Rusia/ "¿Cuánto tiempo más puede durar?". [Boris Kagarlitsky]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Mar 5 14:23:54 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

5 de marzo 2023

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Rusia



«¿Cuánto tiempo más puede durar?»



Boris Kagarlitsky

A l’encontre, 4-3-2023

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Traducción de Correspondencia de Prensa



Ya ha pasado un año desde que comenzó la invasión rusa de Ucrania. Cuando
empezó todo, la propaganda del Kremlin garantizaba la caída del "régimen de
Kiev" en pocas horas, la toma de la capital ucraniana en pocos días y que
los líderes de Europa Occidental se arrodillarían ante Moscú. Nos aseguraron
entonces que los europeos se congelarían de frío sin el gas ruso. Sin
embargo, a medida que el invierno llega a su fin, los propagandistas
glorifican la paciencia del pueblo ruso, que soportará sin chistar todas las
penurias que lo acechan. Un nuevo tema entre los analistas pro-Kremlin es
que la guerra continuará durante al menos otros diez años; de hecho,
eternamente. Pues nadie augura que en diez años la situación vaya a mejorar.



El carácter inevitable de la derrota militar es ahora evidente, incluso para
muchos de los que celebraron con entusiasmo la invasión y la apoyaron
ideológicamente. Véanse, por ejemplo, los recientes discursos del héroe de
la "primavera rusa" de 2014, Igor Gurkin [alias Igor Ivanovich Strelkov, ex
FSB, ultranacionalista, que había desempeñado un papel importante en 2014
durante la anexión del Donbass y Crimea], que llamaba antes a la
movilización y a la guerra hasta la victoria y que ahora diserta
principalmente sobre los escenarios de derrota.



***

Ahora, el principal tema de debate es si la economía puede sostener la
creciente demanda y cómo esta afectará al sistema político. En el verano
[europeo] de 2022, las sanciones provocaron una grave caída de la
producción, mientras que en enero de 2023 asomó un déficit presupuestario
muy importante. Sin embargo, ninguno de estos acontecimientos fue vivido
como un desastre social, sobre todo porque la situación del país se ha ido
deteriorando constantemente durante los últimos diez años, de modo que los
problemas actuales parecen formar parte de la vida normal: subida de
precios, salarios bajos y muchas de las dificultades cotidianas a las que la
gente está acostumbrada desde hace tiempo. ¿Significa esto que nada ha
cambiado en Rusia durante el último año? De hecho, ha habido cambios, y son
significativos.



Aunque en los primeros que siguieron la invasión de Ucrania la mayoría de
los rusos simplemente no notaron la guerra, la movilización que tuvo lugar
en septiembre de 2022 fue suficiente para cambiar la conciencia de la gente.
No hay ninguna razón para equivocarse sobre el resultado de la movilización
- después de todo, la retirada estratégicamente más importante del ejército
ruso (la rendición de Kherson) se produjo después del envío de miles de
reclutas al frente. La huida masiva de jóvenes y de familias de Rusia, que
comenzó tras el anuncio de la movilización, provocó que al menos un millón
de personas abandonaran el país. Según algunas estimaciones, la cifra supera
los dos millones. En otras palabras, el número de rusos que emigraron tras
la movilización es exactamente comparable al número de refugiados ucranianos
que huyeron a Occidente, aunque no hubo combates en el territorio de la
propia Rusia. [La cifra total de refugiados ucranianos, en febrero de 2023,
"residentes" -con "estatuto de protección temporal" que permite "la libre
estancia y el trabajo"- en Polonia, la República Checa, Eslovaquia, Croacia,
Bulgaria, Rumania y los países bálticos es de unos 2,5 millones; en
Alemania, Austria, Francia, Italia, España, Portugal, Bélgica y los Países
Bajos, el total es de unos 1,65 millones (Redacción de A l'encontre].



***



Paralelamente, no hay que hablar del fracaso total de la campaña de
movilización. Aunque militarmente no produjo los resultados significativos
esperados, pues permitió en el mejor de los casos la reconstitución de
unidades de combate en el frente, su consecuencia inesperada fue una mejora
de la situación económica general en las regiones más desfavorecidas del
país. Fue en ellas donde la convocatoria a las armas encontró menos
resistencia, ya que los propios movilizados admitieron que alistarse en el
ejército era más rentable que quedarse en sus casas, trabajando por una
miseria, o sin trabajar en absoluto. Las familias que habían perdido toda
fuente de ingresos estaban muy contentas de recibir subsidios por sus
maridos e hijos asesinados, ya que los fondos recibidos les ayudaban a pagar
deudas y a resolver otros problemas domésticos. Los hombres del interior de
Rusia no estaban dispuestos a arriesgar sus vidas y a morir por Putin, pero
mostraban una disposición fatalista a sacrificar la vida por sus familias.
Hay que reconocer que esta percepción tan generalizada y pronunciada
sorprendió a muchos analistas, incluido el autor de estas líneas. Lo cierto
es que la reeducación socioeconómica de la sociedad, que tuvo lugar durante
las reformas neoliberales, tuvo mucho éxito. Los incentivos del mercado
funcionan en condiciones de pobreza y desintegración mucho más eficazmente
que las emociones humanas básicas, incluido incluso el instinto de
autoconservación.



Desde luego, el descontento y la resistencia crecen de forma palpable, pero
también está claro que no han llegado a un punto en el que se conviertan en
peligrosos para el sistema. Los actos de sabotaje ferroviario organizados
por grupos clandestinos de diversas tendencias ideológicas, los incendios
provocados en oficinas de enrolamiento militar e instituciones estatales, la
destrucción de coches decorados con símbolos militaristas y otras acciones
de este tipo suceden con más frecuencia que antes, pero siguen siendo
excepciones en todo el país. Un problema mucho más grave para el gobierno es
la división dentro de sus propias filas.



***



El síntoma más notorio de una división política dentro del sistema fue el
enfrentamiento abierto entre el ejército regular y la empresa militar
privada Wagner, creada por Yevgeny Prigozhin. Después de haber obtenido el
derecho de facto a ignorar las leyes y los procedimientos establecidos por
el Estado, Prigozhin formó su propio ejército privado, equipado con
artillería, tanques y aviones, alimentado por el reclutamiento forzoso de
prisioneros en centros penitenciarios. En contravención de la ley rusa, los
secuaces de Prigozhin aplican su propia justicia militar, celebran
ejecuciones públicas de desertores y amenazan con fusilar a sus soldados sin
dilación si tratan de huir. Desde el verano [europeo], existe una lucha
abierta por el poder entre Prigozhin y los generales de carrera, en la que
los insultos se suceden y se producen enfrentamientos armados entre el
personal militar y los mercenarios de Wagner, estos últimos poco dispuestos
a reconocer las normas de conducta establecidas por las Fuerzas Armadas.



No obstante, el conflicto entre los generales y Prigozhin no es más que la
parte visible del iceberg. La burocracia gubernamental, absorta en asuntos
económicos y financieros, y los organismos de seguridad del Estado no están
contentos con el problemático giro de los acontecimientos. El llamamiento
del gobierno a las grandes empresas para que contribuyan voluntariamente con
250.000-300.000 millones de rublos [3.110-3.740 millones de euros] al
presupuesto para cubrir el déficit, que ya había alcanzado el billón de
rublos en enero [las estimaciones - CNBC - sitúan el déficit en enero de
2023 en 1.700.000 millones de rublos a fecha de 15 de febrero - ed.], no fue
recibido con entusiasmo. Las empresas más grandes, que antes eran las
mayores beneficiarias de las reducciones fiscales del gobierno, no sólo no
han mostrado voluntad de contribuir, sino que anunciaron públicamente su
voluntad de no hacerlo. El problema no es el dinero como tal. La industria
rusa se enfrenta a una crisis de sobreacumulación de capital, en la que los
fondos libres no pueden invertirse de forma rentable y, además, debido a las
sanciones, el dinero depositado en el extranjero no puede ser retirado. Pero
estas empresas, incluidas las vinculadas al Estado, simplemente no le
encuentran sentido a financiar un presupuesto que amenaza con aumentar el
déficit de forma incontrolable. Un Estado que insiste en financiar una
guerra que de todos modos ya está perdida



***



Para los círculos dirigentes rusos, un rápido acuerdo con Occidente sigue
siendo la única opción realista. Sus adversarios en Europa y en Estados
Unidos no descartan de plano esta opción. Pero cualquier acuerdo implica
inevitablemente serias concesiones por parte del Kremlin. En el mejor de los
casos, un tal acuerdo implica la retirada de las tropas a las posiciones
originales que ocupaban antes de que comenzara la guerra, lo que equivale a
admitir la derrota. Al mismo tiempo, prolongar el conflicto no hace más que
agravar la situación y choca con el hecho de que las condiciones para un
alto el fuego sólo irán empeorando. De hecho, conservar el control de
Luhansk y Donetsk -que se encuentran bajo protectorado ruso de facto desde
2014- es incierto; y en el futuro existe incluso la amenaza de perder la
Crimea anexionada. Por supuesto, ninguna de las partes le va a pedir la
opinión a los habitantes de Donbass y Crimea.



***



Cualquier acuerdo real en las condiciones actuales significaría un desastre
político para Putin. Por eso, a pesar de las declaraciones formales a favor
de las negociaciones, la orientación central del Kremlin es la de mantener
la guerra indefinidamente. Ni Occidente ni las élites rusas se muestran
satisfechos con tal giro de los acontecimientos, por no mencionar que la
mayoría de la sociedad rusa tampoco está nada contenta con esa perspectiva.
Al no esperar concesiones aceptables por parte de Moscú, los círculos
políticos occidentales decidieron finalmente levantar las restricciones a
las entregas de armas a Ucrania. Comenzó con un envío importante de tanques,
vehículos blindados y misiles de largo alcance, al que seguirán
inevitablemente aviones. Hay muchas razones para creer que estas decisiones
fueron precedidas por intentos de negociaciones entre bambalinas que
convencieron a los estadistas occidentales de la absoluta insensatez de
Putin y de su círculo íntimo. Aparentemente, una parte significativa de la
burocracia dirigente rusa, de los negocios y del aparato militar llegó a la
misma conclusión.



***



El año que ha transcurrido desde el comienzo de la guerra ha dejado claro
que el sistema político ruso necesita un cambio radical. Todo aquello que no
sea una reforma sólo puede conducir a una mayor desintegración de las
instituciones estatales y al deterioro de una economía que ya está en
crisis, lo que no le conviene a nadie. Pero la única forma de cambiar de
rumbo consiste en desalojar a Vladimir Putin del poder. Por supuesto, el
presidente en funciones no estaría de acuerdo, pero tampoco lo estarían
muchos de los que lo rodean, porque son conscientes de que, sin un padrino,
perderán rápidamente su puesto y quizá se conviertan en chivos expiatorios.
Después de todo, alguien tendrá que ser sancionado por sus errores y
delitos. En este caso, enviarlos a La Haya como criminales de guerra podría
ser el aterrizaje más suave posible para ellos, ya que la experiencia de la
historia rusa demuestra que en circunstancias en las que el estado de
derecho no funciona, el destino de los responsables derrotados es
verdaderamente terrible.

Pese a la censura permanente y a la represión intermitente, en Rusia ya se
habla casi abiertamente de estas hipótesis. Cada día, Moscú a finales de
febrero de 2023 se parece más a Petrogrado a principios de febrero de 1917.
El grado de pertinencia de esta analogía se revelará en un futuro muy
próximo. Por supuesto, el liderazgo de Putin puede aferrarse a sus
posiciones. Pero esto no hará más que retrasar el inevitable desastre, que
será tanto más extenso cuanto más tarde se produzca.



(Artículo publicado en el sitio Russian Dissent, 28 de febrero de 2023,
traducido del ruso al inglés por Dan Erdman: 28-2-2023
https://russiandissent.substack.com/p/on-the-first-anniversary-of-the-war) 

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