternativa
socialista, pero la adhesión de Freire a una epistemología materialista era
firme y profunda, y mantuvo durante toda su vida una fe modernista en la
acción humana y en la socialidad inquebrantable del lenguaje.



Freire era decididamente marxista, pero su lenguaje nunca adoptó el argot
marxista-leninista habitual. No predicaba, por ejemplo, que todo el valor se
originara en la esfera de la producción, ni creía que el papel principal de
la escuela fuera servir a los agentes del capital y a sus amos.



Sin embargo, sí consideraba que la educación capitalista reproducía las
relaciones sociales de un orden social dominante y explotador, y que el
típico nostrum de “mejorarse” a través de la educación era a menudo un velo
ideológico que canalizaba la solidaridad humana hacia falsas narrativas de
trabajo duro individual, recompensa y progreso.



Freire fue un filósofo formidable, pero en lugar de reflexiones aisladas,
utilizó la filosofía al servicio de la promoción de su pedagogía
emancipadora. La visión de Freire sobre la liberación de las formas
autoritarias de educación se basaba en la dialéctica hegeliana del amo y el
esclavo; su descripción de la autotransformación del oprimido se inspiraba
en el existencialismo de Martin Buber y Jean Paul Sartre; y su concepción de
la historicidad de las relaciones sociales estaba influida por el
materialismo histórico de Karl Marx.



La insistencia de Freire en el amor como condición previa necesaria para una
educación auténtica formaba parte de una afinidad permanente que tenía con
la teología de la liberación. Dom Hélder Câmara, un arzobispo católico
brasileño de Recife –que tuvo una profunda influencia en Freire– captó el
espíritu de la teología de la liberación en unas breves frases: “Cuando doy
comida a los pobres, me llaman santo. Cuando pregunto por qué los pobres no
tienen comida, me llaman comunista”.



A Freire, él mismo católico, no le preocupaba demasiado la “religiosidad”,
sino la perspectiva de una iglesia liberada (en una región en la que gran
parte del sistema educativo seguía bajo el control de las autoridades
religiosas). Freire soñaba, en cambio, con lo que llamaba “la iglesia
profética”: una Iglesia que se solidarizara con las víctimas de la sociedad
capitalista. Fue esa visión la que llevó a Gustavo Gutiérrez, que codificó
el principio central de la Teología de la Liberación de la “Opción por los
pobres”, a invitar a Freire a elaborar algunos de los elementos clave de la
emergente doctrina cristiana radical.



Pedagogía del Oprimido



A pesar de todas las conexiones de Freire con la teología de la liberación,
la descripción que mejor capta la vocación de Freire es la de “filósofo de
la praxis”. La filosofía de Freire fue diseñada, simplemente, para ayudar a
los seres humanos a ser más plenamente humanos, y ese proyecto político y
ético significaba entender y también transformar el mundo. Esta era una
tarea que se expresa mejor en el popularizado dicho de Freire, “leer el
mundo y la palabra”.



Freire tenía una obsesión inigualable por el poder de la palabra hablada y
escrita: por lo que ese poder dicha y escrita revela sobre el mundo tal como
aparece ante nosotros y sobre lo que el mundo podría ser. Para Freire, la
alfabetización permite a los seres humanos vivir en modo subjuntivo, en un
estado “como si” que abre caminos a nuevos mundos.



Otra de las categorías de Freire, “el inédito viable”, era una elaborada
filosofía de la esperanza que llamaba a los grupos privados de derechos a
superar sus “situaciones límite” –es decir, las limitaciones impuestas a su
humanidad por el subdesarrollo– y a transformar esas condiciones adversas en
un espacio para la experimentación creativa. Esto era, para Freire, lo que
estaba en juego en la alfabetización: una práctica que podía utilizarse para
privar de derechos y excluir con la misma facilidad que para emancipar.



La pedagogía de Freire se apoyaba en una compleja pero sólida visión
materialista del mundo y de su transformación. Para Freire, toda acción
sobre el mundo transforma necesariamente el mundo tal como lo conocemos.
Además, la transformación del mundo afecta a la forma en que los individuos
actúan después sobre él. Entrando en este proceso es como los individuos
aprenden a convertirse en sujetos que actúan sobre un mundo dinámico y
abierto en lugar de permanecer como objetos pasivos sobre los que se actúa
en un sistema cerrado e inmutable. Esta era la visión de Freire sobre cómo
los oprimidos pueden superar el sometimiento.



“Diálogo” y “dialéctica” son palabras clave en el vocabulario freireano. El
“encuentro dialógico”, como lo llamaba Freire, es en realidad lo contrario
del adoctrinamiento (una ironía que se les escapa a los críticos brasileños
y estadounidenses preocupados por la teoría crítica de la raza o el
“adoctrinamiento” freireano). Freire se resistía a lo que llamaba “educación
bancaria” –depositar el conocimiento dado por sentado en el cerebro de los
desventurados estudiantes– porque era socialmente opresivo y suponía un
mundo tan fijo que las mismas lecciones podían repetirse hasta la saciedad.
Como dice Freire en Pedagogía del Oprimido



Dado que el diálogo es el encuentro en el que la reflexión y la acción
unidas de los dialogantes se dirigen al mundo que debe ser transformado y
humanizado, este diálogo no puede reducirse al acto de “depositar” las ideas
de una persona en otra, ni puede convertirse en un simple intercambio de
ideas para ser “consumidas” por los dialogantes… Dado que el diálogo es un
encuentro entre [humanos] que nombran el mundo, no debe ser una situación en
la que algunos [humanos] lo nombran en nombre de otros.



Como sujetos, Freire nos anima a salir de la prisión del conocimiento
prefabricado y de las relaciones de dominación que lo acompañan, cambiando
las condiciones materiales que nos conforman. Estar junto a los oprimidos
era para Freire no sólo un imperativo ético –como lo era para la teología de
la liberación– sino también epistemológico: era, insistía, la única manera
de romper con la idea de que existe un reino de ideas puras que deben ser
arrancadas y transmitidas por autoridades designadas. La verdad, para
Freire, era siempre dialógica, siempre sobre el yo y el otro unidos en una
contradicción dialéctica de la vida cotidiana.



Freire hoy



Freire siempre se resistió a ser identificado con los muchos movimientos y
tendencias diferentes dentro de la educación a los que algunos han afirmado
que estaba afiliado, ya sea la educación popular, la educación de adultos,
el cambio educativo, la educación no formal, la educación progresiva o la
pedagogía marxista. Mientras que algunas de estas corrientes acabarían
cayendo en manos de los responsables de planes de educación tecnocráticos,
el proyecto de Freire siguió siendo firmemente una pedagogía de los
oprimidos.



Nuestro mundo es uno de los que Freire, en muchos sentidos, luchó por
evitar: uno en el que el conocimiento a través del planteamiento de
problemas está perdiendo terreno frente a las interminables guerras
culturales; en el que los profesores son criticados por el razonamiento
basado en la evidencia; en el que la gente es castigada por desafiar la
historia de los enredos coloniales de Estados Unidos y su brutal historia de
esclavitud. El tipo de pensamiento valiente que Freire exigía hace que la
cobardía moral de la mayoría de los líderes políticos y figuras públicas de
hoy sea aún más condenatoria.



Lo que se necesita hoy en día en nuestros sistemas escolares es una
pedagogía que permita a los estudiantes comprender sus experiencias vividas
en contextos sociopolíticos más amplios y complejos. Las guerras culturales
en Estados Unidos y Brasil tienen que ver, al menos en parte, con el miedo a
lo que esto significaría: que invitar a los estudiantes a considerar los
méritos de la teoría feminista, la teoría crítica de la raza, la teoría
decolonial y otros lenguajes de análisis significa también reflexionar sobre
las experiencias históricas que hacen posibles esas perspectivas en primer
lugar.



En su raíz, ya sea en Brasil o en Estados Unidos, la derecha está avivando
el miedo a una vasta conspiración de adoctrinamiento porque ellos mismos
tienen miedo. Al imaginar nuestras escuelas como un lugar de lucha
darwiniana para imponer diferentes “visiones del mundo”, los conservadores
están tratando de hacernos olvidar lo que Freire nos ayudó a entender: que
la educación no es sólo una cuestión de visiones estáticas del mundo, sino
también, potencialmente, sobre el cambio del mundo. O, como dijo Freire: “La
lectura del mundo es anterior a la lectura de la palabra”.



* Peter McLaren es codirector del Proyecto Democrático Paulo Freire y
Embajador Internacional para la Ética Global y la Justicia Social. Es uno de
los principales estudiosos del mundo de la pedagogía crítica y es autor
además de 40 libros, entre ellos, el más reciente, Pedagogía de la
Insurrección.

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