Brasil/ Retomar el exterminio. El genocidio Yanomani y la política bolsonarista. [Marcelo Aguilar]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Feb 11 13:45:48 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

11 de febrero 2023

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Brasil



El genocidio Yanomani y la política bolsonarista



Retomar el exterminio



Afincado sobre tierras ricas en recursos minerales, el pueblo yanomami sufre
un acoso histórico, inaugurado en su etapa actual por la dictadura militar y
continuado con celo por el bolsonarismo. El modelo de «desarrollo» amazónico
de los militares parió incluso la estrategia discursiva que hoy Bolsonaro
usa para desestimar el genocidio.



Marcelo Aguilar, desde San Pablo

Brecha, 10-2-2023

https://brecha.com.uy/



Afincado sobre tierras ricas en recursos minerales, el pueblo yanomami sufre
un acoso histórico, inaugurado en su etapa actual por la dictadura militar y
continuado con celo por el bolsonarismo. El modelo de «desarrollo» amazónico
de los militares parió incluso la estrategia discursiva que hoy Bolsonaro
usa para desestimar el genocidio.



«El niño yanomami ya había vivido 1.095 días, pero pesaba lo mismo que un
bebe recién nacido. Tres años y 3,6 quilos», así comienza el reportaje «No
conseguimos ni contar los cuerpos», publicado por Sumaúma el 20 de enero, un
testimonio que impactó a Brasil y reveló al mundo la magnitud del horror
vivido por el pueblo yanomami. Según datos citados en el texto y obtenidos
del personal de salud de la zona, entre 2019 y 2022 murieron 570 niños por
causas evitables, o sea, por falta de atención médica. La narración sigue:
«Ese número traduce lo que muestra una serie de fotografías recibidas por
Sumaúma: cuerpos de niños y ancianos con pieles que apenas cubren los
huesos, tan fragilizados que apenas parecen poder mantenerse en pie.
Costillas que parecen perforar los cuerpos minúsculos contrastan con
barrigas enormes, pobladas por lombrices». El impacto de las fotos
publicadas fue tal que al día siguiente el presidente, Luiz Inácio Lula da
Silva, visitó la tierra indígena yanomami, en el estado de Roraima,
fronterizo con Venezuela. Lo hizo acompañado de la ministra del flamante
Ministerio de los Pueblos Indígenas, Sônia Guajajara, la nueva presidenta de
la Fundación Nacional de los Pueblos Indígenas (FUNAI), Joênia Wapichana, y
otros cuatro ministros de Estado.



En conversación con Brecha, Talita Bedinelli, una de las autoras del
reportaje, analiza los motivos que llevaron a una reacción tan fuerte: «Es
la primera vez que tenemos imágenes tan dramáticas. Pero además el ciclo de
la noticia se expandió al haber una reacción política importante. Lo
diferente ahora fue que el gobierno actuó, dándole al hecho la gravedad que
tiene. Esto llevó la noticia más allá de los nichos que se preocupan por las
cuestiones indígenas». Tras la visita gubernamental, el Ministerio de Salud
declaró la emergencia sanitaria y se inició un proceso inmediato de rescate
de los casos más graves.



Desnutrición, malaria, neumonía, deshidratación, explotación sexual de
mujeres y niños. El panorama es desolador. ¿Cómo llega a esta situación un
pueblo que vive hace tantos años en la selva amazónica? No hay una única
respuesta, pero no hay respuesta posible sin considerar un factor: la
invasión garimpeira.



Invasión criminal



«Se escucha mucho eso de por qué ellos no están cazando y plantando para
paliar el hambre si allá hay tierra de sobra. La gente tiene que entender
que en esa región fue colocado un actor externo que destruyó el modo de vida
de esas personas, que destruyó una cultura entera y que contaminó sus ríos»,
dice Bedinelli. Se refiere a la invasión de la minería ilegal en la tierra
yanomami, factor determinante para entender las calamidades a las que este
pueblo ha sido sometido. El mayor líder político y espiritual de la etnia,
Davi Kopenawa, dijo a Folha de São Paulo el 27 de enero: «Los yanomamis
nunca habían muerto de hambre. Tengo 66 años y cuando era pequeño nadie se
moría de hambre. Pero ahora el garimpo está matando a mi pueblo».



La tierra indígena yanomami abarca 9,6 millones de hectáreas (un área
equivalente al estado de Santa Catarina o a medio Uruguay), donde viven más
de 28 mil indígenas, distribuidos en 371 comunidades. De acuerdo al jefe del
departamento de recursos minerales del Servicio Geológico de Brasil,
entrevistado por Folha, el subsuelo de la zona está formado «por tierras
antiguas, de un tipo en el que acostumbra encontrarse oro, cobre, zinc,
níquel, platino y otros metales importantes usados en la industria
electrónica y de transición energética». Con la reciente valorización del
oro en el mundo, explica el matutino brasileño, la apuesta a la minería
ilegal puede resultar muy redituable para los inversionistas. Incluso si la
búsqueda del mineral fracasa en repetidas ocasiones, un solo hallazgo
significativo de oro puede terminar pagando todos los intentos fallidos.



En 2018, año en que Jair Bolsonaro ganó la elección, el área ocupada y
deforestada por garimpeiros en la tierra indígena yanomami era de 1.200
hectáreas. En diciembre de 2021, ya se había duplicado: 3.272. En agosto de
2022, los últimos datos disponibles publicados por Sumaúma muestran la
destrucción de 4.411 hectáreas. En 2020, en plena pandemia, los líderes
yanomami advertían al mundo del avance descontrolado de la explotación
minera, que los tenía cercados. Kopenawa dijo ese mismo año en las Naciones
Unidas: «La ONU precisa hablar con las autoridades de Brasil para retirar
inmediatamente a los garimpeiros que nos cercan en nuestra selva». Y destacó
especialmente la situación de los indígenas no contactados: «Tal vez en
breve sean exterminados […]. Sin dudas los garimpeiros los van a matar con
sus rifles y sus enfermedades».



Nada se hizo en aquel momento. Bedinelli señala la inacción del gobierno de
ultraderecha: «En marzo de 2022, una unidad de salud de la zona fue invadida
por garimpeiros –que tomaron la pista de aterrizaje– para usarla como
depósito de combustible. Expulsaron a los equipos de salud y durante nueve
meses el gobierno no hizo nada».



«Una estructura pública ocupada por un grupo armado, funcionarios públicos
acosados y retirados de la región, y el gobierno simplemente no hizo nada»,
afirma la periodista. Datos oficiales obtenidos por Sumaúma a través de la
ley brasileña de acceso a la información muestran que desde julio de 2020,
los casi 20 mil garimpeiros que han invadido el territorio yanomami han
obligado a cerrar en 13 ocasiones los puestos de salud que atienden a los
indígenas. En este momento, cinco de esos puestos no funcionan, uno desde
hace ya un año y medio.



Combate político



En las últimas semanas, el presidente de la república prometió acabar con
esta actividad. Este martes, Lula tuiteó: «No vamos a permitir el garimpo
ilegal en tierras indígenas. Estamos en proceso de retirada de garimpeiros
ilegales en Roraima. La situación en que se encuentran los yanomami cerca
del garimpo es degradante. Precisamos investigar las responsabilidades.
Quien permitió eso tiene que ser responsabilizado».



En línea con esa promesa, el gobierno ha iniciado algunas acciones
concretas. Según explicó en conferencia de prensa este lunes el ministro de
Justicia, Flávio Dino, el plan de remoción se dará en dos etapas. La
primera, que ya fue implementada, es la suspensión del tráfico aéreo y
fluvial en la región con el objetivo de interrumpir el abastecimiento de los
campamentos y que los invasores salgan de forma pacífica. En esta primera
etapa, el gobierno reforzó la presencia en Roraima de la Fuerza Nacional
(una cooperación conjunta de las diversas policías militares y policías
civiles brasileñas, bajo la égida del Ministerio de Justicia) para proteger
las unidades de salud y las bases de la FUNAI. Según el ministro, están
logrando ese primer objetivo: «El flujo de salida ya alcanza los miles y
nuestra previsión es que aumente en los últimos días».



Cuando se inicie la segunda etapa, la de las acciones policiales
coercitivas, prevén que 80 por ciento del contingente clandestino esté fuera
de la tierra indígena. Esta segunda fase incluye la aprehensión y
destrucción de equipamientos –con el fin de evitar que sean reutilizados en
el futuro–, una medida de combate al garimpo que Bolsonaro siempre criticó.



Bedinelli, que acompaña estos asuntos de larga data, cree que el
enfrentamiento con los mineros ilegales no será nada fácil: «El garimpo no
es solamente el tipo que está ahí trabajando casi como esclavo, el garimpo
es toda la fuerza social y política que tiene el dinero para poner el avión
y llevar las maquinarias y a esas personas hasta ahí. Son operaciones
carísimas, y quienes las coordinan y financian son gente muy bien
relacionada, con gran capital político». Sin embargo, cree que no hay mejor
momento que este para emprender esa batalla: «Cuando el gobierno recién
asume, tiene un capital político fuerte que le permite hacer enfrentamientos
importantes. Si se demora y se debilita políticamente, no se hace más».



Definir el horror



«En la tragedia yanomami hay un aspecto político determinante que son estos
cuatro años de total abandono por el Estado, un abandono que no es casual,
sino deliberado. Ha sido una verdadera política de Estado. Parece un intento
de exterminio de un grupo entero de seres humanos», dice Bedinelli a Brecha.
Una de las discusiones públicas de los últimos días, en medio a la
emergencia humanitaria, ha sido cómo definir jurídicamente el horror que se
vive en Roraima.



Según la legislación brasileña, comete crimen de genocidio quien «con la
intención de destruir, totalmente o en parte, a un grupo étnico, racial o
religioso» haga –entre otras– las siguientes cosas: «a) mate a miembros de
este grupo; b) cause lesión grave a la integridad física o mental de sus
miembros; c) someta intencionalmente al grupo a condiciones de existencia
capaces de ocasionarle la destrucción física total o parcial». Todos estos
factores están presentes en el caso yanomami. Para Bedinelli, es la Justicia
la que tendrá la última palabra: «Esos crímenes se han llevado adelante y
son innegables. La situación es dramática y los niños murieron por falta de
atención médica provocada por el garimpo, que expulsó a los equipos de salud
de esos territorios. Es al tratar de entender si podemos caracterizarlo como
algo que se hizo de forma deliberada para exterminar una población, una
cultura, que entramos en la discusión de si hubo o no genocidio. Para mí,
los indicios son muy claros de que hubo una tentativa deliberada de
exterminio, pero quien tiene que determinar eso son los tribunales».



En Brasil ya existe un antecedente histórico que terminó marcando el uso del
término genocidio para referirse al proceso de persecución contra los
yanomami. Se trata de la matanza de 12 indígenas a manos de garimpeiros en
1993 y recordada como la masacre de Haximu, por la que cinco personas fueron
condenadas por el crimen de genocidio, condena ratificada en 2006 por el
Supremo Tribunal Federal. El 30 de enero de este año, un ministro de ese
órgano, Luís Roberto Barroso, abrió una investigación para determinar la
posible comisión del crimen de genocidio por el gobierno de Bolsonaro.



Hijos de la dictadura



La tierra indígena yanomami fue demarcada en 1992 tras una amplia
movilización y presión internacional. Por entonces, ese pueblo sufría una
invasión garimpeira comenzada en la década del ochenta y facilitada, en gran
medida, por las políticas de «desarrollo» impulsadas en la zona por la
dictadura militar. En 1989, un juez determinó la expulsión de los mineros,
que se dio con violencia y enfrentamientos, en medio de un pedido de prisión
contra el entonces director de la Policía Federal, Romeu Tuma, por
connivencia con los garimpeiros. Tuma, represor de la dictadura, había
dirigido previamente el tristemente célebre Departamento de Orden Político y
Social del régimen militar, donde se secuestraba y torturaba a opositores.



En referencia a aquella primera invasión del garimpo, los militares
brasileños han mantenido a lo largo de los años un discurso que Bolsonaro
repetiría durante su gobierno: el de la «farsa yanomami». A farsa ianomâmi
es justamente el título de un libro escrito por el coronel Carlos Alberto
Lima Menna Barreto, comandante de frontera entre 1969 y 1971, y luego
secretario de Seguridad de Roraima. Publicado por la Editorial de la
Biblioteca del Ejército en 1995 –tres años después de la creación de la
reserva yanomami–, el libro reivindicaba el garimpo y clamaba por su regreso
a la zona: «Primero que nada es preciso anular la creación de la reserva
yanomami. Luego, se debe reglamentar la explotación de oro, diamantes y
otros minerales por personas físicas y empresas, de modo de estimular esas
actividades».



Esta semana, desde Estados Unidos, Bolsonaro ha dicho que las denuncias
sobre la situación actual de los indígenas son otra «farsa de la izquierda»
y ha defendido una vez más la explotación minera en tierras indígenas,
reafirmando lo que dijo en una visita oficial a un área de garimpo ilegal en
Roraima, en octubre de 2021, mientras se consumaban los crímenes contra los
indígenas.



El libro del coronel Lima Menna Barreto también denunciaba el peligro de una
«internacionalización de la Amazonia», una tesis luego usada por Bolsonaro
durante todo su gobierno para combatir la reacción internacional frente al
estrepitoso aumento de la destrucción amazónica. Según esta visión, las
denuncias sobre la situación ecológica y humanitaria en la Amazonia son un
invento de lo que hoy se llama globalismo, una retórica que solo disfraza un
interés extranjero por apoderarse de los recursos de la zona. La publicación
llegaba a insinuar que los yanomamis ni siquiera existen, sino que fueron
inventados como etnia con el solo fin de ser colocados encima de tierras
ricas en recursos, y defendía la idea, también repetida por Bolsonaro, de
«integrar» a los indígenas a la «civilización».



Para Bedinelli, «Bolsonaro es un continuador de la dictadura, que convive
permanentemente con un tipo de pensamiento conservador e ignorante –muy
frecuente en círculos de extrema derecha–, que no respeta la diversidad
cultural brasileña y que ve a la Amazonia como un gran depósito de recursos
financieros». En la misma entrevista a Folha citada anteriormente, Kopenawa
decía: «Ellos piensan: “Esta selva es nuestra, vamos a arrancar el oro del
suelo, cortar los árboles e instalar aquí a otros blancos que precisen la
tierra, criadores de ganado, colonos. Y vamos a acabar con los yanomami”».

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