Argentina/ La derecha dura cautiva al electorado. [Mariano Schuster/Pablo Stefanoni]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Ago 15 12:46:48 UYT 2023


  _____

Correspondencia de Prensa

15 de agosto 2023

https://correspondenciadeprensa.com/

redacción y suscripciones

germain en montevideo.com.uy <mailto:germain en montevideo.com.uy>

  _____



Argentina



La derecha dura cautiva al electorado argentino



Las elecciones primarias argentinas provocaron un terremoto político. Al
primer lugar del libertario Javier Milei se suma el tercer lugar del
peronismo. Nunca la derecha radicalizada había sumado tantos votos.



Mariano Schuster/Pablo Stefanoni *

Nueva Sociedad, agosto 2023

https://nuso.org/



La elección argentina atravesó este domingo 13 de agosto un sismo político.
El candidato libertario de extrema derecha -y outsider de la política
tradicional- Javier Milei obtuvo el primer lugar, con 30% de los votos; la
oposición liberal-conservadora quedó en segundo puesto, con menos votos de
los esperados (28%), y el peronismo, por primer vez en la historia, en
tercer lugar, con 27% de los votos.



Las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) constituyen un
tipo de elección sui géneris: en teoría, sirven para que cada fuerza elija
sus candidatos, pero en la práctica, al votar todo el padrón electoral, son
una pre-primera vuelta, que crean el clima para la verdadera elección que,
en este caso, se llevará adelante el 22 de octubre. Por eso, el análisis de
las PASO tiene dos niveles: por un lado, quién gana cada interna, si es que
hay competencia, y por otro, qué dice la elección sobre la correlación de
fuerzas entre los diferentes partidos y coaliciones.



Sobre lo primero, en Juntos por el Cambio (JxC) hay que destacar la victoria
de la ex-ministra de Seguridad Patricia Bullrich por sobre el alcalde de
Buenos Aires Horacio Rodríguez Larreta. Una victoria, en definitiva, de los
«halcones» contra las «palomas» en la principal fuerza opositora; del «Si no
es todo, es nada» de Bullrich contra la apuesta gradualista de Rodríguez
Larreta. La campaña de Bullrich estuvo dotada de todos los ingredientes:
tuvo, a la vez, un estilo campechano y un fuerte énfasis en la «mano dura»
contra la inseguridad -pero también contra la protesta social-. Su triunfo
en la interna convirtió a Bullrich en una candidata con amplias
posibilidades de acceder a la Casa Rosada. Militante del peronismo
revolucionario de los años 70, Bullrich giró luego a la derecha dura, aunque
mantiene posiciones «liberales» en otras áreas, que se reflejan en su apoyo
a la despenalización del aborto y la aprobación del matrimonio igualitario.



Desde el punto de vista de las primarias propiamente dichas, en el espacio
de Javier Milei no hubo sorpresa, en tanto él era el único contendiente de
su espacio: La Libertad Avanza. Finalmente, en el peronismo, venció con
amplitud el candidato «de unidad» Sergio Massa, un centrista ultrapragmático
apoyado por la ex-presidenta y actual vicepresidenta Cristina Fernández de
Kirchner. No obstante, Juan Grabois, un populista de izquierda cercano al
papa Francisco, consiguió el voto de varios kirchneristas de izquierda que
se resistían a votar por Massa. Los votantes de Grabois tendieron a verlo
como una especie de «kirchnerista puro» que recuperaba parte del relato y
del legado del kirchnerismo original, sobre todo su versión cristinista. Una
situación algo extraña, en la medida en que la propia Cristina Fernández de
Kirchner había apostado por la candidatura del actual ministro de Economía.
La «Jefa» sostuvo la postulación de Massa, luego de la «caída» de la
candidatura de Eduardo «Wado» de Pedro, actual ministro del Interior
perteneciente a La Cámpora, el grupo referenciado en Máximo Kirchner y el
más importante de la estructura cristinista. Luego de que un grupo de
gobernadores pidieran que el candidato fuera Massa, Fernández de Kirchner
dio el visto bueno. La apuesta ideológica de Grabois constituyó, en ese
sentido, un «cristinismo sin Cristina»: un cristinismo ideológico sin el
apoyo real de la figura a la que apelaban ni de la dirigente en la que se
referencian. En síntesis, la única primaria propia de ese nombre era la de
JxC, y allí ganó su versión de derecha.



Esto último conecta con la lectura más general de la elección: nunca antes
la derecha dura obtuvo tantos votos en Argentina: entre Milei y Bullrich
sumaron casi la mitad del electorado. La elección estuvo marcada por la
muerte de Morena Domínguez, una niña de 11 años, el 9 de agosto pasado, en
un robo violento como tantos otros que marcan la cotidianidad del electorado
del denominado Conurbano bonaerense, y, de manera más amplia, por una crisis
económica sin fin que se resume en una inflación de más de 100% anual. En
ese marco, Bullrich capitalizó la crisis de seguridad mientras que Milei
capitalizó la de la economía, apostando por una propuesta de dolarización
que remite a la época del peronista neoliberal Carlos Menem (1989-1999),
cuando el valor del peso estaba atado por ley al del dólar. En este marco,
la izquierda que se encuentra fuera de Unión por la Patria (peronismo y
aliados), agrupada en un frente trotskista, sufrió también un duro revés.



Hubo en esta elección algo del «retorno de lo reprimido» de 2001, un momento
de inflexión en la historia política argentina. Aunque en aquellos días de
saqueos, protestas masivas y un presidente –Fernando De la Rúa– que huyó en
helicóptero de los techos de la Casa Rosada, se impusieron los discursos
progresistas, las salidas ultraliberales estaban en el menú y concitaban
adhesiones significativas: no casualmente, Carlos Menem proclamaba, en las
elecciones de 2003, la necesidad de pasar de la convertibilidad a la
dolarización lisa y llana de la economía argentina, marcada históricamente
por su inflación persistente. La paradoja de toda esta historia es que
Bullrich, la ministra más impopular de De la Rúa en aquellos tiempos, ha
renacido en estas elecciones como un ave fénix, como una suerte de salvadora
de la nación.



Quien más ha conectado con el clima «destituyente», que hoy no tiene masas
en las calles pero sí mucha frustración social, es Milei. El libertario no
solo importó la ideología paleolibertaria del estadounidense Murray Rothbard
-cuyo anarcocapitalismo lo lleva a defender la compra y venta de órganos-
sino también la denuncia de la «casta» como eje de campaña, tomada del
partido español de izquierda Podemos. Milei, quien recibió el apoyo de Jair
Bolsonaro, no se privó de utilizar canciones de rock nacional cantadas
previamente por la izquierda (como las de La Renga o Bersuit Vergarabat) y
hasta del «himno» de 2001: el estribillo «Que se vayan todos… que no quede
ni uno solo», que resonó de manera atronadora en su acto de cierre de
campaña.



Pero el libertarismo de Milei tiene otra dimensión, que solía pasar
desapercibida para los progresistas: su idea de «libertad» resuena en un
mundo popular y de capas medias bajas y en riesgo en el que la demanda de
servicios públicos convive con formas de antiestatismo bastante radicales,
asociadas a la economía moral del «emprendedorismo» informal.



El esquema de subsidios a la pobreza, e incluso la denominada «economía
popular», funciona –de hecho, bastante bien– como paraguas protector en
tiempos de crisis, pero no construyen futuros deseables, hoy más asociados
al «esfuerzo individual». Si bien el liberalismo-conservador de la década de
1980, sobre todo el de Adelina Dalesio de Viola, intentó poner en pie un
thatcherismo popular, su partido aparecía demasiado elitista y su empresa
terminó, además, cooptada por el menemismo, que logró ensamblar peronismo y
reformas estructurales privatizadoras.



Pero Milei ha logrado resultados sorprendentemente buenos en barrios
populares, incluso en zonas peronistas tradicionales como La Matanza y más
aún en las provincias. De hecho, quedó primero en 16 de las 24 provincias y
en dos directamente arrasó, una de las cuales es Salta, en el norte andino
argentino.



Como suele ocurrir con otras derechas radicales de la actualidad, Milei
terminó funcionando como el nombre de una rebelión. De hecho, muchos de sus
votantes no quieren abolir el Estado, comprar o vender órganos o niños,
dinamitar el Banco Central ni acabar con la educación o la salud públicas.
Pero, como se vio en las encuestas callejeras del canal sensacionalista
Crónica TV, decir «Milei», en boca de jóvenes y trabajadores precarizados,
al igual que trabajadores de plataformas, terminó siendo una especie de
«significante vacío» de un momento de policrisis nacional.



Contra lo que cree una parte del progresismo, Milei no fue un producto del
establishment económico ni de los medios: los empresarios se interesaron en
él cuando empezó a crecer –y siempre fue visto como folclórico e
imprevisible– y los medios lo convocan porque les da rating, es decir,
usufructúan más de su popularidad de lo que contribuyeron a crearla, aunque
obviamente las horas de pantalla terminaron por aumentar su performance. Una
excepción es el canal del diario La Nación, LN+, que funciona como una
especie de usina reaccionaria estilo Fox News local.



Milei y Bullrich, a diferencia de Rodríguez Larreta y obviamente de Massa,
encarnaron un discurso refundacional fuertemente antiprogresista. Algo
similar, pero ideológicamente invertido, a los de la «marea rosa» de los
años 2000. Un arma en manos de los votantes para dinamitar el «sistema», sea
lo que esto signifique para cada quien.



Del lado del peronismo, la estrategia de Cristina Fernández de Kirchner
llevó a un callejón sin salida. La precandidatura de «unidad» de Sergio
Massa, el actual ministro de Economía que debe lidiar con una inflación
anual de más de 100%, fue además rechazada en los hechos por gran parte de
la militancia, que lo veía como un «traidor» por su pasado reciente
antikirchnerista. Pese a los «operativos clamor» de la militancia, Cristina
no solo no cedió, sino que, tras sostener brevemente una malograda
candidatura de su propio espacio, la del ministro del Interior Eduardo
«Wado» de Pedro, decidió apoyar a Massa, una figura que muchos kirchneristas
consideran «de derecha». Aunque las listas para el Congreso están llenas de
fieles, entre los kirchneristas más «creyentes» reina la desazón. Es la
tercera vez (2015, 2019, 2023) que, pese a que Cristina es una de las
políticas más importantes del país, el kirchnerismo no lleva candidato
propio a la Presidencia. Aunque en 2019 ella participó en la fórmula como
vicepresidenta, desde el kirchnerismo siempre se habló del gobierno como si
fuera algo ajeno (aunque este sector controló gran parte del presupuesto
nacional bajo la gestión de Alberto Fernández, hoy despreciado por la
ex-mandataria). Las alarmas ya venían sonando desde el llamado Conurbano
bonaerense, donde el peronismo tiene sus principales bastiones. Allí se
juegan dos elecciones en paralelo: el voto peronista de estas populosas
localidades debía servir para impulsar al candidato presidencial, Sergio
Massa, pero también para garantizar la reelección del gobernador Axel
Kicillof, un hombre de Cristina Fernández de Kirchner. El problema es que,
como señaló un estratega del gobernador, entre las potenciales bases del
peronismo reina el abatimiento.



Por razones diferentes, en el peronismo hay un clima parecido al de 1983,
cuando la derrota dio paso a la renovación. Pero ¿qué significa hoy
renovación? ¿Cómo podrán realinearse los diferentes planetas del universo
peronista –gobernadores, alcaldes, sindicatos, agrupaciones–? ¿Qué papel
tendrá Fernández de Kirchner, golpeada por este resultado?



En una entrevista reciente con Nueva Sociedad, el periodista Martín
Rodríguez señaló que el kirchnerismo es, sobre todo, una «estructura de
sentimiento». Como señalamos en otro artículo, esa «estructura de
sentimiento» no solo interpeló a buena parte del peronismo, sino que atrajo
a los restos de diferentes culturas políticas de izquierda: comunistas,
socialistas, populistas de izquierda, autonomistas del 2001, nostálgicos de
la lucha armada de los 70, activistas de derechos humanos. Su discurso
«setentista» logró, además, dotar de un sentido histórico a la derrota
política y militar frente a la dictadura: todo ese sufrimiento, que incluyó
una «generación diezmada», habría valido la pena. El país finalmente estaba
siendo refundado. El Bicentenario, en 2010, selló, como señaló la ensayista
Beatriz Sarlo en su libro La audacia y el cálculo, la escenificación de ese
nuevo país «inclusivo» en el momento de apogeo del kirchnerismo. Pero hoy
esa estructura de sentimiento se encuentra seriamente averiada. Cristina
Fernández de Kirchner no puede explicar, ante los «creyentes», sus propias
decisiones. Y esos «creyentes», sin cargos ni aspiraciones a cargos, son la
base no solo electoral sino también emotiva de su proyecto político. La
vicepresidenta parece haber quedado entrampada en una mezcla algo curiosa de
ideologismo y pragmatismo. Los diferentes peronismos parecieron
neutralizarse entre sí.



El país avanza, azorado, hacia las elecciones del 22 de octubre. Las
preguntas son más que las respuestas: ¿podrá Milei utilizar este resultado
como palanca para seguir creciendo, o el efecto vértigo de que un
«anarcocapitalista» que quiere dinamitar el Estado llegue a la Casa Rosada
activará algún tipo de freno de emergencia? La «locura» de Milei ¿le
permitirá a Bullrich aparecer como más razonable, como ocurrió con Marine Le
Pen contra el ultra Éric Zemmour en Francia?  El peronismo ¿podrá mostrar
algún reflejo para no terminar de nuevo en tercer lugar?



Los analistas están reseteando sus GPS.



* Mariano Schuster, es periodista. Es editor de la plataforma digital de
Nueva Sociedad. Fue jefe de redacción de las publicaciones socialistas
argentinas La Vanguardia y Nueva Revista Socialista. Colabora con medios
como Letras Libres y Le Monde diplomatique, entre otros. Es coautor de Mario
Bunge y Carlos Gabetta (comps.): ¿Tiene porvenir el socialismo? (Eudeba,
Buenos Aires, 2013).

Pablo Stefanonio, jefe de redacción de Nueva Sociedad. Coautor, con Martín
Baña, de Todo lo que necesitás saber sobre la Revolución rusa (Paidós, 2017)
y autor de ¿La rebeldía se volvió de derecha? (Siglo Veintiuno, 2021).

  _____





--
Este correo electrónico ha sido analizado en busca de virus por el software antivirus de Avast.
www.avast.com

------------ próxima parte ------------
Se ha borrado un adjunto en formato HTML...
URL: http://listas.chasque.net/pipermail/boletin-prensa/attachments/20230815/52262804/attachment-0001.htm


Más información sobre la lista de distribución Boletin-prensa