Portugal/ Abril de 1974: "El comienzo de una crisis". [Charles-André Udry]
Ernesto Herrera
germain5 en chasque.net
Jue Abr 27 22:48:03 UYT 2023
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Correspondencia de Prensa
27 de abril 2023
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Portugal
"El comienzo de una crisis" (11 de abril de 1974)
Charles-André Udry *
A l’encontre, 25-4-2023
http://alencontre.org/eu
Traducción de Correspondencia de Prensa
Este artículo fue escrito antes del 25 de abril de 1974, fecha en la que
comenzó la Revolución de los Claveles (Revolução dos Cravos). Partía de la
crisis del colonialismo portugués, de la apertura de un debate público en la
cúpula del ejército -sin ser conscientes de lo que se estaba preparando bajo
los auspicios del MFA (Movimiento de las Fuerzas Armadas) que derribó la
dictadura- y de las transformaciones socioeconómicas que se estaban
produciendo, así como de un cierto auge de las luchas obreras, con una
tendencia a deducir la dinámica a partir de lo que ocurría entonces en
Francia, Italia y, sobre todo, España. Intentar captar estos procesos
formaba parte de una politización que se venía produciendo desde finales de
los años 60 en Europa. (Charles-André Udry)
***
El 22 de febrero se publicó un libro en Lisboa. En pocos días se vendieron
decenas de miles de ejemplares, gran parte de los cuales fueron comprados
por la DGS (la policía política que sucedió a la tristemente célebre PIDE),
que depende a la vez, y significativamente, del Ministerio del Interior y
del Ministerio de Ultramar. Su título: El futuro de Portugal. El autor no
era otro que el antiguo jefe militar en Guinea Bissau, el general Spinola.
"La guerra", que durante los últimos años ha estado en el trasfondo de todos
los debates políticos que tienen lugar en las capas dirigentes, entraba así
en el dominio público. El debate sobre esta cuestión cristalizaba todas las
opciones existentes en el seno de la burguesía sobre las perspectivas
económico-políticas en Portugal. El tema central del libro -que difícilmente
podría publicarse sin la conformidad de ciertas fracciones de los círculos
gubernamentales- puede resumirse en la siguiente afirmación de Spínola: "A
falta de esta solución (una estructura federal en la que los territorios de
ultramar gozarían de autonomía que los pondría en pie de igualdad con la
metrópoli) iremos inevitablemente hacia la desintegración, perdiendo uno
tras otro nuestros territorios africanos."
Pero el "acontecimiento" provocado por la publicación de este improvisada
pensador carece de importancia en la medida en que es el pretexto para
desencadenar una crisis abierta en el propio seno del gobierno y del
ejército. Del 6 al 16 de marzo, los acontecimientos se precipitaron. El
movimiento de protesta de los oficiales subalternos se amplificó. Por un
lado, el 12 de marzo, exigen la salida del ministro "ultra" del ejército,
Andrade e Silva; por otro, reivindican en un manifiesto: "Una solución
política que salvaguarde el honor y la dignidad nacionales, así como los
intereses legítimos de los portugueses instalados en África, pero que tenga
en cuenta la realidad innegable e irreversible de la profunda aspiración de
los pueblos africanos a gobernarse a sí mismos". (Le Monde, 24/25 de marzo
de 1974).
La respuesta de los "ultras" no se hizo esperar. Bajo la dirección del jefe
del Estado, Américo Tomás, los "ultras" destituyeron a los generales Spínola
y Costa Gómez el 13 de marzo y reprimieron movimientos militares que
llegaron hasta el motín, como en el caso de una compañía de infantería de
Caldas Da Rainha (a 90 km de Lisboa), que decidió marchar sobre la capital.
La crisis de la dirección burguesa está abierta y deja entrever las fuerzas
centrífugas que existen en el seno de la clase dominante portuguesa. La
contraofensiva de los "ultras", que sin duda están ganando puntos en este
momento, no es garantía de una estabilización real.
Pero esta crisis debe ser entendida a partir de las tareas parcialmente
contradictorias a las que debe hacer frente la burguesía portuguesa, es
decir, la conservación del "pacto colonial", tratando al mismo tiempo de
modernizarlo, y, al mismo tiempo, la integración a Europa y la estimulación
de la economía.
Las etapas del desarrollo
Durante la Segunda Guerra Mundial, ya se dieron los primeros pasos hacia una
tímida industrialización, utilizando las reservas acumuladas durante la
guerra. Durante la Segunda Guerra mundial, el estatuto de Portugal le
permitió desempeñar un papel de intermediario comercial, exportando
masivamente productos agrícolas y materias primas (especialmente un metal:
el wolframio). Esto creó la oportunidad de acumular importantes recursos
financieros; además, fueron muchos los capitales que buscaron refugio en
Portugal durante la Segunda Guerra Mundial. Bajo la protección del Estado,
algunos grandes grupos industriales y bancarios, también con carácter de
monopolio, desarrollaron de forma muy limitada las infraestructuras
industriales (cemento, acero, medios de transporte).
Pero el mercado interior era muy pequeño, su vulnerabilidad exigía la
adopción de numerosas medidas proteccionistas, y esta industrialización
embrionaria seguía siendo muy frágil. La represión y la supresión de las
libertades democráticas y sindicales fueron una constante de la política de
Salazar. La ruptura se produjo a finales de los años cincuenta y a
principios de los sesenta. Este periodo estuvo marcado por un cambio en el
clima político (elecciones presidenciales en 1958 con la presentación de un
candidato de la oposición, Humberto Delgado...), el estallido de las guerras
coloniales (Angola en 1961, Guinea-Bissau en 1963, Mozambique en 1964), el
primer ascenso del movimiento estudiantil (en Lisboa, Coímbra y Oporto), las
luchas campesinas (huelga de las ocho horas en Alentejo) y las luchas
obreras en la región de Lisboa.
Al mismo tiempo, se produjo un importante bloqueo económico. Las inversiones
son muy reducidas, el mercado interior es demasiado pequeño para las
capacidades, aunque escasas, de producción de la industria. Por último, el
desempleo y el subempleo siguen en aumento.
Una nueva etapa en el desarrollo del capitalismo portugués irá tomando
forma. El estallido de la guerra colonial exigió, por un lado, préstamos en
el mercado financiero mundial (160 millones de francos franceses en 1961 y
190 millones en 1962), compras de material militar y, por otro, el
surgimiento de una cierta producción de material militar en el propio
Portugal (1). Paralelamente, comenzó la " avalancha migratoria " - los
trabajadores portugueses iban a entrar masivamente en Francia, Alemania y
Suiza - y el llamado a los capitales extranjeros.
Xavier Pintado, antiguo Secretario de Estado de Comercio, resume muy bien
las razones de las ventajas del capital extranjero para invertir en
Portugal: "a) abundancia de mano de obra adaptable; b) bajos impuestos; c)
infraestructuras suficientemente desarrolladas; d) moneda respaldada por
grandes reservas" (Entreprises, 5-10-1968). Las inversiones extranjeras
aumentan rápidamente. Por ejemplo, la inversión extranjera pasó del 1,5% de
la inversión total del sector privado en 1960 al 27% en 1966. Ford, General
Motors, Standard Electric, Firestone, Siemens, Krupp, Nestlé invirtieron en
Portugal. (2)
Por último, el proceso de integración en la Europa capitalista, concretado
por las inversiones extranjeras, la industrialización y la emigración, se
formalizó con la entrada de Portugal en la AELC (Asociación Europea de Libre
Comercio) en 1960. Esta perspectiva de integración se convertiría
rápidamente en uno de los temas políticos importantes de los sectores
industriales más dinámicos y de una parte del capital financiero. Así, en la
presentación del plan temporal de desarrollo para 1965-67, se afirma:
"Impulsado por la inquebrantable voluntad de tener éxito, en el sentido o en
contra del sentido de la historia, Portugal se abre ahora a Europa, para
asegurar la aceleración económica necesaria para su adhesión definitiva al
rango de país desarrollado." (3)
El inicio de este proceso de industrialización -apoyado también por la
entrada de divisas procedentes de la emigración (1.552 millones de escudos
en 1958, 2.679 millones en 1964 y 22.388 en 1972) y del turismo- iba a
provocar un profundo cambio en la estructura de la producción del país, en
la variedad de las exportaciones y en la estructura del empleo. La parte de
los productos agrícolas en el producto nacional bruto pasó del 29% en 1958
al 15% en 1971. En cambio, la parte de la industria de transformación pasó
del 30% en 1958 al 41% en 1971, con un crecimiento del 200% de 1958 a 1971
(4). Al mismo tiempo, se produjo un movimiento de concentración y fusiones a
nivel industrial, lo que fue alentado por una serie de medidas fiscales y
financieras. Las industrias tradicionales (textil, corcho) se estancaron
relativamente, mientras que las industrias básicas se desarrollaron en las
regiones de Lisboa, Oporto-Braga, Aveiro-Coïmbra: metalurgia, automóvil
(montaje), siderurgia, astilleros…
Las exportaciones se diversifican y el corcho, el vino y las conservas de
pescado ya no son los únicos productos exportados. A ellos se añaden nuevos
productos agroindustriales (pasta de tomate, pasta de papel) y productos
manufacturados (máquinas, elementos mecánicos, etc.). Una cifra es
significativa: de 1960 a 1971, el volumen de las exportaciones de prendas de
vestir pasó de 0,085 millones de contos (miles de escudos) a 1,8 millones;
en el caso de las máquinas y aparatos (a menudo sólo piezas de recambio) las
cifras para el mismo periodo son las siguientes: de 0,2 millones de contos a
2,5 millones (5). Sin embargo, hay que señalar que una gran parte de las
exportaciones son realizadas por empresas extranjeras establecidas en
Portugal. Cuatro de los principales exportadores portugueses están
controlados total o parcialmente por capital extranjero: Standad-ITT,
Gründig, Calbi-Cellulose y Diamang.
Sin embargo, esta progresión y diversificación de las exportaciones señala
la importancia del mercado europeo para todo un sector de la burguesía
portuguesa. De hecho, es la Europa capitalista el principal cliente y
proveedor de Portugal. Las exportaciones a la Europa capitalista representan
el 65% del total, y las dirigidas a la CEE tienen un peso mayor que las
dirigidas a la AELC. Además, mientras la AELC se desarticula, Portugal ha
firmado un acuerdo de libre comercio con la CEE, lo que hace que su
integración en el Mercado Común sea aún más necesaria para el país.
Hay que subrayar que este proceso de desarrollo industrial fue posible a
partir de una disminución del desempleo y del subempleo, impulsada por el
crecimiento del sector industrial bajo la influencia de las inversiones
extranjeras, por la extraordinaria emigración (en 1972 el número de
emigrantes ascendió a un millón y medio) y por el servicio militar en las
colonias (200.000 soldados sobre un total de 8.200.000 habitantes en 1972).
Este proceso de emigración explica por sí solo, por una parte, por qué el
crecimiento del PNB fue uno de los más elevados de Europa durante el periodo
de 1968 a 1973 (una media del 7,3%), así como el del producto por trabajador
(una media del 6,6%), mientras que el crecimiento del empleo era del 0,5%
anual, y, por otra parte, por qué el subempleo y el desempleo no se
extendieron con más intensidad. Esta disminución del desempleo y del
subempleo durante los años 60 estimuló un aumento de los salarios
industriales de más del 70% entre 1958 y 1965 en la región de Lisboa. Así,
el mercado interior se desarrolló relativamente bien, permitiendo un proceso
de industrialización acumulativo.
Todo el proceso de industrialización provocó una disminución drástica de la
población agrícola, incluida la despoblación del campo en Minho, Beira y en
el Alentejo, que pasó del 50% de la población activa en 1950 al 25% en 1970.
Al mismo tiempo, la clase obrera aumentó, representando más de un tercio de
la población activa. Su composición cambió. A la antigua generación de
trabajadores se unieron trabajadores procedentes directamente del campo, en
su mayoría jóvenes (la media de edad es inferior a 30 años).
La enfermedad de África
Esta evolución del aparato productivo implicaba, por una parte, una cierta
redefinición de las estructuras políticas y, por otra, un intento de
encontrar una solución que conciliara las necesidades contradictorias -dado
el callejón sin salida militar en el que se encontraba el imperialismo
portugués frente a la resistencia victoriosa de los movimientos de
liberación nacional- de reforzar su integración con la Europa capitalista y
de modernizar el "pacto colonial".
El nombramiento de Marcello Caetano [en septiembre de 1968] como sucesor de
Salazar apareció como un acelerador del desarrollo de las tendencias que ya
habían surgido bajo el viejo dictador. La introducción de "tecnócratas"
modernistas en el gobierno -como Joao Salgueiro, subsecretario de
Planificación, Rogerio Martins, ministro de Economía y Xavier Pintado,
ministro de Finanzas- expresaba la voluntad de incorporar un personal
político capaz de hacerse cargo de este proyecto de conjunto, que abarcaba
desde la ampliación del "mercado interior" hasta la integración europea y el
establecimiento del "espacio común portugués". En cuanto a las "aperturas
liberales", no duraron mucho. La fragilidad del capitalismo portugués, la
dificultad de encontrar instrumentos de gestión de la clase obrera y las
tensiones internas derivadas de la guerra colonial acabaron rápidamente con
los tímidos intentos "liberales".
La capacidad de los movimientos de liberación nacional para poner en jaque
los planes militares del gobierno portugués es una de las contradicciones
mayores que pone en tela de juicio todos los proyectos desarrollados por una
parte del equipo gubernamental de Caetano y que provoca, hoy en día, la
crisis abierta en el seno del ejército y de las capas dominantes. En 1969,
el gobierno de Lisboa utilizó el 42% del presupuesto total del Estado en
gastos militares. Esto representa oficialmente el 7,5% de la renta nacional
(Le Monde, 30-3-1972). En 1969 y 1971, el 53% de los gastos extraordinarios
(no presupuestados) fueron dedicados a gastos militares. Según el
"Memorándum del Gobierno portugués a la OCDE", los gastos militares
ascienden por sí solos al 8% del PNB (junio de 1971). Las cifras oficiales
de la contabilidad nacional indican que el 8% del PNB se destina a
"Administración y defensa". Hay que señalar que el aumento de esta partida
fue del 233% entre 1953 y 1971. Cualquiera que sea la exactitud de las
cifras, generalmente subestimadas en las publicaciones oficiales del
gobierno, es fácil comprender el costo de esta guerra colonial, que como
Spínola lo reconoce ahora públicamente, es imposible de ganar en el plano
militar.
Ese costo no es neutro. En el momento mismo en que sería necesario realizar
una serie de inversiones para reforzar el desarrollo industrial y hacer que
el aparato productivo estuviera en mejores condiciones para hacer frente a
los progresos de la integración europea. Así, Rui Patricio, ministro de
Relaciones Exteriores, declaró en 1972: "Debemos adaptar nuestras
estructuras a la evolución del Mercado Común ampliado". El problema es que
el contexto actual no nos es favorable." Al mismo tiempo, una "alta
personalidad" del régimen confesaba a un periodista de Le Monde: "...los
créditos para la guerra serían evidentemente más útiles en otros sectores...
si exceptuamos el gran proyecto petroquímico de Sines... los planes de
desarrollo se resienten evidentemente de la falta de créditos. Y la
incertidumbre de las opciones sigue siendo grande". (Le Monde, 1-4-1972)
Además, los riesgos de un aislamiento político y diplomático de Portugal son
cada vez mayores -a pesar de que el imperialismo internacional (OTAN) ha
sido hasta ahora un defensor acérrimo de la empresa militar portuguesa-, con
las consecuencias que ello puede tener en el plano económico. Hay muchas
presiones, ya sea a favor de una solución independentista, o a favor de un
nivel de estatus estándar para las colonias. A ello se agrega un contexto
económico internacional que no es precisamente favorable al futuro del
capitalismo portugués, afectado además desde 1965 por la inflación,
exacerbada, entre otras cosas, por los gastos militares.
En este contexto, las oposiciones en el seno de la burguesía sobre las
opciones político-económicas y militares resultan exacerbadas. Sectores de
la burguesía industrial y financiera, esencialmente interesados en la
apertura a la Europa capitalista, están cada vez menos dispuestos a
respaldar una política que se convierta en un obstáculo para ese proyecto.
El famoso "Coloquio sobre la política industrial" de 1969 indicaba con
bastante claridad los objetivos de una política deseada por estos sectores.
Las grandes líneas de acción pueden resumirse así: darle prioridad a la
integración europea, desarrollar las infraestructuras, acelerar el proceso
de concentración, racionalizar las empresas y los distintos sectores de
producción. Está claro que este tipo de proyecto es difícilmente conciliable
con la política propuesta al menos por los sectores "ultra" del gobierno,
que hipotecan dicho plan tanto económica como políticamente.
A principios de los años 70, se definieron a nivel gubernamental los
elementos de una política alternativa para superar el obstáculo al
desarrollo que suponían la guerra colonial y el sistema de relaciones
tradicionales con las colonias. La respuesta a los problemas planteados por
la guerra colonial, las victorias de los movimientos de liberación, la
integración europea y las inversiones extranjeras se concretó en los
términos siguientes: contra la guerra colonial, desarrollo y racionalización
de la industria metropolitana. Este plan implicaba, por una parte, ayudar y
estimular ciertas inversiones en las colonias, presionar a los inversores
para que reinvirtieran limitando la masa de capitales a repatriar a la
metrópoli, hacer obligatoria la creación de ciertas empresas de bienes de
consumo para el mercado urbano de las colonias y, por otra parte,
especializar mejor las exportaciones hacia Europa, acelerando el proceso de
modernización del aparato productivo. De este modo, se establecería una
especie de división internacional del trabajo. Esta estrategia tenía por
objetivo reforzar la posición de Portugal para poder plantearse, en las
mejores condiciones posibles, una solución neocolonial, en la que el control
político y militar sería sustituido por el control monetario, bancario e
industrial.
Evidentemente, la realización de tal proyecto requiere medios políticos que
la burguesía portuguesa está lejos de tener, sobre todo porque la capacidad
de los movimientos de liberación en el plano militar se manifiesta con una
fuerza bastante grande. Además, es muy problemático, por no decir imposible,
que el capitalismo portugués pueda competir con los monopolios
internacionales en estos mercados. A este respecto, el ejemplo de la
descolonización holandesa resulta también instructivo.
Por lo tanto, la crisis abierta recientemente en Portugal -en la que se
enfrentaron los partidarios de la solución federalista y autonomista, es
decir, Spínola y Costa Gómez, y los "ultras" que, bajo el liderazgo de
Kaulza de Arriaga, no tienen ninguna intención de flexibilizar su control
sobre las colonias- no debe interpretarse sólo en los términos en que
aparece en el debate dentro de los diversos sectores del ejército. En
realidad, indica que después de más de diez años de guerra colonial,
sectores dinámicos de la burguesía que no están directamente vinculados con
las colonias -como los es todo el sector de la burguesía colonial
financiera, industrial, propietaria de materias primas- están dispuestos a
considerar una modificación radical de la política colonial, tal vez incluso
a "renunciar" a la muy difícil renovación del "pacto colonial" para
privilegiar la perspectiva de la integración con la Europa capitalista. Si
tal opción se materializara, e incluso una política menos radical en las
relaciones con las colonias, correría ciertamente el riesgo de suscitar
corrientes secesionistas entre las capas burguesas blancas de Angola y
Mozambique, que se orientarían entonces hacia Rodesia. La crisis que acaba
de comenzar clarificará seguramente las posiciones y permitirá algunos
realineamientos en el seno de la burguesía portuguesa.
El aumento de las luchas
La inflación creció muy rápidamente, alcanzando el 21% en 1973. El poder
adquisitivo de los trabajadores se vio gravemente atacado. Además, es
probable que la tendencia al aumento del desempleo se vea agravada por el
retorno masivo de trabajadores inmigrantes, dadas las perspectivas
secesionistas que están surgiendo en varios países de la Europa capitalista.
La respuesta de los trabajadores a este ataque al empleo y al poder
adquisitivo podría adquirir mayores proporciones.
Desde la huelga de 1963 en los transportes urbanos de Lisboa, las luchas
obreras se han desarrollado con altibajos. En 1969, hubo huelgas en las
industrias del metal y del automóvil: Ford, General Motors -donde se intentó
ocupar la fábrica-, los astilleros LISNAVE, etc. En julio de 1973, hubo una
huelga en el sector del transporte aéreo y en las filiales de la ITT. En
enero de 1974, en la empresa relojera Timex, en los astilleros LISNAVE, en
la empresa SOREFRAME de Amadora, en las fábricas de Entronoamento
(ferrocarril), etc., tuvierron lugar diversos movimientos, desde un paro de
algunas horas hasta una huelga de tres días (15, 16 y 17 de enero en
SOREFRAME).
Los movimientos son aún limitados, dispersos, y expresan la debilidad de la
organización y la falta de tradición de la clase obrera. Sin embargo, la
concentración de empresas, la aparición de polos industriales, la fusión
entre una capa de trabajadores jóvenes -que no han conocido la
desmoralización- y sectores obreros con cierta tradición pueden reforzar la
capacidad de movilización de la clase obrera.
En 1963/69, la burguesía hizo un intento de "apertura" para tratar de
reorganizar la dirección de la clase obrera. Así, en el momento de la nueva
ley sobre los sindicatos, la "Cámara Corporativa" indicó claramente la
necesidad, pero también la dificultad, dada la destrucción de las
organizaciones reformistas de la clase obrera efectuada por el régimen , de
disponer de instrumentos que pudieran contener el ascenso de estas últimas.
Así decía la Cámara: "...seguimos en la misma situación, a saber: un número
reducido de sindicatos eficaces, la dispersión de los trabajadores en una
multitud de pequeñas organizaciones que no consiguen dotarse de dirigentes a
la altura de sus funciones ni de servicios competentes, y que no gozan del
prestigio que necesitan entre los trabajadores, porque no tienen capacidad
para resolver los problemas de quienes representan. Además, no aparecen ante
las organizaciones patronales como interlocutores válidos, ya que se sabe
que aunque el diálogo pudiera ser interesante, el sindicato no es el centro
de la toma de decisiones. ¡La falta de confianza de los trabajadores en sus
sindicatos da lugar a que sus intereses y aspiraciones se expresen de forma
indisciplinada, desbordando el sindicato y tomando la forma de grupos unidos
por necesidades comunes y que fácilmente pueden verse abocados a actividades
puramente reivindicativas inaceptables"!
Pero el proyecto "liberal" sólo tiene -y tendrá- credibilidad en la medida
en que el margen de maniobra económica sea suficientemente amplio como para
que exista espacio para la formación de organizaciones "reformistas" capaces
de contener la combatividad de la clase obrera sobre la base de concesiones
de cierta importancia. En este sentido, no sólo no habrán podido cuajar los
tímidos intentos de 1963-69, sino tampoco los que se propongan para el
futuro ciertas fracciones dinámicas de la burguesía si consiguen imponer su
voluntad a nivel gubernamental. La represión contra el movimiento obrero no
seguirá siendo, sin duda, patrimonio exclusivo de los "ultras".
En la crisis abierta en el mes de marzo puede insertarse, por lo tanto, el
aumento de las luchas obreras y también del movimiento estudiantil que, en
el marco del "debate" sobre la política colonial de Portugal, debería ser
capaz de tomar iniciativas de apoyo a los movimientos de liberación nacional
de mayor amplitud que en el pasado (las manifestaciones de solidaridad eran
muy limitadas). El "futuro de Portugal" podría ser muy diferente del
previsto en la mejor de las hipótesis por Spínola... (Artículo publicado
originalmente en la revista Inprecor, 11-4-1974)
* Editor de A l´encontre. Co-autor, junto a Daniel Bensaid y Carlos Rossi,
de Lecciones de Abril. Análisis político de la experiencia portuguesa.
Editorial Madrágora, Barcelona, 1976. (Redacción Correspondencia de Prensa)
Notas
1] A partir de finales de los años 60, la construcción de camiones
militares, vehículos anfibios y pequeños blindados, incluido el montaje de
ciertos tipos de aviones, fue realizada principalmente en Portugal.
2] Salgado Matos, «Os investimentos estrangeiros em Portugal», Lisboa, 1973.
3] Christian Rudel, Le Portugal de Salazar, Ed. Ouvrières, 1968.
4] Véase la República, marzo de 1973.
5] Revista Polémica, N° 4, 1973.
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