Francia/ ¿Funcionará el desgastado «frente republicano» contra la extrema derecha? [Philippe Marlière]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Abr 14 11:21:49 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

14 de abril 2022

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Francia



¿Funcionará el desgastado «frente republicano» contra la extrema derecha?



La extrema derecha no es mayoritaria en Francia. Pero la arrogancia y el
elitismo de Macron, sumado a las divisiones en la izquierda, podrían darle
una victoria hasta hace poco impensable.



Philippe Marlière *

Nueva Sociedad, abril 2022

https://nuso.org/articulo/

Traducción de Pablo Stefanoni



A primera vista, los resultados del domingo 10 de abril parecen un calco de
los de 2017. Emmanuel Macron, el presidente en funciones, quedó en primer
lugar con 27,85% de los votos, seguido de Marine Le Pen, candidata de
extrema derecha (23,15%) y Jean-Luc Mélenchon, postulante de Francia
Insumisa/Unión Popular (21,95%). Al igual que en 2017, Le Pen sobrepasó al
candidato de izquierda por la mínima, cerrándole el paso a la segunda
vuelta.



Pero más allá de las apariencias, estos resultados son sorprendentes e
incluso inquietantes. La abstención fue alta: con 26%, se acercó al récord
de 28% de 2002. En la democracia francesa, un gran número de jóvenes y
personas pobres y/o racionalizadas se abstienen de forma permanente de
votar.



Sin embargo, el principal acontecimiento de la elección ha sido el colapso
total de los dos partidos que hasta no hace mucho tiempo dominaban el
sistema político francés: el Partido Socialista (PS), de centroizquierda, y
Los Republicanos (LR), herederos de la tradición gaullista de la derecha
francesa. Hasta 2017, el PS y LR solían turnarse en el gobierno; en estas
elecciones sus candidatos obtuvieron 1,75% y 4,78% de los votos,
respectivamente. Su caída en desgracia es asombrosa, incluso la candidata de
la derecha, Valérie Pécresse, pidió públicamente, con tono desesperado,
aportes para pagar su deuda de campaña indicando que está personalmente
endeudada y que al haber quedado por debajo de 5% el Estado no cubrirá los
gastos. No está claro si alguna vez estos partidos lograrán recuperarse,
pero las primeras señales no les son alentadoras.



Hay múltiples razones para el declive, pero el hecho de que Macron se
posicione al mismo tiempo como centroizquierda y centroderecha sin duda ha
terminado por socavando ambos partidos, que ya venían arrastrando una crisis
profunda, de la que surgió el propio Macron. El mandatario francés  ha
«vampirizado» literalmente al PS y a LR, absorbiendo la mayor parte de su
electorado. La République en Marche, el movimiento creado para apoyar su
candidatura a la presidencia en 2017, ha absorbido a gran parte de los
votantes del PS y LR, así como a miembros destacados de ambos partidos.



El fenómeno Melénchon



Este reajuste ha debilitado especialmente a la izquierda. Su componente
socialdemócrata ha desaparecido casi por completo, incluso cuando los
socialdemócratas están experimentando un relativo resurgimiento en España,
Portugal, Alemania y otras partes de Europa. Mientras que algunos votantes
del PS se han pasado al bando de Macron, otros han optado por Mélenchon solo
para dar a la izquierda una oportunidad de llegar a la segunda vuelta.



Mélenchon ha vuelto a tener un desempeño extraordinario en estas elecciones,
sobre todo en las grandes ciudades, jóvenes y barrios populares. Comenzó
lentamente, pero se puso a la altura de sus rivales de izquierdas para
acabar convirtiéndose en el único candidato progresista que podía desafiar a
Macron y Le Pen. Mélenchon es un orador carismático, al menos para aquellos
a quienes les gustan los políticos líricos y grandilocuentes -lo que suele
ocurrir en la izquierda francesa-. Mélenchon trabaja duro -empezó a hacer
campaña para estas elecciones hace dos años- y hace un uso innovador de las
redes sociales y de las nuevas tecnologías: incluso en los actos de campaña
se presentó en varias ciudades a la vez mediante una proyección holográfica,
como ya había hecho en 2017. Y el programa partidario L’Avenir en commun
[futuro en común], con la cara de su candidato en tapa, se vendió en
librerías, al parecer con bastante éxito.



Pero Mélenchon es también una figura extremadamente polarizadora y divisiva.
Habiendo logrado la preeminencia de la izquierda en 2017, con casi 20% en la
primera vuelta, debería haberse comprometido en mayor medida con otros
partidos y tradiciones -verdes, comunistas, trotskistas, socialdemócratas-
para formar una alianza amplia de cara a las elecciones de este año, en las
que, como se confirmó el 10 de abril, era alcanzable el objetivo de superar
a la extrema derecha, que además iba dividida. Pero Mélenchon se negó a
negociar con otros, se burló de la «vieja izquierda» y terminó optando por
ir en solitario. Si hubiera buscado el apoyo del Partido Comunista (que
hasta hace un tiempo era aliado de La Francia Insumisa) y de los verdes,
probablemente había sido el contrincante de Macron el próximo 24 de abril.
Pero Mélenchon no es ni François Mitterrand ni Lionel Jospin, líderes que
supieron llegar al poder mediante el compromiso.



El triunfalismo de Mélenchon tras el resultado del domingo no es un buen
augurio para el futuro. Él y sus partidarios argumentan que la «izquierda
radical» es ahora la que domina en el campo de la izquierda francesa. Eso
está por verse. Su notable desempeño parece vincularse más con el voto
táctico de los votantes de izquierda moderados, que buscaban
desesperadamente una alternativa a una repetición de Macron-Le Pen, que con
el apoyo a sus ideas o a su controvertida personalidad. Un sondeo
poselectoral mostró que, de los tres principales candidatos, Mélenchon fue
el que más se benefició del voto útil.



El discurso «social» de Le Pen



Esta elección también estuvo marcada por la competencia en el campo de la
extrema derecha. Al final, el virulento polemista convertido en político
Éric Zemmour -uno de los fenómenos iniciales de la campaña- debió
conformarse con un decepcionante 7%. Su candidatura fue literalmente
fabricada por CNews, una especie de Fox News a la francesa, propiedad del
multimillonario Vincent Bolloré. Prácticamente todos los medios de
comunicación le han dado una plataforma para que emita opiniones racistas y
extremas, pero algunos de sus potenciales votantes acabaron aburriéndose o
se asustaron. Su radicalismo de extrema derecha ha ayudado a Le Pen a verse
como «moderada», lo que, en términos políticos, está lejos de ser.



Le Pen fue lo suficientemente astuta como para dejar que Zemmour hablara
sobre el islam y la inmigración, mientras ella se concentraba en las
cuestiones más importantes: el empleo, las «desigualdades sociales» y los
servicios públicos. Pero no nos equivoquemos: pese a sus críticas al
gobierno «antisocial» de Macron, la perspectiva económica de Le Pen está muy
lejos de ser progresista. Sigue siendo una colección fragmentaria de medidas
incoherentes que abogan por la reducción de impuestos. Sus políticas «de
izquierda» de 2017 han sido abandonadas (edad de jubilación de 60 años,
defensa de la semana laboral de 35 horas o la defensa del estatuto de los
trabajadores de los servicios públicos). Pero sus propuesta vienen ahora
envueltas en una retórica campechana, que le ha ayudado a ganarse a un
importante número de votantes de clase trabajadora.



Su política estrella sigue siendo la llamada «preferencia nacional», que
autorizaría la discriminación de los extranjeros que viven en Francia en
materia socioeconómica y de bienestar. Esta política es actualmente ilegal e
inconstitucional, y para aplicarla Le Pen tendría que modificar tanto la
Constitución como algunas de las leyes básicas. En este plano, la postulante
de Reagrupamiento Nacional se ubica en el clásico territorio de la extrema
derecha.



La responsabilidad de Macron



Las próximas dos semanas serán cruciales para el futuro de Francia, y quizás
de Europa. Por primera vez desde el régimen de Vichy en la década de 1940,
la extrema derecha está en condiciones de llegar al poder. Los sondeos de
opinión muestran que ambos candidatos están casi empatados, y Macron tiene
gran parte de la culpa de haber llegado a esta situación.



Tras su elección en 2017, el mandatario francés no gobernó como un
centrista, como se suponía que haría. Más bien, se movió bruscamente hacia
la derecha a lo largo de su mandato, sobre todo en materia de ley y orden,
inmigración e islam. Su programa económico, entretanto, es visto por muchos
como favorable a los sectores más acomodados. Macron suele ser visto como
distante y arrogante. Fuera de Francia se tiende a subestimar la profundidad
de su impopularidad, incluida la medida en que es detestado por los jóvenes,
las personas racializadas y los trabajadores del sector público. Sin
embargo, el apoyo de estos votantes, que se inclinan hacia la izquierda,
será crucial para su reelección.



Existe incluso la posibilidad de que Macron pierda unas elecciones que no
debería tener ninguna posibilidad de perder. Los candidatos de extrema
derecha, que obtuvieron 30% en la primera vuelta, no tienen un apoyo
mayoritario. La amenaza para Macron proviene del colapso del llamado «frente
republicano», una estrategia de los partidos mayoritarios para erigir una
barrera contra la extrema derecha cuando esta resulta necesaria. Esto
funcionó en 2002, cuando Jacques Chirac derrotó al padre de Marine,
Jean-Marie Le Pen, por un margen de 80% a 20%, y de nuevo -aunque por menos
margen- cuando Macron venció a Marine Le Pen en 2017 66% a 34%.

Marine Le Pen lleva años tratando de «desdemonizar» el partido que lidera,
que cambió su nombre de Frente Nacional a Reagrupamiento Nacional en 2018.
Ella rechaza que los medios de comunicación y sus adversarios políticos la
denominen de «extrema derecha» (lo que sin duda se corresponde con la
realidad). Esta vez, sus esfuerzos podrían resultar exitosos en la medida en
que Macron ha encolerizado a categorías enteras de votantes.



¿Sonámbulos hacia el desastre?



Muchos votantes de izquierda, que han sido lo suficientemente disciplinados
en el pasado como para votar a un candidato conservador para «frenar el
fascismo», parecen haber llegado al límite. Los sondeos de opinión muestran
que hasta un tercio de los votantes de Mélenchon en la primera vuelta podría
decantarse por Le Pen en la segunda, mientras que hasta otro tercio se
abstendría. Estas cifras no son buenas para Macron, que tendrá que escuchar
y ganarse a este electorado. No puede permitirse el lujo de la
autocomplacencia.



La amenaza es tanto más real cuanto que algunos candidatos de izquierda,
entre ellos Mélenchon, no quieren pedir explícitamente a sus partidarios el
voto para Macron. «¡Sabemos por quién no votaremos nunca! Ni un voto a
Marine Le Pen!», repitió Mélenchon ante sus partidarios el domingo electoral
por la noche. Esto significaría dejar abierta la puerta para el voto a
Macron y para la abstención, lo que facilitaría la victoria de Le Pen.



El viejo reflejo antifascista se está desvaneciendo en la izquierda, el
electorado conservador se ha radicalizado, Zemmour logró normalizar aún más
el racismo en la sociedad francesa y Le Pen ha suavizado su imagen. Macron,
por su parte, es el único blanco de un electorado volátil y enfadado. Se han
creado las condiciones para que Francia camine sonámbula a una presidencia
de extrema derecha. Esto no era una posibilidad. Ahora lo es.



* Philippe Marlière es profesor de política francesa y europea en el
University College de Londres.

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