Brasil/ Estado de situación. [Eleonora Gosman]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Oct 12 23:13:12 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

12 de octubre 2022

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Brasil



Estado de situación



Luiz Inácio Lula da Silva presenta la segunda vuelta como una elección entre
la democracia y el abismo. Ha logrado el apoyo de dos de los candidatos más
importantes de la primera vuelta y de una cantidad de dirigentes de la
política tradicional. Ahora busca movilizar el apoyo por abajo que necesita
para vencer al actual mandatario.



Eleonora Gosman *

Nueva Sociedad, octubre 2022

https://nuso.org/



El domingo 2 de octubre dejó un sabor raro: el 48,4% de los votos que obtuvo
Luiz Inácio Lula da Silva al frente de Brasil de la Esperanza, una coalición
integrada por diez partidos, no alcanzó para su consagración presidencial
tal como se esperaba. Con 43,2% de cliques en las urnas electrónicas a su
favor, el presidente Jair Bolsonaro reveló la verdadera proyección de la
prédica diseñada en 2018 por Steve Bannon, su mentor de entonces y de ahora.
Pero otro dato, surgido de los comicios, activó las alarmas: la composición
del Congreso Nacional, donde el bolsonarismo tendrá una fuerte presencia.



No solo el nuevo Senado albergará a varios ex-ministros del actual gobierno;
el postulante de la extrema derecha también podrá contar con la Cámara de
Diputados para sancionar leyes acordes con la facción de los dueños del
poder económico que lo apoya y también con sus propios intereses grupales.



Pero, al mismo tiempo, la resurrección de Bolsonaro ejerció un fuerte
impacto en sectores de la sociedad que rechazan la figura estridente del
actual jefe de Estado. «Consideramos esencial evitar esa reelección, por el
temperamento autoritario y la aversión a dialogar con todos los segmentos de
la sociedad» que reviste el mandatario: esto es lo que dice un manifiesto
que acaba de publicar el grupo Derribando Muros. Allí se sostiene también
que es ese principio el que lo lleva a declarar su «voto incondicional» por
Lula da Silva en el balotaje del 30 de octubre. La asociación, creada hace
dos meses, incluye entre sus miembros a personalidades notorias del
establishment económico y financiero, a quienes se unieron varios
intelectuales.



El ex-mandatario pasó a convertirse así en la única alternativa democrática
frente a una eventual radicalización de su adversario, un escenario que
desvela segmentos importantes de la clase media y alta. Esos estamentos
mantienen influencia sobre el conjunto de la ciudadanía; pese a eso, la
masividad del voto a Lula procede de las mayorías sociales más vulnerables
(más de 50% padece hambre o se encuentra en inseguridad alimentaria),
conscientes de cuántos sacrificios, muertes y padecimientos han sufrido los
últimos cuatro años, por cuenta de Jair Bolsonaro, un advenedizo de
ultraderecha que mostró sus dificultades de gestión durante la pandemia.



En este contexto, Lula da Silva entendió que el periodo a transitar hasta
fin de octubre pasa a constituirse como «una elección diferente a la del
primer turno». Para ganar, señaló el líder petista, «tenemos que definir una
nueva estrategia que es la de sumar todas las fuerzas posibles de nuestro
lado».



La disyuntiva en estos comicios se presenta, así, como «democracia o
abismo», una expresión que de hecho se ha convertido en el nuevo eslogan.
Así lo expresó Fernando Henrique Cardoso, ex-gobernante (1996-2002) y
ex-enemigo de Lula: dijo públicamente que el líder del Partido de los
Trabajadores es el único candidato capaz de preservar la democracia y la
inclusión frente a un adversario que representaría para un riesgo de deriva
autoritaria. Por los mismos motivos, la candidata presidencial Simone Tebet,
tercera en el ranking de los más votados, manifestó su apoyo categórico a
Lula.



En el giro de esta senadora del pragmático Movimiento Democrático Brasileño
(MDB) hacia el líder petista pesó la capacidad negociadora demostrada por el
alguna vez obrero metalúrgico. «Lula tiene experiencia y sabe lidiar con la
clase política. Identifica muy bien con quién habla y con quién trata. A él
lo reconozco como demócrata y al otro [Bolsonaro],no». Para ella, «en este
momento de la historia brasileña no hay neutralidad posible». Idénticas
causas indujeron al único partido de centroizquierda que había quedado fuera
de la Coalición de la Esperanza, el Partido Democrático Laborista (PDT), a
sumarse de manera «incondicional» a la nueva campaña lulista. Y en ese
ambiente, el presidenciable que el PDT había llevado para la primera vuelta,
Ciro Gomes, se vio obligado a expresar su adhesión, so pena de marchar hacia
su aislamiento y muerte política.



Al conseguir el apoyo de esos dos ex-candidatos, supuestos dueños de 8,5
millones de votos, Lula acerca una porción más que significativa de esos
electores. Sin duda, son grandes las chances de que una mayoría de estos
votantes prefieran al petista contra Bolsonaro; es que, según explican
algunos analistas, quienes mostraban tendencias favorables al presidente ya
migraron hacia su lado en la primera vuelta. Una pesquisa de PoderData del 6
de octubre reveló que 92% de los adherentes a Tebet prefieren a Lula.



Precisamente, es esa convicción de que el binomio Luiz Inácio Lula da
Silva-Geraldo Alckmin puede llegar al poder lo que explica la oleada de
adhesiones de la cúpula histórica del Partido de la Socialdemocracia
Brasileña (PSDB, centroderecha): el ex-ministro de Justicia Nelson Jobim, el
ex-presidente del Banco Central Armínio Fraga, la célebre politóloga Ilona
Szabó, el ex-ministro de Hacienda Pedro Malan, el creador del Plan Real
André Lara Resende, el ex-ministro José Serra y el ex-canciller Aloysio
Nunes Ferreira.



En esa línea, otro ex-titular del Banco Central, Pérsio Arida, hizo público
por quién votará a fin de mes: «Decidí elegir a Lula da Silva no solo por
los errores que cometió Bolsonaro, sino también por el temor de lo que pueda
ocurrir con la democracia brasileña. No quiero que ella muera y lo que hoy
tenemos es un retroceso civilizatorio». Arida comandó el Banco Central
durante el primer mandato de Cardoso (1995-1998). No dudó en subrayar el
«calvario» que representaría una segunda parte de gobierno bolsonarista:
«Será peor por constituirse en una amenaza a los derechos humanos, al medio
ambiente y a la propia democracia», sentenció.



Las proclamas de estos representantes de la política tradicional reflejan en
gran medida el desasosiego de una parte significativa del poder
económico-financiero brasileño. A esas fracciones de las clases altas no les
faltan motivos para el rechazo del actual presidente, que se ajusta al
prototipo político de la extrema derecha planetaria. Ellos observan ese
alineamiento con el ex-ocupante de la Casa Blanca Donald Trump y con el
numen del movimiento derechista Steve Bannon como un riesgo potencial por
tratarse de un entramado global que no comandan. De manera algo paradójica,
considerando el rechazo que en los últimos tiempos concitó el PT entre esos
grupos, temen que esa pertenencia le permita al actual jefe de Estado
brasileño una cierta independencia indeseada, con una capacidad relativa
para poner en juego la propia supremacía de clase reivindicada por los
dueños del poder económico y financiero, que no admite discusión.



Hay otro factor que contribuye a alimentar esa percepción, y es la alianza
indiscutible del presidente con la cúspide de las Fuerzas Armadas: el
generalato activo y pasivo, junto a almirantes y brigadieres, que en su
momento armó el proyecto de gobierno bolsonarista. Todos ellos, al ocupar
los más altos cargos ministeriales, han ejercido y todavía ejercen su cuota
de mando.



Un Lula más firme



Lula da Silva, que gobernó Brasil entre 2003 y 2010 y dejó el Palacio del
Planalto con una popularidad de más de 80%, tuvo un estilo tibio en estos
meses que precedieron a los últimos comicios. Como definió Flávio Dino,
senador electo por el estado de Maranhao, a la campaña lulista le faltó
«emoción, seducción y magia». El cuartel general, encabezado por el PT,
apostó en esa etapa a un candidato sin demasiada presencia y menos expuesto
a eventuales atentados.



Pero estos días la figura de Lula cambió en forma radical. Pudo recuperar el
estilo carismático que lo ha distinguido como dirigente. Su voluntad ha
hecho resurgir al político mágico, luego de enterrar aquella imagen muy poco
atractiva de quien se encuentra sumido en la mesura. Como fundador del PT,
Lula decidió ahora abandonar la timidez inicial y tomar en sus manos la
dirección de la campaña. Él mismo lo anunció al decir: «A partir de este
momento la alternativa deja de ser ideológica. No voy a conversar solo con
algún fulano porque le gusto a él. Vamos a dialogar con todas las fuerzas
políticas que tengan voto, representatividad, significado político en el
país».



Pero las acciones distan de limitarse a la superestructura. Hay también
mucho interés en las movilizaciones callejera ya que, al decir de Dino, a
quien se menciona como futuro ministro de Justicia, esas protestas tienen
una «fuerte influencia psicológica».



Por de pronto, ya está en la agenda una marcha de la Unión Nacional de los
Estudiantes (UNE) para el martes 18. Sucede que Bolsonaro decidió cortar las
partidas presupuestarias para el Ministerio de Educación, especialmente
aquellas destinadas a las universidades federales. Para el jefe de Estado la
formación universitaria no es una prioridad; sus objetivos pasan casi
exclusivamente por su reelección.



Y es por esta causa que decidió gastar grandes sumas de dinero del fisco en
subsidios a parlamentarios y gobernadores de estados provinciales: son nada
menos que 9.000 millones de dólares del presupuesto nacional destinados a
financiar obras y servicios de diputados y senadores en sus distritos
electorales. Aun cuando esta «praxis» esté legalizada, en esta ocasión el
presidente, con la ayuda del Parlamento, decretó el secreto de cómo se
ejecutó ese desmesurado monto. No se sabe quiénes recibieron partidas, los
montos y sus destinos finales. Y peor aún, para compensar los desmanes debió
cortar los gastos en políticas de bienestar: educación, salud y planes de
vivienda. Estos «desmanes» pueden jugarle en contra al gobernante, que
deberá enfrentar protestas juveniles a las que podrán adherir sindicatos y
movimientos sociales.



Una historia que empezó en 2014



El escándalo de este «presupuesto secreto» tendría que ser investigado por
la prensa con la misma intensidad que dedicó al caso conocido como
«Petrolao», ocurrido en 2006. Del mismo modo, debería requerir los datos de
las acciones policiales para seguir la ruta del dinero en efectivo (y se
sospecha que irregular) utilizado por la familia Bolsonaro para comprar 51
propiedades. Lo cierto es que las denuncias sobre esas adquisiciones duraron
apenas un par de semanas en los títulos de la prensa local. Otra fue, en
cambio, la historia del Lava Jato, que expuso a Lula da Silva como un
presunto corrupto, por una compra que jamás ocurrió, tal como se probaría
luego, de un departamento en la playa de Guarujá, sobre el litoral paulista.




A lo largo de estos cuatro años, hubo 26 delitos protagonizados por
funcionarios de distintos ministerios bolsonaristas: en Salud, fue el caso
de la compra sobrefacturada de vacunas de AstraZeneca; en Educación, se
constituyó una gavilla comandada por un ex-ministro, junto con dos pastores
evangélicos, que recibían dinero de gobernadores y alcaldes a cambio de
agilizar el giro de partidas presupuestarias para distintos fines.



Ninguno de estos episodios implicó calificar a Jair Messias Bolsonaro como
«corrupto» y «ladrón»; tampoco afectaron al Partido Liberal (PL) en el cual
se montó para viabilizar su reelección. El PL no fue blanco de acusaciones
de «saqueador» de los recursos públicos, como sí ocurrió con el PT. Lo
cierto es que esa campaña de descalificación, desplegada entre 2014 y 2018,
fue la que alumbró el movimiento de extrema derecha brasileño, y explica en
gran medida la polarización actual, un fenómeno nuevo en la sociedad
brasileña.



Todo apoyo vale



Asesorado, sin duda, por expertos nacionales y extranjeros, Bolsonaro no ha
vacilado en decretar medidas económicas de último momento para subsidiar a
los más pobres. La misma estrategia despliega estos días, con la esperanza
de cerrar la brecha y sobrepasar al líder petista. En reuniones con su
gabinete, a principio de la semana poselectoral, el presidente dio órdenes
de buscar acciones «aprovechables» en estas circunstancias. Al frente del
equipo colocó a su ministro de Economía Paulo Guedes. Todas esas decisiones
representan gastos adicionales, compensados, como se señaló, por los
recortes presupuestarios en sectores claves. Ni hablar de las consecuencias
que el «despilfarro» puede tener en 2023; tanto si le toca gobernar a él o a
Lula, que lo recibiría como legado.



Bolsonaro entró de lleno en la competencia por mostrar que tiene tantos o
más respaldos políticos nuevos que su adversario. Así consiguió el aval del
Frente Parlamentario Agrícola, luego de reunirse con el presidente del
bloque Sergio Souza. Este representante de los grandes terratenientes
brasileños elogió al jefe de Estado en la cita realizada en el Palacio de la
Alvorada, la residencia oficial: «Es muy claro el resultado de lo que
sucedió en Brasil los últimos años. El agro no paró ni durante la pandemia.
La actividad agropecuaria es el gran pilar en que sustenta este país y tiene
responsabilidad con el desarrollo, con la generación de empleo y de
ingresos, con la seguridad jurídica y, principalmente, con el derecho de
propiedad». Mencionó luego que el bloque del agro en el Congreso «eligió su
lugar y es el camino hacia la derecha, con fe en Dios. Esos son los caminos
de la libertad».



Tanto uno como otro candidato están, desde cierto punto de vista, obligados
a seguir el compás de las demandas que harán aquellos que se incorporen como
nuevos actores en las respectivas campañas. De hecho, Bolsonaro ya se vio
obligado a prometer un puesto de ministro al gobernador de San Pablo Rodrigo
García, quien todavía milita en la socialdemocracia pero que le acaba de
jurar fidelidad al presidente. Los compromisos exóticos también se ven del
lado del PT, que ha entablado relaciones entrañables con reconocidos
economistas que actuaron en la época «tucana» (palabra que designa a la
militancia del PSDB). Ahora, buscan el apoyo de esta centroderecha
tradicional en Río Grande del Sur y están dispuestos a avalar al candidato
del PSDB Eduardo Leite, que concurre por su reelección en una carrera contra
el bolsonarista Onyx Lorenzoni, quien le lleva varios cuerpos de ventaja.



Hay 12 estados provinciales (de un total de 27) donde los postulantes a
gobernadores disputan en la segunda vuelta. La mitad demostró la preferencia
por Lula y la otra parte reveló su disposición a votar por Bolsonaro y hacer
campaña a su favor. Y el ex-presidente se ha lanzado también a la búsqueda
del apoyo de pastores evangélicos.



Dar y tomar



Por último, no son pocos los que se interrogan sobre el margen de maniobra
con el que contará el líder petista si, como es probable, le toca gobernar
su país por un tercer mandato. Las encuestas de estos días post-primera
vuelta sugieren que Lula lleva las de ganar (en la primera vuelta acertaron
en el apoyo a Lula pero fallaron en la votación de Bolsonaro). Para evitar
las presiones antes del balotaje, el ex-dirigente sindical se niega a dar
los nombres de quienes podrían integrar su futuro gobierno, especialmente en
el área económica. Con todo, hizo una promesa: colocar «gente de afuera» en
el gabinete. «Quien quiera conocer mi Gabinete va a tener que esperar a que
gane las elecciones», respondió una pregunta de los periodistas. De
inmediato, elogió la decisión del grupo de economistas del PSDB de darle el
respaldo total.



Dijo sobre ellos, en una conferencia de prensa, que «esas personas saben que
soy una garantía del ejercicio democrático, en un país en que mi adversario
revela todo lo contrario». Sobre las demandas que apuntan al superávit
fiscal, comentó: «Para mí, la responsabilidad fiscal no tiene que ser una
ley; tiene que estar en la cabeza del dirigente».



Celebró también la unión con la cúpula histórica del PSDB, de la que dijo:
«Estuvimos juntos en el proceso de redemocratización que derrotó la
dictadura militar. Y ahora estamos nuevamente juntos y vamos a derrotar el
autoritarismo, el oscurantismo y el negacionismo de Bolsonaro. Juntos vamos
a mejorar la economía del país y erradicar la inflación».



* Eleonora Gosman, periodista, corresponsal en Brasil desde 1996.

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