Feminismos/ Violencia sexual: ¿qué hay detrás del stealthing? [Stephanie Demirdjian]
Ernesto Herrera
germain5 en chasque.net
Vie Mar 17 12:29:11 UYT 2023
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Correspondencia de Prensa
17 de marzo 2023
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Feminismos
Sacarse el preservativo de manera no consensuada en un encuentro sexual es
una forma de violencia: ¿qué hay detrás del stealthing?
Especialistas advierten sobre las consecuencias de esta práctica en la salud
de las mujeres y analizan las razones por las que constituye violencia
sexual.
Stephanie Demirdjian
La Diaria, 17-3-2023
https://ladiaria.com.uy/
Es cierto que hoy en día parece haber una palabra en inglés para
absolutamente todo, pero hay que reconocer que, a veces, ponerle nombre a
algunas conductas sirve para instalarlas en el debate público, analizar qué
esconden detrás e identificarlas por si alguna vez se presentan de cerca. Es
el caso del término stealthing –“sigilosamente”, en español–, que refiere a
la práctica que ejercen los varones cuando se sacan el preservativo sin
avisar durante un encuentro sexual en el que todas las personas involucradas
habían acordado su uso. Tiene otras modalidades, como romper el preservativo
antes o durante el encuentro o directamente fingir que lo están utilizando.
Si bien no es una palabra muy popular, describe una situación que suele
pasar más seguido de lo que imaginamos: es muy probable que conozcamos a
alguna amiga, familiar, compañera o conocida que lo haya experimentado. Pero
es una práctica invisibilizada y muchas veces minimizada, pese a los riesgos
que conlleva y a las consecuencias que puede tener en la salud física y
emocional de las mujeres.
El stealthing es además una forma de violencia sexual, entre otras cosas
porque constituye un ataque a la libertad sexual, según puntualizaron
especialistas consultadas por la diaria.
La Ley 19.580 de violencia basada en género define la violencia sexual como
“toda acción que implique la vulneración del derecho de una mujer a decidir
voluntariamente sobre su vida sexual o reproductiva”. Si una mujer acuerda
tener relaciones sexuales con preservativo y, durante el acto, la otra
persona se lo quita sin decir nada, está rompiendo con el consentimiento y
vulnerando su derecho a decidir sobre su vida sexual e incluso reproductiva,
en caso de que esa conducta derive en un embarazo no deseado.
Las entrevistadas coincidieron en que el concepto de consentimiento aparece
como central a la hora de explicar por qué el stealthing es una forma de
violencia sexual. La educadora sexual Eleni Kolukizian –creadora de
“Empoderarsex” (https://www.instagram.com/empoderarsex/?hl=), es un espacio
donde difunde contenido sobre sexualidad con perspectiva de género– aseguró
que, para que haya consentimiento, hay que chequear cinco puntos: que “esté
dado libremente, que pueda ser reversible, que sea informado, que sea
entusiasta y que sea específico”. Desde este punto de vista, cuando un varón
se saca el preservativo en secreto, “el consentimiento que se había dado no
se dio tan libremente, porque hubo una manipulación, un engaño”. Tampoco se
cumple la característica de lo específico, en tanto “yo había dicho que sí a
mantener relaciones sexuales con preservativo y eso se violó”.
Por otro lado, que sea informado implica el acuerdo sobre qué método
anticonceptivo se va a utilizar, entonces, “si ya habíamos pactado
previamente tener relaciones sexuales y habíamos dado consentimiento a
tenerlas con preservativo, si lo retiramos o hay un engaño, ahí se viola el
consentimiento dado”, especificó Kolukizian.
Ella y otras expertas entrevistadas por la diaria analizaron qué lógicas
aparecen detrás del stealthing y profundizaron en cuáles son las
consecuencias que tiene en la salud de las mujeres. También recordaron que
en otros países esta práctica es considerada un delito sexual y revisaron
qué aporta la normativa uruguaya al respecto.
Los impactos
El contagio de infecciones de transmisión sexual (ITS) y un embarazo no
deseado son las principales consecuencias que puede acarrear esta práctica.
Sin embargo, también puede generar diversos impactos a nivel de la salud
mental. “Cuando se practica stealthing, se está negando mi derecho al
consentimiento explícito, reversible, informado y eso supone un montón de
consecuencias a nivel psicoemocional”, explicó en ese sentido a la diaria la
psicóloga feminista especializada en violencia sexual Victoria Marichal.
La especialista dijo que si bien muchas mujeres se percatan de lo que
sucedió un tiempo después del encuentro sexual –sobre todo si contrajeron
una ITS o hubo un embarazo no deseado–, “lo más frecuente” es que se den
cuenta de que la otra persona no utilizó preservativo “una vez que culmina
el acto sexual”, y “ahí hay una sensación de que mi palabra no vale, de que
ni mi consentimiento ni mi deseo fueron tomados en cuenta, y de que se me
puso en riesgo sin siquiera tener aviso”. A estas “ansiedades” se suman los
impactos que llegan cuando se logra asumir el hecho de haber sido víctima de
violencia sexual, señaló la psicóloga.
También pueden surgir sentimientos de culpa –por no haberse dado cuenta de
la situación en el momento– o de vergüenza –especialmente cuando, ante el
reclamo, se banaliza el engaño asegurando que la mujer es “exagerada” o
“está loca”–.
Otras consecuencias que mencionó Marichal son “la pérdida de confianza y de
tranquilidad a la hora de tener encuentros sexuales”, así como que “se
empiece a generar una sensación de hiperalerta a la hora de vincularse
sexualmente porque siento que tengo que estar cuidándome de eso”.
En este escenario, la profesional insistió en la importancia de los métodos
anticonceptivos de barrera no sólo para prevenir ITS y embarazos no
deseados, sino también para reivindicar el derecho de las mujeres al placer.
Y destacó una consigna de los feminismos que apunta a eso: “Cuidarme me
calienta”. “Para disfrutar de un encuentro sexual, tengo que estar segura y
tranquila de que eso no va a tener consecuencias negativas en mi vida, si no
¿de qué manera voy a poder disfrutar? El uso de preservativo me da todas
esas garantías”, planteó.
“Que la decisión de usar preservativo o no esté en manos de quienes
históricamente han tenido el poder en la sociedad, claramente nos pone en
una situación de desigualdad en cuanto a los métodos de cuidado”, agregó la
psicóloga, y resaltó que por eso es tan importante saber que existen otros
métodos anticonceptivos como, por ejemplo, el preservativo femenino, que
incluso se puede colocar varias horas antes del encuentro sexual para evitar
tener que hacerlo (o negociarlo) en el momento.
Porque pueden
Para Marichal, “como siempre que hablamos de violencia sexual”, este
comportamiento “no tiene que ver con el deseo, ni con lo erótico, ni con el
placer, sino con el uso y abuso de poder”. En ese sentido, dijo que, para
quienes lo ejercen, “se trata de sentirme en poder de romper el límite que
se me puso con esta persona con la que estoy teniendo un encuentro sexual y
la impunidad de ser consciente de que eso, muchas veces, no tiene
consecuencias” para ellos.
En la misma línea, Kolukizian consideró que “esto no lo podemos separar del
modelo social o el orden político en el que vivimos, que tiene que ver con
relaciones de poder basadas en el género, que implican obligaciones y
derechos diferentes que están legitimados y esto constituye la forma que
varones y mujeres aprendimos a relacionarnos, en donde el consentimiento no
era un factor que importara tanto”.
La educadora sexual dijo que “los varones aprendieron que su forma de
identidad masculina estaba en ser viriles, imponerse, dominar y controlar”,
y el stealthing “está alineado a este modelo con el que crecieron”. Por eso,
destacó la importancia de trabajar estos temas cuando se enseña educación
sexual integral a las infancias y adolescencias: “Si aprendimos un modelo,
podemos reaprender otro”.
La mirada jurídica
A mediados de 2021, uno de los tiktokers con más seguidores en España, Naim
Darrechi, dijo en una entrevista que engañaba a sus parejas sexuales para no
usar el preservativo porque “le costaba mucho” utilizarlo. Entre otras
cosas, contó que para que las mujeres accedieran a mantener relaciones
sexuales sin protección les decía que era estéril. “Nunca lo utilizo. Un día
pensé: ‘es extraño que no hayas dejado nunca embarazada a ninguna chica
durante todos estos años’. Entonces decidí empezar a acabar dentro. Nunca ha
pasado nada, por lo que empiezo a pensar que tengo un problema”, llegó a
decir entre risas el joven, que en ese momento era seguido por cerca de 26
millones de personas en sus redes sociales.
Las declaraciones de Darrechi generaron indignación y contribuyeron a poner
el concepto de stealthing en el centro de la agenda pública. El episodio fue
incluso repudiado por la ministra de Igualdad española, Irene Montero, que
recordó en su cuenta de Twitter que “quitarse el preservativo o eyacular
dentro sin consentimiento es hoy abuso sexual” y aseguró que la ley conocida
como “sólo sí es sí” –que en ese entonces todavía no había sido aprobada– lo
reconocería como agresión sexual.
Hoy en día, España es uno de los pocos países en los que el stealthing es
considerado un delito sexual. Incluso antes de la ley de “sólo sí es sí”,
hubo casos que se juzgaron en base al artículo del Código Penal sobre abuso
sexual, que definía penas de entre uno y tres años de cárcel para quien “sin
violencia o intimidación y sin que medie consentimiento, realizare actos que
atenten contra la libertad o indemnidad sexual de otra persona”. El caso que
sentó el precedente tuvo lugar en 2019, cuando un juzgado de Salamanca
condenó por abuso sexual a un hombre que fue denunciado por realizar esta
práctica.
Otros países como Alemania y Canadá tienen sentencias judiciales que van en
este sentido. El Tribunal Superior de Apelaciones de Berlín dictaminó por
primera vez en 2020 que quitarse el preservativo sin consentimiento durante
un encuentro sexual configuraba un delito de agresión sexual, a raíz de un
caso de 2018 en el que fue condenado un policía. En tanto, la Corte Suprema
de Canadá sentó su precedente en julio del año pasado, cuando aseguró que un
juzgado de primera instancia cometió un “error” al desestimar un cargo de
agresión sexual contra un hombre acusado de stealthing y pidió un nuevo
juicio.
En Uruguay no hay normativa específica ni jurisprudencia vinculada, pero
estos casos podrían estar contemplados en el artículo del Código Penal sobre
abuso sexual especialmente agravado, que lo define como cuando “se invade
cualquier parte del cuerpo de la víctima o del autor, a través de la
penetración por insignificante que fuera, vía anal o vaginal, con un órgano
sexual, otra parte del cuerpo o un objeto, así como la penetración vía oral
con un órgano sexual”. La penetración sin preservativo, cuando antes se
acordó su uso, podría interpretarse como “invasión”.
“Analizando e interpretando a la luz de los convenios internacionales y con
perspectiva de género, efectivamente esa situación hay que considerarla un
abuso sexual”, señaló a la diaria la abogada especializada en género y
derechos humanos Ivana Manzolido, que asesora a víctimas de violencia de
género e integra la Red de Abogadas Feministas.
Manzolido dijo que no tiene conocimiento de casos que hayan llegado a la
Justicia penal en Uruguay e insistió en las dificultades que pueden surgir
al denunciar este tipo de situaciones. “La penalización implica, entre otras
cosas, una carga probatoria que en otros procesos no los tenemos y que hay
que tener en cuenta también a la hora de analizar este tipo de casos”,
apuntó.
La abogada aseguró que la principal dificultad está en lo probatorio porque
“a todo lo que ya implica de por sí denunciar una situación de abuso sexual,
que atenta contra la libertad sexual, y a todo lo que implica estar –en la
gran mayoría de los casos– sin testigos y sin otras pruebas, acá le sumás
que este vicio de consentimiento, a diferencia de otros, es muy difícil de
probar”. Además, dijo que, a diferencia de España, que “ya analiza el
consentimiento desde el punto de vista jurídico”, en Uruguay “el
consentimiento todavía es un tema que queda perdido”.
Manzolido afirmó que “cada situación es diferente y hay veces que hay
posibilidad de probar” los hechos, como cuando existe una situación “donde
hay otros factores, además de esa práctica, que ponen en riesgo a la mujer”,
o en los casos en los que la acción provocó el contagio de una ITS o un
embarazo no deseado. De lo contrario, “es complejo alentar a la denuncia, no
porque no sea una situación de violencia, sino porque hay que tener claras
las expectativas” y porque “hoy la Justicia está bastante lejos de reparar,
entonces en la mayoría de los casos el proceso judicial es muy
revictimizante y mucho más a la hora de denunciar delitos sexuales”. Las
barreras aparecen incluso antes, sugirió la abogada, porque “no creo que hoy
en día, por ejemplo, una seccional policial esté preparada para recibir ese
tipo de denuncias”.
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