Brasil/ El palo y la lapicera. La militarización de la educación. [Catarina de Almeida Santos - Entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Jul 8 14:59:37 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

8 de julio 2022

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Brasil



La militarización de la educación brasileña



El palo y la lapicera



Bajo el gobierno de Bolsonaro y a instancias de movimientos de base
conservadores, se intensificó un proceso que venía de fines de los años
noventa: la proliferación de escuelas públicas de gestión cívico-militar.
Brecha habló de este fenómeno y sus consecuencias con la doctora en
Educación Catarina de Almeida Santos.



Marcelo Aguilar/Margarita Gonnet

Brecha, 8-7-2022

https://brecha.com.uy/



«Tengo certeza de que en el curso de la investigación llegaremos hasta el
presidente», dijo esta semana el líder de la oposición en el Senado
brasileño Randolfe Rodrigues, en referencia a la Comisión Investigadora
Parlamentaria que busca investigar casos de corrupción en el Ministerio de
Educación. A fines de junio, fue detenido el exministro de esa cartera, el
pastor evangélico Milton Ribeiro, junto con otros dos pastores –sin cargos
en el gobierno– que operaban desde el gabinete para privilegiar alcaldías
amigas en el reparto de recursos, según Ribeiro, a pedido de Jair Bolsonaro.
El escándalo salió a la luz en abril de este año y ocasionó la remoción de
Ribeiro del gabinete. Pero este escándalo –y el representado por el arraigo
de los militantes evangélicos en el supuestamente laico sistema de educación
pública– no es el único que atraviesa la educación brasileña. A contraluz y
en silencio, avanza la proliferación de escuelas cívico-militares. Se trata
de escuelas públicas de niveles primario, secundario y medio, gestionadas,
en parte, por rangos policiales y militares. Desde finales de la década del
90, el Ministerio de Educación permite la gestión y la dirección mixtas de
algunas escuelas públicas, en colaboración con ramas de las fuerzas de
seguridad. Con la llegada de Bolsonaro a la presidencia, en 2018, y el
impacto en el Congreso del movimiento Escola sem Partido,(1) la expansión de
este formato educativo tomó impulso. En febrero de 2020, Bolsonaro acudió a
la primera de 126 inauguraciones de escuelas cívico-militares previstas
hasta el fin de su mandato, tal como lo establece el Compromiso Nacional por
la Educación Básica (2019) y el Programa Nacional de Escuelas
Cívico-Militares (2019).



Para entender más este fenómeno y sus impactos, Brecha conversó con Catarina
de Almeida Santos, doctora en Educación por la Universidad de San Pablo, con
un posdoctorado en la Universidad de Campinas. De Almeida Santos es
profesora asociada de la Facultad de Educación de la Universidad Nacional de
Brasilia y representante honoraria de la red CLADE (Campaña Latinoamericana
por el Derecho a la Educación) en Brasil.



—¿Cuál es actualmente la injerencia de los militares en la educación
brasileña?



Tras la dictadura [1964-1985], los militares nunca salieron del gobierno,
siempre ocuparon cargos políticos, que aumentaron mucho en las últimas dos
legislaturas. En 2014 y 2018 crecieron en el Congreso las llamadas bancada
de la bala y bancada de la Biblia. De casi 180 mil escuelas públicas y
privadas en Brasil, el 80 por ciento de los alumnos concurren a escuelas
públicas. Con la militarización impulsada por el gobierno de Bolsonaro a
través del PECIM [Programa Nacional de las Escuelas Cívico-Militares], se
fortaleció la participación en escuelas primarias y secundarias del Cuerpo
de Bomberos y la Policía, el Ejército, la Aeronáutica y la Marina.



Para visualizar esto, basta un ejemplo: recientemente, en una escuela del
Distrito Federal, el Centro Educacional 01, cuya directora es hija de
militares y se declara enamorada del militarismo, el comandante general de
la Policía Militar local, con apenas 50 días trabajados en la escuela, hizo
2.400 advertencias disciplinarias y envió a 15 estudiantes al consejo
tutelar. Allí, a finales del año pasado, los estudiantes hicieron un mural
durante el Mes de la Conciencia Negra, donde mostraron el racismo de la
Policía hacia las personas negras y pintaron una esvástica en el distintivo
policial. Eso generó un problema gigantesco. Aunque la vicedirectora tomó
partido por los alumnos y argumentó que existía un proyecto pedagógico
detrás de la acción, los estudiantes se volvieron blanco de la Policía
dentro de la escuela. La Secretaría de Educación dio de baja a la
vicedirectora y, cuando los estudiantes hicieron una protesta para
mantenerla en el cargo, la Policía Militar arrestó a los estudiantes.



—¿Cuáles son los argumentos que operan detrás de un proyecto de
militarización educativa con estas dimensiones?



Hay un proceso de silenciamiento de los educadores y escasa discusión en los
medios de comunicación; es un proceso que avanzó de forma silenciosa.
Todavía la sociedad brasileña no entendió ni la seriedad ni el tamaño del
problema en el que nos estamos metiendo. El discurso más utilizado es el de
que las escuelas militarizadas ofrecen una calidad superior ligada al orden,
la disciplina y el logro de resultados académicos similares a los colegios
militares.



Obviamente, nadie te dice que en los colegios militares se controla y se
escoge al público que ingresa, y que esas escuelas cuentan con una
infraestructura fuera del alcance de la escuela pública promedio. Los
gobiernos y la propia Policía le venden a la comunidad la promesa de una
escuela ordenada, de alumnos bien comportados, sin violencia ni drogas.
¿Pero de quién es el deber de impedir que la droga ingrese a las escuelas?
De la Policía. Si la Policía precisa entrar a la escuela, es porque falló
fuera de ella y no supo cumplir su papel. La militarización escolar es tal
vez la última fase del paquete conservador y detiene procesos de avance del
combate al racismo, al machismo y a la homofobia.



Son escuelas que cobran cuotas, borran las identidades y funcionan como un
cuartel. Todo el mundo tiene el cabello del mismo largo, la identidad negra
se va y las personas LGBTQ+ no pueden permanecer allí y, si lo hacen, no
pueden manifestarse con libertad. Se cambian las puertas de madera de los
salones por puertas de vidrio. Se justifica la exclusión de los estudiantes
de la periferia, los llamados «alumnos problema», porque no presentan los
resultados acordes a este modelo. Se exacerban los privilegios en las
condiciones de oferta y de ingreso, y se le quita a la educación su
condición de derecho.



—¿Cuál es el grado de respeto a la libertad de cátedra dentro de estas
escuelas?



Hay muchos casos de asedio moral y sexual hacia profesores y estudiantes en
escuelas de este tipo en todos los estados. Muchos docentes han tenido que
irse de las escuelas a causa de un conjunto de normas y reglas que
acostumbran a usarse en el cuartel, pero no así en la educación. Los
policías no tienen ninguna preparación para actuar en espacios escolares,
mucho menos para dirigir una escuela. Van a hacer ahí adentro lo que ya
sabían hacer: reprimir.



—¿El avance de un fenómeno de este tipo tiene algo que ver con la ausencia
de juicio a los militares de la dictadura y la forma en que Brasil procesó
su memoria histórica?



No se puede separar una cosa de la otra. Tras la dictadura, instituimos un
Estado democrático de derecho en la Constitución, que garantiza un conjunto
de derechos individuales y sociales, pero nunca los efectivizamos. Nuestra
escuela, en realidad, ni fue ni es una escuela democrática. Aún no llevamos
a la escuela todos los debates que deberíamos, y muchos de los que sí
existen se dan gracias a que los estudiantes patean la puerta y los llevan.
Además, Brasil nunca se liberó de su lógica esclavista con su mentalidad,
que todavía permanece en el país. Y, sumado a esto, tenemos un
conservadurismo renovado que está avanzando en forma acelerada, al igual que
en toda América Latina.



—Quiero preguntarte sobre el proyecto Escola sem Partido, que denunciaba una
supuesta cooptación ideológica marxista de la educación y, al mismo tiempo,
promovía una militarización como la que vemos hoy, que impone una ideología
militar conservadora.



Claro, no hay contradicción porque la escuela sin partido que prometen no es
tal. Es una escuela de partido único: el partido del conservadurismo, el
machismo y el patriarcado, que no problematiza los problemas que nuestro
país siempre tuvo; la que dice lo que el docente puede decir, lo que el
alumno puede hacer, lo que puede estudiar, una escuela donde Brasil no pasa
en limpio su historia ni debate sus contradicciones. Es un formato en el que
el profesor trabajaría en constante autorrepresión y paranoia, limitándose a
repetir aquello que fue previamente definido en el libro de texto por un
puñado de censores políticos. Pero ¿quién controla al docente luego de que
entra al salón de clases? ¿Quién controla a los estudiantes? ¿Cómo vigilas
todo eso? La Policía armada dentro de las escuelas es la forma más efectiva
de implementar ese control. Busca callar a la juventud y presionarla en los
momentos en que responde y se organiza. La militarización es la forma más
eficaz de implementar esta supuesta escuela sin partido. La lógica de
promover desde el poder político la influencia de las Iglesias evangélicas
entre la juventud y militarizar las escuelas busca dificultar la aparición y
la organización de movimientos estudiantiles.



—¿Cómo lidian con esto los sindicatos de docentes?



Aquí los sindicatos son muy débiles. Además, son espacios de disputa
política machista, donde los mandos por lo general siempre son hombres. A su
vez, el clima actual de desindicalización dificulta el diálogo entre la
institución escolar y los docentes. No sé cómo vamos a girar esta llave
ahora. Vamos a tener que dialogar, pelear y salir del pedestal. La escuela
pública es equipamiento e infraestructura dispuesta para el acceso de la
mayoría de la población brasileña. Si realmente hace lo que debe, se vuelve
peligrosa. Genera una población educada. Como el poder no puede acabar con
la escuela, la controla. Y expulsa. Tenemos 72 millones de personas con 25
años o más que no concluyeron la educación básica. Treinta y dos millones
sin concluir la enseñanza primaria.



Es importante recordar, además, que el proceso de militarización de las
escuelas es inconstitucional. Nuestra constitución define cuál es el papel
de la Policía y cuál el de la educación. Y la ley de directrices de base
define quiénes son los profesionales de la educación y quién puede actuar
dentro de una escuela. Militarizar una escuela implica ir contra los
principios constitucionales.



—¿Con una eventual vuelta de Lula da Silva a la presidencia, se vislumbran
cambios en este tema?



Quizás. Pero hay que recordar que la militarización no es invento de
Bolsonaro; él intensificó una política ampliamente usada en el gobierno del
Partido de los Trabajadores [PT]. Muchas veces miramos la cara de quien
vuelve al Ejecutivo, pero en este país es el Legislativo el que define;
define quién se queda en el gobierno una vez que llegó ahí y cómo gobierna.
Lula volverá con la configuración que está a la vista. No solo la de los
empresarios, también la del Congreso nacional. Va a precisar negociar mucho
para poder gobernar. Y negociar solo para gobernar significa dejar mucha
cosa como está o negociar para avanzar aquí y renunciar allá. Esa fue la
forma en que Lula lideró durante sus ocho años de gobierno. Salió del
gobierno con una popularidad tan alta porque llevó adelante muchas
negociaciones. Si hubiéramos avanzado en muchas cosas que él no quiso tocar,
incluso en la desmilitarización de la Policía, quizás no habría logrado
salir del gobierno de esa forma y no se habría logrado lo que se logró.
Lidiamos con una elite rabiosa que no quiere perder privilegios. Nada será
resuelto dentro de esta lógica. Incluso con cuatro años de gobierno de Lula
por delante.



Nota



1. Campaña de sectores de ultraderecha que busca censurar en los contenidos
de las escuelas los elementos que considera parte de una supuesta
infiltración y adoctrinamiento marxistas.

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