Venezuela/ El arreglo. Rebote económico y acercamiento a Washington. [Ociel Alí López]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Mayo 6 12:04:46 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

6 de mayo 2022

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Venezuela



Rebote económico y acercamiento a Washington



El arreglo



Las cifras macroeconómicas del país caribeño lucen irreconocibles. La crisis
desatada por la guerra en Ucrania vuelve a recordar su potencialidad
petrolera y lo acercan lentamente a la Casa Blanca.



Ociel Alí Lópezdesde, desde  Caracas

Brecha, 6-5-2022

https://brecha.com.uy/



En Venezuela todo viene cambiando. Las ciudades se llenan de una
reactivación comercial evidente. Nuevos «emprendimientos» inundan el tejido
social. Comienza una seguidilla de grandes conciertos de artistas
internacionales. Algunas aerolíneas internacionales retoman sus vuelos,
suspendidos desde la «experiencia Guaidó» en 2019. Influencers visitan el
país y constatan una realidad muy diferente a la de la crisis humanitaria.
Los ingresos del venezolano común han mejorado gracias a ingresos no
petroleros, como las remesas desde el exterior, la activación de otros
negocios, como el oro, las criptomonedas y ciertos sectores comerciales.



La tasa mensual de inflación de Venezuela en marzo se ubicó en 1,4 por
ciento, la más baja en una década, muy lejos de la hiperinflación que hasta
hace poco caracterizaba al país. En su último informe, a comienzos de abril,
el banco suizo Credit Suisse proyectó un crecimiento de hasta el 20 por
ciento del PBI venezolano para 2022, unas de las tasas de crecimiento «más
altas del mundo para este año», según postula el documento, tras corregir
una proyección anterior que ubicaba esa alza en 4,5 por ciento. El Fondo
Monetario Internacional, aunque menos optimista, reconoce que este año,
después de ocho años de decrecimiento (con una caída de hasta 87 por ciento
de su PBI entre 2013 y 2021), la economía venezolana finalmente crecerá en
al menos un 1,5 por ciento.



A finales de abril, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe
(CEPAL) corroboró que el crecimiento venezolano se proyecta de manera
acentuada y no será apenas un auge tímido de la actividad, como inicialmente
consideraban sus analistas. El ente multilateral publicó un informe teniendo
en cuenta el impacto en la región de la guerra en Ucrania y en él ubica a
Venezuela en el top tres de los países con mayor crecimiento del PBI en
2022, con un 5 por ciento previsto para este período, mientras que el
crecimiento promedio de América Latina y el Caribe para este año será de 1,8
por ciento, y para las economías de América del Sur de 1,5 por ciento. Es
decir, según la CEPAL, Venezuela triplicará el promedio del crecimiento de
Sudamérica. En Latinoamérica, sería superada solo por Panamá (6,3 por
ciento) y República Dominicana (5,3 por ciento).



De acuerdo a estos tres entes y a otras diversas estimaciones
internacionales, se confirma así un rebote en relación con la larga caída de
casi una década del PBI venezolano, en la que, durante varios años, el
decrecimiento anual llegaba a cifras de dos dígitos.



¿Una nueva realidad?



El nuevo momento trata de ser metabolizado por los medios internacionales,
desde el Washington Post hasta los medios del exilio venezolano, a través de
la pregunta: «¿Venezuela se arregló?». Lo que está en juego es la imagen del
país en el mundo, que pasaría de ser la de un país en implosión, la de
«Venezuela se jodió», a la de un país con una potencialidad petrolera
envidiable, que habría logrado atravesar su crisis más oscura y se estaría
reajustando a su «nueva realidad».



Esa nueva realidad también es política desde que el protagonista mediático
de 2019 y 2022, Juan Guaidó, hoy ya no es un actor importante en la dinámica
política y geopolítica del país.



Sin embargo, las sanciones internacionales contra Venezuela mantienen
inalterado su estatuto desde los tiempos de Donald Trump, a pesar de la
reunión en marzo entre el presidente Nicolás Maduro y Juan González,
representante de la Casa Blanca para las Américas, quien dijo que Estados
Unidos «está dispuesto a aliviar la presión». El rumor de una probable nueva
reunión entre ambos gobiernos aún no ha cristalizado en un anuncio concreto.



El 14 de abril, un grupo de conocidos economistas y empresarios afectos a la
oposición pidieron, por medio de una carta dirigida al presidente Joe Biden,
el cese de las sanciones: «Si bien las sanciones económicas no son la raíz
de la emergencia humanitaria en Venezuela, han exacerbado gravemente las
condiciones para el venezolano promedio». Entre los firmantes se encuentran
dos expresidentes de la patronal venezolana Fedecámaras, como Ricardo
Cusanno y Jorge Botti, además de economistas que han sido abiertos
activistas prooposición y contrarios al gobierno de Maduro, como Rafael
Quiroz y José Guerra (exdiputado y asesor en las campañas de Henrique
Capriles).



Un levantamiento de las sanciones tendría un impacto directo en la capacidad
de producción petrolera del país, gravemente dañada en la última década y
que las restricciones internacionales impiden mejorar: Venezuela llegó a
tener una producción petrolera histórica, con un promedio de 3 millones de
barriles diarios, pero en 2020, tras el colapso sufrido por Petróleos de
Venezuela SA (PDVSA), se llegó a un récord de apenas 350 mil barriles
diarios, desplome que, de a poco, se había ido revirtiendo el año pasado. La
guerra en Ucrania y la crisis energética mundial que desencadenó hicieron
prever, al comienzo, un nuevo boom extractivo. Sin embargo, la OPEP
(Organización de Países Exportadores de Petróleo) afirmó en abril que el
país caribeño desaceleró 7,6 por ciento su producción petrolera de febrero a
marzo, mes en el que produjo 728 mil barriles diarios, cuando al finalizar
2021 se acercaba al millón.



Entonces, si la producción petrolera sigue mermada y las sanciones se
mantienen intactas, ¿qué es lo que permite el cambio radical de perspectivas
en torno a la economía del país por parte de firmas financieras y entidades
multilaterales? Entre otros factores a tener en cuenta, en las últimas
semanas han corrido rumores sobre fuertes presiones de Chevron y otras
empresas internacionales del sector petrolero en pos de que las sanciones
sean flexibilizadas y la Casa Blanca al fin permita a estas compañías
reanudar su explotación en Venezuela. Sin embargo, Biden aún no termina de
dar la luz verde, en medio de fuertes críticas opositoras por su
acercamiento a Caracas, en pleno año electoral estadounidense.



Sanciones y shock



Desde 2017 ya se venían activando sanciones contra altos funcionarios del
gobierno. Y, aunque Venezuela ya vivía lo peor de su crisis desde al menos
2016, se esperaba un futuro mucho peor. Dos mil diecinueve fue el año cumbre
de las sanciones del Departamento del Tesoro de Estados Unidos contra PDVSA
y la actividad económica nacional. Ese año, la actividad económica de la
República Bolivariana de Venezuela cayó por sexto año consecutivo y se
contrajo un 28 por ciento. Se preveía que el PBI venezolano se contraería un
26 por ciento en 2020. Justo en ese momento llegó la pandemia, con el asesor
de Trump para Venezuela, Elliott Abrams, telefoneando acucioso al mundo
petrolero y marítimo para hacer cumplir las sanciones.



Mientras estas se iban instalando y agravaban la caída ya en marcha de la
producción petrolera (véase «Asfixiar al ahogado», Brecha, 13-IX-19), el
programa de liberalización económica comenzado en 2018 lograba ciertamente
abrir canales efectivos de oxígeno a una economía infartada por la
pulverización del valor del bolívar y la hiperinflación.



Actualmente, esta liberalización se va normalizando a la par de la
dolarización de la vida económica y, mientras tanto, el rol del Estado
venezolano en la sociedad se debilita al extremo (véase «¿Estabilización o
desmantelamiento?», Brecha, 13-III-20), tanto en lo que hace a sus
capacidades para garantizar la educación como la salud y los servicios
públicos. Todavía paga a sus funcionarios los sueldos mínimos más bajos de
la historia del país (unos 30 dólares mensuales). El programa económico del
gobierno de Maduro llega hoy a un nivel envidiado por las políticas más
extremas de shock neoliberal.



De acuerdo a la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida, llevada adelante
por un grupo de universidades privadas venezolanas, la inseguridad
alimentaria en 2021 todavía alcanzaba al 92,7 por ciento de los hogares. La
desigualdad se dispara, con un fuerte contraste entre los trabajadores del
sector privado, que logran obtener ingresos en dólares, y los del sector
público, que cobran en bolívares.



Hoy, Venezuela vive una nueva realidad totalmente incomparable con la
Venezuela petrolera que existió desde mediados del siglo pasado hasta los
primeros años de la segunda década del siglo XXI. La actual es una economía
minúscula en comparación con la del auge petrolero, una economía cotizada
por los aportes de millones de migrantes. Digámoslo así: la economía
dolarizada actual es diametralmente opuesta a la de los petrodólares.



De todas maneras, la reciente disparada de los precios del crudo y la
fluctuante situación geopolítica siempre pueden cambiar favorablemente, y
con mucha rapidez, la vida de un país petrolero. Como siempre, en Venezuela
podría pasar cualquier cosa. Podrían volver los agresivos años del trumpismo
con sus sanciones inamovibles o podría sobrevenir una nueva era del auge del
oro negro. En Venezuela, todo es posible.

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