Perú/ "Las grandes transformaciones siguen sin concretarse". [Alberto Adrianzén - Entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Feb 23 23:40:54 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

23 de febrero 2022

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Perú



“Las grandes transformaciones siguen sin concretarse”



El Gobierno de Pedro Castillo en Perú: un manual de izquierda para
entenderlo



El sociólogo Alberto Adrianzén y una mirada crítica desde la izquierda sobre
las dificultades del gobierno de Pedro Castillo.



Andrea Martínez y Lucas Silva

Página/12, 23-2-2022

https://www.pagina12.com.ar/



Alberto Adrianzén Merino es sociólogo y estudió Ciencias Políticas en México
en los años setenta. Ha sido profesor de la Universidad Católica de Lima y
de la Academia Diplomática Peruana. Asesoró al presidente Valentín Paniagua
(2000-2001) y a la Secretaría General de la Comunidad Andina. Fue
Parlamentario Andino (2011-2016) y vicepresidente de dicho parlamento.
Además, fue columnista político del diario La República. Actualmente dirige
la revista Quehacer y sus notas se publican en el sitio La Otra Mirada del
cual es miembro del Consejo Editorial.



Tiene una larga trayectoria en la izquierda peruana y miró con entusiasmo el
proceso que llevó a Pedro Castillo a la presidencia de Perú. Sin embargo,
los acontecimientos que derivaron en la designación de un tercer y un cuarto
gabinete de gobierno -que el Congreso deberá votar en los próximos días- han
despertado críticas entre un sector del progresismo peruano. “Mi temor es
que se está produciendo un desprendimiento de un sector de la izquierda que
estaba en el gobierno”, advierte el analista peruano, entrevistado por la
Agencia Regional de Noticias.



-Pedro Castillo asumió la presidencia en julio de 2021, pero a veces parece
que gobierna hace más tiempo, por las sucesivas crisis que ha enfrentado. ¿A
qué atribuye tantas controversias?



Tengo un amigo profesor argentino con el cual intercambiamos información y
hace poco me dijo “ya no entiendo nada” de lo que pasa en Perú. Abandonó el
seguimiento de Perú como objeto de estudio. Lo digo en broma, pero es un
síntoma. En mi opinión, vivimos una crisis que tiene que ver con otra gran
crisis, y para entenderla hay que conocer en detalle las características de
un país tan complejo como Perú.



Para comenzar de lo más simple a lo más complejo, primero hablemos del
personaje Pedro Castillo. Hijo de padres analfabetos, campesinos que se
vieron beneficiados con la reforma agraria de (Juan) Velasco Alvarado de
1969, que puso fin a la opresión terrateniente. Es importante entender ese
cambio, uno mira fotos de la década del 60 y los hacendados se hacían llevar
en litera. Era una sociedad profundamente racista y oligárquica. Entonces
Castillo es producto de esos cambios que propició el velasquismo como
también las organizaciones campesinas de la década de los sesenta y setenta.



Si bien su padre es analfabeto y pone una raya cuando firma, Castillo es
profesor de primaria en una zona rural, ubicada a tres horas de la capital
de Cajamarca. Castillo no tiene militancia en la izquierda; militó varios
años en el partido Perú Posible del expresidente Alejandro Toledo que hoy
espera ser extraditado de EEUU por corrupción; fue dirigente sindical y su
experiencia principal de liderazgo proviene de una huelga magisterial de
2018. El Sindicato Unitario de Trabajadores en la Educación del Perú (SUTEP)
siempre ha estado controlado por el Partido Comunista del Perú (Patria
Roja), que es maoísta. Pero le surgió una disidencia por la izquierda, con
gente que incluso estuvo vinculada a Sendero Luminoso, que siempre tuvo una
fuerte base magisterial. Entonces es importante entender que Castillo se
hace conocido y emerge como líder con todo ese contexto. Antes que político,
Castillo es un dirigente sindical clasista y combativo como decimos aquí.



-Sin embargo cuando se presentó a las elecciones, en abril de 2021, no
estaba entre los favoritos.



Al inicio de las elecciones Castillo tenía 1% de intención de voto. Lo que
sucedió con él es parecido a lo que pasó con (Alberto) Fujimori en el año
90: apareció de repente y despegó en forma realmente espectacular.



Castillo se comió a todo lo que podía comerse, incluyendo a toda la
izquierda más moderna, representada por Verónika Mendoza que disputaba los
primeros lugares en el proceso electoral. Con la particularidad que su
candidatura la presentó un partido (Perú Libre) que en su programa se define
marxista-leninista, que está liderado por Vladimir Cerrón, un neurocirujano
educado en Cuba, que fue gobernador de la región Junín y que hoy es acusado
de corrupción.



Uno podría decir que Castillo viene de un lado de un radicalismo social, más
igualitario y que toma distancia de Lima. Lima que tiene 10 millones de
habitantes; aquí están las principales empresas y la modernidad, pero te
alejas 100 kilómetros de la capital y ya tienes problemas con la
electricidad, con internet.



Castillo tenía el lema “no puede haber pobres en un país rico”, una idea que
encaja con cierta bronca de la provincia con la capital y del racismo que
todavía existe. Hace pocos días hubo un entredicho entre la presidenta del
Congreso y una alcaldesa del interior del país; en un momento determinado la
presidenta, que es de Acción Popular y es una “pitucaza” como le decimos
acá, le dice a la alcaldesa “usted está en mi casa, no me hable así”, como
si fuera un típico diálogo entre la patrona y la empleada doméstica o
trabajadora del hogar.



Estamos en un país dividido y el personaje Castillo viene de un lado de ese
país dividido. En mi opinión, que su aparición haya sido tan impredecible
también refleja la falta de percepción y de conocimiento del lado que
llamamos más moderno y limeño. Castillo, creo que tiene pánico escénico, no
tiene idea de cómo se gobierna, nunca ha sido alcalde. Castillo ha sido
dirigente sindical, hacía marchas y hablaba bien, pero ser presidente no es
fácil, requieres muchas cosas que él no tenía. Además, es un personaje que
tiene atrás a un partido marxista-leninista, Perú Libre, y un personaje como
Vladimir Cerrón, que es un sectario político y cuya pelea principal, como el
mismo dice, es contra lo que él llama la izquierda caviar.



-¿Cómo es la trayectoria de Perú Libre dentro de la izquierda peruana?



En los años 80 un sector de parte de la izquierda peruana ya habíamos
renunciado al marxismo-leninismo. Sin embargo, hay que decir que la matriz y
la principal tradición de esa izquierda ha sido comunista. Todos hemos sido
comunistas, marxistas-leninistas, incluyendo al maoísmo y el trotskismo. No
es como en Chile o Uruguay, donde hubo y hay un Partido Socialista diferente
al comunista.



Y el otro factor importante es el APRA (Alianza Popular Revolucionaria
Americana) que desde su aparición en 1930 logra una gran hegemonía popular.
Es el único partido que consolida lo que podríamos conceptualizar como un
“pueblo aprista”, con padres, hijos y nietos apristas. El APRA fue la
representación de una élite provinciana que marcó la política peruana del
siglo XX y que convirtió al Partido Comunista en una minoría política.



Por lo tanto, el marxismo-leninismo es una ideología que pocos discuten en
Perú, fuera de los círculos del Partido Comunista del Perú (Patria Roja) o
del Partido Comunista Peruano, o los rezagos del senderismo, sobre todo
después de la caída del Muro de Berlín, el fin de la Unión Soviética y el
fin del conflicto armado en mi país. Perú Libre debe ser uno de los pocos
partidos que se definen como maxista-leninista.



Creo que el proyecto de Cerrón es convertir a Perú Libre en el partido
hegemónico de la izquierda peruana. En noviembre hay elecciones regionales y
municipales, y muchos de los demás partidos de la izquierda, entre ellos
Nuevo Perú de Verónika Mendoza, no han logrado inscribirse legalmente. El
único partido que va a tener una inscripción válida es el de Cerrón, con lo
cual posiblemente pueda sacar una buena votación. También Juntos por el Perú
que en mi opinión es aliado fiel de Castillo y Perú Libre.



Hay que recordar que el voto por Castillo es más identitario que ideológico.
El sur siempre ha votado por izquierda (siempre se habla del “Cusco rojo”),
y esa votación fue clave en los triunfos de (Alejandro) Toledo (en 2001), de
(Ollanta) Humala (en 2011) y en el tercer lugar de Verónika Mendoza (en
2016), mientras que el norte, que es más costeño, moderno y capitalista,
votó siempre por el APRA o por la derecha. Entonces es un voto que lo tienes
capturado no por ideología sino por identidad. Es una forma de protestar.



-¿El gobierno de Castillo está logrando representar a esa identidad desde el
gobierno?



Creo que estamos ante un fenómeno más macro, que es la emergencia y la
representación de lo plebeyo en Perú, algo que se ha dado más por lo que
podemos llamar evolución y peso demográfico que por un proceso autodirigido
por una elite. La informalidad y las economías ilegales han sido uno de los
espacios donde han crecido este grupo social. Hay universidades que han
surgido en Perú para los hijos de estos nuevos grupos sociales que han
logrado llegar al gobierno. Por lo tanto, tienes un conflicto que también es
racial. Es la primera vez que la derecha pierde la administración del
gobierno en manos de un grupo plebeyo y reaccionó en forma prácticamente
negacionista. La derecha desde un inicio le ha negado el triunfo a Castillo,
todavía hay una comisión parlamentaria que investiga el supuesto fraude en
el proceso electoral que nunca se pudo probar.



Retomo a Velasco Alvarado, porque me parece importante. Con la liberación de
los campesinos de la opresión terrateniente, él logró cambiar al país y
propuso una nueva representación política. Hay que tener en cuenta que en
Perú los analfabetos votaron por primera vez en el año 80 del siglo pasado.
Pero ese modelo de inclusión social y unidad nacional que proponía Velasco
Alvarado no fue posible; por eso el golpe de Estado de 1992 y la
Constitución del 93 son expresiones o constituyen lo que defino como una
contrarrevolución a la revolución velasquista, con la refundación de un
modelo neoliberal con fuerte base en la economía informal (incluyendo las
variantes delincuenciales del narcotráfico, la minería ilegal, la tala de
bosques).



Por eso, en mi opinión, la sociedad peruana es prácticamente irrepresentable
hoy día, más aún si tienen casi el 80% de la población sigue en el llamado
sector informal. Hace unos años pasó por acá (el sociólogo francés, Alain)
Touraine y le dijimos que se quede un tiempo en el país, pero él dijo, en
tono de broma, “me voy para Chile, este país es irrepresentable”. Eso me
parece fundamental entenderlo. Si hay algún tipo de analogía es con Bolivia,
con la diferencia que Evo (Morales) la tenía clara desde un principio, era
una persona altamente politizada. Me acuerdo que, en una conversación con
Evo, que incluí en un artículo reciente sobre el triunfo de Castillo, me
dijo “en este país alguien tiene que perder”. Mi impresión es que eso no es
algo que esté presente en la cabeza de Castillo, esa idea de que la política
también es conflictividad y que ello requiere estrategias y manejo de la
política.



-¿Evo tenía mayor preparación que Castillo?



Sí, claro. Para comenzar se autodefinía socialista. Tiene una larga
trayectoria de lucha política. Ha sido congresista y candidato a la
presidencia. Además, estuvo rodeado de intelectuales más formados, incluso
al momento de reflexionar sobre la irrupción de lo plebeyo, como (Luis)
Tapia y el propio García Linera. Y el MAS (Movimiento al Socialismo) no se
parece en nada a Perú Libre, es un partido muy arraigado en los movimientos
sociales, con una larga lucha contra la privatización del agua, que se había
tumbado un presidente. Además, Evo ganó la presidencia en el 2005 con más
del 50% de los votos y Castillo ganó en segunda vuelta por 40 mil votos, que
es la misma diferencia que le había sacado (Pedro Pablo) Kuczynski a Keiko
(Fujimori) en 2016, como si nada hubiera cambiado.



Creo que los liderazgos de Evo y (Rafael) Correa si bien son diferentes,
llegaron para poner cierto orden y terminar con una situación de caos
político en esos países. Castillo, sin embargo, es un personaje muy débil y
con poca capacidad para manejar una coyuntura tan compleja como esta. No se
trata de seguir haciendo lo mismo, es el momento de la transformación, una
necesidad que hace tiempo está puesta en el tapete.



Por ejemplo, nuestra situación es diferente a la de Chile, que viene de un
largo proceso de debate constituyente. Hay que volver a mirar a Chile, que
en los 70 toma un camino distinto al de los “fierros”. Mientras una parte de
esa izquierda optó en los sesenta y setenta sobre todo América del Sur por
la lucha armada, Salvador Allende y el socialismo chileno prefirió el camino
electoral y democrático. Allende fue presidente luego de ser derrotado
varias veces. Su triunfo no fue algo fortuito. Fue parte de un proceso que
venía de atrás. Algo similar sucede en el Chile actual. El proceso
constituyente chileno se instala después de muchas batallas o luchas. Tiene
mucha historia atrás (la lucha contra las AFP, la movilización estudiantil,
etc.). Acá en Perú no hay una acumulación de fuerzas de ese tipo, más bien
hay un vacío político en el país. Hay un vacío de representación que nadie
ha podido solucionar hasta ahora.



-Hoy está planteado un posible proceso de vacancia contra Pedro Castillo.
¿Los movimientos sociales saldrían a defenderlo para evitar una destitución?



Hay una gran separación entre los ciudadanos y la política, el interés
político del ciudadano es bastante menor. La despolitización de la gente es
muy grande y la pandemia acentuó el problema.



La Constitución peruana sobre la vacancia no es muy clara ya que establece
que ante la vacancia presidencial y de los vicepresidentes, el presidente
del Congreso asume la presidencia y convoca a nuevas elecciones. La
pregunta, ya que la Constitución no es taxativa, es qué tipo de elecciones
se convocan: ¿solamente presidenciales o generales? En el año 2000, cuando
cae Fujimori, hubo un acuerdo del Congreso para acortar el mandato
legislativo y permitir elecciones generales. Ahora la derecha quiere
convocar solo a elecciones presidenciales, pero el 70% de la población
quiere que se vayan todos. Entonces convocar solo elecciones presidenciales
como quiere la derecha provocaría una crisis grande, porque la gente no los
quiere, el nivel de desaprobación del Congreso es muy alto, la gente detesta
a los políticos. Ese es el dilema. Además, porque si convocan a elecciones
generales podrían perder la mayoría que hoy tienen en el Congreso.



Otra estrategia de la derecha en el Congreso es lo que llamo el proceso de
domesticación del Ejecutivo. Hoy las derechas en el congreso y en la
sociedad se niegan a aceptar la asamblea constituyente y ya han comenzado a
limitar el poder del Ejecutivo y romper el equilibrio entre ambos poderes
(renuncias ministros, voto confianza). Ahora acaban de expropiar el poder a
la voluntad popular, que es el referéndum, porque ahora cualquier referéndum
debe ser legalizado por el Congreso, con lo cual se sustituye en los hechos
al Tribunal Constitucional. Es una cosa absolutamente ilegal. Lo que está
haciendo con todo esto la derecha es acorralar al gobierno para que ellos
impongan los futuros gabinetes y las políticas públicas. Esa es la otra
táctica que están utilizando por si fracasa la vacancia.



-Hace unos días trascendió que la presidenta del Congreso, María del Carmen
Alva, y otros congresistas estaban discutiendo cómo implementar el proceso
de vacancia, en un taller que organizó la fundación liberal Friedrich
Naumann.



Es la misma fundación alemana que trajo a Leopoldo López (el opositor
venezolano) en la campaña presidencial para apoyar a Keiko y que ha
financiado el encuentro en Quito de Mario Vargas Llosa. Es evidente que sus
principales vínculos son con la derecha peruana, al punto que su director
está casado con una asesora fujimorista. Más allá de eso, creo que lo que
están discutiendo es qué hacer si no consiguen los votos en el Congreso para
la vacancia.



-¿El anticomunismo de la derecha peruana se reconfiguró desde la llegada de
Pedro Castillo al gobierno?



El año 1930 es un momento constituyente y de fin de un ciclo en la historia
peruana y el inicio de otro. Aparecen actores importantes como el aprismo y
el comunismo, hay un cambio en el Estado y aparecen nuevos sectores
sociales, clases madias, empleados públicos, obreros. Es difícil entender a
(José Carlos) Mariátegui y Haya de la Torre sin pensar en estos nuevos
sectores.



En ese proceso, la derecha en lugar de optar por un partido político,
digamos liberal, capaz de representar las demandas de estos nuevos sectores,
opta por la represión y establece una alianza con los militares. Acá no hay
partidos de derecha. En Perú el primer partido que se crea, en 1870, es el
Partido Civil, como contraposición al militarismo. Luego, a mediados de la
década del 10, la derecha crea el denominado Partido Futurista, integrado
por intelectuales liberales que eran bastante buenos, pero que después de la
dictadura de (Augusto) Leguía, que duró once años (1919-1930) y que tenía
una impronta plebeya, que reivindica al indio, ellos se pasan a la derecha
reaccionaria. Como dijo José de La Riva Agüero, que fue un gran intelectual
de derecha: no somos conservadores, somos reaccionarios. Es el temor a lo
plebeyo, a la multitud.



No hemos tenido una derecha ilustrada, liberal. Aquí el liberalismo nunca ha
existido como corriente consolidada, como quizás sí sucedió en Uruguay. La
derecha siempre recurre a lo mismo. Velasco Alvarado decía que ellos habían
dejado de ser el perro guardián de la oligarquía, en referencia a los
militares.



Para la derecha el APRA era comunista; la Constitución del 33 prohíbe a los
partidos “internacionales”, para evitar al aprismo y al comunismo. Y después
con Sendero Luminoso, que también es parte de la izquierda, aunque una parte
lo niegue, se reactiva el antivelasquismo con el anticomunismo. Velasco
cambia el insulto de “comunista” a “velasquista”.



Entonces el anticomunismo en Perú es muy fuerte. La campaña de la segunda
vuelta se centró en eso, en decir que Castillo era funcional al comunismo.
Por eso es imposible entender cómo Castillo decidió poner a Héctor Valer
como primer ministro, que justamente hacía campaña contra Castillo diciendo
que el comunismo era sinónimo de pobreza. Más allá de que haya durado sólo
tres días en ese cargo (dimitió por denuncias de violencia familiar), ese
episodio (de la primera semana de febrero de 2022) demuestra que cuando la
política llega a ese nivel de hipocresía es porque estamos fatales. Aquí lo
que tenemos es una derecha neoliberal que no es liberal.



-Hace unas semanas, en una entrevista con la AM 750, hablabas de la
incidencia de los pequeños partidos sin definición ideológica, que operan
más pensando en los negocios y como esquemas mafiosos.



Acá hay mucha plata en la política y estos son partidos con dueño, que no te
expulsan, sino que te despiden. Por ejemplo, (el exalcalde de Trujillo)
César Acuña Peralta es el dueño del partido Alianza para el Progreso y
también de una cadena de universidades. Ahora salió un libro sobre sus
negocios (“Plata como cancha”) que ha generado mucha polémica y aquí le
decimos “como cancha” cuando es un montón. O también (José) Luna Galvez
(Podemos Perú), que también es dueño de universidades. Otro fenómeno son los
partidos “vientre de alquiler”, a los que se les paga. Por ejemplo, Hernando
de Soto se presentó por Avanza País, que es un viejo partido que le alquiló
esa inscripción para presentarse. O el caso del (exarquero del club Alianza
Lima y exalcalde del distrito limeño La Victoria) George Forsyth, que se
presentó por un partido evangélico (Restauración Nacional) que era un
vientre de alquiler.



En Perú la evasión tributaria y la economía informal son fenómenos que
incluyen a millones de personas. La aparición de estos partidos tiene que
ver con ese desborde de lo plebeyo. Hasta hace poco era muy difícil crear un
partido, necesitabas unas 700.000 firmas, pero eso se eliminó. Y además la
ONPE (el órgano electoral) te autorizaba una de cada tres firmas, entonces
para la izquierda, que siempre anda floja de plata, era muy difícil llegar a
esa cantidad, pero no era difícil para los Acuña o los Luna.



En definitiva, no hay un sistema de partidos en Perú, no hay sujetos
sociales que sean representados por partido. Los partidos son corruptos y el
Congreso está penetrado por los lobbys.



No existe un sistema de partidos que permita definir qué cosas son las
prioridades en el país. Y el Estado para resolver los conflictos inventó las
mesas de diálogo, entonces tenemos como mil mesas de diálogo. Los problemas
se patean para adelante, porque el Estado carece de capacidad administrativa
y es ineficiente, por eso tenemos más de 200.000 muertos (por la pandemia).
Somos un país más centroamericano que sudamericano. Falta el Estado y no
hemos tenido como llamo un “momento hobbesiano”. Falta un Hobbes que cree al
Estado. Necesitamos cambiar el Estado, el sistema, el poder y los grupos
sociales que tienen el poder. Una revolución social y política, en el mejor
de los sentidos. Y que sepa que tiene por delante la construcción de la
democracia, que es otro problema para la izquierda acá. Todavía hay sectores
muy duros en la izquierda que siguen teniendo como modelos a Venezuela y
Nicaragua.



-Ese sector de la izquierda que Cerrón denomina como “caviar”. ¿Ya le soltó
la mano a Castillo?



Creo que hay un sector de izquierda, del que me siento parte, que ya se está
desilusionando con Castillo. La discusión tanto sobre el gabinete Valer y
ahora con el de Aníbal Torres han sido un punto de fractura. No puedes tener
a un ministro de Salud (Hernán Condori Machado) que promueve la
pseudociencia. Cerrón acaba de decir en una entrevista a un semanario que ha
hecho una alianza tácita con el fujimorismo para derrotar a la izquierda
caviar. De otro lado, creo que un interés importante de Cerrón y Perú Libre
es poner gente en la administración pública, sin importar quiénes son y si
tienen capacidades. Más allá de esa defensa cerrada del marxismo-leninismo.



-Hace unos días Castillo anunció la participación del Ejército en tareas de
seguridad. ¿Cómo cayó el anuncio?



La presencia de militares en las calles es una demanda que cuenta con el
apoyo de la opinión pública. Si se miran las últimas encuestas queda claro
que el tema de la inseguridad ciudadana ha desplazado, por ejemplo, a las
preocupaciones que se tenían sobre la pandemia o el Covid-19. Hoy el tema de
la (in)seguridad ciudadana es la principal preocupación de una población que
se siente atemorizada por un crecimiento desmedido de una violencia
delincuencial sobre todo urbana que es cada día más visible y también más
violenta. Ello se refleja en el crecimiento casi explosivo no solo de robos
al paso o pequeños sino también en el número de asesinados por encargo, es
decir por sicarios y por la presencia de bandas tanto nacionales como
extranjeras. Sin embargo, me interesa decir que con esta decisión el
presidente Castillo ha comenzado a cambiar de estilo de gobierno. Se le ve
más en las calles que al interior de Palacio de Gobierno; ya sea inaugurando
o anunciando o prometiendo obras, viajando, junto con los ministros, a las
provincias. También enfrentando las críticas de los principales medios de
comunicación, en particular del grupo El Comercio que controla cinco o seis
diarios, canales de televisión. Se podría decir que la mayoría de medios
están en contra del Presidente no solo porque sean medios de derecha sino
también porque las decisiones presidenciales o son polémicas o equivocadas.
Sin embargo, creo que hoy estamos frente a un presidente más activo en lo
público y diría más interesado en subir en unas encuestas que hasta hoy día
no le son favorables.



-Están alineados también en respaldar el proceso de vacancia



Sí, claro. Pero también hay que decir que este gobierno, por sus errores,
como se dice, se está comprando todos los boletos para esa rifa. Fíjate, el
actual ministro de Energía y Minas es un minero informal o los casos de
corrupción que involucrarían, algunos de ellos, al propio Presidente. Mi
temor es que se está produciendo un desprendimiento de un sector de la
izquierda que estaba en el gobierno y hay que ver sí votaría a favor de este
nuevo gabinete. Quizás sea mejor una buena crisis antes que esta letanía y
este sufrimiento.



-Usted conoció desde adentro al gobierno de Humala. ¿Encuentra puntos en
común con ese proceso?



Fui asesor hasta 2006 del presidente Valentín Paniagua. Cuando muere ese
año, ingresé a lo que aquí se llamó el nacionalismo de Ollanta Humala. Fui
parte de su Comisión Política, también jefe de campaña fuera del país en la
segunda vuelta. Creo que Humala era más ordenado y tenía más criterio,
aunque su mujer (Nadine Heredia) controlaba mucho el gobierno, algo parecido
a lo que le pasa en Nicaragua a (Daniel) Ortega (con Rosario Murillo).
Además, Humala fue rápidamente penetrado por los lobbies. Por eso fue que a
los pocos meses el grupo de izquierdistas que participó tanto en la campaña
de 2006 y del 2011 rompimos con Humala y nos salimos del gobierno. Algo de
eso le está pasando a Castillo, que, al igual de Humala, acaba de designar a
un ministro de economía de perfil neoliberal. Eso hoy es visible en este
gobierno luego de la salida del ministro de economía Pedro Francke que
milita en el partido Nuevo Perú de Verónika Mendoza.



Por eso pienso escribir un artículo que se titula “De Cecilia Blume a
Karelim López”. ¿Quiénes son estos personajes? La primera es una promotora
de intereses (se podría decir lobista) y asesora empresarial muy bien
vinculada a los grandes grupos económicos formales y lo que podemos llamar
las elites de las clases altas. La segunda es también una promotora de
intereses, pero, digamos, una “plebeya”; muy ligada, al parecer, con los
empresarios emergentes del sector formal e informal, que fue a visitar a
Castillo varias veces. Ambas tienen orígenes sociales muy distintos, viven
en barrios también distintos, han ido a colegios y universidades distintos,
pero ambas hacen un trabajo similar: promueven los intereses de otros en la
relación con el Estado.



-¿Terminará Castillo su período de gobierno?



Veo muy difícil que termine. He estado releyendo a Walter Benjamin, que
entiende a la catástrofe no como el fin de las cosas sino como reiteración;
es decir, más de lo mismo. Creo que en Perú vivimos en esa catástrofe desde
hace tiempo, no salimos de esa especie de bucle y seguimos dando vueltas y
vueltas. El debate es el mismo que 2018: vacancia o cierre del congreso. En
definitiva, no cambió nada, todo sigue igual. Me temo que estamos entrando
en una fase de descomposición, porque todo sigue igual. Estos pactos
oportunistas de Cerrón con las mafias políticas para evitar una vacancia, en
definitiva, no hacen más que prolongar los problemas que hemos tenido
siempre. Lamentablemente, las grandes transformaciones siguen sin
concretarse y muchos de los que apoyamos a Castillo hoy estamos más cerca de
la disidencia por no decir de pasarnos a la oposición.

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