Francia/ "¡Nos movilizamos con lo que hay!". [Pierre Souchon]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Abr 9 12:09:08 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

9 de abril 2023

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Francia



Con los huelguistas de Vandea.



“¡Nos movilizamos con lo que hay!”



Conciliar el apoyo popular masivo con la relativa debilidad de las fuerzas
movilizadas sobre el terreno: este es el desafío al que se enfrentan los
activistas sindicales en su lucha contra la reforma de las pensiones.  Lo
asumen con más o menos éxito, apuntando al largo plazo.



Pierre Souchon, enviado especial *

Le Monde Diplomatique, edición Uruguay, abril 2023

https://ladiaria.com.uy/le-monde-diplomatique/

Traducción de Daniel Gatti.



–¿Dónde pusieron los palets? No veo nada...



En la madrugada del martes 21 de marzo, en esta rotonda de la zona
industrial de Les Herbiers (Vandea, en el oeste de Francia), los activistas
se buscan entre la oscuridad y el frío. Para luchar contra la reforma de las
pensiones, a pesar de su aprobación el día anterior en el Parlamento, los
leños comienzan a amontonarse sobre la calzada: “Llamamos nosotros solos a
este corte porque nuestra intersindical de Vandea no estaba a favor.
Probablemente sea un poco demasiado radical para muchos de ellos”, lamenta
François (1), del sindicato local de la Confederación General del Trabajo
(CGT) de La Roche-sur-Yon. Alguien enciende los palets y un primer camión
toca bocina en señal de solidaridad.



–¿Ustedes son de los sindicatos? –pregunta una cincuentona frenando el auto
profesional en el que se desplaza.



–Sí señora, somos de la CGT.



–¡Oh! No puedo hablarles demasiado tiempo porque estoy geolocalizada, pero
me viene bien. Quiero sindicalizarme. Soy empleada doméstica, las cosas van
muy mal en mi trabajo, y como ya estoy toda rota, no podré llegar hasta los
64 años.



Valérie, sindicalista en una mutualista, le garabatea su número telefónico a
toda velocidad: “Si hubiéramos hecho esta acción sólo para encontrarnos con
esta señora, podríamos haberla considerado un éxito”.



A lo largo de la mañana, el “bloqueo de la economía” planificado por los
sindicatos se ha limitado a un corte parcial de ruta con reparto de volantes
incluido: la treintena de activistas presentes son insuficientes para
inmovilizar por completo el tráfico, como se pretendía, pero por lo menos
logran exasperar a la gendarmería local, que los vigila de cerca. “¡Hacemos
lo que podemos con lo que hay!”, dice Kamel, empleado de Enedis. “Lo que
hay” es, a unos metros de distancia, una zona industrial en la que trabajan
unas 5.000 personas, ninguna de las cuales está en huelga. “Lo que hay” son
también esos mismos empleados que van a trabajar pero que antes de hacerlo
recogen los volantes y en su mayoría alientan a los activistas y les
agradecen por lo que hacen. Pero, hay que decirlo, los activistas están ya
algo cansados. Cansados de las manifestaciones repletas de gente –nunca
había habido en Vandea movilizaciones tan importantes como las de este
invierno boreal-, cansados de los mensajes de apoyo, de las felicitaciones,
de los bocinazos solidarios de los camioneros, que no se traducen en
acciones concretas, en paros, en huelgas. Todos son capaces de citar las
causas de este desfasaje, que enumeran en tono cansino: resignación,
fatalismo, individualismo, dificultades económicas... Pero al mismo tiempo
todos arriman un palet, un termo con café, sus risas, ramas de árboles,
montones de volantes. Y siguen adelante.



Resignación, individualismo y dificultades financieras



Esa profunda contradicción también la experimentan los trabajadores
ferroviarios de la CGT de La Roche-sur-Yon, que nos invitan a comer
–copiosamente– en sus locales. Están en huelga renovable. “Los compañeros
que están haciendo huelga aquí son un núcleo duro”, advierte Olivier. Todos
lamentan no haber logrado involucrar a los demás en su movimiento: “Lo peor
es que no hacen un carajo [sic]”, se lamenta. “A pesar de los pocos que
somos en hacer huelga, logramos de todas maneras enlentecer la actividad.
Pero entonces se ponen a jugar todo el día al Candy Crush en sus
celulares...”.



Este sindicalista cuestiona el nivel de “conciencia”, “política o gremial”,
de los asalariados, que sería muy débil. La “conciencia” de la injusticia de
esta “reforma” sería muy mayoritaria, como lo demuestran todas las encuestas
de opinión publicadas hasta ahora. “Es cierto”, admite Sébastien. “Pero es
una oposición de escritorio. No es fácil lograr que la gente pase de
rebelarse frente a su televisor a inmovilizar su herramienta de trabajo...
”. Sin embargo, aquí todos siguen adelante.



Éric también sigue adelante. Este sindicalista de la CGT de Airbus, en
Nantes, parece haber resuelto la contradicción: “Debemos aceptar militar sin
conseguir resultados”, dice. Interrogados acerca de si no consideran
precisamente un resultado interesante que 150 personas hayan logrado
bloquear por completo una rotonda durante varias horas, tanto él como su
colega Jimmy responden por la negativa. “Es una muestra de debilidad”,
afirma Jimmy. “Si consideramos sólo los votos que obtuvimos en las
elecciones profesionales deberíamos haber sido cerca de mil...”.



Se trataría entonces de militar sin esperar un gran resultado. “Lleva mucho
tiempo trabajar sobre la conciencia de las personas”, prosigue Éric. “Es
posible que nunca cosechemos las recompensas de lo que hacemos en nuestra
vida. Pero las ideas prenden, incluso de maneras que ignoramos. Mientras
tanto, debemos continuar y, sobre todo, salir del culto a la inmediatez. Las
jóvenes generaciones que desembarcan en la fábrica están muy metidas en eso.
Y en materia de conquistas sociales, no funciona de esa manera...”.



Jimmy comparte la necesidad de replantearse la relación con el tiempo:
“Trabajamos a determinada cadencia, con objetivos marcados hora tras hora,
cada minuto cuenta para nosotros... Ese es el tiempo capitalista.
Necesitamos recuperar el largo plazo, nuestro tiempo”. Y se trata también de
resolver una contradicción adicional: de profesión operador de control
numérico –“eso a lo que se le llama ‘aprietabotones’”–, Éric se enorgullece
de ser un trabajador manual. “Es muy difícil pasar de trabajar en la fábrica
a trabajar por convicción. En el taller, al final del día, sé lo que he
hecho con mis manos, y es gratificante. En el trabajo militante con los
asalariados, en el sindicalismo cotidiano, no obtengo resultados concretos
de este tipo. Lo que hacemos es intangible...”.



Éric y Jimmy siguen adelante. El hecho de que la Intersindical permanezca
unida es una gran cosa, dicen. Para estos integrantes de la CGT
acostumbrados a que la central laboral históricamente dominante en Airbus
sea Fuerza Obrera (FO), vista a menudo como “el sindicato de la casa”, la
presencia de FO en la Intersindical, como se ha dado hasta ahora, ha
contribuido a fortalecer en mucho las filas de manifestantes y huelguistas.



“Tomó tres días”. Por un momento se pensó que Jean-Marie, de la CGT de
Fleury-Michon, una empresa que en Vandea cuenta con más de 2.000
asalariados, había cedido al culto a la “inmediatez”. Tres días de paro para
conseguir aumentos. ¿Rápido, eficiente e inmediato, entonces? Jean-Marie
protesta: “Tres días de huelga es mucho. ¡Hay que hacerlos! Sin hablar del
trabajo de concientización previo, que duró meses, años...”.



Sentado a su lado, Mickaël recuerda sus primeros años de trabajo en esta
joyita de la industria agroalimentaria francesa, una época en la que no
encontraba nada para criticar, en la que “carecía de conciencia”. Fue la
situación de un amigo obrero, que estaba a punto de ser injustamente
despedido, lo que le “abrió los ojos”. Fue ahí que se sindicalizó, cuando la
CGT estaba en sus niveles más bajos en la fábrica; 15 años después, la
central está a muy pocos votos de ser mayoritaria en la empresa; el “tiempo
largo” llevó a que en Fleury-Michon hubiera diez por ciento de huelguistas
durante las jornadas de movilización en defensa de las jubilaciones. Mickaël
lamenta este nivel, dado lo que está en juego. Luego se corrige: es en
realidad muy alto, en función de las tasas de huelguistas verificadas entre
el resto de los asalariados industriales locales. Jean-Marie y Mickaël
siguen adelante.



“Descubrí la esclavitud”



Béatrice da la impresión de ser una mujer moderada. Y no parece que exagere
esta asistente domiciliaria afiliada a la CGT cuando habla de sus comienzos
laborales en esos términos al referirse a las condiciones de trabajo, a la
carga de trabajo mental y sobre todo física. “Por suerte, rápidamente hice
grandes amigas. Después del trabajo, tomábamos una copa y comíamos algo
aquí, en mi sala de estar, con mis caniches”. Sospechaban entonces que se
movía con oscuras intenciones militantes. Béatrice sonríe. Asegura que en
esa época desconocía lo que era el compromiso y que no era “consciente” de
que aquella convivencia de las noches algún día la conduciría a reuniones
sindicales. Porque a fuerza de compartir su día a día, sus dificultades, un
pastel y un café, este puñado de jóvenes acabarían decidiendo colectivamente
que “ya basta”. En los albores de la década de 2000, Béatrice fue designada
delegada sindical. “Recuerdo los comienzos: no entendía nada. Un día le
dije, cara a cara, suavemente, a nuestro patrón lo que estaba sucediendo,
con todo detalle. Era tan inhumano lo que padecíamos que estaba convencida
de que nos íbamos a entender: los dos éramos humanos, después de todo, ¡él
podría comprenderme! El problema es que en realidad él comprendía
perfectamente lo que estábamos pasando. Y me respondió: ‘Sí, es difícil para
ustedes. Pero así son las cosas. Y si no están satisfechas, da lo mismo’”.



“Me abrumó”, agrega Béatrice en voz baja, “no sabía que estaba descubriendo
la lucha de clases. No sabía que existía, que la gente podía negarse a
escucharme simplemente porque sus intereses eran diferentes de los míos”.
Cualquier parecido con las críticas al actual gobierno por su autoritarismo,
incluido el uso del artículo 49-3 (2), o por su “sordera” no es, según
Béatrice, en absoluto fortuita... Pero sucede que tras haber estado en el
origen de las primeras huelgas en un sector en que son especialmente raras,
a Béatrice “se” la terminó escuchando. A 20 años de la creación del
sindicato, en las recientes movilizaciones contra el proyecto de la primera
ministra Élisabeth Borne hubo entre las asistentes domiciliarias diez por
ciento de huelguistas.



Beatrice trabajó durante mucho tiempo sin obtener resultados, y aceptó la
larga duración. Ese diez por ciento de huelguistas es una victoria muy
clara, dice. Está convencida de que si el gobierno no retira la reforma de
las pensiones es parte de la “lucha de clases”, en la que se puede “perder
una batalla, pero no la guerra”, según afirma. Béatrice sigue adelante.



Cinco horas corridas de Macron



Denis, por su parte, está feliz. El bloqueo del liceo técnico donde este
sindicalista enseña Matemáticas fue efímero, pero sin precedentes y exitoso.
Uno de sus colegas trajo un impresionante stock de leña cortada por él en un
bosque, muy útil para obstruir el acceso al establecimiento. “Cuando este
colega llegó a nuestro liceo, en 2018, no me importaba nada lo que él
pensara: ¡era tan fanático de Macron, lo adoraba tanto que era capaz de
pasarse cinco horas seguidas viéndolo en la tele. No se perdió ni un solo
debate de Macron. ¡Nadie fue capaz de hacer algo así en este país...!”.



Magnánimo, Denis nunca se lo reprochó y cuando terminaban las clases lo
invitaba a jugar a la belote (3) con algunos colegas. “Todos los viernes nos
reunimos en un bistró cerca del liceo. Jugamos a las cartas y nos tomamos
dos o tres cervezas. Y discutimos sobre todo, sobre nada. Sobre política
también. En cinco años, mi colega terminó pasando de seguir los debates de
Macron a llevar madera para bloquear el liceo. Fueron necesarios cinco años
de belote”. ¿Un tiempo largo? “¡No, cinco años es rápido!”. Denis se echa a
reír. Denis seguirá adelante.



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Horror



El 17 de marzo, al día siguiente de las primeras manifestaciones espontáneas
contra el recurso al artículo 49-3 para aprobar la reforma de las pensiones,
LeFigaro.fr se constituyó en un serio candidato a ganar el próximo Premio
Pulitzer con este reportaje: “Una calzada limpiada en el Distrito 2 de
París, comerciantes en estado de shock. En la rue des Petits-Champs
(distrito 2), cerca de las Tullerías, la calzada fue limpiada después de la
violencia del día anterior, pero los comerciantes todavía están
conmocionados. ‘Volcaron todos los contenedores de basura, fue
impresionante’, le dijo una vendedora de cigarrillos a nuestro periodista
Éloi Passot. A unas calles de distancia, la vitrina de un Monoprix fue
destruida”.



Estupor



Dos días después, los manifestantes siguen en las calles y el canal CNews
titula en grandes caracteres: “¿Debemos temer el regreso del comunismo?”.



Terror



Con su habitual sentido de la proporción, el editorialista del diario
patronal L’Opinion denuncia en su edición del 15 de marzo “el sabotaje
democrático permanente” operado, según él, por La Francia Insumisa: “No es
folclore trotskista ni una obsoleta nostalgia jacobina. Es un verdadero
socavamiento: metódico, sistemático, ideológico. Debemos tomarnos en serio
la forma en que La Francia Insumisa, y con ella una parte cómplice de la
Nueva Unión Popular, Ecológica y Social (Nupes), está saboteando nuestras
instituciones. Para la izquierda radical, el cansancio de la democracia y la
impopular reforma de las pensiones son una oportunidad para probar en tamaño
real esta ‘insurrección ciudadana’ soñada por Jean-Luc Mélenchon. Su
programa: el caos. Su política: el terror”.



Felicidad



A la espera del retorno del comunismo y de la instauración del terror
mélenchoniano, los accionistas de las grandes empresas globales cosecharon
cerca de 1,5 billones de euros en dividendos en 2022, es decir, más que la
riqueza producida durante el mismo año por España. Según los economistas
Isabella Weber y Evan Wasner, la tasa de beneficio de las empresas
estadounidenses (16 por ciento del valor añadido bruto) ha batido un récord
que se remonta a… 1945. En Francia, los propietarios recibieron más de
80.000 millones de euros en el ejercicio 2022, es decir, tres por ciento del
producto interior bruto (PIB): esto es 30 veces el déficit de los fondos de
pensiones esperado este año y 4,5 veces el monto del “ahorro” (es decir, del
despojo salarial) generado por la reforma. Los accionistas de TotalEnergie,
LVMH, Sanofi, BNP Paribas, Stellantis, Axa y Crédit Agricole se llevan ellos
solos la mitad del premio gordo. En teoría, los dividendos remuneran el
riesgo asumido por los proveedores de capital. En la práctica, estos últimos
no tienen nada que temer, ya que el Estado neoliberal rescata con el dinero
de los contribuyentes a estos grupos “demasiado grandes para hundirse” si
llegan a zozobrar.



La magia de la política económica aparece entonces en su cristalina
transparencia: la reforma previsional –impuesta, según confesó el propio
presidente de la República, para mostrarles a los mercados su determinación
de seguir quitando a los pobres para dárselo a los ricos– obligará a los
asalariados a financiar con su trabajo dos años más de beneficios a los
empresarios, parte de los cuales desaparecerán en recompras de acciones
exentas de impuestos y la otra parte en paraísos fiscales. El peligro rojo
está a nuestras puertas.



* Pierre Souchon, periodista.



Notas de Redacción Le Monde Diplomatique



1) Las personas interrogadas pidieron ser identificadas sólo por su nombre
de pila.

2) El 49-3 es un artículo de la Constitución francesa que permite a un
gobierno aprobar una ley sin pasar por el Parlamento. Es utilizado cuando el
Ejecutivo de turno teme no contar con las mayorías parlamentarias
necesarias.

3) Juego de cartas similar al tute.

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