Rusia/ Liquidación de la ONG Memorial: la victoria de la "historia oficial". [Dossier]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Ene 4 18:34:08 UYT 2022


  _____

Correspondencia de Prensa

4 de enero 2022

https://correspondenciadeprensa.com/

redacción y suscripciones

germain en montevideo.com.uy <mailto:germain en montevideo.com.uy>

  _____



Rusia



Liquidación de la ONG Memorial: la victoria de la “historia oficial”



Petra Markovic

A l´encontre, 29-12-2021

http://alencontre.org/

Traducción de Viento Sur

https://vientosur.info/



“¿Por qué nosotros, descendientes de los vencedores, deberíamos tener
vergüenza y arrepentirnos, en lugar de estar orgullosos de nuestro glorioso
pasado?” Esta frase del procurador Jafiarov expresa el verdadero reto del
proceso contra Memorial, que acaba de concluir el martes 27 de diciembre de
2021 con la liquidación de la asociación. Es el reconocimiento, sin duda
involuntario, de una evidencia: que el proceso haya tratado formalmente de
la ley sobre “agentes del extranjero”, de las autodenominadas “repetidas
violaciones” de dicha ley por parte de la ONG de defensa de los derechos
humanos y de su estructura jurídica, que procuradores y abogados se hayan
enfrentado en disputas oratorias sobre los detalles de esta ley, las formas
del texto “de advertencia” con que los “agentes del extranjero”
supuestamente prologaban sus publicaciones...sólo eran un pretexto
transparente.



Lo que ha operado en este proceso ha sido el enfrentamiento de dos visiones
de la historia soviética y de dos legitimidades para contarla. La del Estado
ruso, que se pretende heredero de la URSS y defensor de una historia
barnizada, desembarazada de sus asperezas, uniformemente heroica y apoyada
en el mito fundador de la victoria de 1945. Contra la de una parte de la
sociedad rusa, heredera de la glasnost, defensora del deber de inventariar y
memorizar sobre las páginas sombrías de la historia soviética, del
totalitarismo y las represiones estalinianas.



Giro nacional-conservador



Memorial es su portaestandarte. Fundada en 1988, cuando la URSS vivía sus
últimos años, esta asociación de historiadores quería responder al ansia de
verdad de la sociedad rusa de entonces. Se abrían los archivos de la KGB,
millones de familias querían saber por fin lo que había ocurrido con su
padre, su abuelo, su tío, su marido... desaparecidos en los engranajes del
gulag. El proyecto no era sólo histórico, sino también profundamente
político, en el sentido más noble del término. Para los fundadores de
Memorial, sólo al precio de un trabajo de memoria podrá realmente la Rusia
moderna pasar la página del terror soviético e ir hacia adelante.



A esta misión histórica Memoria  añadió otra, contemporánea, una actividad
de defensa de los derechos humanos, primero durante las dos guerras de
Chechenia [1994-1996 y agosto 1999-febrero 2000]. Después, conforme se va
endureciendo el régimen ruso, en particular desde la llegada de Vladimir
Putin al poder, con la confección de una lista de presos políticos,
elaborada por el Centro de defensa de los derechos humanos, vinculada a la
histórica Memorial International.



El Estado ruso, a medida que se produce este endurecimiento y su giro
nacional-conservador, ha tolerado cada vez menos los relatos históricos que
hacen la  competencia a los que querría imponer. Cuanto más se estructuran
el tema patriótico-militar y la transformación de la victoria de 1945 en
cuasi-religión de Estado, más se multiplican las presiones contra Memorial.
Interrupción de sus actividades, agresiones contra sus miembros,
categorización como “agente del extranjero” en 2014, falsos montajes
judiciales contra sus representantes en Chechenia y en Carelia en 2016 y
2018... Una lucha desigual, en la que sólo una de las partes está armada
-parafraseando al cineasta italiano Ettore Scola, no es Memorial el
anti-Estado ruso, sino que el Estado ruso es el anti-Memorial. Hasta el
golpe de gracia en noviembre, con el anuncio de una denuncia de la fiscalía
rusa pidiendo su liquidación.



Archivos puestos a salvo



La conclusión del proceso no se prestaba a dudas. Desde hacía semanas,
Memorial se preparaba para ello. Sus archivos, un verdadero tesoro histórico
formado a base de donaciones individuales de descendientes de deportados,
han sido puestos a salvo en las distintas oficinas regionales de la
asociación. Ante el anuncio del veredicto, por más que las decenas de
personas, desafiando al invierno ruso para asistir a la audiencia, hayan
jaleado “¡Vergüenza!”, por más que los abogados de Memorial hayan anunciado
inmediatamente su intención de recurrir, no había ninguna duda sobre el
desenlace negativo que iban a encontrar. Tampoco en la audiencia del
miércoles 29 de diciembre, dedicada esta vez a la liquidación del Centro de
Defensa de los derechos humanos. “No me hago ninguna ilusión sobre la gente
que está en el poder. Pero lo que está pasando quedará escrito en los libros
de historia”, nos decía, a pocos días del proceso, Serguei Bondarenko, joven
historiador de Memorial. “Memorial fue abierto oficialmente en 1988 y
cerrado oficialmente en 2022. ¿Y quién era el presidente que hizo cerrar la
más antigua y más respetada da las asociaciones que trabajaban en la memoria
de las represiones? Fue Putin” (Artículo publicado por el diario Libération,
28 de diciembre de 2021).



***



Liquidada también en Rusia la rama de derechos humanos de la ONG Memorial



Petra Markovic



Tras la disolución de la estructura matriz de la organización, un tribunal
de Moscú ha ordenado el cierre de su centro de derechos humanos. Memorial
paga el precio de sus combates pasados, sobre todo en Chechenia, y de su
lugar central en la sociedad civil.



Previsible y sin embargo consternador. Este miércoles 29 de diciembre, el
tribunal de Moscú ha pronunciado el acta de liquidación del Centro de
defensa de los derechos humanos Memorial. La disolución, la víspera, de su
asociación matriz Memorial, no dejaba lugar a dudas. Sobre todo porque las
acusaciones dirigidas contra el Centro de defensa de los derechos humanos
eran aún más graves que las dirigidas contra Memorial International. Al
pretexto formal de una repetida falta de respeto a la ley sobre “agentes del
extranjero”, se añadía otra acusación, particularmente kafkiana: el Centro,
según el tribunal, es culpable de “apología del extremismo”, por haber
considerado como “presos políticos” a personas condenadas en Rusia por
terrorismo.



De esta forma se ha firmado el decreto de muerte de una de las más antiguas
y más importantes ONG rusas. El Centro de defensa de los derechos humanos de
Memorial data de 1993, creado cinco años después de Memorial International.
Nacía de una constatación, resumida así por su actual director Alexandre
Tcherkassov: “Se pueden condenar severamente los errores y los crímenes del
pasado, pero cuando eres testigo de cosas similares en el presente, callarse
quiere decir que también estás mintiendo sobre el resto”. En Armenia, en
Azerbaiyán, en Osetia, y sobre todo en Chechenia, devastada en 1994-1996 y
después en 1999-2000 por una espantosa guerra civil, Memorial ha documentado
los crímenes de todas las partes implicadas. E inspirados por la misma ética
que estructura su trabajo sobre las represiones estalinianas, sus esfuerzos
se han dedicado a volver a dar un nombre a cada víctima, volver a trazar su
historia y señalar a los culpables de su desaparición.



Memorial tuvo que pagar un pesado tributo por su obstinación en defender los
derechos humanos en Chechenia. La asociación se atrajo el odio inextinguible
de Ramzan Kadyrov, el sátrapa instalado por Moscú para controlar la región
con mano de hierro tras el final de la guerra. El dirigente checheno no
encuentra palabras suficientemente duras, desde “trabajo sucio” a
“traidores” que habría que encerrar en prisión para quienes considera como
sus enemigos personales. Pero la cosa ha ido mucho más allá de las palabras.
En 2009, la representante de Memorial en Chechenia, Natalia Estemirova, fue
secuestrada y asesinada. Este crimen nunca fue resuelto. En 2016, su
sucesor, Oyoub Titiev, pasó dos años en prisión por un asunto prefabricado
de tráfico de drogas.



Corazón del ecosistema



Pero la actividad de Memorial no se debilitó. El Centro de defensa de los
derechos humanos está presente en Rusia en todas partes, documenta,
denuncia, proporciona ayuda jurídica, acude a la justicia internacional si
es necesario. Para quien deba escribir sobre las problemáticas ligadas a los
derechos humanos en Rusia, en todas sus formas, ya se trate del
disfuncionamiento del sistema judicial, de la situación política en el
Cáucaso norte, de las repatriaciones en Rusia de mujeres del Estado
islámico, todo comienza por Memorial. Es el interlocutor insoslayable, el
lugar donde se encontrará a los mejores especialistas y los análisis más
completos. Es la ONG a la que todas las demás ONGs rusas quieren parecerse.
El corazón del ecosistema.



Un ecosistema cada vez más amenazado. Desde la adopción en 2014 de la ley
sobre “agentes del extranjero”, su campo de aplicación se amplía sin cesar.
Se extiende en masa: la asociación de abogados Agora, el fondo de apoyo a
migrantes Acción Ciudadana, el grupo Por los derechos humano, el Comité
contra la tortura, la asociación de ayuda a detenidos Rus Sidiaschaia, el
Centro cultural Andrei Sajarov, una asociación que lucha contra las
violencias domésticas, la casi totalidad de los medios de comunicación
independientes del país, Meduza, Dojd, Republic, Mediazona, la asociación de
observadores electorales Golos, o incluso la Red rusa LGBT... así como
Memorial International y su Centro de Defensa de los derechos humanos. Al
establecer la lista de quienes considera sus enemigos, el régimen de Putin
ofrece, en negativo, la definición más elocuente de su verdadera naturaleza.



El cierre de Memorial y de su Centro de defensa de los derechos humanos es
una señal. No basta con designar a los enemigos del régimen como “agentes
del extranjero”. Ahora se pasa al cierre puro y simple de las
organizaciones. “Las consecuencias serán terribles, devastadoras”, comentaba
ayer ante el anuncio del primer veredicto el presidente de Memorial
International, Ian Ratchinski. “En primer lugar para la sociedad civil, pero
después para todo el país”. (Artículo publicado en la web de Libération el
29 de diciembre de 2021).



***



«Cuando el Kremlin quiere prohibir la memoria de los crímenes del comunismo”



Veronika Dorman



Censura de los medios de comunicación, imposible oposición política, amnesia
histórica: zambullida en tres tiempos en una Rusia donde el pasado no es
completamente pasado. Aquí, en el seno de la ONG Memorial, cuya disolución
ha sido ordenada este jueves 28 de diciembre. Libération había acudido
algunas semanas antes.



En 1991, la memoria fue liberada: la asociación Memorial, creada en 1988 por
los disidentes soviéticos, podía por fin escribir la historia de las
represiones estalinianas y abogar por la rehabilitación de millones de
víctimas. Treinta años más tarde, atacándola frontal y brutalmente, el
Kremlin quiere privar a los rusos de todo pasado que no sea glorioso.



Puertas encadenadas. Es una de las imágenes  que definen este final de 2021.
Son las puertas del inmueble que ocupa en el centro de Moscú la ONG
Memorial, bloqueado por la policía el 14 de octubre. Una banda de jóvenes
encapuchados interrumpió agresivamente la proyección de una película sobre
la hambruna ucraniana de 1932-1933, La Sombra de Stalin. Unas semanas más
tarde, los dirigentes de la ONG, que también son sus cofundadores, se
encontraron en el banquillo de los acusados en los tribunales moscovitas: el
12 de noviembre, la fiscalía general reclamó la “liquidación” de Memorial
International y del Centro de derechos humanos de Memorial.



En el torbellino de la perestroika, a finales de los años 80, los fundadores
de la ONG más antigua de Rusia, disidentes, estudiantes y antiguos presos
políticos, consideraron que el verdadero cambio debía pasar por el
reconocimiento de los crímenes cometidos por el Estado soviético, y la
perpetuación de la memoria de los millones de víctimas del terror
estalinista. Se pusieron al frente de la creación de un memorial en sentido
amplio, más allá de un monumento, con archivos, un museo, una biblioteca.
“Nuestra misión es relatar cada destino individual”, había dicho el premio
Nobel de la Paz, Andrei Sajarov, uno de sus cofundadores. Sacar a las
víctimas del anonimato al que les había condenado la maquinaria represiva
soviética para ofrecer al país un espejo de su pasado, ayudarle a
reconstruir el presente y contemplar con más severidad su futuro.



La misión de la joven ONG se extendió rápidamente a los derechos humanos.
“Se puede condenar severamente los errores y los crímenes del pasado, pero
cuando eres testigo de cosas similares en el presente, callarse quiere decir
que también estás mintiendo sobre el resto”, explica Alexander Tcherkassov,
actual director de Memorial, que fue también militante de primera hora.
Mientras sus colegas revisaban los archivos entreabiertos de la KGB, él
observaba los puntos calientes, los márgenes del imperio decaído, “siempre a
los dos lados, en todos los conflictos”, en Armenia y en Azerbaiyán durante
la primera guerra del Alto Karabaj, en Osetia del norte. Y sobre todo en
Chechenia: documentando las exacciones de guerra, investigando los
desaparecidos, incluidos los soldados del ejército ruso. Los defensores de
los derechos humanos fueron rápidamente acusados de congeniar con las bandas
armadas ilegales. “Nosotros no trabajamos contra el Estado, sino en otra
dimensión”, explica Tcherkassov. “Esto es lo que nos hace incómodos. El
poder comenzó pronto a considerarnos como enemigos”. Esta relación de
fuerzas se endureció, a medida que se fue tensando el régimen y que se fie
invirtiendo la memoria.



Audiencia en el Tribunal supremo



Los archivos de la policía política soviética se han vuelto a sellar,
convertidos otra vez en un secreto celosamente guardado. Desde 2004, Putin
ha hecho una cuestión de honor celebrar, cada 20 de diciembre, la fiesta
profesional de los servicios secretos, que “defienden no sólo los intereses
de Rusia, sino las bases fundamentales del Estado ruso”. Los capítulos sobre
la colectivización, las purgas y el gulag -millones de víctimas- desaparecen
de los manuales escolares. En 2015, el único campo de trabajo forzoso que
había sido transformado en museo de las represiones, Perm-36, se transformó
en lugar de memoria de los guardias de la NKVD (antecesor de la KGB),
poniendo el acento en la cultura de los matones, en detrimento de la vida
cotidiana de los zeks (prisioneros del gulag). Dos años más tarde, Vladimir
Putin cerró el debate sobre la perpetuación de la memoria de las represiones
inaugurando un monumento ciego en Moscú -el muro de la tristeza, una
escultura monumental de 6 metros de alto y 35 de largo, en bronce y piedra,
representando a una muchedumbre sin rostros. Al mismo tiempo, el culto a la
victoria en la gran guerra patriótica se convierte en uno de los principales
pilares de la ideología del Kremlin, y cualquier persona que se aparta de
ella es tachada de convivencia con el enemigo nazi.



En 2021, en un país enfermo de su pasado, la memoria histórica se ha
convertido en un asunto político. Y la defensa de los derechos humanos en un
acto de disidencia, cuando no de traición. Nadie duda de que Memorial es
actualmente perseguida por su trabajo sobre los crímenes del pasado y sus
posicionamientos sobre las exacciones del presente. En este martes morboso
de noviembre, Alexandre Tchernassov tiene aspecto agotado. La primera
audiencia en el Tribunal supremo tendrá lugar la semana siguiente, los
periodistas desfilan durante toda la jornada, en previsión de los requiem
que habrá que componer.



Los ataques contra Memorial o sus miembros no son nuevos. En 2009, Natalia
Estemirova, especializada en las violaciones de derechos humanos en
Chechenia, fue secuestrada y asesinada (como Anna Politkovskaia, su amiga y
colega, el responsable del crimen nunca fue identificado por la justicia).
Su sucesor en la oficina de Grozny de Memorial, Oyoub Titiev, fue acusado en
2018 de posesión de droga, y pasó largos meses en prisión. Desde 2016, Iuri
Dmitriev, quien descubrió la fosa de Sandarmokh en Carelia y exhumó decenas
de miles de nombre de víctimas de las purgas estalinianas, estuvo perseguido
por la policía por pornografía infantil, en un proceso prefabricado. A
comienzos de diciembre, la fiscalía ha solicitado que la pena inicial del
historiador de 65 años sea prolongada en otros dos años, alcanzando los
quince años en régimen de máxima seguridad. Como destaca el historiador
Nicolas Werth, que preside la filial Memorial Francia, Dmitriev comenzó a
tener problemas el día que se puso a investigar a los verdugos, los
responsables de estos miles y millones de muertos, o sea, los agentes de la
NKVD, los predecesores de las fuerzas en el poder hoy en Rusia. Los cuales
no tienen evidentemente ningún interés en que el pasado sea removido,
exhumado y calificado.



En paralelo, toda la estructura se encuentra bajo presión, desde la adopción
en 2012 de la ley sobre “agentes del extranjero”, “claramente creada para
someter a todas las organizaciones independientes y liquidar a las que se
niegan a someterse”, recuerda Alexandre Tcherkassov. De las censuras a las
multas, pasando por un intento de disolver la red de oficinas nacionales en
2015, el dossier contra Memorial se fue espesando. Pero el golpe dado esta
vez podría ser fatal. “Es el resultado de poner a cero los contadores del
último año. Es una reconfiguración de las relaciones entre el poder y la
sociedad, en la que no queda ningún lugar ya para una sociedad civil
independiente”.(Artículo publicado en la web de Libèration, el 20 de
diciembre de 2021. Veronika Dorman es una enviada especial a Moscú y
Nijni-Novgorod).



***



“La verdad no puede ser aniquilada”



Entrevista con Nicolas Werth por Sonia Delesalle-Stolper



El martes 28 de diciembre de 2021, la justicia rusa ha decidido la
disolución de la asociación de defensa de los derechos humanos Memorial,
fundada por disidentes inicialmente para esclarecer las purgas estalinianas,
y después las represiones en la Rusia de Vladimir Putin. Para Nicolas Werth,
presidente de la rama francesa de la ONG, antiguo director de investigación
en el CNRS y uno de los mayores especialistas del régimen soviético, el
trabajo de memoria de Memorial, iniciado hace treinta años, “ya ha sido
hecho, está archivado y ya no puede desaparecer”.



-¿Estás sorprendido por la decisión de la justicia rusa?



No, no estoy sorprendido en absoluto. El lunes 27 de diciembre se nos dio un
anticipo de lo que nos esperaba, con el enésimo aumento de pena contra Iuri
Dmitriev [historiador del gulag, colaborador de Memorial en Carelia],
condenado ya a quince años de reclusión. Sabíamos ya que se trataba de una
ofensiva en todas las direcciones, de gran amplitud, del poder de Putin. Se
trata de una nueva etapa del endurecimiento del régimen, en el interior y a
escala internacional. Desde el 11 de noviembre, cuando se alzó la primera
amenaza contra Memorial, estábamos muy pesimistas.



-¿Dónde se va a detener la represión?



Es difícil decirlo. El número de presos políticos va a aumentar, sin duda.
Hay ya más de 400. Pero quisiera insistir en una chispa de optimismo. En
primer lugar, la liquidación requerirá mucho tiempo, meses, tal vez un año.
Después, tal vez haya posibilidad de recurrir, aunque no nos hacemos
ilusiones en este sentido. Y además, el trabajo está hecho, no desaparecerá.
Este trabajo de memoria, de historia, ha sido digitalizado, archivado, está
ahí y ya no puede desaparecer. Está a salvo, va a mantenerse. No se puede
borrar sin más de un plumazo treinta años de trabajo, de conocimientos, de
archivos. No todo es por tanto completamente negativo.



Además, Memorial no funciona como el poder de Putin, de forma vertical. Es
una organización absolutamente horizontal, con 63 secciones regionales y
siete fuera de Rusia, dos de ellas en Ucrania. Y estas secciones regionales
disponen de una amplia autonomía, todas tienen sus propios fondos de
archivos.



Ahora bien, el juicio de este martes 28 de diciembre sólo afecta a un puñado
de estas secciones. Las autoridades tendrían que ir liquidando una a una
estas ramas regionales, lo que desde luego es posible, pero llevará mucho
tiempo. Está también la cuestión práctica de lo que vaya a ocurrir con todos
los que trabajan para Memorial. Todas estas manos que trabajan en concreto
cada día. Asistimos al eterno combate de un poder político contra la verdad.
Pero esta no puede ser nunca aniquilada.



-¿Se puede esperar un estallido de la sociedad civil?



No soy muy optimista a este respecto. Lo hemos visto con la movilización por
Alexei Navalny. Dos fines de semana de movilizaciones, con algunas decenas
de miles de manifestantes, en un país de 144 millones de habitantes, no
tienen mucho peso. Memorial no moviliza a multitudes. Hace algunas semanas,
la organización difundió una película muy conmovedora en la que
entrevistaban a gente por la calle. ¡No tenían la menor idea de lo que era
Memorial! Sólo se movilizan algunos, de un determinado medio, la
intelligentsia, como siempre en Rusia, como en los siglos XVIII, XIX y XX.
Existe siempre un pequeño grupo de intelectuales que cuentan, algunos
centenares, tal vez algunos miles, que están comprometidos. Pero no hay
movimiento de resistencia de masas.



-¿Por qué? ¿El miedo impide la movilización?



Pienso que se trata más de una profunda ignorancia, e indiferencia, de la
nueva generación respecto a la época soviética. Esto se puede comprender en
parte. Desde hace veinte años, asistimos al advenimiento de una auténtica
sociedad de consumo, aunque esté construida sobre una economía ciertamente
frágil, con sus fallos, pero a pesar de todo. Putin es el símbolo de esta
sociedad de consumo, asociada a la restauración del orgullo nacionalista.



El periodo soviético se divide en dos, una primera mitad de violencias y de
terror y una segunda mitad muy diferente, en los años 70, sobre la que se ha
construido una forma de nostalgia. Una especie de Estado-providencia, donde
había penurias, pero estaba asegurada la seguridad del empleo. La joven
generación tiene una visión muy aproximativa del periodo soviético,
alimentada por películas de los años 70 que se reprograman regularmente por
televisión y mantienen esta imagen caricaturesca.



-Todo esto no incita al optimismo para el futuro...



No, no somos en verdad optimistas. Salvo que reaccione la generación más
nueva. La caída de la URSS data de hace treinta años. Están los cuarentones,
y también están los más jóvenes. En los apoyos a Navalny, por ejemplo, se ha
constatado que había muchos más jóvenes de una veintena de años que
cuarentones. Las cosas no están fijadas, por suerte. Como toda sociedad, la
rusa está en movimiento, no se sabe cómo va a evolucionar la generación más
joven. Cuando se sabe que la película del periodista youtuber sobre Kolyma y
los gulags ha sido vista por millones de personas, se puede esperar algo.
Nada está fijado para siempre. El trabajo realizado por Memorial no puede
ser borrado. No se puede inmovilizar ni el pasado ni el futuro.



-¿Putin no se va a detener ahí?



Me temo que no. Ahora bien, van a pasar cosas serias, en la cuestión de las
nacionalidades, de los países vecinos. El centro del problema, para él, es
que Rusia hoy no es una construcción monolítica. Las minorías nacionales del
interior siempre han planteado problemas. Putin está preocupado por la
relación central y principal de Rusia con Ucrania, Bielorrusia, el Cáucaso o
Asia central. Hay que comprender la ofensiva contra Memorial en un contexto
más amplio, el de la reflexión de Putin sobre las esferas de influencia, el
lugar de Rusia en su entorno próximo y más en general en el mundo de hoy.
(Entrevista publicada por Libèration el 28 de diciembre de 2021).

  _____





--
El software de antivirus Avast ha analizado este correo electrónico en busca de virus.
https://www.avast.com/antivirus


------------ próxima parte ------------
Se ha borrado un adjunto en formato HTML...
URL: http://listas.chasque.net/pipermail/boletin-prensa/attachments/20220104/c8eaef51/attachment-0001.htm


Más información sobre la lista de distribución Boletin-prensa