Brasil/ El retorno mítico de Lula. [Bernardo Gutiérrez]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Mayo 23 23:22:47 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

23 de mayo 2022

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Brasilc



El retorno mítico de Lula



El expresidente aspira a reconquistar el poder en octubre con una coalición
de siete partidos en un ‘frente democrático’ contra Bolsonaro. Su principal
jugada es haber fichado al conservador Geraldo Alckmin para ser su
vicepresidente.



Bernardo Gutiérrez *

Ctxt, 22-5-2022

https://ctxt.es/es/



En junio de 2013, la izquierda y la derecha brasileñas protagonizaron un
inédito anuncio conjunto.
(https://noticias.uol.com.br/cotidiano/ultimas-noticias/2013/06/19/sao-paulo
-reduz-tarifa-apos-pressao-popular.htm) Tras semanas de protestas
callejeras, convocadas por el Movimento Passe Livre (MPL), el alcalde de São
Paulo (Fernando Haddad, Partido dos Trabalhadores, PT) y el gobernador del
Estado (Geraldo Alckmin, Partido da Socialdemocracia Brasileira, PSDB)
anunciaron la bajada de la tarifa del transporte. Desde el Palácio dos
Bandeirantes, sede del Gobierno del Estado de São Paulo, ambos políticos
comunicaron la bajada del billete de 3,20 a 3 reales, hablando de “espíritu
democrático”, “escucha” y “ciudadanía”. El autonomista MPL, izquierda
radical para el establishment, forzó una inesperada alianza
izquierda-derecha. Lejos de aplacar los ánimos, las protestas continuaron
especialmente vinculadas al derecho a la ciudad y a la participación
democrática. Atravesaron el Mundial de fútbol de 2014 y llegaron a las
puertas de las elecciones de octubre, en las que una tercera vía parecía
viable: la candidatura de la ambientalista Marina Silva. Los dos grandes
partidos reactivaron la polarización en una campaña tensa y llena de
ataques, especialmente contra Marina Silva. Dilma Rousseff (PT) y Aécio
Neves (PSDB) pasaron al segundo turno. En la recta final, un montaje
fotográfico
(https://www.eldiario.es/internacional/brasil-elecciones-dilma-rousseff-aeci
o-neves-politica-internacional-redes_1_4576559.htmlf)  fundía la cara de
Dilma y Aécio. En el hashtag #DilmAecio se denunciaban las excesivas
semejanzas de ambos candidatos, rozando el centro cada uno por un lado. La
polarización extrema no reflejaba, denunciaban múltiples voces, programas
políticos con muchas sintonías.



Nueve años después del momento love del PT y PSDB en el palacio dos
Bandeirantes, Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil entre 2002 y
2010, anunció oficialmente su vuelta a la política con una alianza que sigue
desconcertando a las izquierdas. Geraldo Alckmin –líder moral del
centroderecha brasileño, ex gobernador de São Paulo, candidato presidencial
en 2006– será el candidato a vicepresidente de Lula en las elecciones de
octubre. Tras la alianza del PT-PSDB en 2013, ahora la deriva
ultraderechista del Brasil de Bolsonaro ha forzado la candidatura
Lula-Alckmin, impensable hace unos años. ¿Cómo se explica la estrategia de
Lula?



Hacia un frente democrático



Hace unos meses, uno de los ministros del primer Gobierno Lula me explicaba
en su casa la necesidad de contar con Alckmin. Su hijo, vinculado a
movimientos sociales, criticaba la alianza con el archienemigo tucano (como
se conocen a los miembros del PSDB). El plan de Lula está lleno de
sutilezas. Primera: Alckmin ha dejado el PSDB y es ya miembro del
centroizquierdista Partido Socialista Brasileño (PSB), uno de los más
numerosos en el Congreso. Con este movimiento, Lula tranquiliza a mercados e
izquierdas simultáneamente. Además, hace más difícil ser encuadrado como
comunista por la propaganda de Bolsonaro. Por si fuera poco, la salida de
Alckmin del PSDB profundiza la crisis del partido conservador. Segunda
sutileza: Lula ha conseguido que el Partido Socialismo y Libertad (PSOL) no
lance candidato a presidente. No hay candidatura en el flanco izquierdo, una
de las obsesiones del PT de los últimos años. Tercera sutileza: Lula está
describiendo su candidatura como un “frente democrático” frente a la extrema
derecha, no como un frente de izquierdas. Al mismo tiempo, argumenta que su
alianza es un conglomerado de movimientos sociales. Vamos Juntos Pelo Brasil
ya tiene siete partidos políticos (que van de la izquierda al centro) y
cuenta con el apoyo de siete centrales sindicales, así como de movimientos
sociales históricos como el Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra
(MST).



El exministro de Lula me explicaba con pragmatismo que el estado de São
Paulo (33 millones de electores) decidirá las elecciones y que una figura
como Alckmin puede inyectar a Lula hasta un 7% del total de votos en todo el
país. “Brasil solo vota a la izquierda si el vicepresidente es de centro”,
matizaba. Su hijo, a pesar de criticar la alianza, confesaba que los
artistas y movimientos sociales estarán al pie del cañón apoyando a Lula. De
hecho, el jingle de la precampaña de Lula –Lula voltou,
(https://www.france24.com/es/minuto-a-minuto/20220507-lula-lanza-su-candidat
ura-a-la-presidencia-para-reconstruir-brasil) trufado de guiños al nordeste,
gran reserva electoral de la izquierda– no fue lanzado desde la cuenta
oficial del PT, sino desde múltiples perfiles de movimientos y colectivos.
Antes de despedirnos, el hijo del exministro, guitarra en mano, cantó
Lula-lá, el jingle que Lula usó en 1989, en sus primeras elecciones. Hace
pocas semanas, la canción oficial de Lula para las elecciones de octubre
incorporó el emocional y nostálgico grito Lula-lá.
(https://www.youtube.com/watch?v=3lEGjYNZkzE) Algo que no solo confirma lo
bien informado que estaban el exministro y su hijo, sino la potencia de una
sincronía de sutilezas planeada concienzudamente para desalojar a Bolsonaro
del poder.



Contradicciones

Vamos Juntos Pelo Brasil tiene el sello de Lula. Sería inviable alrededor de
otro líder político, incluso del PT. Ni Dilma Rousseff ni Fernando Haddad
conseguirían conciliar gestos, alianzas y discursos tan contradictorios.
Lula no fue un presidente comunista ni escogió el camino político de
Venezuela, como afirmaba el ecosistema de fake news que encumbró a
Bolsonaro. A pesar de su relato popular, Lula fue el mandatario del acordão:
un gran acuerdo que inyectó recursos (y dignidad) a los más desfavorecidos y
que permitió ganar dinero a las élites. Sus políticas públicas de inclusión
–cuotas universitarias para indios, negros y pobres o el programa Bolsa
Familia de ayudas– convivieron con leyes favorables a los ruralistas de los
latifundios agrícolas. La reforma agraria no llegó en los trece años de
gobiernos petistas. Pero sí otras leyes históricas, como la PEC de las
domésticas de Dilma Rousseff, que dio derechos a millones de empleadas
domésticas.
(https://www.france24.com/es/minuto-a-minuto/20220507-lula-lanza-su-candidat
ura-a-la-presidencia-para-reconstruir-brasil) Mientras el PT construía
cientos de universidades públicas y mantenía a flote el sector público,
hacía presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Congreso al pastor
evangelista Marco Feliciano. Tira y afloja, avances y cesiones. Algunas
mejoras sociales a cambio de no tocar algunos privilegios. Crecimiento
económico a costa de no proteger tanto el medioambiente. El acordão de Lula
pasaba por un pacto con el centrão (el oportunista conglomerado de partidos
conservadores) en el Congreso y por un acuerdo no escrito: que el Partido do
Movimento Democrático Brasileiro (actualmente MDB) aportara el
vicepresidente a la candidatura del PT. Geraldo Alckim cumplirá en 2022 una
función similar a la de José Alencar (2002, 2006) y Michel Temer (2014).
Semejante, pero no igual. En un Brasil arrasado por el bolsonarismo y la
pandemia, las reglas del juego han cambiado.



Mito reforzado



Los 580 días que Lula pasó en prisión, lejos de liquidar su imagen,
reforzaron su mito. La sentencia del Supremo Tribunal Federal anuló las
condenas contra Lula de la operación Lava Jato y denunció que no tuvo
derecho a un juicio justo. La mismísima ONU ratificó que se vulneraron los
derechos de Lula. Las maniobras del juez Sergio Moro contra el expresidente
quedaron al desnudo. Lula, detenido sin pruebas, ahora exculpado, ha
regresado como mito reforzado. Un día antes de entrar en prisión, rodeado de
multitudes a las puertas del sindicato de metalúrgicos de São Bernardo do
Campo en el que forjó su leyenda, Lula entregó a sus fieles una de sus
imágenes más legendarias. Vestido de rojo, volvió a encarnarse en
sindicalista de base, en el líder que arenga a las masas con frases
emocionales. “Soy una idea”, “no podrán detener la llegada de la primavera”,
sentenció aquella tarde. La persecución judicial y mediática que le llevó a
prisión resucitó la imagen del Lula inicial. Y borró de golpe al Lula del
acordão.



La campaña electoral de 2022 está entrando en su guion definitivo. Las
sutilezas por arriba y por abajo, en la macropolítica y en la calle, están
sincronizándose. Lula mueve hilos, discursos, tácticas en la sombra.
Mientras su relato mítico planea sobre las izquierdas y los movimientos
sociales aliados, Lula busca acuerdos con el centrão para robustecer su
candidatura por el centro (incluso por el centroderecha). Especialmente
importante son las negociaciones que implican a candidatos a gobiernos
regionales y al Senado. Lula acaba de cerrar acuerdo con el centrista
Alexandre Kalil, actual alcalde de Belo Horizonte, que será candidato a
gobernador en Minas Gerais, el decisivo segundo colegio electoral de Brasil
sin el que nunca nadie ha ganado la presidencia. Por otro lado, Lula planea
una gira de Alckmin para tranquilizar a ruralistas y banqueros. Incluso ha
enviado a Haddad el diplomático a granjearse el apoyo de Marina Silva, la
hija díscola que dejó el PT para fundar el partido REDE Sustentabilidade.
Lula quiere que se moje, aunque sea tímidamente, en la campaña.



Sin embargo, Lula es consciente de que su estrategia macropolítica no
funcionará si la gente no hace suya la campaña. Cuenta ya con el apoyo de
los movimientos sociales tradicionales. Pero aspira también a que redes,
colectivos y activistas que fueron críticos con los últimos gobiernos del PT
se sumen al Lula-lá. Vamos Juntos Pelo Brasil necesita resucitar el espíritu
de Vira Voto, la campaña descentralizada en la que se involucraron millones
de brasileños en el segundo turno de 2018. Los guiños recientes de Lula al
sector de la cultura pueden desencadenar una crucial oleada de apoyo, pues
la gran mayoría de músicos, actores, pintores, grafiteros y artistas en
general son anti Bolsonaro.



Campaña afectiva



La cartas de la campaña presidencial están sobre la mesa. Si en las dos
anteriores contiendas presidenciales llegó a existir una tercera vía de
centro izquierda (Marina Silva en 2014, Ciro Gomes en 2018), en esta ocasión
parece improbable. Ciro Gomes –exministro del PT, candidato presidencial en
2018 por el Partido Democrático Trabalhista (PDT)– tiene intenciones de voto
bajísimas. En el flanco derecho reina el extravío: la candidatura del juez
Sergio Moro no acaba de despegar, el PSDB no levanta cabeza y la tercera vía
conservadora está atascada. Todo apunta a un duelo visceral entre Lula y
Bolsonaro.



Las promesas electorales de Lula-Alckmin serán muy pragmáticas. Primará el
relato, el deseo, el afecto, la memoria. La nostalgia de volver a un pasado
mejor, a cierto orden prepandémico, a un gobierno capitalista friendly en el
que pobres y ricos ganen algo. “Saudades dos tempos do Lula”, como en el
jingle Lula voltou. Millones de brasileños se entregarán al componente
mítico de Lula, aunque no se ajuste del todo al legado histórico del PT. A
primera vista, los datos están del lado de Lula. El Brasil de Bolsonaro
sufre una inflación galopante y una crisis económica profunda. Brasil es el
segundo país del mundo con más muertos por covid (más 600.000). La Amazonia
está azotada por la peor ola de incendios en décadas. Las minorías están
siendo hostigadas. El sector de la cultura (incluso el carnaval),
perseguido. Por el momento, Lula vence en todas las encuestas, aunque
difícilmente lo hará en el primer turno.



La batalla electoral es, de hecho, imprevisible. Porque al otro lado del
mito Lula está otro mito: Bolsonaro, autoproclamado mito antisistema, rey de
las fake news. Los debates televisivos serán poco relevantes (puede que
incluso Bolsonaro no acuda a ellos). La emocionalidad primará sobre la
racionalidad, la ideología o los programas. Bolsonaro no combatirá a Lula
con ideas o promesas. Basará su campaña en el insulto bronco, el
nacionalismo, el odio, la religiosidad. O directamente en la desinformación.
Bolsonaro, el hijo revoltoso de Brasil, por muy desastroso que sea como
presidente y muy contraproducente que sea para la marca Brasil, todavía es
amado por millones. Su popularidad se mantiene en torno al 25%.



Paradójicamente, el Lula que teje un frente democrático con su archienemigo
tucano, el que evoca un orden nostálgico y la unión de todos los brasileños,
el Lulinha paz e amor  (lema que le aupó a la presidencia en 2002), el
patriarca reconciliador, el hombre-mito, se enfrentará en octubre a la
polarización extrema que su propio partido alimentó durante años y usó como
arma arrojadiza para desmantelar la tercera vía de Marina y Ciro, sus hijos
díscolos.



* Bernardo Gutiérrez es periodista, escritor e investigador hispano
brasileño. Ha cubierto América Latina desde el año 1999, como corresponsal
en Brasil la mayoría de ese tiempo. Es el autor de los libros Calle Amazonas
(Altaïr), #24H (Dpr-Barcelona),  Pasado Mañana (Arpa Editores) y Saudades de
junho (Liquid Books).

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