Estados Unidos/ "Amazon infunde miedo a los trabajadores. Veo a diario lo que sufrimos. Nos tratan como a robots". [Angelika Maldonado - Entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Abr 13 06:10:28 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

13 de abril 2022

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Estados Unidos



Entrevista a Angelika Maldonado, presidenta del Comité de Empresa del
Sindicato de Trabajadores de Amazon



“Amazon infunde miedo a los trabajadores. Veo a diario lo que sufrimos. Nos
tratan como a robots”



Eric Blanc

CTXT, 13-4-2022

https://ctxt.es/es/

Traducción de Paloma Farré



Tras décadas de declive sindical, los trabajadores de Amazon en Staten
Island han logrado la conquista laboral más importante en Estados Unidos
desde el resurgir del sindicalismo en la década de 1930. Enfrentarse a
Amazon y ganar es una historia de David contra Goliat, independientemente de
quién dirija la iniciativa, pero es especialmente sorprendente que la
exitosa campaña de sindicalización en el almacén JFK8 la emprendiera el
Sindicato de Trabajadores de Amazon (ALU, por sus siglas en inglés), una
iniciativa novedosa, independiente y encabezada por los propios
trabajadores.



Entre los líderes de ALU hay tanto antiguos empleados, como por ejemplo
Christian Smalls, que fue despedido del almacén JFK8 en 2020 después de
organizar una huelga, como un pequeño grupo de líderes obreros dentro del
almacén. Mientras gran parte de la atención de los medios de comunicación
nacionales se ha centrado, comprensiblemente, en Smalls, todavía queda mucho
por saber de esta extraordinaria historia, de cómo los trabajadores del
interior del edificio han alcanzado esta impresionante y sorprendente
victoria.



Pocas personas pueden contar esta historia mejor que Angelika Maldonado, de
veintisiete años y presidenta del Comité de Empresa de ALU. Maldonado, una
de las principales responsables de la histórica victoria, trabaja como
empaquetadora del turno de noche en el departamento de envío de productos
del JFK8. Tras la votación, se sentó con Eric Blanc, de Jacobin, para hablar
de cómo lograron lo que parecía imposible y de las lecciones sobre
organización sindical que, gracias a sus esfuerzos, pueden extraer los
trabajadores de todo el país.



-En primer lugar, ¿cómo estás?



Cuando me enteré de que habíamos ganado, me quedé sin palabras; tengo la
sensación de que todavía estoy soñando. Incluso ahora mismo, al hablar de
ello, me emociono pensando en lo que hemos conseguido.



-¿Puedes hablar un poco de cómo te involucraste en la iniciativa para
sindicalizar Amazon?



Empecé a trabajar en el JFK8 en 2018, pero hasta el pasado mes de octubre no
me involucré en su sindicalización. Un día, saliendo del trabajo –después de
mi turno de doce horas y treinta minutos– uno de los organizadores
sindicales se me acercó y me explicó lo que estaba pasando. Sinceramente, me
apunté de inmediato. Nunca había formado parte de un sindicato, pero mi
madre pertenece al 1199SEIU desde que tengo uso de razón. Así que cuando oí
que en Amazon se podía crear un sindicato, sabía por experiencia lo mucho
que eso beneficiaría a todas las familias y a toda la gente que trabajaba
allí. A partir de ese momento, lo he dado todo.



-¿Hubo alguna injusticia concreta en el trabajo que te motivara a
involucrarte?



Lo más importante para mí es la seguridad laboral. Aquí, el movimiento de
personal es muy grande: te pueden despedir por múltiples razones. Cualquiera
puede conseguir un aumento de sueldo, pero ¿de qué sirve si no puedes
conservar el trabajo?



Un objetivo futuro es la asistencia sanitaria. Yo, por ejemplo, dedico 54
dólares a la semana de mi sueldo a mi asistencia sanitaria y la de mi hijo.
No quiero ni imaginar lo que pagan otras familias monoparentales que tienen
más hijos que yo, porque hay que pagar por cada persona a cargo. Hasta los
veintiséis años no he tenido que pagar mi asistencia sanitaria porque mi
madre está en el 1199SEIU. En el futuro me encantaría que todo el mundo en
el edificio tuviera asistencia sanitaria gratuita.



-¿A qué principales divisiones dentro de la plantilla tuviste que
enfrentarte?



En el JFK8 trabajan personas de todo tipo; hay gran variedad de edades,
razas y lugares de residencia, la gente viene de todas partes. Pero uno de
los motivos principales de división era la edad. Hay que tener en cuenta que
la edad media de un organizador sindical de la UAL es de unos veintiséis
años y muchos trabajadores más mayores tendían a ser más escépticos respecto
al sindicato.



El mundo de Amazon es muy intenso e intimidante, así que cuando muchos de
los trabajadores más veteranos vieron por primera vez a un grupo de jóvenes
intentando organizar algo tan grande, a algunos les costó entender que
realmente sabíamos lo que queríamos y que sabíamos cómo conseguirlo. Por eso
tuvimos que aprender nosotros mismos –y luego instruir a nuestros
compañeros– sobre el modo exacto de hacerlo. Explicamos lo que podemos hacer
como unidad, todos juntos.



Y superamos la brecha de edad sobre todo siendo cercanos y afables;
sinceramente, así es como ganamos estas elecciones. Les preguntaba a los
compañeros de trabajo: “¿Y si sus nietos tienen que trabajar aquí? ¿Y si son
sus hijos los que tienen que trabajar aquí? Sí, puede que seas mayor que yo,
pero yo también soy madre y queremos las mismas cosas, ¿no?”. Cuando se
enteraron de que yo también era madre y de que estaba sacrificando todo mi
tiempo libre para ayudar a crear un sindicato, muchos de ellos vieron de
verdad lo serio que era esto



-¿Las diferencias de origen y nacionalidad también afectaron?



Sí, eso también: teníamos que llegar a los diversos orígenes étnicos del
JFK8. Por ejemplo, muchos de nuestros compañeros proceden de diversos países
africanos. Durante la campaña tuve una idea que acabó resultando genial: mi
vecina también es africana y se dedica a hacer caterings, así que me dije:
“Con la de comida que hemos repartido, ¿por qué no repartimos comida
enfocada en la cultura de los trabajadores de Amazon?”. Así que un día le
pedí a mi vecina que nos preparara un arroz frito africano, y eso atrajo la
atención de un montón de trabajadores africanos hacia nosotros y, gracias a
eso, ganamos un par de nuevos organizadores sindicales.



Yo diría que contar con organizadores sindicales de la misma etnia también
fue crucial. Yo misma soy hispana –medio hispana– pero no hablo español, así
que era más fácil que uno de nuestros organizadores sindicales
hispanohablantes hablara con los trabajadores hispanos que tenían preguntas.



Lo que hicimos fue permitir que cualquier persona en el edificio que
quisiera dedicarse a la organización sindical lo hiciera. Y eso realmente
nos benefició, porque los miembros del comité de la UAL que tenemos ahora
son un grupo diverso. Somos un grupo pequeño comparado con la cantidad de
gente que tenemos en el edificio, pero somos plurales.



-¿Cómo superaste la intimidación de la dirección?



Amazon realmente infunde miedo a los trabajadores. No sólo había carteles
antisindicalistas por todas partes, sino que Amazon contrató a un montón de
antisindicalistas que se paseaban constantemente por el edificio hablando
con los trabajadores. Era intimidante. Los antisindicalistas básicamente
mentían y les decían a nuestros compañeros de trabajo que éramos
trabajadores externos. Pero en realidad éramos trabajadores como ellos. No
veníamos de otro lugar para organizar el JFK8; literalmente trabajamos allí,
somos un sindicato dirigido por los trabajadores.



Mucho de lo que hicimos era arriesgado, pero sabíamos que al final daría
frutos. Hicimos cosas como ir a las reuniones que ofrecían los
antisindicalistas a un público cautivo incluso cuando no nos invitaban.
Hablábamos en nombre de todos y contábamos la realidad. Rebatíamos lo que
decían los antisindicalistas, explicándole a todo el mundo que iban diciendo
mentiras. Por supuesto, nos pidieron que nos fuéramos porque no estábamos
invitados: lo que hacen los antisindicalistas es sacar al azar a los
empleados de sus puestos de trabajo para que vayan a esas reuniones. Pero en
aquella ocasión entramos todos en grupo y exigimos contar nuestra versión.



El director general nos dijo que si no nos íbamos, seríamos amonestados por
“insubordinación”. Pero nos mantuvimos firmes: nos quedamos y contamos la
verdad a nuestros compañeros. Teníamos que arriesgarnos. En ese momento,
todos teníamos un poco de miedo, pero teníamos que correr ese riesgo porque
nuestros compañeros tenían que ver que podíamos plantarles cara. Aunque al
final nos echaron, esa acción les demostró que hay ciertos derechos y
ciertas leyes que nos protegen y que no debemos tener miedo de Amazon.



-¿Puedes hablar más sobre los pasos específicos que disteis para movilizar a
vuestros compañeros de trabajo?



En el equipo organizador éramos pocos, así que cualquier aportación era
importante. Por mi parte, intentaba estar en el edificio todo lo que podía,
todos los días que podía. Venía en mis días libres, pasaba menos tiempo con
mi hijo... Requirió mucha dedicación, mucho sacrificio, mucho riesgo.



No podía hablar del sindicato durante las horas de trabajo, pero sí en mis
descansos de comida y en los de quince minutos. E incluso si no tenía tiempo
para hablar con mis compañeros de trabajo en mi turno, siempre me aseguraba
de conseguir sus números de teléfono y hablar con ellos en mis días libres.
También les pedía que hablaran del sindicato a los miembros de su familia
que trabajaban allí, así como a sus amigos. Le decía a todo el mundo: “Si
tenéis alguna pregunta, podéis llamarme cuando queráis, y si alguien más
tiene alguna duda, pasadle mi número”. Y si no sabía la respuesta a una
pregunta concreta, les daba el número del presidente de la UAL [Chris
Smalls] para que le preguntaran directamente.



-¿Cómo os asegurabais de hablar con el mayor número posible de trabajadores
y cómo mediáis el apoyo para ver si teníais mayoría?



Personalmente, tengo muy buena memoria, así que mi objetivo era que si no
había visto una cara antes, siempre me acercaría a esa persona y mantendría
una conversación. Era importante tener un grupo de organizadores unido y
mantener el contacto con todos los trabajadores que estaban a favor del
sindicato. Pero otro de nuestros objetivos clave era hablar siempre con
gente nueva cada día.



Y después de hablar con ellos, les pedíamos que hicieran cosas como unirse
al chat de Telegram o que nos dieran su número de teléfono o que vinieran a
una reunión o que rellenaran una encuesta. Ese era el objetivo: hablar con
gente nueva cada día, hacer que se pusieran en contacto.



-¿Cómo eran esas conversaciones?



Les preguntaba cosas como: “¿Has oído hablar de la UAL?”. Y si necesitaban
alguna respuesta o información, hacía lo posible por responder, y les decía:
“Somos un sindicato dirigido por los trabajadores. Si en algún momento
quieres convertirte en organizador sindical, puedes hacerlo”. Algunos
querían, otros no. Pero al final, el objetivo inmediato era algo más
sencillo, como que entraran en el gran chat de Telegram con todos los
simpatizantes del sindicato o que llevaran una camiseta de la UAL. Cosas así
demostraban que había muchas personas en el edificio que querían tener un
sindicato, no solo los mismos cinco trabajadores que veían en la mesa de la
sala de descanso.



Utilizábamos el gran chat de Telegram para informar de novedades o para
avisar a la gente si ocurría algo en el edificio en otro turno. El turno de
día y el de noche son a veces como dos mundos diferentes, así que era útil
tener una forma de comunicarse con todo el mundo. Pero, para ser sinceros,
el chat no nos preocupaba tanto; lo principal era interactuar cara a cara.
Creo que eso fue lo que realmente impulsó al sindicato.



Esas conversaciones en persona fueron muy importantes porque Amazon le dijo
a mucha gente que éramos trabajadores externos. Y al final, eso les
perjudicó. Al principio los trabajadores se acercaban a nosotros y decían:
“¿Cómo podéis estar en el edificio? Ni siquiera trabajáis aquí”. Entonces
les mostrábamos nuestra identificación y les decíamos: “Sí trabajamos aquí,
todos los que están en el sindicato ahora mismo trabajan aquí”. Y en ese
momento sentían curiosidad. Y al final de nuestras conversaciones, a menudo
se sentían engañados por Amazon porque se daban cuenta de que les habían
mentido.



Las conversaciones cara a cara eran la forma de conectar. Le decía a la
gente que era madre soltera, que trabajaba en turnos de doce horas y treinta
minutos, y que estaba allí en mi día libre, ¿sabes? También era vulnerable:
explicaba lo que me sacrificaba, lo que todos nos sacrificábamos al estar
ahí para asegurarnos de que todo el mundo en el edificio tuviera mejores
condiciones de trabajo.



Cuando faltaban unas dos semanas para las elecciones, gracias a esas
conversaciones, estaba segura de que íbamos a ganar. Lo sabía por la gente
con la que hablaba, por el creciente apoyo que veía y porque los otros
organizadores sindicales hablaban con su gente y su gente hablaba con la
gente y mi gente hablaba con la gente. Todo el mundo hablaba con todo el
mundo.



-Además de las conversaciones, ¿hiciste alguna otra cosa para que tus
compañeros de trabajo sintieran que no estaban solos? ¿Y cómo hizo un
seguimiento del nivel de apoyo?



Hacia finales del año pasado, la UAL empezó a repartir camisetas del
sindicato. Así que cuando algunos empezaron a llevar las camisetas en el
edificio, fue realmente cuando mucha gente empezó a ver el apoyo que había.
Después de eso, tuvimos que conseguir más y más camisetas nuevas para todo
el mundo. Y a medida que se acercaban las elecciones, intensificamos nuestro
juego: lo último que hicimos en la campaña fue conseguir cintas para llevar
la identificación, unas tres o cuatro mil. Repartimos un montón de cintas
durante los cambios de turno, para que la gente viera el apoyo que había.



Durante todo ese tiempo íbamos consiguiendo los números de teléfono de
nuestros compañeros de trabajo y los recopilábamos en una gran lista para
saber cómo iba el apoyo y, de este modo, hacer un seguimiento en los bancos
de datos telefónicos regulares que teníamos en la oficina del sindicato en
Manhattan. Y como organizadores sindicales, nos coordinamos; por ejemplo,
cumplíamos unos horarios para saber quién de nosotros estaría en el edificio
o revisando el chat en diferentes momentos.



Y cuando digo dedicación, quiero decir dedicación: los que estábamos en el
comité, estábamos en el edificio siete días a la semana, veinticuatro horas
al día. Incluso en nuestros días libres estábamos en el edificio; después de
recoger a mi hijo del colegio y cuando era mi día libre, siempre me dirigía
directamente al edificio.



Los del comité estábamos en el edificio siete días a la semana. Incluso en
nuestros días libres.



Como no podíamos hablar del sindicato en horario de empresa, la mesa de la
sala de descanso era especialmente importante. Entablé relaciones con
compañeros de trabajo que nunca habría conocido si no hubiera estado allí.
Cuando estaban en su descanso para comer o en un rápido descanso para
merendar, hablaba con ellos todo el tiempo que tenían. Y una vez que
conocían a uno de nosotros, nos conocían a todos porque, como organizadores,
siempre intentábamos establecer relaciones con todo el mundo. Eso es lo que
entendemos por ser afable.



-¿Y la dirección no trató de echaros?



No, porque estábamos protegidos por la ley. Conocíamos nuestros derechos y
estábamos en contacto con un buen abogado laboralista. Los que éramos
trabajadores podíamos estar en el edificio realizando labores sindicales.
Estábamos protegidos por la ley siempre que no lo hiciéramos en horario de
trabajo.



A veces intentaban hacernos retroceder un poco; por ejemplo, una vez
intentaron que quitásemos nuestra mesa de la sala de descanso diciendo que
infringía las normas de la covid. Pero justo el día anterior habían puesto
su propia mesa en la sala de descanso, así que no nos echamos atrás. Aunque
la verdad es que no intentaron nada demasiado descabellado porque a esas
alturas ya se habían dado cuenta de que sabíamos mucho sobre las leyes que
nos protegían.



Antes de convertirme en organizadora sindical de ALU no tenía ninguna
experiencia sindical o de organización, así que cuando me involucré me
sentaba a escuchar a los organizadores que llevaban más tiempo que yo en
esto. Y retenía la información, porque sabía que sería vital para los
trabajadores que vinieran a preguntarme.



Así que con esa reunión con público cautivo en la que intervenimos, pedí
consejo porque no sabía qué hacer, no conocía mis derechos. Fue entonces
cuando llamé al presidente de nuestro sindicato, que me dijo que, en virtud
de un determinado apartado de la ley, estamos protegidos. Y después, cuando
uno de mis compañeros me dijo: “He oído que os han echado de una reunión con
público cautivo. ¿Os van a despedir?”. Les expliqué que no, que no nos iban
a despedir porque estábamos protegidos.



-Felicidades de nuevo por la increíble victoria, ¿te importaría acabar con
alguna reflexión final sobre lo que habeis logrado?



Aunque soy nueva en la organización sindical, mi objetivo era sindicalizar
el JFK8 y el almacén de Staten Island. Veo cada día lo que sufrimos todos
los que trabajamos en Amazon. Es agotador y nos tratan como a robots. Tengo
amigos con los que fui al colegio que también trabajan aquí y muchas de sus
familias –que son básicamente como mi familia– también trabajan aquí. Solo
si trabajas dentro del edificio sabes lo que es trabajar en Amazon.



Y ahora también he visto por lo que han pasado todos los organizadores
sindicales con los que he trabajado. Hemos tenido que lidiar con muchas
cosas para contribuir a lograr un cambio. Para nosotros, los organizadores
sindicales, esto ha significado falta de sueño, ha supuesto no estar en
casa. Y además lo hemos hecho trabajando todo el tiempo en Amazon.



Así que el hecho de que hayamos ganado hoy es increíble, me siento como si
estuviera en una dimensión desconocida. Estoy muy orgullosa y agradecida a
todos los trabajadores que han votado a favor y a todos y cada uno de los
organizadores sindicales que han aportado su trabajo. Poder celebrar nuestra
victoria hoy es básicamente lo mejor del mundo. Hemos hecho historia,
¿verdad? (Esta entrevista se publicó originalmente en Jacobin, 2-4-2022:
https://jacobinmag.com/)

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