Guatemala/ Los que escuchan el dolor. [Carmen Quintela Babío]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Jul 17 14:38:43 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

17 de julio  2023

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Guatemala



Los que escuchan el dolor



En Guatemala, un país con altos índices de criminalidad urbana, un equipo
del laboratorio forense pasa días escuchando y analizando frases, letras,
timbres, vibraciones, de audios que anticipan homicidios. El sentido del
oído y su entrenamiento se resignifica en una época en la que la
inteligencia artificial parece recrearlo todo y los límites entre verdad y
fake se vuelven pantanosos



Carmen Quintela Babío *

Pie de Página, 15-7-2023

https://piedepagina.mx/



En un cuarto de dos metros por tres un hombre vestido con una bata blanca,
frente a una computadora, escucha. El silencio casi absoluto en esta sala
insonorizada sólo es interrumpido por el sonido ahogado de una marimba que
suena, lejana, en una calle de la zona 1 de Ciudad de Guatemala. En el
espacio apenas caben dos escritorios con dos ordenadores, una impresora
minúscula, una trituradora —encajonada a la perfección entre las mesas— y
algunos archivadores con información sobre programas informáticos.



La sala se conecta a través de una ventana a otro cuarto, más grande, donde
otras tres personas —con bata blanca y frente a computadoras— también
escuchan.



En la pantalla del hombre va apareciendo una imagen en blanco y negro.
Cientos de rayas verticales, algunas más grandes, otras pequeñas, se
distribuyen ordenadamente en un eje horizontal. Cuando él hace zoom, y otra
vez zoom, y de nuevo zoom, las líneas verticales empiezan a tomar forma de
lo que son: ondas sonoras.



El hombre es un técnico de sonido del laboratorio de acústica forense de
Guatemala. Y las ondas sonoras que aparecieron en el monitor frente a él
corresponden a un audio que debe cotejar: la prueba de un caso de extorsión,
de chantaje o de secuestro. No lo dice y no lo sabremos, porque un contrato
de confidencialidad le impide dar mayor detalle. El trabajo del hombre
consiste, sobre todo, en escuchar. Pero también en observar.



Selecciona un extracto formado por rayas altas y bajas. Lo que eran ondas
sonoras, ahora parecen más bien un dibujo, distorsionado, difuminado. Algo
más cercano a una radiografía o al resultado de una resonancia magnética
hecha en una máquina en mal estado. Son sombras. La representación más
visual de los fonemas. Muestran la vibración de las cuerdas vocales. A más
vibración, cuanto más alta sea la frecuencia, más oscura será la sombra.



—Esta sombra casi negra es una «a» —dice. —Porque cuando decimos «aaaaa» y
nos tocamos el cuello, podemos notar la vibración. Y esta sombra más tenue,
casi imperceptible, es una «ese». Porque es un fonema mudo. Si decimos
«sss-sss-sss», la vibración desaparece. No hay frecuencia alta, no hay
sombra.



***



El laboratorio de ciencias forenses es parte del Instituto Nacional de
Ciencias Forenses de Guatemala. Su departamento más nuevo. Se creó hace poco
menos de 10 años; en 2014. En su momento supuso un avance para poder
identificar las voces en las interceptaciones telefónicas y, además, darle
un valor probatorio.



Antes de crearse, en Guatemala no se podían generar dictámenes periciales
que aseguraran ante un juez que la voz que se escuchaba en una grabación era
la de la persona que se estaba acusando. Podía tenerse una sospecha, pero
para probarlo en un juicio, había que usar otras pruebas.



Al laboratorio le dio forma una mujer: Karla López Troccoli. Investigó el
trabajo que se hacía en otros países, como Colombia y España, se especializó
y armó un equipo. Cuando empezó, solo conocía casos de extorsiones y
secuestros. Luego, conforme el laboratorio se amplió y se contrató más
personal, empezaron a recibir solicitudes de otras fiscalías: casos de
violencia de género, de violencia común, de robos, femicidios, abusos contra
niños.



Antes de crearse este laboratorio, en Guatemala no se podían generar
dictámenes periciales que aseguraran ante un juez que la voz que se
escuchaba en una grabación era la de la persona que se estaba acusando.



Si el Ministerio Público de Guatemala tiene alguna prueba que salga de una
interceptación —de una línea telefónica intervenida, de una grabación
recogida en un teléfono, de una nota de voz enviada por WhatsApp— puede
pedir un cotejo de voz en el instituto de ciencias forenses. Y el
laboratorio tiene la obligación de comprobar si la persona que habló, que
hizo la llamada o que mandó la nota de voz es la misma que tienen como
sospechosa.



***



En el sótano del Instituto Nacional de Ciencias Forenses hay un
estacionamiento. Es por aquí por donde entran algunos de los trabajadores de
la institución. Y es por aquí también por donde ingresan al edificio los
sospechosos en casos penales, para tomarles muestras de sangre, de tejidos o
de voz. Por eso, en lo que debería ser el lugar para un par de vehículos, se
construyó un cubículo improvisado, de unos cuatro por seis metros. El
cemento, mal tapado con pintura blanca, todavía puede verse en bordes más
cercanos al suelo.



Está dividido en dos salas (de espera; la uno y la dos), cada una con una
banca de madera, sencilla. A lo largo de la banca hay unos ganchos
metálicos, en forma de U invertida. Pareciera que tienen la función de
separar cada asiento, pero en realidad sirven para asegurar las esposas de
los detenidos. A la izquierda de este cubículo hay una puerta que podría
pasar desapercibida dentro del establecimiento, ser un cuarto de
mantenimiento o el espacio para los calentadores. Pero sobre el marco, un
cartel azul anuncia lo que hay detrás: el laboratorio de acústica.



Es un espacio dividido en dos. En un lado, una cabina de grabación; en otro
una sala de audiencias. Es aquí, en esta sala, donde los peritos recogen las
muestras de voz que luego analizarán. El procedimiento se realiza en una
audiencia, como las que se hacen en los tribunales: tiene que haber un juez
encargado, que describe y explica a la persona sospechosa todo el proceso.
Si da su autorización, se empieza a grabar.



La cabina es un espacio mínimo. Cabe una persona sentada y poco más. Está
insonorizado, hay un micrófono, un teléfono y una pantalla donde se proyecta
un texto que la persona debe leer, para conocer su timbre de voz. Esta
parte, la del timbre, es clave.



Las personas podemos tener un tono parecido. Esto es muy común entre
familiares, por ejemplo. Pero el timbre es único. Es algo que nos da la
estructura física. La posición de la lengua, de una muela, la laringe, las
cuerdas vocales, los pulmones. Eso es lo que va a hacer que cada voz sea
única.



En la pantalla de la cabina también se muestran imágenes. Una mujer sacando
dinero, un hombre en una motocicleta, un fajo de billetes. Esto se hace así
no sólo para identificar el timbre de voz. También para saber qué palabras
usa para describir. Qué nombre les da a las cosas. Si una chaqueta es una
«chumpa». Si el dinero es «pisto». Si el alcohol es «guaro».



***



— ¿Me escuchás?



— Simón, Simón, hoy sí.



— Va, mirá pues. De ahí, vos, cuando ellos se bajen del carro, vos te vas a
adelantar a donde están los tuc-tucs. Te quedás parado enfrente. Cuando los
locos se bajen del carro.



— Simón.



— Va, este patojo que está ahí con vos, pero pues el Simpson va a venir y le
va a pegar al de seguridad del mercado.



— Cabal.



***



El equipo, que hace nueve años era de una sola persona, hoy no es mucho más
grande. Está la perita jefe, que sigue siendo Karla López Troccoli. Tiene
cuatro peritos a su cargo, que se encargan de hacer el cotejo de voz.
Además, hay un técnico en criminalística, que organiza la evidencia, y un
técnico en audio, que se encarga de que el registro del sonido —la base de
todo el trabajo— funcione como debe funcionar.



Reciben unos 20 casos al mes. No parecieran muchos, se adelanta a decir
López Troccoli, pero al entender el proceso, cobra sentido que esto sea así.
En el laboratorio de acústica forense utilizan lo que llaman un método
combinado. Son cuatro patas, que toman elementos de la lingüística y se
apoyan en softwares biométricos.



El perito asignado al caso debe hacer una primera revisión de los audios. El
número de audios puede variar según el expediente. Por ejemplo, los casos de
robos de celular en motocicleta —algo muy común en Guatemala— contienen
decenas de llamadas. Y no son breves. Una persona suele marcarle a otra
cuando se sube en la moto. A la llamada se van uniendo diferentes personas,
encargadas de monitorear lo que ven en el tráfico. De identificar quiénes
pueden ser objeto de robo. Cada una de estas llamadas puede durar unas dos
horas.



Las personas podemos tener un tono parecido. Esto es muy común entre
familiares, por ejemplo. Pero el timbre es único. Es algo que nos da la
estructura física (…) Eso es lo que va a hacer que cada voz sea única.



El perito debe escucharlas para verificar, primero, quién es la persona de
la que deben cotejar la voz. Segundo, para identificar el extracto que mejor
le servirá para cotejar y que debe durar, por lo menos, diez segundos.



Escucha y vuelve a escuchar. Frase a frase.



«A este nos lo vamos a tronar». «A este nos lo vamos a tronar». «A este nos
lo vamos a tronar». «A este nos lo vamos a tronar».



Cinco, diez, veinte, treinta veces. Hasta dar con el extracto que necesita.



Después, viene el análisis espectrográfico lingüístico. Una revisión
exhaustiva para comprobar si las palabras que usó en la escucha de la
fiscalía son las mismas que dijo en la muestra que se le tomó en el
laboratorio. No es lo mismo “matar”, “asesinar” o “quebrar”.



Luego viene el análisis tonal de frecuencia fundamental. Aquí se revisa el
número de veces que vibran los pliegues vocales. Sílaba a sílaba, consonante
a consonante, vocal a vocal, fonema a fonema, sombra a sombra. “Tronar”,
letra por letra.



Por último se usa un sistema biométrico. Este es un software que establece
si hay una correspondencia o no, y a través de cálculos estadísticos arroja
un resultado más preciso.



Luego de escuchar y volver a escuchar, de observar y volver a observar, de
leer y releer resultados, se llega a una conclusión. Si la voz es la misma,
si es distinta o si no se pudo tener un resultado claro. Y a partir de esto,
el laboratorio de acústica forense genera un dictamen pericial.



¿No hay posibilidad de cometer un error, de equivocarse?



López Troccoli no contempla esa posibilidad. Dice que el hecho de seguir
procedimientos, de hacer revisiones internas y de actualizarse
tecnológicamente para hacer los cotejos, implica que la prueba sea
«altamente confiable».



En un país con un sistema de justicia que ha sido señalado de estar cooptado
y de encontrarse en manos de intereses privados; donde se ha perseguido a
jueces, fiscales y periodistas por investigar y señalar la corrupción,
pareciera que la ciencia forense es la única garantía. O así lo defienden en
el laboratorio.



***



La investigación acústica es una de las ciencias forenses más desgastantes
porque se trabaja con el sentido más sensible: el oído. El escuchar y volver
a escuchar durante horas cada conversación, no implica sólo ser más propenso
a problemas auditivos. También conlleva una carga emocional.



Para la primera situación, la de los problemas auditivos, la institución
dice estar cubierta. Los peritos están sometidos a pruebas de audiometría
constantes para verificar que no se dañe el canal auditivo. Además, hacen
descansos cada cierto tiempo y advierten a las judicaturas que, por esto
mismo, y para garantizar la calidad de los procesos, manejan tiempos de
hasta 30 días hábiles para entregar dictámenes periciales.



En la otra parte, la de la carga emocional, hay algo más de descuido. Según
la perita, el instituto de ciencias forenses no brinda asistencia
psicológica.



—Y usted, después de estos casi diez años dedicada a esto, ¿no ha sentido la
carga?



Karla López Tróccoli ríe. No se sabe muy bien si en la risa hay una mezcla
de nerviosismo y de incomodidad, o si simplemente se relajó con la pregunta.
Evita responder claramente y apela a su compromiso como perita. Es un
trabajo que le gusta, dice, y es una responsabilidad que ha asumido. De ahí
no se baja.



No entra en detalles sobre la situación del equipo. De los cuatro peritos a
su cargo que escuchan y vuelven a escuchar las frases, las palabras, las
sílabas, las consonantes, las vocales, los fonemas, las sombras. Aunque
admite algo: hay personas que no han aguantado y se han ido de la
institución. Muy a su pesar, confiesa, porque capacitar a peritos en
acústica forense no es fácil, rápido ni barato.



* Este texto se trabajó en el Laboratorio de No Ficción Creativa llevado
adelante por Revista Anfibia, el Doctorado de Escritura en Español de la
Universidad de Houston y la Maestría en Periodismo Narrativo de Unsam entre
septiembre de 2022 y mayo de 2023. El texto formará parte de un libro que
será publicado en 2024 por Penguin Random House. Puedes consultar la
publicación original en este link:
https://www.revistaanfibia.com/los-que-escuchan-el-horror/

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