Lecturas/ "Montaigne ayudaría a Giorgia Meloni a entender que amor y reproducción no son lo mismo". [Nuccio Ordine - Entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Ene 15 14:37:41 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

15 de enero 2023

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Lecturas



Nuccio Ordine, escritor y profesor



“Montaigne ayudaría a Giorgia Meloni a entender que amor y reproducción no
son lo mismo”



Esther Peñas

Ctxt, 6-1-2023

https://ctxt.es/



Nacido en Calabria hace 64 años, Nuccio Ordine, el “ensayista italiano más
conocido en el mundo”, como lo apoda la prensa de su país, causó un gran
alboroto editorial con su pequeño ensayo La utilidad de lo inútil, una
defensa apasionada de la cultura. Las veintisiete ediciones en España dan
cuenta de ello. Entonces, el maestro George Steiner estaba vivo y lo
calificó de “obra maestra”. Ahora acaba de publicar Los hombres no son islas
(Acantilado), en el que hace dialogar a los clásicos (Rilke, Séneca, Pascal,
Shakespeare, Borges, Conrad, Brecht, Camus, Cicerón, Celan…) con los
problemas de hoy en día: intolerancia, feminicidios, depauperización
democrática, deforestación…



En el entretanto, algunos otros títulos suculentos: Los retratos de Gabriel
García Márquez, Clásicos para la vida. Una pequeña biblioteca ideal o Tres
coronas para un rey. La empresa de Enrique III y sus misterios, y el Premio
de Honor de la Fundación Fair Saturday, que reconoce a “personas y
organizaciones que generan un impacto social positivo a través del arte y la
cultura” y más de diez millones de visualizaciones de algunas de sus
intervenciones públicas.



-Antes de entrar en materia, ¿cómo se reconoce un clásico?



Hay una definición más o menos universal: un clásico es siempre nuestro
contemporáneo, podemos reconocerlo como próximo, como uno de los nuestros,
un clásico nos habla de las cosas que nos importan, de nuestra vida, aunque
esté escrito hace quinientos años. Leer a Homero, Shakespeare, Montaigne o
Cervantes no significa solo conocer las ideas de su tiempo, significa que
hay cosas en esos textos que pueden responder a preguntas de un hombre de
hoy, que hablan a nuestra contemporaneidad.



.¿En la postmodernidad se lee menos a los clásicos que en otras épocas?



Este es un tema importante: la vida de un clásico depende mucho de las
instituciones como la escuela y la universidad. Un clásico hoy en día no
ocupa el lugar de honor que los clásicos tenían en otro tiempo; hace treinta
años, por ejemplo, eran muy importantes en la formación de un ciudadano
medio, no solo entre los estudiantes de humanidades, sino entre científicos
o técnicos. Cualquier persona tenía una cultura básica más rica y amplia que
la de hoy en día, porque desafortunadamente los clásicos están muy
marginados en la enseñanza, hay resúmenes de los clásicos, manuales que
hablan de ellos y pequeños ensayos, pero los estudiantes no tienen una
relación directa con la lectura íntegra de un clásico.



-¿Qué explicaría, a su juicio, ese arrumbamiento de los clásicos en la
enseñanza?



Es que los clásicos pueden salvarnos, pero si la escuela y la universidad no
apuestan por ellos, es difícil imaginar su futuro. Para nuestra sociedad, lo
más importante es el tiempo del que se dispone para hacer dinero, el tiempo
para trabajar, para producir. Esto ha impregnado a la escuela y a la
universidad, olvidando que “escuela”, etimológicamente viene del griego y
del latín “scholé”, que significa “ocio, tiempo libre”, es decir, tiempo
para ti mismo, tiempo libre de cualquier utilitarismo. La escuela es inútil.
Ahora nos han hecho creer que hay que estudiar para aprender una profesión,
y eso es muy peligroso: no hay que elegir los estudios en función de la
profesión sino en función de aquello que te apasiona. Hay que retomar la
idea de la vieja pedagogía, cuya función era formar ciudadanos cultos y
solidarios, no egoístas, como los partidos de derechas intentan imponer.



-¿De qué nos salvan los clásicos? ¿Cómo nos ayudan a vivir?



Los clásicos tienen mucho que decirnos sobre el arte de vivir, y en
particular sobre la manera de resistir a la dictadura del utilitarismo y el
lucro. Pensamos que la dignidad humana se puede medir con el dinero, no es
así; la dignidad humana se mide con el saber, con el conocimiento, con la
solidaridad. Le pondré tres ejemplos que aparecen en Los hombres no son
islas. En la Metafísica de Aristóteles, le preguntan para qué sirve la
filosofía. El maestro responde que no sirve, porque no es servil. La
filosofía educa para ser un hombre libre. En un texto de Baltasar Castellón,
un escritor del Renacimiento, sobre la condena a muerte, en la hoguera, de
Miguel Servet, en 1553, explica que afirmar la propia fe no significa matar
a un hombre; la fe puede significar sacrificar tu propia vida, pero nunca
matar a otro. Calvino lo acusa de hereje, y lo hace matar. Este texto de
Castellón es muy actual para que los fundamentalistas entiendan que lo que
hacen no los convierte en hombres de fe, que no son religiosos. El último
ejemplo, un texto de Gramsci, Odio a los indiferentes, nos hace comprender
que cuando veo a una persona que vive en la calle y yo sigo mi camino,
siendo indiferente a ella, me convierto en cómplice de la sociedad que
permite que haya personas viviendo en la calle. La indiferencia es cómplice
del mal. Gramsci nos ayuda a comprender la importancia de la solidaridad
humana porque, como decía John Donne, “los hombres no son islas”. Una vida
vivida para ti mismo es una vida miserable, mísera, una vida que no vale
nada. Solo las cosas que hacemos para y con los demás permiten encontrar un
sentido verdadero a la vida. Esta visión insular, aislada del hombre,
separado de los otros es una visión egoísta y falsa, porque los hombres
estamos conectados, la humanidad es una. Es lo que escribió Virginia Woolf
en Las olas, esa misma idea. Cada ser humano es como una ola en el océano,
esa ola se levanta, y durante el tiempo que se levanta es única e
irrepetible, y después regresa al océano. Sin fraternidad entre los hombres
no se puede imaginar un futuro para la humanidad.



-Siempre, con mayor o menor intensidad, leemos a los clásicos, pero la
humanidad no mejora, ¿es porque los leemos mal o porque no los leen las
personas apropiadas?



Existe el mismo problema con la historia, magistra vitae, es verdad, pero el
hecho de que el hombre puede errar de nuevo y cometer el mismo error una vez
que la historia te ha mostrado qué ocurría o un clásico te ha informado de
las consecuencias no significa que no sirvan. Los clásicos y la historia no
tienen la varita mágica para resolver los problemas, pero es legítimo
preguntarse qué mundo habríamos tenido sin los clásicos, sin la cultura, sin
la historia: un mundo mejor no creo. Leer a los clásicos y estudiar historia
no evita las catástrofes, pero rebaja el nivel de barbarie que albergamos
dentro. Este debate lo tuve muchas veces con George Steiner, porque él sabía
que los nazis escuchaban música clásica, apreciaban el arte, leían, pero
masacraban judíos inocentes. La cultura es como el amor: no puede obligar,
es una invitación a hacer cosas. Muchos aceptan esa invitación, y se vuelven
menos bárbaros. Otros muchos la rechazan.



-En su libro hay únicamente dos autores (Borges y Rulfo) en lengua
castellana, pero no está incluido Cervantes –a quien ha mencionado varias
veces en esta conversación– o  Quevedo, ¿a qué se debe?



He escrito una trilogía, Utilidad de lo inútil, en el que se deja claro que
el héroe de Cervantes, Don Quijote, es el héroe por excelencia de lo inútil.
El Quijote es un compañero de vida magnífico, casi insuperable. En Clásicos
para la vida no aparece Dante, lo cual para cualquier italiano pudiera
parecer una provocación. Pero los autores que menciono en estos libros no
los he elegido en función de un canon, sino que responden a la exigencia de
hablar a mis alumnos de problemas de hoy. No me importa el canon. Por
ejemplo, cada día mueren mujeres asesinadas por sus parejas, sus padres, sus
hermanos, sus vecinos. En Los hombres no son islas hablo de El Principito.
Antoine de Saint-Exupéry nos hace comprender que no es el amor el que hace
sufrir, sino el deseo de poseer al otro, de considerar al otro un objeto de
tu propiedad. Hace poco, en Italia tuvimos un caso de una mujer paquistaní
asesinada por el padre cuando se enteró de que se iba a casar con un hombre
que no era musulmán. El padre la mata en la locura de creer que su hija le
pertenece. Con estas lecturas intento que mis alumnos, y por extensión mis
lectores, entiendan que los clásicos no se leen para aprobar un examen sino
para reflexionar sobre la vida y sus problemas.



-¿Cómo calificaría la salud, el vigor, la poesía de la literatura actual?



Es una pregunta un tanto difícil de responder porque no es mi especialidad,
aunque leo bastante. Mi impresión es que, hoy en día, en la literatura
domina la idea de “bellezas fáciles”, una fórmula que explicó de manera
brillante Tocqueville cuando visitó los Estados Unidos y se dio cuenta de
que la gente estaba volcada en hacer dinero, y no tenía tiempo para la
literatura, el conocimiento, la filosofía, el arte, que consideraba inútiles
para su propósito. Sin embargo, deseaban disfrutar de ellas, y para ello
encontró esas “bellezas fáciles”, sucedáneos, libros que no requerían
esfuerzo, que se leían de a cinco minutos, en el metro, caminando incluso,
libros que se leían deprisa, de consumo inmediato, sin que dejaran huella
alguna. Los libros más vendidos son recetas de cocina, cómo hablar en
público, cómo conseguir el éxito o la felicidad… creo que ha bajado mucho el
nivel medio de los libros que se publican, y ahí la gran responsabilidad
está en las editoriales, que van comprando sellos independientes haciéndoles
bajar su calidad, para unificar la marca. Hay pocas editoriales que apuesten
por contribuir a formar a mejores ciudadanos y hacerlos más libres.



-“La naturaleza que desprecia su origen no es capaz de sujetarse”. ¿Esto
puede aplicarse a esos escritores que no leen a sus mayores?



Vivimos en un mundo con la paradoja de que hay más escritores que lectores;
¿se puede escribir sin leer? Para mí, es imposible. La historia de la
literatura es la historia de decir y emplear imágenes y citas de otros; cada
clásico que repite las imágenes, las ideas de sus mayores, siempre dice
cosas nuevas. Este es el desafío apasionante de la literatura; Cervantes
repite las cosas que estaban en la literatura caballeresca, pero lo que dice
Cervantes es muy diferente a lo que dicen los otros, y proyecta contenidos
muy diferentes.



-¿Qué nos dice una biblioteca de su dueño?



Hay una reflexión interesante de Marguerite Yourcenar en Memorias de
Adriano: “Mis primeras patrias fueron los libros”. Una casa habla mucho de
la persona que la habita, y también su biblioteca. Yo me crie en una casa
sin libros porque mis padres no habían tenido la oportunidad de estudiar.
Claro que también hay algo “mágico” en tener libros en casa, y algo, en
ocasiones, de engaño. Cuando estudiaba en la universidad, para ganar dinero,
vendía libros a plazos de la editorial Einaudi, algo similar al Círculo de
Lectores español. Me pasaba el día visitando casas para que la gente
comprara enciclopedias, colecciones de arte, etc. Muchas veces, la pregunta
que me hacían era: “¿De qué color es?”. Una pregunta bizarra que significaba
que hay gente que compra libros, o una enciclopedia de veinte tomos, solo
porque hace juego con el resto de los muebles y le da un toque de cultura al
hogar.



-¿En toda biblioteca hay algún intruso?



¿Qué entiende usted por intruso?



-Un libro que pudiera, de alguna manera, avergonzarle, o que desafinase con
el resto de títulos…



No creo que haya libros que no deban estar en una biblioteca. En la
Biblioteca Nacional de Francia hay una sección llamada “Infierno”, donde
están los libros libertinos, eróticos. Estaban colocados lejos de la mirada
pública. Es difícil pensar en un intruso al hablar de una biblioteca, al
menos de la mía… creo que soy un hombre muy curioso y quizás por ello
podrían encontrar en mi casa libros que no hubiera pensado que tuviera. Pero
creo que es mejor ser curioso que especialista.



-¿Qué clásico recomendaría leer a Giorgia Meloni?



… Montaigne, por ejemplo. Tiene un texto sobre la naturaleza que le haría
comprender que el discurso que hizo en Andalucía, con sus amigos de Vox, es
un discurso tonto, lleno de mentiras. Montaigne explica que a lo largo de
los siglos ha habido personas que han utilizado a la naturaleza para
respaldar su discurso, falseándola. Meloni, cuando habla de “la familia
natural” dice una solemne tontería, porque tal cosa no existe. Para ella, la
“familia natural” es el papá, la mamá y los hijos. Y, según ella, eso nos lo
enseña la naturaleza. Pero si lo natural es nuestro baremo para establecer
la verdad, tenemos que ser coherentes, porque, por ejemplo, el león no
escoge una única leona para su “familia natural”, escoge a todas las de la
manada. ¿Eso es la familia natural? Tal vez Montaigne le hiciera comprender
a Meloni que el amor significa otras cosas que no tienen que ver con la
reproducción, que el amor de un hombre a otro hombre, de una mujer a otra
mujer es tan legítimo como cualquier otro tipo de amor. Creer que el amor
tiene que ver solo con la reproducción es muy pobre. El físico Richard
Feynman, que recibió el Nobel en 1965, afirmó en su discurso que la física,
como el conocimiento, no busca solo finalidades prácticas, y comparó la
investigación científica con el sexo: pueden tener resultados concretos,
claro, pero no es solo por eso por lo que lo practicamos, sino sobre todo
por el placer de conocer.

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