Francia/ La tierra se levanta. El nuevo ecologismo social. [Daniel Gatti]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Abr 28 14:32:53 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

28 de abril 2023

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Francia



La respuesta estatal al nuevo ecologismo social



La tierra se levanta



En paralelo a las masivas movilizaciones contra la reforma jubilatoria,
ocurrió en Francia una gran concentración ecologista que fue brutalmente
reprimida por la Policía. Ha marcado un hito.



Daniel Gatti

Brecha, 28-4-2023

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El sábado 25 de marzo no era un día cualquiera para el movimiento ecologista
francés y europeo en general: miles de personas se habían dado cita en
Sainte-Soline, una comuna agrícola casi despoblada de la región de
Poitou-Charentes, a unos 400 quilómetros al suroeste de París, para
protestar contra la instalación en los alrededores de la zona bajo el
pretexto de la grave sequía que también golpea a Europa de megaembalses que
beneficiarían a una decena de grandes productores y dejarían sin agua a
muchos otros, pequeños y medianos. El teórico ecologista sueco Andreas Malm
ubicó en Saite-Soline «la primera lucha en Europa contra un proyecto de
adaptación al cambio climático» (Le Monde, 21-IV-23). Pero no solo llegaron
para protestar todos esos manifestantes: también para defender proyectos
agrícolas alternativos que se estaban y se están implementando en la zona.
En Sainte-Soline, resumió Le Monde, se opusieron dos mundos. «Por un lado,
el de la agricultura intensiva, que levanta megaembalses para captar el agua
necesaria para la producción de cereales destinados a la industria
agroalimentaria. Por el otro, los partidarios de una agricultura campesina,
ya sea ganadera u hortícola. Por un lado, el productivismo y las grandes
cosechas. Por el otro, la sobriedad y la agroecología». Y de este segundo
lado, la defensa del agua como recurso público esencial y bien común.



***



En el verde de la llanura del poblado de Sainte-Soline confluyeron, según
los manifestantes, unas 30.000 personas. Llegaron de toda Francia, pero
también de España, Italia, Alemania, los países nórdicos, Suiza. Todo estaba
pensado para que fuera «una fiesta». De resistencia, pero fiesta al fin. El
sociólogo Michel Kokoreff habló incluso de «cierto ambiente a Woodstock»
(AOC media, 4-IV-23).



La Policía rebajó la cifra de presentes a unos 6.000, pero en lo que no hubo
duda alguna fue en el número de agentes que se desplegaron en el área: unos
3.200. Un disparate fuera cual fuera la cifra de concentrados, más aún si,
como lo afirmaba la Policía, no superaban los 6.000.



La idea era marchar hacia el sitio donde se están construyendo las
gigantescas reservas de agua, que por el momento no son más que un cráter en
medio de un desierto verde. La concentración había sido convocada por la
Confederación Campesina, el grupo Bassines Non Merci (‘embalses no,
gracias’) y por Soulèvements de la Terre (‘levantamientos de la Tierra’), un
movimiento que se describe como «una constelación de habitantes en lucha,
asociaciones de defensa del medioambiente, granjeros, grupos naturalistas,
cantinas populares, sindicalistas agrícolas, científicos críticos, grupos
autónomos, movimientos de educación popular, legisladores, ediles» y en cuya
órbita se mueven también publicaciones como Reporterre, Terrestres o
Socialter.





***



No era la primera protesta frente a los sitios de estos embalses. Ya había
habido otra a fines de octubre, que había acabado en enfrentamientos con la
Policía. Pero lo que ocurrió ese sábado de fines de marzo pocos lo podían
prever, incluso teniendo en cuenta los altísimos niveles de violencia de los
cuerpos de seguridad franceses, exhibidos en la represión a las
manifestaciones contra la reforma jubilatoria y antes a los chalecos
amarillos, para citar ejemplos recientes.



«Nadie podía pensar que el Estado estaría decidido a recurrir a todo tipo de
brutalidades para defender ese agujero», dice en un informe publicado el 21
de abril el semanario digital lundimatin. En espacio de hora y media la
Policía lanzó «4 mil municiones», entre balas de goma, granadas de gases
lacrimógenos y granadas de dispersión, dice la publicación. El diario
Libération habló en sus crónicas de «armamento militar». Hubo unos 200
heridos entre los manifestantes, 40 de ellos graves y dos internados en CTI.
Uno, Serge D., sigue aún hoy, un mes después, en coma; un proyectil le
fracturó el cráneo.



La Policía (y buena parte de los medios de comunicación) culpó de los
enfrentamientos a «grupos ecoterroristas», «anarquistas», «ecologistas
radicales» que habrían «agredido a las fuerzas del orden». La Liga de los
Derechos Humanos, una benemérita asociación más que centenaria, acusó, por
el contrario, a los cuerpos represivos de ser responsables de una represión
«salvaje e injustificada» y de haber bloqueado la llegada de los paramédicos
para asistir a los heridos más graves. El ministro del Interior, Gérald
Darmanin, conocido por sus posiciones cercanas a la ultraderecha, amenazó
con disolver a la Liga y sobre todo a Soulèvements de la Terre.





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La idea de ilegalizar a este último movimiento viene de un poco más lejos.
Al parecer, desde diciembre, luego de que el diario de derecha Le Parisien
publicara una nota sobre el «perfil de los militantes ecologistas radicales»
y de los movimientos que «se apartan de las reglas de la República»,
tachados de cercanos a la «ultraizquierda». «Los ministros de este gobierno
parecen decididos a tachar de “ultraizquierda” a todo lo que se interponga
en su camino. Como ese término se recicla, ahora cubre casi perfectamente el
término “opositor”», afirmó por su parte el movimiento en un
manifiesto-declaración publicado días atrás. Y recordó la aprobación
reciente de varias leyes represivas, fundamentalmente una conocida como  ley
contra el separatismo, que ha servido para perseguir y/o asfixiar
financieramente a «decenas de asociaciones sociales, ambientales y
culturales sospechadas de no adherir al “pacto republicano”» en el que se
fundaría «la democracia francesa» o de ser «demasiado críticas».



No soporta este gobierno, ni los sectores sociales que lo apoyan, sostienen
referentes del movimiento, como el antropólogo Philippe Descola o el
filósofo Baptiste Morizot, que se denuncien los privilegios otorgados desde
hace años a los más ricos, reflejados, por ejemplo, en la reforma
jubilatoria, o que se cuestione su modelo productivo. «Nos rebelamos –dice
la declaración de Soulèvements de la Terre– contra la visión del mundo y de
la vida que este gobierno encarna, contra el saqueo del entorno natural, la
desaparición de las tierras cultivables, el acaparamiento del agua, el
aumento de la edad de jubilación, que no es otra cosa que la pantalla del
injusto reparto de la riqueza, contra las mutilaciones a veces fatales
infligidas a nuestros amigos y amigas, hijos, hijas y camaradas».





Según notas aparecidas en lundimatin y el portal Mediapart, el proyecto de
disolución del movimiento y la represión de la concentración de
Sainte-Soline se han vuelto como un búmeran contra el gobierno y dado una
visibilidad a Soulèvements de la Terre que hasta ahora no tenía. Comités
locales de esta «constelación» han surgido por todo el país y su declaración
ha sido firmada por cerca de 100.000 personas.



***



Se había informado que el 19 de abril podía decretarse la disolución del
movimiento. No sucedió. Soulèvements de la Terre piensa que la movilización
está teniendo resultados y que hay en Francia un contexto político y social
extremadamente negativo para un gobierno que marcha hacia un aislamiento que
no tendría vuelta atrás. «No se disuelve una idea. No se disuelve una
rebelión. […] Lo que la mayoría de los habitantes de este país querría
disolver es a este gobierno», dice la declaración-manifiesto del grupo.



Nara Cladera es de una idea similar. Hija de exiliados uruguayos residente
en París, integrante de la comisión internacional de la central sindical
Solidaires y del comité editorial de la revista Utopiques, Cladera piensa
que raramente «la correlación de fuerzas ha sido tan favorable a las fuerzas
populares como ahora» (rel-uita.org, 13-IV-23). «Hace muchos años que no se
veían movilizaciones tan potentes, tan masivas», dijo, y subrayó un punto:
en esas marchas (las enormes contra la reforma jubilatoria, las menos
numerosas pero igualmente importantes contra la reforma migratoria, las de
los chalecos amarillos, la de Sainte-Soline y otras) se está sugiriendo «que
lo legal puede no ser legítimo».

«Esto es fundamental: es una victoria ideológica, un quiebre colectivo de
una importancia histórica», dice.



Soulèvements de la Terre, apuntaba Le Monde, marca «un giro hacia el
activismo» de una generación de ecologistas crecida en torno «al pensamiento
de lo vivo y la antropología de la naturaleza», que reconoce raíces en el
movimiento autogestionario y en épicas luchas sociales, como la resistencia
a la expansión de un campo militar en el altiplano de Larzac en los años
setenta. Aquel combate de tiempo ha que duró una década, hasta el abandono
del proyecto, en 1981, por el primer gobierno de unión de la izquierda desde
el fin de la Segunda Guerra Mundial, fue iniciado por un centenar de
productores lácteos (Larzac está ubicado en la región del roquefort) a los
que el gobierno pretendía expropiarles sus tierras, pero se extendió
rápidamente a toda la región y abarcó a grandes franjas de la generación
post 68: organizaciones maoístas y trotskistas, anarquistas, feministas,
antimilitaristas, restos del movimiento hippie, pacifistas, regionalistas,
movimientos de desobediencia civil, colectivos artísticos.



«Yo los saludo, campesinos de Larzac, y saludo su lucha por la justicia, la
libertad y la paz, la lucha más bella de nuestro siglo XX», escribiría en
1978 Jean-Paul Sartre. Larzac estuvo en cierta manera en el origen del
ecologismo social en Francia y de la vertiente local del altermundialismo, y
sus formas de organización horizontales inspiraron a otros movimientos que
surgieron en las décadas siguientes. Soulèvements de la Terre pretende hacer
de la confluencia de Sainte-Soline un hito, si no del mismo tipo, por lo
menos similar. Tiene resistencias incluso internas al movimiento que convocó
a la concentración, que critican «la violencia» de algunos grupos, pero
Larzac también las tuvo, dicen sus promotores. Y duró en el tiempo e hizo
escuela. «Son momentos estos en que hay que saber definir bien al adversario
y poner el cuerpo», dijo a Mediapart un participante en la movilización de
Sainte-Soline.

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