Brasil/ Amenaza permanente. Las Fuerzas Armadas en la campaña electoral. [Marcelo Aguilar]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Sep 2 11:27:11 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

2 de septiembre 2022

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Brasil



Las Fuerzas Armadas en la campaña electoral



Amenaza permanente



Mientras aumentan su presencia en el Estado y su participación en la
política partidaria, los militares vienen prestando un importante servicio a
Jair Bolsonaro: apoyar sus embates contra el sistema electoral.



Marcelo Aguilar, desde San Pablo

Brecha, 2-8-2022

https://brecha.com.uy/



Entre todos los rumores que proliferan sobre las elecciones de octubre en
Brasil, hay uno que parece repetirse: la amenaza de golpe militar. Los
uniformados han tenido injerencia en la política del país a lo largo de la
historia, pero desde el golpe parlamentario de 2016, y sobre todo desde la
llegada de Jair Bolsonaro al poder, han ganado mayor protagonismo y ocupan
vastos espacios institucionales (véase «El fusil detrás del trono», Brecha,
30-IV-20). Envalentonadas, las fuerzas armadas pretenden –y lo están
haciendo– actuar como el poder de Estado que no son, y en esta campaña
electoral se han plegado a los ataques del presidente contra el sistema
electoral.



Con o sin él



Desde los días de Michel Temer hasta ahora, en las manifestaciones de
derecha ha sido habitual el pedido de intervención militar. Y el presidente
actual nunca ha negado esa posibilidad. Una interpretación distorsionada de
un artículo de la Constitución ha servido como insumo, alegando un supuesto
«poder moderador» otorgado a los militares por la carta magna. En abril de
2020, en una reunión ministerial, Bolsonaro dijo: «Nosotros queremos cumplir
el artículo 142, que dice que, en caso de que haya necesidad, cualquiera de
los poderes puede pedirles a las fuerzas armadas que intervengan para
restablecer el orden en cualquier parte del país». Lo hizo con dos militares
a su lado: el vicepresidente, el general Hamilton Mourão, y el entonces
secretario de la Casa Civil, Walter Braga Netto, que ahora integra con
Bolsonaro la fórmula presidencial para las elecciones de octubre.



En este escenario, descartar la intervención militar sería imprudente.
Anunciarla como inminente, también. André Ortega, periodista y coautor junto
con Pedro Marín del libro Carta no coturno: a volta do partido fardado no
Brasil, dijo a Brecha: «Muchos manifestantes piden intervención militar, con
Bolsonaro en el poder. Por exclusión, sabemos que podría existirla también
sin él. Imaginemos que el presidente boicotea las elecciones y los militares
intervienen para salvarnos del presidente… Es una situación en la que ellos
tienen el cuchillo y el queso en la mano». Para Ortega, la clave está en la
misma incertidumbre, esa permanente sensación de posibilidad flotando en el
aire: «Más allá de que sacaran o no tanques a las calles, de que tomaran el
poder abiertamente, la propia amenaza está sirviendo a los militares para
fortalecer sus posiciones institucionales y su presencia política».



La máquina



Según el último informe del Tribunal de Cuentas de la Unión, de 2020,
durante el gobierno de Bolsonaro se duplicó el número de cargos militares en
la administración federal, que llegó a un total de 6.157. Un informe
reciente de la Contraloría General de la Unión encontró que 2.300 de esas
designaciones estaban en situación irregular, ya fuera por recibir sueldos
mayores a los permitidos, por ocupar funciones que a los militares les están
vedadas por ley o por llevar en el puesto más tiempo del permitido.



«La supuesta amenaza ya se concretó», dice a Brecha el antropólogo Piero
Leirner, especialista en estrategia militar de la Universidad Federal de São
Carlos. «En 2016 se dio un proceso de insurgencia de algunos sectores del
Estado, que limpiaron el terreno para llegar al escenario actual. A esta
altura, los militares ya ocuparon el lugar que codiciaban en el aparato del
Estado, establecieron su dominio en los sectores que les resultan claves:
los sistemas de comunicaciones, legales, legislativos y las ramas de la
economía que les interesan, como las vinculadas al sector de defensa». Con
este escenario, afirma, «cualquier gobierno tendrá que estar de una forma u
otra alineado a sus intereses».



Para Leirner, Bolsonaro está «subordinado a un grupo de generales que
produce alteraciones en el sistema operacional del Estado, y su papel es el
de blindar los movimientos de este grupo». En ese sentido debe leerse la
permanente producción de «falsas evidencias de que ciertos mandos militares
fueron magnetizados o seducidos por el carisma del presidente, un mensaje
que busca dar la sensación de que es Bolsonaro quien arrastra a las fuerzas
armadas para su proyecto personal y no al revés». En ese fenómeno radican,
según Leirner, los motivos del permanente estado de confusión actual. «Las
señales son ambiguas y generan incertidumbre, porque es exactamente eso lo
que los mandos militares quieren provocar, ya que lo que realmente les
importa es no evidenciar» su infiltración del aparato estatal, sostiene el
analista.



A las urnas



En julio, en una reunión a la que llamó a todos los embajadores extranjeros
en Brasil, el presidente disertó acerca del altísimo peligro de fraude que
entrañaría el sistema de voto electrónico en su país, en línea con una
prédica de su parte que ya lleva meses, a pesar de los constantes
desmentidos de las autoridades electorales y judiciales brasileñas. En
Youtube, la filmación de esa conferencia del mandatario fue eliminada por la
propia plataforma. Para la oposición, las intenciones de Bolsonaro están
claras: boicotear el proceso.



Así como no es nueva su cruzada contra las urnas electrónicas que lo
eligieron tantas veces para el Congreso y luego para la Presidencia, tampoco
es nueva su coincidencia con los militares en este asunto. El año pasado,
los uniformados empezaron por primera vez a cuestionar públicamente el
sistema de votación. En julio de 2021, Bolsonaro llevó a su transmisión
semanal en redes a un coronel de la reserva, Eduardo Gomes, con el objetivo
de realizar ataques infundados contra las urnas electrónicas y denunciar
supuestos fraudes en las elecciones de 2018. Detrás de Bolsonaro y Gomes era
posible ver un cartel que decía: «Voto impreso y auditable: instrumento de
ciudadanía y paz social».



Una investigación de la Policía Federal, revelada por Folha de São Paulo en
mayo, demuestra la participación, desde 2019, de la Agencia Brasileña de
Inteligencia y del general Luiz Eduardo Ramos, actual secretario general de
la Presidencia, en la búsqueda de informaciones que sirvan para desacreditar
el sistema de votación. En agosto de 2021, el Tribunal Superior Electoral
(TSE) dio un paso en falso: invitó a las fuerzas armadas a participar de la
Comisión de Transparencia de las elecciones de octubre. Antes de salir del
cargo, en febrero de este año, el expresidente del TSE Roberto Barroso dijo
en conferencia de prensa: «Presumimos que va a ser una colaboración de buena
fe y no un ejercicio de inteligencia para recoger información para atacarnos
[…]. Estoy suponiendo que las fuerzas armadas están aquí para ayudar a la
democracia brasileña y no para darle munición a un presidente que quiere
atacarla».



Pero el solo hecho de haberlos invitado abrió un precedente peligroso:
permitió a los militares opinar sobre el proceso electoral. Sus
cuestionamientos a lo que podría suceder con las urnas ya contaminó el
proceso, y son ahora munición para los delirios golpistas del oficialismo.
Consultado por el programa Jornal Nacional de TV Globo, el lunes 22, sobre
si va a respetar el resultado de las elecciones sea cual sea, el presidente
dijo: «Mientras sean limpias y transparentes, aceptaré el resultado».



Efecto dominó



Estas son las elecciones con más candidatos provenientes de las fuerzas de
seguridad. De acuerdo con un estudio de la ONG Foro Brasileño de Seguridad
Pública, para la votación de octubre se registraron 1.888 candidaturas de
uniformados, un aumento del 29 por ciento en relación con lo sucedido en la
elección de 2018. El 95 por ciento de estos candidatos está en partidos de
derecha o centro-derecha. Según publicó Agência Pública, el Partido Liberal,
a través del cual Bolsonaro disputará la presidencia, es el partido con más
candidatos militares.



Samira Bueno, directora ejecutiva del Foro de Seguridad Pública, escribió en
la revista Piauí que, «en un primer plano de análisis, parece que el guion
del golpe que pasa por la cooptación de las fuerzas policiales tuvo algún
éxito» y que «la radicalización de las posiciones entre policías y miembros
de las fuerzas armadas no es una estrategia que pasa apenas por la
posibilidad de tener esos grupos como base electoral, sino principalmente
por su involucramiento en un eventual cuestionamiento sobre el resultado de
las urnas». En el caso de las Policías, escribió que, sin embargo, «es
irreal asumir que más de 680 mil agentes de las fuerzas de seguridad se
dejarían llevar por el canto de sirena golpista del presidente». Para
Leirner, «es necesario preguntarse si los militares y demás fuerzas están
dispuestos a poner en riesgo sus candidaturas a varios cargos como
diputados, senadores y gobernadores, porque, si llevan adelante una denuncia
de fraude, afectará a la elección como un todo».



El enemigo rojo



El proyecto político de los militares dista bastante del proyecto de un
posible gobierno petista. El Instituto General Villas Bôas, fundado por el
excomandante del Ejército Eduardo Villas Bôas, así como otros dos institutos
cercanos a los uniformados, lanzaron en mayo de este año el «Proyecto de
Nación-Brasil 2035». En él aparecen críticas al «globalismo», un proyecto
liberal para la economía, la extinción del carácter público del Sistema
Único de Salud y la necesidad de instaurar el pago de una mensualidad en las
universidades públicas, entre otras medidas.



¿Pero verían los militares al eventual gobierno petista como problema?
Ortega duda: «Por un lado, vemos la disposición de Lula da Silva de
negociar, hacer concesiones y reconocer la posición institucional del
Ejército, como hizo durante todo su gobierno, y entendemos que el Ejército
no lo debería ver como una amenaza». Pero agrega: «Lo que sí no quieren los
militares es un gobierno popular que lleve adelante medidas contra las
fuerzas armadas, ni tener problemas a raíz de los militares que ganaron
dinero en el gobierno de Bolsonaro, ni que la Justicia se meta con militares
como [el general y exministro de Salud de Bolsonaro Eduardo] Pazuello, que
hizo lo que hizo durante la peor etapa de la pandemia. Por eso tienen que
mantener la amenaza de golpe siempre latente». Para Leirner, si sus tesis
son correctas, no debería haber ningún recelo: «Podría aparecer hasta alguna
acción puntual de militares bolsonaristas, pero sería más que nada una
dramatización. El núcleo de la acción militar ya está estructurado y va a
seguir operando con normalidad».

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