Irán/ La crisis del capitalismo de los mulás. [Ali Fathollah-Nejad]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Ene 3 17:20:11 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

3 de enero 2022

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Irán



La crisis del capitalismo de los mulás



Ali Fathollah-Nejad *

A l’encontre, 3-1-2022

http://alencontre.org/moyenorient/

Traducción de Correspondencia de Prensa



Las negociaciones para salvar el acuerdo nuclear con Irán de 2015 entraron
en su octava ronda en Viena [1]. Aunque se llegara a un acuerdo y algunas
sanciones fueran levantadas, la situación de la economía iraní es tal que
hay pocas esperanzas de que el alivio que supondría un acuerdo renovado se
refleje favorablemente en la población.



En la República Islámica de Irán, la política y la economía están
inextricablemente unidas. De hecho, la "élite" posrevolucionaria del país
tiene en sus manos las riendas del poder político y económico. Esta "élite"
tenía originalmente la intención proclamada de sustituir el régimen del Sha
para ayudar a los miembros más pobres de la sociedad (conocidos como los
mostazafin, o los desheredados). En realidad, la República Islámica se ha
convertido en una oligarquía, reproduciendo los antagonismos de clase que
existían bajo la monarquía, pero con una configuración totalmente nueva.
Decir que el trono del monarca ha sido sustituido simplemente por el
turbante de los ayatolás sería una ilustración metafórica adecuada.



Las bases de esta evolución quedaron establecidas ya en la revolución de
1979, cuando una parte considerable de la riqueza de la "élite" del Sha fue
confiscada por los nuevos gobernantes, los que también utilizaron estos
bienes para crear las fundaciones religiosas conocidas como bonyâd. Estas
fundaciones fueron creadas oficialmente para apoyar a los mencionados
mostazafin (y en algunos casos incluso recibieron su nombre), pero con el
tiempo se transformaron en complejos comerciales e industriales clericales
que sirvieron principalmente para llenar los bolsillos de la nueva élite
gobernante.



Al mismo tiempo, la República Islámica desarrolló una economía política que
hacía referencia a los fundamentos ideológicos del régimen. Es decir, una
división de la sociedad en iniciados en el régimen (Jodi) y extraños (Qeyr-e
Jodi), implementada por Jomeini: por un lado, los que forman parte del
aparato de poder y de los clanes dominantes o, al menos, son leales a ellos
y que por ello gozan de un acceso privilegiado al poder y a los recursos; y
por otro lado, los que no forman parte de él y están excluidos de esas
ventajas. Este muro invisible de un "estado de apartheid teocrático", según
la concepción de Mohssen Massarrat [2], no ha perdido casi nada de su
eficacia hasta hoy.



La fuga de cerebros cuesta miles de millones al país



Como las oportunidades profesionales están bloqueadas para muchas personas
ajenas al régimen, muchos jóvenes iraníes, hombres y mujeres bien formados,
no tienen más remedio que aceptar trabajos, a menudo precarios, para los que
están excesivamente calificados, o emigrar. Así, ha surgido una nueva capa
de la llamada clase media pobre.



Según las cifras oficiales, hasta 40.000 iraníes con estudios han abandonado
recientemente la patria cada año. Se calcula que esta fuga de cerebros
cuesta al país 150.000 millones de dólares al año, más que los ingresos
anuales por exportaciones de petróleo. Recientemente, las autoridades
iraníes también alertaron sobre esta "hemorragia intelectual".



Sólo en los últimos tres años, casi 4.000 médicos y unos 300.000 académicos
con título de máster o doctorado habrían abandonado el país, incluidos 900
profesores universitarios "bien formados" en 2020. Contrariamente a las
suposiciones occidentales, esta fuga de cerebros continuó durante la fase de
flexibilización de las sanciones, después del acuerdo nuclear de 2015 bajo
la presidencia de Hassan Rohani [agosto de 2013-agosto de 2021], presentado
como un moderado.



Tras la década posrevolucionaria de los 80, marcada por una economía
planificada en un país asolado por ocho años de guerra con Irak, a partir de
los 90 se produjo un proceso de neoliberalización de la economía. De este
modo, la variante iraní del neoliberalismo fue diferente de la occidental,
ya que siempre fue antiliberal y se transformó en una privatización
clientelista. Surgió una capa de nuevos ricos, a los que la revista Forbes
llamó "mulás millonarios" (21 de julio de 2003).



Al igual que en el Irán prerrevolucionario, los denominados ingresos por
renta de la venta de petróleo y gas son esenciales para la economía. Aunque
la parte de los ingresos del petróleo en el presupuesto anual ha disminuido,
siguen representando el grueso de los cuantiosos ingresos en divisas, a
pesar de que Irán cuenta con una infraestructura industrial diversificada.
Así, las mayores unidades económicas de la República Islámica son todas de
propiedad estatal o semiestatal y funcionan como unidades capitalistas
cuasi-monopólicas. Se clasifican por tamaño: la Compañía Nacional de
Petróleo de Irán (NIOC), seguida por el imperio económico del Cuerpo de la
Guardia Revolucionaria Islámica (conocido como el Pasdaran, una organización
paramilitar que depende directamente del Líder de la Revolución), que se
estima que representa hasta dos tercios del producto bruto interno (PBI) y
cuyos ingresos siguen creciendo al igual que su participación en el
presupuesto del Estado.



En tercer lugar, se encuentra un complejo clerical-comercial formado por una
red de bonyâds que no están sujetos a ninguna responsabilidad pública y
están exentos de impuestos. Se calcula que este complejo representa una
quinta parte del PBI. La fundación religiosa más rica es la Bonyâd-e Âstân-e
Qods-e Razavi [con sede en Mashhad, la segunda ciudad del país, una de las
ciudades sagradas del chiísmo]. Fue presidido desde marzo de 2016 hasta
abril de 2019 por el actual presidente iraní Ebrahim Raissi [en el cargo
desde agosto de 2021]. Raissi fue nombrado para este cargo por el líder
supremo Alí Jamenei. Entonces Raissi fue nombrado jefe del poder judicial [y
fiscal general desde agosto de 2014 hasta abril de 2016]. En la economía de
la República Islámica, el sector privado está muy marginalizado, aunque es
el sector privado el que crea puestos de trabajo, no la industria petrolera
estatal; esta última necesita un uso intensivo de capitales, pero muy poca
mano de obra [y recurre masivamente a la subcontratación].



Así pues, el nepotismo, la corrupción y la mala gestión, que también están
estrechamente vinculados con la incompetencia, están muy extendidos en Irán
-incluso en comparación con los estándares internacionales-, sobre todo
porque los puestos son a menudo atribuidos en función de consideraciones
ideológico-políticas y no de las calificaciones.



La crisis socioeconómica genera protestas revolucionarias



Es precisamente esta economía política de la República Islámica la que está
estrechamente relacionada con la creciente miseria socioeconómica del país.
Así, son sobre todo las empresas semiestatales mencionadas las que se han
beneficiado de la recuperación económica tras el acuerdo nuclear de julio de
2015 [Plan de Acción Integral Conjunto-PAIC], mientras que la desigualdad de
ingresos ha aumentado en general. Es importante tener esto en cuenta a la
hora de considerar una reactivación del comercio con Irán tras el posible
restablecimiento de un acuerdo nuclear, si se prevé un desarrollo sostenible
a través de la cooperación económica que no se limite a enriquecer a los
dirigentes y a ampliar aún más la brecha social.



Esta división ya ha provocado una gran frustración social entre los iraníes.
Estalló en las protestas contra el régimen en todo el país a principios de
2017/18. Por primera vez, las clases trabajadoras -de hecho, los mostazafin
de hoy- salieron a la calle en masa con consignas revolucionarias radicales
contra todo el régimen y dirigiéndose a todas las partes de la élite
gobernante por igual, ya fueran clericales o militares, "reformistas" o "de
línea dura".



Para la élite, esto fue un golpe, sobre todo porque estos manifestantes son
normalmente considerados la base social del régimen y, al menos, se piensa
que son leales mismo. Esta dinámica históricamente diferente entre los
pobres y un poder ahora oligárquico en la República Islámica también fue
evidente en las movilizaciones de noviembre de 2019. En esta ocasión,
participaron oficialmente unos 200.000 manifestantes, cuatro veces más que
dos años antes. Así, la frecuencia de las revueltas a nivel nacional va en
aumento, y hay muchos indicios de que esta evolución debe considerarse como
el inicio de un proceso revolucionario a largo plazo", como el de los países
de la "primavera árabe".



Mientras tanto, la brecha social sigue aumentando. La mitad de los iraníes
vive por debajo del umbral de (oficialmente el 30%) y la clase media se ha
reducido considerablemente en los últimos años, dos evoluciones que
constituyen una enorme fuerza política explosiva.



Además, en 2020, a pesar de la pandemia de Covid-19 y de las fortísimas
sanciones de Estados Unidos, la cantidad de millonarios iraníes en dólares
aumentó un 21,6%, hasta alcanzar los 250.000, mientras que a nivel mundial
sólo aumentó un 6,3%. El informe de Forbes de mediados de 2021 (28 de
junio), que contiene estos datos, fue publicado al mismo tiempo que se
extendían las huelgas sin precedentes de los trabajadores de las agencias de
trabajo temporal y bajo contrato en la industria petrolera [Véanse los
artículos relacionados: “Irán – Los trabajadores de la industria
petroquímica en huelga.” (Dossier)
https://correspondenciadeprensa.com/?p=19142 e “Irán – La huelga de los
trabajadores del petróleo: un fantasma que acecha al neoliberalismo.” (Simon
Pirani) https://correspondenciadeprensa.com/?p=19521 ]. El salario medio
mensual de un trabajador iraní es inferior a 200 dólares.



En cuanto al tema de las sanciones estadounidenses y la crisis económica,
los análisis entre los economistas europeos e incluso los iraníes no podrían
diferir más marcadamente. Mientras que los primeros culpan a las sanciones
extranjeras de la mayor parte de la crisis económica, los expertos iraníes
consideran que la influencia de las sanciones es más bien marginal y ven los
mencionados problemas internos como la principal causa de la crisis.



En definitiva, puede decirse que la crisis económica estructural de la
República Islámica no se verá suficientemente mitigada por una recuperación
económica tras la posible reducción de las sanciones tras la reanudación del
acuerdo sobre el programa nuclear. Es poco probable que el crecimiento
económico resultante llegue al "grueso de la población". Por lo tanto, la
crisis socioeconómica seguirá sacudiendo al país, mientras que difícilmente
se puede esperar que la élite lleve a cabo una política que desactive la
explosiva cuestión social. Porque incluso el populismo económico del nuevo
presidente Raissi no ha dado hasta ahora ningún fruto material para la
población, a pesar del acceso sin precedentes a la riqueza por parte de una
élite política dominada ahora por los partidarios de la línea dura.
(Publicado en Qantara.de, diciembre de 2021
https://de.qantara.de/inhalt/wirtschaft-im-iran-die-krise-des-mullah-kapital
ismus)



* Ali Fathollah-Nejad es el autor de Iran in an Emerging New World Order
(Palgrave Macmillan 2021) e investigador principal no residente del
Afro-Middle East Centre (AMEC) en Johannesburgo.



Notas de A l’encontre



1] Las consultas para "salvar el acuerdo de Viena" se reanudaron a finales
de noviembre de 2021 tras un paréntesis de cinco meses entre Teherán y los
países que aún forman parte del pacto (Francia, Reino Unido, Alemania, Rusia
y China). Las negociaciones pretenden que Estados Unidos vuelva a participar
en el acuerdo, el que abandonó en 2018 y restableció luego las sanciones
contra Irán. Estados Unidos participa en las negociaciones de forma
indirecta.

2] Mohssen Massarra, iraní de nacimiento, refugiado en Alemania desde la
época del Sha. Es economista, profesor emérito de la Universidad de
Osnabrück, autor de numerosas obras no sólo sobre Irán, sino sobre la
economía capitalista internacional.

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